Cómo ayudar a un cristiano “objetivo” a conocer más profundamente al Señor.

En el momento que Dios toca a una persona que busca la verdad, Él otorga un instinto a este nuevo creyente de volver a Él con mayor perfección y ser unido con Él. Hay algo dentro del creyente que sabe que no ha sido creado para las diversiones o las trivialidades del mundo, sino que tiene una finalidad que está centrada en su Señor. Algo dentro del creyente trata por todos los medios de hacer que éste vuelva a un profundo lugar que está adentro, a un lugar de descanso. Es algo instintivo, este empujón para volver a Dios. Algunos lo reciben en una gran porción, por designio de Dios. Otros en un grado menor, por designio de Dios. Pero cada creyente posee esa preciosa impaciencia de regresar a su fuente original.

Por tanto, un cristiano pudiera compararse a un río. El río parte de su fuente y fluye hacia el mar. Un río fluye de forma majestuosa, despacio. Otro fluye más rápido. También hay ríos que fluyen como un torrente, deslizándose con impetuosidad tal, que pareciera que no existe nada que los pudiese detener. Se pueden levantar diques, se pueden hallar impedimentos en el curso de aquél, pero esto sólo aumenta por dos la determinación del río de abocarse al mar.

Nosotros los creyentes somos como ríos. Hay ríos que fluyen despacio, llegando tarde a su destino. Otros se mueven más rápido. Un tercer tipo se mueve tan rápido que nadie se atreve a navegar por él. Es un torrente alocado, desenfrenado.

Es el propósito de este escrito que podamos observar estas tres figuras y aprender de cada una de ellas. 1

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Aquí está el cristiano que, después de ser convertido, ofrece algún tiempo para estar en la presencia del Señor. Mide sus propias palabras y busca purificarse, apartarse de pecados externos y evidentes. Ha dispuesto su curso con el fin de avanzar poco a poco.

Una sequía puede estancar en gran medida a este creyente. De hecho, hay veces que el lecho del río está totalmente seco. A veces da la impresión de que este río ya no fluye de la fuente de la que brotó. No se puede poner un medio de transporte en este río porque el río es lento y porque algunas veces se encuentra casi vacío.

Pero existe una ayuda grande para tal río. Un río así puede siempre unirse al curso de otra pequeña corriente y juntos, ayudándose mutuamente, prosiguen hacia su destino.

¿A qué se debe la lentitud? ¿Se debe a que este creyente no está ocupado en un caminar interno? Su labor se encuentra en el exterior y en raras ocasiones va más allá de la oración más objetiva. De seguro que tal creyente es santificado tanto como otros. Dios les da luz para adaptarse al estado que han escogido. Un creyente así puede ser en ocasiones algo muy precioso y, a menudo, se gana la admiración de otros.

Algunas veces tal creyente recibirá una luz que de repente le pone urgencia; no obstante, la gran mayoría nunca salen de sí mismos. Este cristiano a menudo tiene cientos de santas intenciones para buscar al Señor; sin embargo, la mayoría realiza su búsqueda de Dios según su propio esfuerzo.

Dificultades para ayudarle

Si alguna persona busca ayudar a este cristiano para introducirle a una relación más profunda con el Señor, probablemente no obtendrá éxito. Hay varias razones para esto. Primero, que el cristiano que trata de provocar el avance de este creyente no tiene nada sobrenatural que ofrecer; y –estad seguros– a menudo es una absorción mediante cosas sobrenaturales lo que conduce a este débil creyente adelante.

En segundo lugar, si observas, este creyente tiene una gran capacidad para razonar. Por lo general es fuerte en esta área. Puede tratarse –y a menudo lo es– de un carácter con una voluntad muy recia… aun en su determinación de perseguir al Señor. Pero es una persecución objetiva. El cristiano más maduro puede que se encuentre con que, en su intento de ayudar a este creyente, está tratando con uno que se balancea de un extremo a otro en su experiencia espiritual. Acoge muchos lugares altos y muchos lugares bajos. A veces es todo un portento en su progreso y otras veces es muy débil. Cuando esté en un lugar bajo, sucumbirá bajo un gran desaliento. No posee paz o calma profunda alguna en la presencia de distracciones. También te encontrarás con que está dispuesto a combatir todo lo que se le ponga por delante, y también se queja de cuanto le sucede.

Es más seguro que este creyente no aprenda de una forma rápida el caminar interno. ¿Por qué? Porque le quitas los medios que él ha elegido para dirigirse hacia su Señor. Si te llevas esas cosas en las que se apoya, puede que no dejes a ese creyente nada a qué aferrarse en su camino hacia Dios. Quizá encontremos en este hecho la explicación a las disputas entre cristianos en cuanto al camino correcto para andar con el Señor. Aquellos que han hallado un elemento más profundo en su relación con Dios reconocen el bien que han extraído de ello y, por lo tanto, quisieran que todo el mundo caminase de esta manera. Por otro lado, el creyente que es más objetivo ha visto que su forma de caminar con el Señor es holgadamente suficiente y tratará de hacer que todo el mundo siga su senda.

