Los ministros de la Palabra no son estrellas rutilantes, sino siervos de la iglesia.
Lectura: Efesios 4:7-16.
En este pasaje de Efesios 4 encontramos tres temas principales: los dones, los ministerios y las operaciones. Los dones aparecen al comienzo y son dados por el Señor a la iglesia para constituir ministerios. Sin dones no hay ministerios. Los ministerios son los que aparecen en el versículo 11 – son cinco, aunque algunos dicen que son sólo cuatro, porque los pastores y maestros conformarían un solo ministerio. Finalmente, en los versículos 15 y 16 aparecen, las operaciones, es decir, el funcionamiento de cada miembro del cuerpo.
En la cristiandad en los últimos años los dones y los ministerios han sido fuertemente enfatizados. Poco se ha hablado de las operaciones. Sin embargo, creemos que el énfasis final de Dios antes de la venida del Señor no estará ni en los dones ni en los ministerios, sino en las operaciones.
A comienzos del siglo XX en todo el mundo hubo un gran énfasis en los dones. Los dones del Espíritu Santo se manifestaron en todo el mundo. Fue el gran avivamiento pentecostal. Pero esa no era la meta de Dios. En las últimas décadas vino un énfasis en los ministerios. Sin embargo, por muchos años pareció que había sólo uno o dos de estos ministerios, los evangelistas y los pastores.
Un problema semántico
En el versículo 12 se habla de la función de estos cuatro ministerios, que es, según algunas versiones de la Biblia, «perfeccionar a los santos». Por muchos años nosotros no tuvimos una correcta comprensión de la palabra «perfeccionar». Entendíamos que el objetivo de los ministerios era llevar a la perfección, a la culminación de la vida cristiana, a los santos. Pero en el último tiempo hemos ido viendo mejor. La palabra griega que se traduce como «perfeccionar» aquí, tiene una multiplicidad de significados. Y, al parecer, el más importante de ellos, no es precisamente «perfeccionar», sino «equipar» o «capacitar».
William Barclay dice que la palabra griega «katartismós» (que se traduce como «perfeccionar») tiene dos grandes significados: el primero, «ajustar y poner en orden», segundo: «equipar o habilitar algo para un propósito determinado». Y pone el siguiente ejemplo: «Se usa con respecto a la habilitación de un barco o de un ejército, cuando son completamente equipados, armados, y formados en orden de batalla». Podemos ver, entonces, que el ministerio de los apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros es poner el ejército, que es la iglesia, en orden de batalla.
Si nosotros entendemos «equipar» en vez de «perfeccionar» aquí en Efesios 4:12, el asunto cambia radicalmente. Entonces la función de los ministerios no es final, sino sólo medial y transitoria. La tarea de los ministros no llega hasta la edificación de la iglesia.
Anteriormente, nosotros poníamos gran énfasis en la función de los ministerios, que pensábamos que era «perfeccionar a los santos». Pero el énfasis del Espíritu Santo está más abajo en este pasaje. El razonamiento del Espíritu no termina en el versículo 12, donde está el servicio de los ministros, sino en el versículo 16, donde está el servicio de todos los miembros del cuerpo.
En el versículo 13 dice: «Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo». Aquí está la meta de Dios. Ahora, ¿cómo alcanzamos esa meta? Eso está en los versículos 15 y 16: «Sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad (la palabra ‘actividad’ aquí se puede traducir también como ‘operación’) propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor». Los ministros fueron dados para capacitar a los santos, no para que hagan el trabajo de los santos.
Veamos atentamente el versículo 12: «A fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo». ¿Hay una coma después de «santos» en este versículo? Si en alguna versión la hubiera, esa coma no está bien. ¿Por qué? Si nosotros ponemos la coma después de «santos», entonces entendemos que los ministerios perfeccionan a los santos y hacen la obra del ministerio. Pero si esa coma no está allí, entonces debemos entender que los santos son perfeccionados para que éstos hagan la obra del ministerio.
¿Qué creen ustedes que pasaría en una iglesia si en vez de dos o tres hay cien o doscientos que hacen la obra de Dios? Sin duda, habría un cambio muy grande. A uno esto le puede parecer extraño, porque nosotros tenemos una gran distorsión.
