Lecciones básicas sobre la vida cristiana práctica.
Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré».
– 2ª Cor. 6:17.
Hay muchos mandatos, ejemplos y enseñanzas en la Biblia relativos al tema de la separación. Puesto que el mundo tiene tan variadas facetas, nuestra separación de él debe ser absoluta y completa. Hay cuatro diferentes lugares en la Biblia utilizados para caracterizar al mundo: Egipto representa los placeres del mundo; Ur de Caldea, la religión del mundo; Babilonia, la confusión del mundo; y Sodoma, los pecados del mundo. De todo esto tenemos que apartarnos.
¿Cómo libró Dios a los israelitas de la mano del heridor? Por medio del cordero pascual. Cuando el ángel de Dios descendió a la tierra de Egipto hiriendo a los primogénitos, él omitió aquellas casas que estaban marcadas con la sangre. Si no había sangre sobre la puerta, él entraba y hería al primogénito.
Así, toda la cuestión de la salvación no depende de si la puerta es o no es buena, si los postes son especiales, si la casa es recomendable o si el primogénito es obediente. Más bien depende de si está la sangre. La diferencia entre la salvación y la perdición está determinada por la aceptación o el rechazo de la sangre. La base para tu salvación no está en lo que seas tú o tu familia, sino en la sangre.
Nosotros, los que fuimos salvos por gracia, fuimos redimidos por la sangre. Recordemos, sin embargo, que una vez que hemos sido rescatados por la sangre, debemos comenzar a hacer nuestra salida. Los israelitas mataron al cordero antes de medianoche y, después de haber puesto la sangre en los postes y en el dintel, comieron apresuradamente. Mientras comían, tenían sus lomos ceñidos, su calzado en sus pies y sus bastones en sus manos, porque estaban listos para salir de Egipto.
El primer efecto de la redención, por lo tanto, es la separación. Dios nunca redime a alguien y lo deja para que continúe viviendo en el mundo como antes. Cada persona regenerada, tan pronto como fue salvada, necesita tomar su bastón en su mano y comenzar a hacer su salida. Tan pronto como el ángel destructor hace separación entre aquellos que se salvan y aquellos que se pierden, las almas salvadas deben salir. Esto está muy claramente tipificado en el libro de Éxodo.
Un bastón se utiliza para viajar; nadie lo usaría como almohada para acostarse. Todos los redimidos deben tomar sus bastones y salir esa misma noche. Todo redimido por la sangre, se transforma en peregrino y extranjero en este mundo. En el momento en que ellos son rescatados, salen de Egipto y se apartan del mundo. Ya no deberían seguir habitando allí.
Principios que rigen la separación
Probablemente, alguien se preguntará: ¿De qué cosas debemos salir? ¿Cuáles son las cosas del mundo? ¿En qué debemos apartarnos? Sugeriremos algunos principios de la separación. Pero, antes de abordar estos principios, se requiere una cosa previa: debemos primeramente tener nuestro corazón y espíritu liberados del mundo. Si alguien todavía desea estar en el mundo, estos principios no le serán de ningún provecho. Aunque él se separe de cientos de cosas, estará todavía en el mundo. La separación de la persona con su corazón y su espíritu debe preceder a la separación de las cosas.
El hombre debe salir totalmente de Egipto y ser separado del mundo. No temas ser llamado peculiar o raro. Hay cosas que tenemos que enfrentar y hay maneras en las cuales deberíamos ser diferentes del mundo, a pesar de que deseemos estar en paz con todos los hombres. En nuestros hogares, en la oficina, o dondequiera que estemos, no seamos contenciosos. No seamos beligerantes con nadie. Sin embargo, hay cosas de las cuales debemos apartarnos.
1. Cosas que el mundo considera indignas de un cristiano
Debemos separarnos de cualquier cosa que el mundo considere indigna de un cristiano. Comenzamos nuestra vida cristiana ante el mundo, y el mundo establece ciertas normas para los cristianos. Si nosotros no cumplimos sus estándares, ¿dónde estará nuestro testimonio? Con respecto a las cosas que nosotros hacemos, no debemos nunca permitir que los incrédulos levanten sus cejas diciendo: «¿Los cristianos también hacen eso?». Bajo tal acusación, nuestro testimonio delante de ellos se desmorona.
Por ejemplo, si tú visitas cierto lugar y te encuentras allí con un incrédulo, él murmurará: «¿Los cristianos vienen este tipo de sitios?». Hay muchos lugares que los no creyentes pueden frecuentar y pueden defender su acción cuando son interrogados. Pero, si un cristiano se muestra allí, suscitará de inmediato una objeción. Ellos pueden pecar, pero tú no puedes hacerlo. Ellos lo harán sin ningún problema; pero si tú los imitas, serás criticado. Por lo tanto, evitaremos hacer todo aquello que el mundo condena como indigno de un cristiano. Este es un requisito mínimo.
2. Cosas que son incompatibles con nuestra relación con el Señor
Cualquier cosa que sea contraria a nuestra relación con el Señor debe ser rechazada. Nuestro Señor fue humillado en la tierra; ¿podemos nosotros buscar gloria? Él fue crucificado como un ladrón; ¿anhelaremos el favor del mundo? Él fue falsamente acusado de estar poseído por demonios; ¿podemos esperar que los hombres nos alaben por ser inteligentes y racionales? Tales condiciones revelan su inconsistencia con nuestra relación con el Señor, nos hacen diferentes del Señor y aun contrarios a él. En todos los caminos que él anduvo, también debemos andar nosotros. Por eso, debemos suprimir todo lo que sea incongruente con nuestra relación con el Señor.