Ayudando con sabiduría

¿Cuál es la solución? La solución es discernir con qué clase de cristiano estás tratando. Sea la clase que sea, ayúdale de forma afín al camino que él ha escogido. Después de todo, esta es la forma que mejor se aviene a la disposición con la que ha sido engendrado.

Sólo tienes que observar. Hay muchos creyentes que sencillamente no pueden venir a la presencia del Señor, acallarse ante Él, y mantenerse así durante un largo período de tiempo.

Hay otros que tienen un gran don para ocultar sus faltas, no sólo de la vista de otros, sino también de sí mismos. Verás que esos creyentes, por lo general, están completamente envueltos bajo emociones y sentimientos humanos. Tanto la persona racional como la emocional están muy apegadas a su razonamiento.

¿Han de seguir siempre así? ¿Se les puede ayudar a pasar a otro nivel? Sí, pero conlleva a una persona sabia el prestar tal ayuda. Para mostrar al creyente cómo caminar conforme a la voluntad divina, no debes correr delante de la gracia ni rehusar ir tras ella. A nosotros nos ocupa el corresponder con la gracia de Dios. Por desgracia, muchos cristianos, al tratar de ayudar a otro cristiano a conocer mejor a su Señor, se encuentran con que han alcanzado el tope de sus habilidades, y en vez de ayudarle a alcanzar un nivel más alto o, quizás por misericordia, dejarle solo, deciden traerle a su propio círculo y hacerle su seguidor – no el seguidor del Señor.

Cada uno de nosotros, como creyentes, necesitamos que nos muestren cómo poder razonar menos y amar más. Algunas veces esto ha de hacerse muy, muy despacio, pues nuestra tendencia a razonar alcanza niveles muy altos. Si un creyente ha de responder positivamente al hecho de aprender cómo amar a su Señor, entonces es muy seguro que pueda avanzar hacia su Señor. Allí se encuentra su socorro.

Por otro lado, el creyente puede empezar literalmente a secarse cuando deja a un lado su razonamiento. Si esto sucede, no puede asirse a un amor más apasionado, más profundo por su Señor. En tal caso, es sabio animarlo hacia un caminar más activo y objetivo con su Señor. Si no puede alcanzar a su Señor en un profundo entendimiento espiritual, al menos puede servirle con su voluntad.  Como ves, existen dos formas en que respondemos a la sequía. Una es perder todo ánimo y esperanza. La otra es saber de una manera instintiva que la sequía proviene del Señor y, por tanto, seguir tras Él, incluso a los lugares secos. El creyente que no puede responder de esta forma a un intervalo de sequía debería ser animado a correr la carrera con toda su fuerza hasta que a Dios le agrade aliviarle de sus labores – esto es, hasta que este pequeño arroyuelo encuentra el río principal y es acogido en su seno y llevado hasta el mar.

Defensa de los libros espirituales

A menudo me he preguntado por qué se levanta una protesta general contra los libros espirituales y una oposición tal contra cristianos que escriben y hablan sobre un caminar íntimo en el Señor. A mi juicio, creo que un escritor o interlocutor así no puede hacer daño alguno. La única persona que será dañada es alguien que se busca a sí mismo en primer lugar. Pero el alma humilde que desea conocer mejor a su Señor y se da cuenta que no recibirá este don por su cuenta y debe recibir ayuda de alguna otra fuente… ¿se le ha de prohibir oír o escuchar?

¿Y qué del cristiano que lee un libro y se engaña a sí mismo hablando y actuando como si hubiera obtenido un nivel espiritual, haciendo uso de un vocabulario «espiritual», aparentando haber entrado en cierto lugar espiritual? Bien, aun un cristiano con discernimiento normal puede decir cuando un estado así no es una realidad.

Tengo otra razón para creer que los libros que tratan del caminar íntimo no son dañinos. Los libros animan al lector a separarse del mundo, a entender el significado de la muerte. Por medio de tal lectura, un creyente gana una visión de las cosas que necesitan ser conquistadas, cosas que necesitan ser destruidas. Al leer estos libros, el cristiano se empieza a dar cuenta de que él no tiene la fuerza suficiente para tales empresas, y, por tanto, empezará a volverse al Cristo que anida en su interior y a extraer de Él la fuerza para tal aventura.