Ahora bien, debemos ir un poco más allá. Si estos ministerios fueron dados para capacitar a los santos, significa entonces que, de alguna manera, los apóstoles tienen que reproducir apóstoles en la iglesia, y los profetas tienen que reproducir profetas en la iglesia. Dicho de otra manera, los apóstoles capacitan a los santos, para que de ahí surjan nuevos apóstoles; los profetas capacitan a los santos para que surjan nuevos profetas; y los evangelistas capacitan a los santos para que surjan muchos evangelistas. ¿Cuál es, entonces, la función de los evangelistas? ¿Evangelizar a los perdidos? No sólo eso, sino capacitar a los santos para que todos sean evangelistas. El énfasis cambia desde los ministros a los santos.
¿Cómo es que aquí los evangelistas son dados a la iglesia para capacitar a los santos, y no para evangelizar a los incrédulos? Cuando nosotros necesitamos evangelizar invitamos a un evangelista. Sin embargo, la voluntad de Dios es que toda la iglesia evangelice, y que el evangelista capacite a la iglesia para hacerlo.
Según entendemos, la primera vez que esto comenzó a ser predicado, fue por el hermano Watchman Nee, en China, en una Conferencia a fines de los años 40.1 Si usted lee esos mensajes, va a percibir la carga de Dios sobre ese hombre, una carga muy fuerte. Él vuelve una y otra vez a reiterar lo mismo, porque percibe que puede ser lo último que diga. Él ya sabía que le quedaba poco tiempo. Entonces decía: «Tenemos que pasar la carga a todos los santos. Tenemos que capacitar a los santos, y que ellos se levanten para servir». Él decía «¿Cómo vamos a alcanzar toda China con el evangelio? Somos tan pocos, y este país es tan grande. Sólo puede ser hecho si todos los santos se levantan a servir».
¿Qué ocurre hoy en China? Sucede exactamente esto, el cumplimiento de ese deseo de Nee. Su palabra fue profética. Probablemente sea en China donde hoy existen las iglesias más neotestamentarias de toda la tierra. ¿Qué sucede allí? Los predicadores itinerantes visitan las iglesias, capacitan a los santos, y luego los santos hacen la obra del ministerio. A causa de las persecuciones, allí no hay un ministerio pastoral visible, como en Occidente. Son todos los santos, sin distinciones, los que hacen la obra del ministerio.
¿Cómo puede sobrevivir la iglesia bajo la persecución? Sólo de esta manera. Hoy las iglesias en China están más vivas que nunca. El porcentaje de cristianos en China ha crecido en forma geométrica. Esto ha sido maravilloso.
Ahora, ¿por qué nos está viniendo esta palabra a nosotros en este tiempo? Aunque comenzó a predicarse en los años 40 en China, hoy sentimos que el Señor nos la envía a nosotros para que la realicemos en medio de la iglesia, porque se avecinan sobre todo el mundo días de persecución. ¿Cómo sobrevivirá la iglesia en esas condiciones? Sólo si la iglesia ha recuperado la visión del cuerpo. Y no sólo la visión, sino también la experiencia de vivir la vida del cuerpo con todo lo que eso significa.
Una distorsión histórica
Históricamente, todo el peso de la obra de Dios ha recaído sobre los ministerios. En la actualidad, hay pastores agobiados por el peso de la obra. ¿Cómo un solo hombre puede hacerlo todo? Esa no es la perfecta voluntad de Dios. Eso forma parte de una distorsión histórica. Pero el Señor nos está mostrando lo que verdaderamente es la iglesia, el cuerpo de Cristo.
Esta distorsión condujo poco a poco a una exaltación de los ministros. Debido a que los ministros tienen la palabra, entonces los hermanos reconocen que ellos son una clase especial de personas, y dependen de ellos para casi todo. Eso acarrea muchos problemas. Y el principal de ellos es el menoscabo del cuerpo.
En estos días se ha hablado aquí de cómo una congregación puede llegar a parecerse al pastor. Tal como es el pastor, así es la congregación. ¿Por qué ocurre eso? Porque él está solo. Él es el único referente que los hermanos tienen. Entonces la iglesia se parece al hombre que está al frente.
