En dos ocasiones el Señor Jesucristo se muestra especialmente severo con Satanás. Esta severidad no es motivada, sin embargo, por el poder de Satanás, sino por su astucia.
En ninguna de las dos situaciones Satanás busca enfrentarse al Señor, como midiendo fuerzas, sino intentando seducir su alma. Y en respuesta, en ambas ocasiones, el Señor usa expresiones verbales fuertes para resistir al diablo, y alejarle de él.
La primera, ocurre en la tentación en el desierto. Se trata de la tercera tentación, cuando Satanás le dice, mostrándole los reinos del mundo: “Todo esto te daré, si postrado me adorares”. El Señor entonces le dice: “Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás” (Mat. 4:10-11). La palabra griega upage, traducida aquí como “vete”, tiene una preposición que añade la idea de humillación en el acto de apartarse.
La segunda, ocurre en el diálogo con Pedro en Cesarea de Filipo, luego de que Pedro intentase disuadir al Señor de que vaya a la cruz. Entonces, el Señor dice: “¡Quítate de delante de mí Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres” (Mat. 16:23). En griego, esta expresión exclamativa es upage opisô mou satana, es decir, “¡Ponte detrás de mí, Satanás!”. La orden es terminante. Satanás no puede ir delante del Señor, comandar su vida, aunque esto lo hiciera aparentemente para defenderlo.
Ambas situaciones tienen un común denominador: En ambas, Satanás ofrece algo agradable al Señor, algo que intentaba gratificar su alma. ¿No era una buena cosa ofrecer al Señor los reinos del mundo? ¿No era una buena cosa apartar al Señor de los padecimientos de la cruz?
Sin embargo, el Señor demostró en todo esto una gran severidad respecto a sí mismo. Aunque estaba padeciendo gran necesidad en el desierto, y después, estaba sufriendo anticipadamente la cercanía del Getsemaní, el Señor no buscó complacerse a sí mismo. Él fue consecuente con su propia enseñanza: “Todo el que quiera salvar su vida (alma), la perderá; y todo el que pierda su vida (alma) por causa de mí, la hallará” (Mat. 16:25). ¡Magnífico modelo para los que le siguen!
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