Otro de los obstáculos que se presentan en la oración, son las circunstancias. Muchas veces, las circunstancias se presentan tan hostiles a la oración, que desalientan el corazón del creyente. En tal momento, parece que Dios no podrá reordenarlas para que cooperen con su voluntad. Sin embargo, cuando miramos las Escrituras, vemos a Dios burlándose de las circunstancias adversas y ordenándolas de acuerdo a su propósito.
El pueblo de Dios es esclavo en Egipto. La grandeza del imperio se sustenta en la mano de obra de los esclavos judíos. Dios envía un mensaje a Faraón diciéndole que deje ir a su pueblo para adorar en el desierto. Pero Faraón se niega terminantemente, una y otra vez. Sin embargo, aunque Faraón era poderoso, Dios es Todopoderoso. Dios ordenó las circunstancias, hizo desencadenarse los eventos uno tras otro, con la fuerza incontenible de los hechos divinos, hasta que la resistencia se rompió, y todo estuvo ordenado para el cumplimiento de sus designios.
Israel es esclavo en Babilonia. ¿Cómo puede Dios cumplir su designio de sacar a su pueblo de Babilonia, si el más poderoso reino lo tiene cautivo, y el propio Israel ni siquiera desea volver a su tierra? Dios se suscita la oración de un hombre como Daniel. Por esta oración, Dios despierta a Ciro, el rey, y a los jefes judíos para ir a Jerusalén. Su designio otra vez se cumple, porque Dios mismo ha ordenado las circunstancias para tal fin.
Pero esto no es así solo en la Historia. También lo es en lo pequeño, aun en las circunstancias domésticas. En Mateo capítulos 1 y 2, Dios ordena las circunstancias de una manera muy simple, mediante cinco sueños, para salvar a José, María y el niño Jesús. En Hechos, Herodes mete a Pedro en la cárcel bajo amenaza de muerte. Pedro estaba sujeto con cadenas y custodiado por cuatro piquetes de soldados. Sin embargo, él fue liberado. Dios movió a sus ángeles, y los guardias fueron burlados. ¿Qué ocurrió? Dios actuó en respuesta a la oración de la iglesia (Hech. 12:5), sin solicitarle permiso a Herodes ni al alguacil de la cárcel.
Pablo hace la obra de Dios como apóstol. Dirigido por el Espíritu Santo, llega a Filipos. Allí inicia su obra. Pablo va cerca del río, donde unas hermanas solían orar, y habla a las mujeres que se habían reunido. Allí está Lidia, la vendedora de púrpura; ella cree, y les hospeda. Así surge la iglesia en Filipos. ¿Encuentros fortuitos? ¿Cómo había llegado Pablo a Filipos? Dios le había mostrado mediante una visión, y había ordenado las circunstancias allí, para que Pablo hiciese la obra. Los corazones de los que habían de creer estaban preparados para la fe.
Así, vemos que las circunstancias no son un obstáculo para Dios, y que, por la oración, ellas pueden ser ordenadas para que colaboren con Su voluntad.
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