Pero, ¿cuál es la voluntad de Dios? Que la iglesia se parezca a Cristo, no a un hombre. Si hay un solo hombre arriba, todos lo miran a él, y terminarán por parecerse a él. Pero si están los apóstoles, están los profetas, los evangelistas, los pastores y los maestros, todos mostrando un aspecto diferente de Cristo, no se parecerán a ninguno, sino a Cristo que se expresa a través de ellos. ¡Ellos, en conjunto, mostrarán la multiformidad de Cristo, toda la riqueza de Cristo!
Un doble testimonio
Aquí en Efesios 4 el orden es dones, ministerios y operaciones. ¿En alguna otra parte de la Biblia se mencionan estas tres cosas juntas? Los estudiosos de la Biblia dicen que si sólo encontramos en un solo lugar de la Biblia una cierta verdad, eso no es muy confiable. Tenemos que tener al menos dos, porque el dos es el número del testimonio.
Veamos, pues, 1ª Corintios 12:4-6. «Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo». Aquí tenemos de nuevo, en el mismo orden, los dones, ministerios y operaciones.
Y hay una cosa muy interesante aquí. Que los dones se asocian con el Espíritu; los ministerios con el Señor; y las operaciones con Dios el Padre. Por tanto, vemos una gradación. Según el orden de la Deidad, el Padre es el mayor, luego el Hijo, luego el Espíritu. Y aquí están en el orden inverso. ¿Qué nos está diciendo esto? Que vamos de lo menos importante a lo más importante.
De estas tres cosas, lo menos importante son los dones; luego vienen los ministerios; pero lo más importante de todo son las operaciones, porque se asocian con el Padre, el cual «hace todas las cosas en todos».Ustedes saben, los dones de la Palabra no vienen sobre todos. Aquí en este capítulo dice que unos reciben una clase de dones, otros, otra, pero no todos tienen los dones de la palabra. Por eso los ministerios tampoco pertenecen a todos los santos. Pero cuando habla de las operaciones, dice «que hace todas las cosas en todos». Es decir, las operaciones son de todos. De todo el cuerpo.
El Señor nos ha mostrado que los dones no son un fin en sí mismos; y que tampoco los ministros son un fin en sí mismos. El fin, el objetivo, es la iglesia con su multifacética variedad de operaciones.
En el Nuevo Testamento aparece decenas de veces la expresión «unos a otros», y eso nos habla de mutualidad. Cuando nosotros recibimos revelación para ver lo que es el cuerpo de Cristo, nuestra mirada del Nuevo Testamento cambia totalmente. Donde antes veíamos al individuo, ahora vemos la iglesia. Sólo en la iglesia puede ser vivida toda la vida de Cristo. Tan sólo en la iglesia puede ser experimentada toda la revelación del Nuevo Testamento.
Como creyente, no estoy llamado a hacerlo todo. No estoy llamado a tener todas las respuestas. No tengo necesidad de proyectar toda la luz. Para eso está la iglesia. ¿Hay un problema en la iglesia? Veamos a quién Dios capacitó para resolver ese problema. ¿Quién va a atender un determinado asunto? Ahí está el hermano adecuado. Dios lo capacitó para eso. No hay alguien que posea todos los dones en sí mismo, porque Dios repartió sus dones entre todos los miembros del cuerpo.
Reconociendo nuestro tiempo
Amados siervos de Dios, este es el día de las operaciones de todos los miembros del cuerpo de Cristo. Y nosotros, los ministros, somos siervos de la iglesia. Por supuesto, primero de Cristo, luego de la iglesia. Por eso, los ancianos, los obreros, los ministros de la palabra tienen que bajar; y la iglesia tiene que subir.
¿Por qué hay tantos hijos de Dios frustrados, insatisfechos, amargados? Porque no están sirviendo al Señor. Parece que ellos no tienen nada que hacer. Todo el énfasis se ha puesto en los ministros, en los pastores. Ellos lo hacen todo. Y los pequeños ¿son meras comparsas? No; son más que eso; mucho más que eso. Son la iglesia, la amada del Señor.
