Lecciones básicas sobre la vida cristiana práctica.
De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas».
2ª Cor. 5:17.
Después que alguien cree en el Señor, tiene invariablemente un número de cosas del pasado que esperan ser terminadas. La pregunta es: ¿cómo las concluye?
La enseñanza de la Biblia
En la Biblia, especialmente en el Nuevo Testamento, Dios no parece preocuparse mucho por las cosas que uno hizo antes de entregarse al Señor. Trate usted de encontrar, entre Mateo y Apocalipsis, algunos pasajes que aborden el asunto de terminar con el pasado. Si lo intenta, deberá reconocer que es muy difícil hallarlos. Es verdad, las epístolas hacen un recuento de nuestra vana manera de vivir en el pasado; también nos revelan cuáles deben ser nuestras acciones futuras. Pero ellas no recomiendan qué hacer con nuestro pasado.
Por ejemplo, en las cartas a los Efesios y a los Colosenses se menciona nuestro pasado, pero ninguna nos dice como deberíamos concluir con él. Solo tratan acerca de lo que deberíamos hacer desde nuestra conversión en adelante. La misma verdad se aprecia en las cartas a los Tesalonicenses. Ellas también mencionan el pasado sin especificar cómo debemos concluirlo, ya que el énfasis también está puesto en el futuro, como si el pasado ya no fuera un problema. Sin embargo, no hay duda de que el pasado debe ser apropiadamente concluido.
Por causa de algunos conceptos errados concernientes al evangelio, el asunto del pasado es a veces tan excesivamente acentuado que pone a las personas en un dilema. No estamos sugiriendo que el pasado no necesita ser tratado, pues hay algunas pocas cosas que sí lo requieren. Sin embargo, debemos decir que esto no es fundamental.
Dios nos dice que todo nuestro pasado está bajo la Sangre. Somos perdonados completamente, porque el Señor murió por nosotros. Somos salvos a través de Cristo nuestro Sustituto, no en el terreno de nuestro trato con el pasado. Nadie es salvo por su buena conducta anterior, ni tampoco es salvo por arrepentirse de su maldad pasada. Somos salvos a través de la redención consumada por el Señor Jesús en la cruz. Este es el único fundamento sobre el cual permanecemos firmes.
Lo que debe ser terminado
Entonces, ¿qué debemos hacer con el pasado? Después de buscar cuidadosamente en el Nuevo Testamento, encontramos algunos pasajes sobre este tema. Pero todos estos casos son ejemplos; ninguno es una enseñanza. Nuestro Señor nos ha dejado algunos ejemplos para que seamos guiados en la resolución de los asuntos del pasado.
1. Se debe eliminar todo lo relacionado con la idolatría
«…os convertisteis de los ídolos a Dios» (1ª Tes. 1:9). El asunto de los ídolos no es tan simple como algunos piensan. Recuerde, somos el templo del Espíritu Santo. ¿Qué concordia tiene el templo de Dios con los ídolos? Aun el Apóstol Juan, escribiendo a los creyentes, exhorta: «Hijitos, guardaos de los ídolos…» (1ª Juan 5:21).
Debemos entender la manera en que la Escritura ve la idolatría. Dios prohíbe hacer imagen o semejanza de cualquier cosa que esté en los cielos, en la tierra o en el agua, y también prohíbe cualquier pensamiento de que esas imágenes son vivas. Tan pronto como este pensamiento aflora, ellas se convierten en ídolos. Las imágenes en sí mismas no son nada, pero si ellas son reconocidas como vivas, se transforman en diabólicas. De ahí que la adoración de ídolos está estrictamente prohibida; ningún corazón debe volverse a ellos. Uno de los diez mandamientos proscribe la hechura de imágenes (ver Deut. 5:8)
«No preguntes acerca de sus dioses, diciendo: ¿Cómo servían estas naciones a sus dioses?…» (Deut. 12:30b). No pregunte acerca de otros dioses por curiosidad; no pregunte cómo otras naciones sirven a sus dioses. Dios nos prohíbe hacer tales averiguaciones, porque esto solo nos llevará a seguir la senda de las naciones.
