Cristo, dueño de mi corazón
Oh Dueño de mi corazón! ¡Oh Dueño! Amargo recordar que no era tuyo, cuando dejé pasar tu nombre sin desearte. ¿Tan necia es la criatura en su ceguera? Tan sólo imaginar mi indiferencia en esa multitud de gente vana, corriendo a los placeres que atormentan, me entristeció pensar que no era tuyo. Tus cuerdas invisibles […]