«El discípulo no es más que su maestro, ni el siervo más que su señor» (Mat. 10:24), dijo el Señor. Esto se refiere a nuestra relación con el mundo, mostrando cómo nosotros también sufriremos calumnias y rechazo. Si ese es el modo en que ellos trataron a nuestro Maestro, ¿podemos esperar algo diferente?
Si nosotros somos tratados de forma distinta, algo debe estar drásticamente mal en nuestra relación con el Señor. Seamos cuidadosos, de tal manera que, con todos los hijos de Dios, caminemos juntos en el camino del Señor. Toda situación que nuestro Señor afrontó en esta tierra, debemos también encararla nosotros.
¿Qué es el mundo? ¿Qué no es el mundo? Lo sabrás cuándo vengas al Señor. Solo necesitas comparar cómo enfrentas hoy cualquier asunto en relación con lo que él hizo mientras estuvo en la tierra. ¿Cuál era su relación con las personas del mundo? Si tu relacionamiento no es diferente de Cristo, está bien. Pero si tu posición difiere de la suya, algo está mal.
Somos seguidores del Cordero que fue inmolado; seguimos al Cordero por dondequiera que él va (véase Apocalipsis 14:4). Permanecemos con el Cordero en su posición de muerte. Aquello que no está en esa posición, que es contrario a la posición del Señor, es el mundo del cual debemos apartarnos.
3. Cosas que apagan la vida espiritual
Preguntamos de nuevo: ¿Qué es el mundo? Todo aquello que tiende a apagar nuestra vida espiritual delante del Señor, es el mundo. Cuán imposible es decir a los creyentes nuevos qué cosas son lícitas y qué cosas no están permitidas. Si les mencionamos diez cosas, preguntarán por la undécima. Pero, si ellos entienden un solo principio, podrán aplicarlo a innumerables situaciones. Cualquier cosa que te haga perder el celo por orar o por leer la Biblia, o que apague tu valor para testificar, es el mundo.
El mundo crea una especie de atmósfera que enfría nuestro amor al Señor. Marchita nuestra vida espiritual, apaga nuestro celo y congela nuestro anhelo por Dios. Por lo tanto, debe ser rechazado.
¿Pueden algunas cosas que no son pecaminosas ser consideradas como cosas del mundo? Hay cosas que gozan de alta estima en la valoración humana, pero, ¿contribuyen a acercarnos más al Señor? ¿O apagarán nuestra vida espiritual? Sin duda, pueden ser cosas buenas; pero, haciéndolas a menudo, nuestro fuego interno empieza a disminuir y, si seguimos en ellas, el fuego pronto se convierte en frío. Nos sentimos incapaces de confesar nuestros pecados, orar y leer la Biblia.
Aunque tales cosas mundanas pudieron no haber ocupado nuestro tiempo, han ocupado seguramente nuestra conciencia. Han debilitado nuestra conciencia delante de Dios y nos han dado una indescriptible sensación de inseguridad. Nuestra conciencia no puede alzarse por sobre ese sentimiento; nos quita el gusto por la Biblia, nos hace sentir vacíos cuando deseamos testificar, acalla nuestras palabras. No importa cuán sanas parezcan aquellas cosas, cuán correctas puedan ser, ellas deben ser etiquetadas como del mundo. Todo lo que apaga nuestra vida espiritual pertenece al mundo.
4. Asuntos sociales que obstaculizan el testimonio
Otro principio se refiere a las relaciones sociales. Cualquier reunión social, fiesta o pasatiempo que logre hacer que nuestra lámpara se oculte bajo un almud, es del mundo. Esto debe ser rechazado. ¿Cómo pueden los cristianos seguir en compromisos sociales si allí no pueden confesar que son del Señor, y si tienen que fingir ser corteses oyendo y riendo con los incrédulos? ¿Cómo podemos reprimir nuestro sentir interior y mostrar una cara sonriente? ¿Cómo podemos interiormente percibir el mundo, mientras exteriormente le mostramos simpatía? ¿Cómo podemos juzgar alguna cosa pecaminosa, si externamente concordamos con ella? Muchos hijos de Dios han vuelto gradualmente a ser atraídos al mundo, porque no pudieron marcar la diferencia en su vida social.
Salir del mundo
«Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso» (2ª Cor. 6:17-18).
Esta es la primera ocasión en el Nuevo Testamento en que aparece el nombre «el Señor Todopoderoso». También lo veremos más adelante en el libro de Apocalipsis. En hebreo, es El Shaddai. El significa Dios, y Shaddai tiene su raíz en la palabra que alude al pecho o a la leche materna. Por lo tanto, este nombre se puede traducir como «el Dios Todosuficiente». Lo que un niño necesita es leche, y esta leche viene del pecho de la madre. El pecho materno suple todas las necesidades de un niño. Así ocurre con nuestro Dios.
El Señor, como el Dios Todosuficiente, nos llama a salir del mundo y a no tocar las cosas inmundas, para que él pueda recibirnos como hijos e hijas. Estas no son meras palabras, porque son sostenidas por el Dios Todosuficiente. Si nosotros lo dejamos todo, quedaremos con las manos vacías, pero él nos recibirá.
Traducido de Spiritual Exercise. (Christian Fellowship Publishers, 2007).