Cuando un creyente se convierte a Cristo, pasa de muerte a vida. Hay una verdadera revolución en su existencia. Empieza a ver todas las cosas de una manera distinta. Al saber que sus pecados fueron perdonados, experimenta un alivio en su corazón. Vive ahora en un nuevo mundo: en el mundo de las cosas eternas. Sin embargo, su vida anterior ha dejado una huella, ha amontonado sobre él una gran carga de muerte.
¿Cómo puede alguien que está comenzando este Camino, desprenderse de su pasado en el mundo? En la Biblia no se presta atención a lo que una persona hizo antes de creer en el Señor. Todo se centra en lo que es necesario hacer después de ser salvo. Sin embargo, hay algunos ejemplos acerca de cómo proceder con las cosas del pasado.
Lo primero que es necesario hacer es eliminar completamente todo lo relacionado con los ídolos. «Os convertisteis de los ídolos al Dios vivo y verdadero … Hijitos, guardaos de los ídolos» (1 Tes. 1:9; 1 Juan 5:21). No debemos adorar ninguna imagen, porque eso es abominación al Señor. No debemos involucrarnos con la adivinación o los horóscopos. No tenemos nada que ver con los juegos de azar, ni con los objetos de magia. Todo ello pertenece al mundo y está bajo el maligno.
De la misma manera, nuestra forma de vestir debe experimentar un cambio. Todo aquello que da cuenta de la antigua vida, y que es indecente o impropio de un hijo de Dios, debe ser quitado.
Asimismo, debemos pagar nuestras deudas. Parte del sistema del mundo hoy consiste en endeudarse. Muchas veces, las deudas sobrepasan la real capacidad de pago de las personas. Un cristiano debe terminar con esa costumbre. Si, antes de ser creyentes, obtuvimos algo por medios deshonestos, debemos compensar el daño de manera adecuada. Es verdad que ya hemos sido perdonados por el Señor, pero, por causa de nuestro testimonio, debemos solucionar todos estos problemas delante de los hombres, para que el nombre del Señor sea santificado.
El cristiano ha sido llamado a salir del mundo. Ahora bien, el mundo tiene una idea muy clara acerca de qué cosas son impropias de un creyente. Ellos podrán ser indulgentes con ellos mismos, pero no lo son respecto de los cristianos. Por tanto, el cristiano debe cuidar su testimonio en todo aquello que pueda ser reprochable. Hay actividades que no podrá desarrollar, sitios que no podrá frecuentar, palabras que no podrá decir.
El mundo es el primer y gran enemigo de los cristianos. Hay una forma de saber qué cosas son del mundo y de qué cosas debemos apartarnos: Todo aquello que apaga nuestra vida espiritual y nos aparta de Dios, es del mundo. Si no conocemos quién es el que lo gobierna y qué peligro encierra para nosotros, tarde o temprano caeremos bajo su influjo mortal. Si tenemos esto claro desde el principio, escaparemos de un lazo de muerte, y sabremos que nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde esperamos al Salvador, a nuestro Señor Jesucristo (Flp. 3:20).
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