La tragedia del Columbia puede explicarse de mil maneras desde el punto de vista técnico; sin embargo, una lectura más atenta del hecho nos permite apreciar un significado espiritual que va más allá de eso.
Todo se mostraba favorable. Los 16 días que había durado la misión del “Columbia” en el espacio tocaban a su fin. Los objetivos científicos –biológicos, médicos y físicos– que la habían motivado habían tenido el mayor éxito. El astronauta Michael Ander-son, desde el espacio, había calificado la misión como “absolutamente fantástica en términos científicos”. Sus siete tripulantes estaban felices. Por su parte, las condiciones climáticas en el área de Florida eran perfectas para el aterrizaje ese 1º de febrero. Faltaban sólo 16 minutos para que la vieja y pesada nave se posara sobre la losa de Cabo Cañaveral, cuando la estela de luz a 16.000 metros de altura perdió su estilizada figura. Los restos del Columbia se esparcieron por un radio de varios cientos de kilómetros sobre los estados de Texas y Louisiana.
El mundo entero se llenó de consternación. En seguida vino a la memoria la tragedia anterior, del transbordador Challenger en enero de 1986, cuando también sus siete tripulantes murieron en una explosión justo a los 80 segundos del despegue.
En un primer momento, la NASA enmudeció. Pero después declaró estar devastada por la pérdida de los que, según declaró un portavoz, eran más que funcionarios, eran “miembros de una familia”. El Presidente Bush y otros diversos mandatarios del mundo expresaron sus condolencias por lo ocurrido a los familiares. “Es una pérdida para toda la humanidad” declaró el Secretario General de las Naciones Unidas, Kofi Annan.
Perfil de los trágicos héroes
La misión Nº 107 de la flota de transbordadores estaba integrada por siete brillantes astronautas, comandados por Rick Husband, un veterano del espacio. Para cuatro de ellos, esta era su primera experiencia espacial. William McCool era oficial de la Marina estadounidense, Michael Anderson, de la Fuerza Aérea; David Brown, era piloto naval y doctor, Kalpana Chawla, era ingeniero aeroes-pacial de origen indio nacionalizada norteamericana, Laurel Clark era un oficial de buceo sumarino, e Ilan Ramon era piloto de combate, el primer astronauta israelí en la historia.
Ilian Ramón se había convertido en las últimas semanas en héroe nacional en su país. Como hijo de un sobreviviente de Auschwitz, quiso destacar ese simbolismo durante su vuelo espacial, honrando a dos niños muertos en el Holocausto nazi. Llevaba consigo un dibujo de uno de ellos y una Torá que había pertenecido al otro.
Al momento de producirse la tragedia, el padre de Ilan Ramón estaba en una emisora de televisión israelí, invitado para celebrar el aterrizaje del Columbia, el que habría de ser un hito en la historia de Israel.
Una misión científica
La misión del Columbia tenía como objetivo la realización de 80 experimentos, en una amplia variedad de áreas, desde el comportamiento de las hormigas en el espacio y el estudio de proteínas hasta la elaboración de un “perfume espacial”.
Era la primera vez en tres años en que tenía lugar una suerte de “maratón científica” espacial, con un seguimiento permanente por parte de los astronautas. Para ello, los siete tripulantes se habían organizado en dos turnos de 12 horas cada uno. De los valiosos datos que arrojaron estos experimentos sólo se salvaron aquellos que fueron enviados vía satélite desde el espacio. Una mínima parte.
Algunos de esos experimentos –diseñados por científicos de prestigiosas universidades norteamericanas– tenían como objetivo final el tratamiento de enfermedades como el SIDA, el mal de Alzhei-mer y la enfermedad de Huntington. Otros habían sido diseñados por estudiantes de Australia, China, EE.UU., Israel y Japón, en total, más de 70 cerebros científicos. Para realizarlos, contaban con un módulo presurizado de investigación y cuatro toneladas de equipos e instrumentos especiales.
¿Accidente o ataque terrorista?
