Tres veces se cita esta frase del Salmo 95:7 en los capítulos 3 y 4 de Hebreos. El llamado es a no endurecer los corazones cuando se oye la voz de Dios. El desoír a Dios y endurecer el corazón fue el gran pecado de Israel, lo cual trajo consigo incredulidad y desobediencia. El apóstol agrega: «Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo … que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado» (Heb. 3:12-13).

La consecuencia de la incredulidad fue el no entrar al reposo de Dios (3:19). El apóstol concluye con una advertencia para nosotros: «Temamos, pues, no sea que permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca no haberla alcanzado. Porque también a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva como a ellos; pero no les aprovechó el oír la palabra, por no ir acompañada de fe en los que la oyeron» (4:1-2).

La secuencia de estas ideas nos permite asociar la incredulidad con la incapacidad de oír a Dios con fe, la incredulidad con la desobediencia, y la desobediencia con la pérdida del reposo. Todo se genera a partir por la indiferencia ante la voz de Dios, la incapacidad de oír con fe.

Cuán importante es oír con fe las palabras de Dios. Si no lo hacemos hoy, el corazón se endurecerá, y quedaremos desconcertados. Qué significativo es que se reúna aquí la incredulidad con la desobediencia. Es la fe la que genera obediencia; la incredulidad genera desobediencia. La obediencia no es fruto de nuestro esfuerzo o voluntad, sino simplemente de creer.

Así vamos descubriendo el poder de la fe. Por la gracia de Dios, se ponen a nuestra disposición los recursos de Dios, y por la fe los recibimos para toda necesidad. De un lado, la mano de Dios nos ofrece con liberalidad (gracia), y del otro, nosotros cogemos gratuitamente lo que Dios nos da en gracia (por fe).

Hebreos tiene mucha semejanza con Romanos y Gálatas. En estas tres epístolas está presente el asunto de la fe, en contraposición a la ley y las obras. Al igual que Romanos, Hebreos nos remite a Abraham para decirnos que es «por la fe y la paciencia (que se) heredan las promesas» (6:12). Al igual que Romanos, Hebreos cita a Habacuc en aquella maravillosa frase: «Mas el justo vivirá por fe» (10:38).

El reposo de Dios es consecuencia del creer. El creer nos llena de gozo y paz, según Romanos, y también nos introduce al reposo, según Hebreos. ¿No es maravilloso? Reposo es mirar las buenas obras de Dios y descansar en la suficiencia de ellas. Reposo es también, según palabras de Romanos, recibir «la abundancia de la gracia y del don de la justicia» para «reinar en vida». Oigamos, pues, su voz y no endurezcamos el corazón, sino creamos.

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