Empezando desde el primer día de su vida de fe en Cristo, el creyente debe separarse de los ídolos y de las cosas pertinentes a la idolatría. No debe mencionar nunca más el nombre de los ídolos, ni consultar adivinos. Debe mantenerse alejado de templos paganos y de cualquier pensamiento de adoración de imágenes. No debe preguntar cómo otras religiones adoran. El pasado debe ser totalmente concluido. Cualquier objeto idolátrico debe ser destruido, no vendido. Esto es muy serio, ya que Dios es extremadamente celoso de los ídolos.
2. Algunos objetos requieren ser eliminados
«Asimismo muchos de los que habían practicado la magia, trajeron sus libros, y los quemaron delante de todos; y contando el precio de ellos, se halló ser cincuenta mil piezas de plata» (Hechos 19:19). Esto también es algo que un nuevo creyente debe concluir. Esto no es el resultado de una orden o una enseñanza, sino la obra del Espíritu Santo. El Espíritu Santo trabaja en los creyentes de tal forma que traen adelante estas cosas que no deberían estar en su posesión, para destruirlas. Los libros mencionados en Hechos 19 valían cincuenta mil piezas de plata, mucho dinero. Pero no fueron vendidos para que la iglesia usara lo recaudado; al contrario, fueron quemados. Si Judas hubiese estado presente, ciertamente habría objetado la quema de los libros por su valor, ya que aquel dinero podría haber sido usado para ayudar a los pobres. Sin embargo, agradó al Señor que fueran quemados.
Hay muchas cosas que requieren ser concluidas. Las imágenes son una, los libros esotéricos son otra. El principio es claro: todas las imágenes deben ser rechazadas y todas las cosas dudosas deben ser concluidas también. Tenemos el ejemplo escritural acerca de que las cosas que tienen en definitiva una conexión con el pecado, como los juegos de azar o libros obscenos, deben ser quemados.
¿Qué ocurre con las cosas que son impropias de los santos? En la casa de un incrédulo, sería absolutamente natural encontrar objetos conectados con el pecado y cosas no apropiadas para creyentes. Así, después de que alguien ha creído en el Señor, él debería ir a casa y examinar sus pertenencias. Las cosas conectadas con el pecado se deben destruir, y no venderlas. Cosas indecentes para los santos, como prendas de vestir, por ejemplo, pueden ser modificadas si es posible, o pueden ser vendidas.
3. Toda deuda debe ser cancelada
«Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado» (Lucas 19:8). Zaqueo nos presenta un buen ejemplo. Extrañamente, no existe enseñanza acerca de este asunto; pero cada creyente actúa de la forma en que es movido por el Espíritu Santo. Si esto fuese algo meramente doctrinal o de enseñanza, entonces todo sería hecho uniformemente.
Si un nuevo creyente había estafado o extorsionado a alguien en el pasado o ha robado y tomado posesión de algo maliciosamente, creemos que debe tratar con estas cosas a medida que el Señor obra en él. Financieramente, él puede ser incapaz de pagar lo defraudado. Aunque esto no afectará el ser perdonado por Dios, sí tendrá definitivamente una influencia en su testimonio.
Cada nuevo creyente necesita preguntarse a sí mismo si ha hecho mal o defraudado a alguien, si ha llevado a casa cosas que no le pertenecen o que ha obtenido de forma maliciosa. Si es así, él puede limpiar estos actos. El arrepentimiento cristiano incluye la confesión de las faltas del pasado. No es un arrepentimiento común que implica un mero cambio de conducta. Por ejemplo, si reiteradamente yo me airaba en el pasado, sería suficiente mostrar mi arrepentimiento no repitiendo esa conducta de nuevo. Pero, como cristiano, sumado al cambio de conducta, debo también confesar que la ira estaba mal. No solo debo controlar mi temperamento ante Dios, sino también debo confesar ante los hombres mi antigua falta de perder la calma. Entonces este asunto puede ser concluido.
Traducido de «Spiritual Exercise», Christian Fellowship Publishers, 2007.