Dado el clima de guerra que impera hoy en el mundo, y especialmente en Estados Unidos (por esos días había una verdadera batalla verbal entre Washington-Bagdad y Washington-Pyongyang), surgió rápidamente la pregunta acerca de la causa de la tragedia. Todos los expertos han desestimado la opción terrorista. Pero hay, a cambio, las hipótesis más diversas. Hay quienes apuntan sus dardos a la antigüedad de los computadores IBM AP-101 encargados de guiar la nave, y corregir su curso; otros, a la antigüedad de la nave, que databa de 1981, con 28 vuelos a su haber.
En días posteriores cobró fuerza la hipótesis del accidente espacial, al informarse que algunas imágenes tomadas el segundo día de la misión mostrarían el desprendimiento de un pequeño objeto de la nave, que podría haber sido causado por un choque con basura espacial durante la órbita.
Los expertos de la NASA han manejado también la hipótesis de la rotura de los paneles térmicos. De hecho, el personal de tierra se percató de que en el momento del despegue, se había desprendido un fragmento de material aislante y había impactado sobre el ala izquierda del transbordador, pero no se consideró en ese momento que representara un riesgo para la seguridad de la nave. Algunas fotos posteriores revelan que esa ala estaba dañada.
Otros apuntan sus argumentos al recorte presupuestario de un 40% que sufrió el Programa de Transbordadores Espaciales en los últimos diez años. Un panel de expertos había advertido ya que el vuelo de un transbordador espacial podía terminar en tragedia si se deterioraban los paneles de aislamiento térmico. Esclarecer las causas puede “requerir varios meses”, señaló Ron Dittemor, encargado de los programas de transbordadores de la NASA. Pero prometió “remover cielo y tierra” para aclararlas. Por lo pronto, la NASA ha suspendido todos los vuelos espaciales, hasta que no se dilucide todo esto.
Y ha puesto, de paso, en entredicho el futuro de la Estación Espacial Internacional (EEI), pues la suspensión de los vuelos dejaría sin suministro y atención técnica la EEI. En este momento, hay tres tripulantes en la estación Alfa –dos norteamericanos y uno ruso– que verían retrasado en, al menos, cuatro meses su regreso a la tierra, proyectado inicialmente para marzo.
Con todo, el Presidente Bush, junto con lamentar lo sucedido, reiteró “su profunda fe en los hombres y mujeres de la NASA y su creencia de que el programa espacial debe continuar”. Este gesto fue secundado por los propios familiares de los siniestrados astronautas, quienes agradecieron el apoyo de la gente y de la NASA, y reafirmaron que “la valiente exploración del espacio debe continuar”.
Una reflexión
El Presidente Bush está decidido a llevar adelante el programa espacial. Sin duda, así ocurrirá. El Presidente apela a toda la fuerza y el coraje de la nación más poderosa de la tierra para sobreponerse a este revés. La nación pionera en avances científicos, ¿podrá amilanarse?
Sin embargo, hay fuerzas superiores al coraje de una pujante nación. Hay cosas que escapan a la mente más brillante. Es preciso leer en los hechos aparentemente azarosos, los designios de una Voluntad superior que los gobierna. Apenas transcurrió un año y cinco meses entre la caída de las torres gemelas y la explosión del Columbia, pero Estados Unidos no está leyendo en ello ningún mensaje.
Algunos profetas de Dios en el mismo Estados Unidos han dicho que ese país no quiere oír lo que Dios le está hablando. Dios está tocando sus partes fuertes para hacerlo detenerse en la loca carrera de su soberbia y exitismo; en su pretensión de pensar que Dios está detrás de esa nación respaldando todas sus empresas. Ahora está decidido a emprender una guerra loca de impredecibles consecuencias, contra todo consejo prudente.
Los profetas que Dios le ha mandado no están siendo escuchados. El Presidente está oyendo sólo a sus consejeros, pero no el consejo de Dios. ¿Quién lo detendrá? ¿Habrá hombre que pueda hacerlo, o tendrá que seguirlo haciendo Dios?
“Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican; si Jehová no guardare la ciudad, en vano vela la guardia. Por demás es que os levantéis de madrugada, y vayáis tarde a reposar, y que comáis pan de dolores; pues que a su amado dará Dios el sueño” (Salmo 127:1-2).
Dios no está edificando esa casa, ni guardando esa ciudad. ¿Podrá haber edificación? ¿Podrá ser guardada? ¿Podrá ella tener reposo?
Fuentes: http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/news/ http://www.emol.cl