Lecciones básicas sobre la vida cristiana práctica.
Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones».
– Hech. 2:42.
En la lección anterior hemos analizado el principio de congregarse; ahora veremos su aspecto práctico. En la Biblia, podemos percibir cinco tipos diferentes de reuniones – reuniones de evangelismo, del partimiento del pan, de oración, de ejercicio de los dones o reuniones de comunión, y reuniones del ministerio o de predicación. En el Nuevo Testamento, encontramos ejemplos de todas ellas. Así, sabemos que en la época de los apóstoles había por lo menos estos cinco diferentes tipos de reuniones.
Hoy también la iglesia necesita tener todas estas diversas reuniones para ser fortalecida delante de Dios. Debemos aprender cómo reunirnos, a fin de ayudar a que los hermanos y hermanas crezcan en el Señor.
Reuniones de evangelismo
Este es el primer tipo de reunión en el libro de los Hechos, así como en los evangelios. A juzgar por la historia de la iglesia primitiva, las reuniones de evangelismo fueron las más básicas de todas las reuniones de la iglesia.
No fue sino hasta después que la iglesia comenzó a declinar, en los siglos III y IV, que las reuniones de evangelio perdieron gradualmente su prioridad y las reuniones del ministerio asumieron el rol principal. La popularidad de oír sermones es un reflejo de la condición debilitada de la iglesia. En la iglesia primitiva, predicar el Evangelio en lugar de oír sermones ocupaba el primer lugar. La situación inversa de hoy es una prueba del fracaso de la iglesia. Para tener una iglesia fuerte, la predicación del evangelio debería ser restaurada a su posición de preeminencia original.
Tan pronto como las personas llegan a creer en el Señor, ellas inmediatamente deberían empezar a ayudar en la predicación del Evangelio. No les debe permitir desarrollar el hábito de oír sermones; en cambio, se les debe ayudar a cultivar el hábito de servir predicando el Evangelio.
Participar en el cuerpo
Es necesario alentar a todos los hermanos y hermanas a asistir a las reuniones del Evangelio. Tales hermanos y hermanas no deben pensar que ya no necesitan asistir porque ya han sido salvos. Es cierto, son salvos, pero en las reuniones del Evangelio ellos tienen un rol activo que cumplir. No asisten pasivamente, sino que vienen a trabajar. Nadie puede ser negligente en relación a las reuniones del Evangelio. La cuestión no reside en si conoces o no el Evangelio. De hecho, tú deberías conocer el contenido de cada reunión. Pero deberías venir a las reuniones del Evangelio para poder ayudar, teniendo así una participación personal en ellas.
Reuniones del partimiento del pan
La siguiente reunión en importancia es la del partimiento del pan.
La mesa y la cena
En las Escrituras, la reunión para el partimiento del pan tiene dos aspectos distintos. 1a Corintios 10 se refiere a la mesa del Señor mientras 1 a Corintios 11 apunta a la cena del Señor. Queremos examinarlos en orden inverso, partiendo de 1 a Corintios 11.
En la cena del Señor, el pan es el cuerpo de Cristo, aludiendo al cuerpo físico del Señor. Al participar de este cuerpo que es dado para la remisión de nuestros pecados, nosotros recibimos vida. El pensamiento básico de la cena del Señor es hacer memoria de Su persona. El significado de la cena reside en recordar cómo el Señor derramó su sangre para que nuestros pecados pudiesen ser perdonados.
Pero 1a Corintios 10 toma otro aspecto. El partimiento del pan es llamado «la mesa del Señor». «Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo» (v. 17). En 1 a Corintios 11 el pan es el cuerpo físico del Señor; pero, en 1 a Corintios 10, el pan somos nosotros. Nosotros, siendo muchos, somos un pan. En otras palabras, la mesa del Señor enfatiza la comunión o compañerismo de los hijos de Dios. El capítulo 11 subraya la memoria del Señor, mientras que el capítulo 10 hace hincapié en la comunión de los hijos de Dios.
Por lo tanto, tenemos dos significados. Uno es directo: nuestro enfoque se vuelve hacia el cielo, recordando al Señor. Y el otro se centra en tener comunión unos con otros – un pan sobre la mesa. Todos tenemos parte en este pan; todos nosotros somos el pueblo de este único pan. Tú perteneces a este pan; yo también. Tú has aceptado al Salvador, igual yo. Por lo tanto, deberíamos tener compañerismo en el Señor. En el partimiento del pan, nosotros venimos ante el Señor para tener comunión con él y con todos sus redimidos.