Cuando el amado le dice a la sulamita: «Hazme oír tu voz; porque dulce es la voz tuya» (Cnt. 2:14), es el Señor hablándole a la iglesia. A la iglesia, no a los predicadores. Es dulce la voz de la iglesia. El Señor se dio por ella, dio su vida por ella. No por los grandes predicadores solamente, sino por ella. Y ahí están todos, incluso los más pequeñitos. ¡Oh, que el Señor nos abra los ojos para ver lo que la iglesia significa para él!
La responsabilidad de los ministros
La mayor responsabilidad recae sobre nosotros. ¿Por qué? Porque nosotros –los ministros– tenemos que bajar, para que la iglesia suba. Juan el Bautista fue enviado para bajar los montes y subir los valles. El ministerio de Juan el Bautista no sólo fue para preparar la primera venida del Señor, sino también la segunda. Hoy también Dios se está levantando profetas con el espíritu de Juan, que dicen: «Nosotros tenemos que menguar para que Cristo crezca». Si no formamos parte de ese equipo, no estaremos preparando debidamente la venida del Señor.
Juan el Bautista antes de la primera venida; Juan Bautista antes de la segunda venida. La primera vez fue un hombre; ahora son muchos hombres, muchos profetas con la actitud de Juan, que dicen. «Mírenlo a él, es el Cordero de Dios; él es el esposo; nosotros somos amigos del esposo, la novia lo mira a él, la iglesia lo mira a él».
Uno de los grandes objetivos de Pablo en su ministerio fue presentar la iglesia como una virgen pura a Cristo (2 Corintios 11:2). ¿Quién hace ese trabajo de preparar una novia para el novio? Un casamentero. Los ministros de Jesucristo somos casamenteros. Pablo lo era. En cierto modo, nosotros no somos parte de la iglesia. Sí lo somos; pero en cierto aspecto no lo somos. Nosotros preparamos a la novia para que reciba al Novio.
Hermanos amados, los principales y más grandes problemas en medio de la iglesia no son provocados por los hermanos, sino por los ministros, los apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros. Ellos son los más dotados; tienen dones. La palabra de ellos tiene influencia. Es muy difícil que un hombre así disminuya.
Dios quiere enseñarnos algo: los ministros de la palabra no son líderes en el estricto sentido de la palabra. La palabra líder es una palabra de origen inglés que se refiere a una persona destacada, prominente. Un líder es un jefe. El Señor nunca usó una palabra que significara eso para referirse a sus seguidores. Él usó la palabra «siervo». Y en griego ‘doulos’ significa esclavo.
Derek Prince dijo cierta vez: «¿Por qué en las Biblias no se traduce «esclavo» si en el griego dice «esclavo»? Porque existe una cultura oscura, tenebrosa acerca de la esclavitud. Pero en términos bíblicos la esclavitud no tiene esa connotación». Y agrega: «El Espíritu Santo es un esclavo de Cristo». ¿En qué sentido? En que él vino para servir, para exaltar a Otro. El Espíritu Santo vino para exaltar a Cristo. El Espíritu Santo tiene una actitud de esclavo. Así, nosotros también somos esclavos de Cristo y de la iglesia.
Que el Señor nos socorra. Porque uno de los grandes peligros que existen para un ministro de Jesucristo, es la vanidad. Por eso el Señor tiene que golpearnos muy fuerte. Tiene que quebrantarnos absolutamente, para que nosotros veamos que no somos nada, absolutamente nada sin él. Si nosotros recibimos el amor de los hermanos es sólo porque nosotros somos como un burrito que lleva al Señor sobre sus lomos. Sólo por eso.
¿Qué han visto los hermanos? ¿Por qué nos aman? Porque ellos han visto algo de Cristo. Su amor hacia nosotros no es hacia nosotros. Es a Cristo, que por gracia nos ocupa. Fuera de Cristo somos aborrecibles, somos torpes, somos inmundos. Somos comunes, como cualquier persona.
Amados hermanos, que el Señor nos ayude para ver lo que Dios nos está mostrando, para que nos dé la fuerza y el valor para menguar, pues es lo más difícil. Que el Señor nos dé la fuerza para callar y para que otros hablen; para dejar de hacer tantas cosas y dejar que otros también sirvan. Amén.
Síntesis de un mensaje impartido en Curitiba, Brasil, en abril de 2006.