Reuniones de oración
La reunión de oración es también un encuentro importante. Cada tipo de reunión tiene sus rasgos particulares. El testimonio que Dios se ha propuesto mantener sobre la tierra se cumplirá conjuntamente por la predicación del Evangelio, el partimiento del pan y la oración corporativa. Las reuniones de oración pueden ser tanto difíciles como fáciles. Los creyentes nuevos necesitan aprender sobre este tipo de reunión.
De acuerdo
Un requisito fundamental para que los hermanos y hermanas oren juntos es estar unánimes. El Señor nos dice en Mateo 18 que debemos estar de acuerdo en la tierra. Antes y durante el día de Pentecostés, los ciento veinte creyentes oraron unánimes (Hech. 1.14-15). Por lo tanto, la primera condición de una reunión de oración es ser de un solo corazón y una mente.
¿Cómo pueden reunirse las personas para orar si cada cual tiene su propia mente? La palabra «acuerdo» de Mateo es más pesada. El Señor promete: «Si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho» (v. 19). El vocablo original en griego se utiliza en música para denotar la armonía. Si una persona está tocando sola, no hay problema. Pero si tres tocan juntos y uno de ellos desafina, el resultado es discordia.
Asimismo, nuestras oraciones no deberían desentonar. Si somos capaces de concordar el uno con el otro, Dios oirá lo que pidamos. Lo que atemos en la tierra será atado en los cielos, y lo que desatemos en la tierra quedará desatado en los cielos (ver Mateo 18:18). La condición básica es la armonía. Por lo tanto, aprendamos a ser armoniosos y no oremos cada uno según su propio deseo.
Reuniones de ejercicio de los dones
Los dones manifestados en cada iglesia local son diferentes. En algunas iglesias locales, Dios puede dar palabra de revelación, así como dones de profecía y de enseñanza; en otras, él puede agregar el don de lenguas y de interpretación de lenguas. En algunos lugares, él puede dar el don de enseñanza sin dar algún otro don milagroso; o podría ser lo opuesto, dones milagrosos sin el don de la palabra.
Nosotros no podemos dictar lo que Dios hará en su iglesia. Pero lo que sí conocemos es el principio de este tipo de reuniones: Él desea que sus hijos ejerzan sus dones. Es evidente que no podemos ejercitar los dones que no tenemos, pero sí podemos utilizar los dones que poseemos. Por lo tanto, ninguna iglesia local puede imitar a otras iglesias locales en cuanto al ejercicio de los dones. Cada una de ellas debe ejercer ante Dios los dones que tienen los hermanos y hermanas de la localidad. Lo que estamos describiendo aquí son las reuniones según el principio de 1 a Corintios 14.
Una cosa deberían saber los nuevos creyentes: no todos pueden intervenir en las reuniones de ejercicio de los dones. Solo pueden hablar quienes han recibido dones. Nosotros no aprobamos el ministerio de un solo hombre, ni el ministerio de todos los hombres. Dios juzga a ambos como inapropiados. Solo aquel que ha sido dotado debe ministrar la palabra; no todo el mundo puede hablar.
¿Dónde reside la dificultad hoy? El problema es que los hermanos con ministerio asumen que la reunión está abierta a la intervención de todos, cuando realmente ella lo está solo para esos hermanos dotados en el ministerio, no a cada hermano y hermana. ¡Ellos son como bocas que se niegan a hablar, mientras esperaban que hablen las manos, los pies y los oídos! ¿Qué se puede esperar de tal reunión, sino confusión? Por lo tanto, todos los hermanos que están dotados deben abrir sus bocas en la reunión. En cuanto a los demás, solo deberían hablar cuando tengan algo valioso que aportar.
Reuniones del ministerio
Esta es la menor de todas las reuniones; aún así, es parte del orden establecido por Dios y, por lo tanto, no debe ser descuidada. A través de tales reuniones, podemos recibir el suministro de la palabra de Dios. Es posible que tengamos la oportunidad de oír la palabra cuando un obrero nos visita o cuando algunos maestros y profetas residan con nosotros. No sugiero que esta no sea una reunión importante; simplemente digo que es la más simple.
Abrir los corazones
Al asistir a esas reuniones, espiritualmente hablando, el primer requisito es llevar el corazón abierto. Quien escucha con prejuicios nunca conseguirá nada. Aquel cuyo corazón está cerrado no recibirá bendición de Dios. Nadie debe sentarse allí para criticar. Dios bendice al oyente, no al crítico. A menudo digo que, si un mensaje es bien o mal entregado, esto depende la mitad del predicador y la mitad de la audiencia. Ningún predicador puede llevar a buen término una reunión si se enfrenta con corazones herméticos, mentes cerradas y actitudes críticas.
Traducido de Spiritual Exercise.
Chapter 17: «Various Meetings».
Christian Fellowship Publishers.