Necesidad de ayuda

Ningún cristiano debería asumir nunca el papel de ser su propio líder espiritual, sobre todo cuando tiene una naturaleza muy religiosa. Necesita darse cuenta que requiere la ayuda de alguien más para guiarle en su camino hacia el espíritu de Dios. Hay, por supuesto, peligros al dirigirse a otro en busca de una guía espiritual. Un creyente podría acercarse a alguien que busca agenciarse seguidores para sí. Una persona así, por supuesto, pondrá límites a la gracia de Dios y fijará barreras que impidan avanzar al creyente. A menudo este líder cree que sólo hay un camino… ¡el suyo! De buen grado haría que todo el planeta caminara sólo de esa manera. Esto encierra un gran mal. El líder que fija todas las cosas en la vida más alta y, sin embargo, establece una dirección en específico, evita que Dios se comunique con aquel que busca la verdad.

A lo mejor tendríamos que hacer con la vida espiritual lo que hacemos en las escuelas. El estudiante no permanece siempre en la misma clase, sino que cada año le traspasan a una clase superior. El profesor de sexto grado no enseña lo que ha sido expuesto en el quinto. La educación humana es de poco valor, y sin embargo se le presta una gran atención. La ciencia divina es mucho más importante y necesaria, pero es descuidada. ¿Habrá alguna vez una escuela de oración? 2 Pero, ¡ay!, aquellos que buscan el estudio de la oración, lo que hacen es estropearla. Enseñan oración y después establecen normas y ponen medidas al Espíritu de Dios. Mas el Espíritu no tiene medidas, ni está confinado a normas.

Todos pueden conocer al Señor más íntimamente

Os empujaría a observar que no existe tal cosa como un creyente que sea incapaz de conocer a su Señor, hasta cierta medida, de una manera más profunda. Ninguno de nosotros tiene razón alguna, sea cual sea nuestra disposición o nuestro pasado, para no aplicarse en conocer al Señor de una forma más personal e íntima. La persona más torpe es capaz de algo así. Lo sé, porque lo he visto. Ha habido personas que han pedido mi consejo y que parecían casi incapaces de tener luz espiritual y que también parecían poco propensas a seguir aventura espiritual alguna, y también ha habido aquellos que, una vez embarcados en una empresa espiritual, tras un tiempo decidieron abandonar el barco totalmente. A pesar de esto, y de su natural repugnancia a los tratos del Señor, los primeros continuaron y lograron cierto avance. He visto a estas personas, en el transcurso de varios años, alcanzar un nivel alto en la senda espiritual. A menudo estos con los que he tratado me han dicho que se habrían rendido si no hubiesen obtenido mi ayuda. Entonces, ¿qué hubiera ocurrido si alguien, habiéndoles observado durante cuatro o cinco años sin hacer progresos, les hubiese dicho que simplemente no podían ser abrazados por el calor del amor de Dios? O puede que les hubieran dicho: «Sencillamente no has sido llamado a esta clase de relación con Cristo.»

Me dirijo a ti, creyente: tú, tanto como el que más, eres adecuado para conocer el designio de Dios para tu vida. Si eres fiel puedes llegar a conocerle mejor que aquellos con gran intelecto y razonamiento… esos que antes estudiarían la oración y los asuntos espirituales en vez de experimentarlos. No importa lo pobre que sientas que puedas ser. Estás bien adaptado para conocer al Señor si haces sólo una cosa: no te canses; espera con humildad en Su presencia hasta que la puerta se abra.

Por otro lado, aquellos con gran razonamiento y entendimiento parecen incapaces de mantener siquiera un instante de silencio ante Dios. Tal cristiano posee una facilidad admirable de sacar una retahíla de palabras, sabe orar, sabe todas las partes de la oración, es capaz de hablar con claridad y exactitud de todos los temas espirituales y parece estar muy a gusto consigo mismo por hacer estas cosas. Y, sin embargo, diez o veinte años después esa persona se encuentra en el mismo punto que hoy en su vida espiritual.

¿Cuál de los dos está más cualificado para seguir el camino al interior?

¿No es verdad, aun en el nivel humano, que la criatura más miserable que se dispone a amar lo hace sin un plan o un método? El más ignorante en el tema del amor a menudo es el más diestro. Lo mismo es cierto, excepto a un nivel considerablemente superior, cuando tratamos con el tema del amor divino.

A los maestros

¡Me dirijo a vosotros que guiáis a otros cristianos en su caminar con Cristo! Si se allega a ti una persona que sabe poco de las cosas más profundas de Cristo, sólo tienes que hacer una cosa: enséñale a amar a Dios. Enséñale cómo zambullirse en ese amor. Pronto aquél será un conquistador. Y si da la impresión de ser alguien bien predispuesto a amar, ¡permítele que lo haga todo lo mejor que pueda, y que espere pacientemente hasta que el Amor mismo le transforme en amor! Y deja que ame a su Señor a su manera y no a tu manera.

¡Oh, mi Dios, cuándo entenderán los hombres a enseñar a otros a testificar en amor!

Madame Guyon, extractos de Torrentes Espirituales.
 
1 En este artículo sólo veremos la primera de ellas.
2 Mme. Guyon no estaba hablando de seminarios, escuelas bíblicas, ni cosas por el estilo, sino de obreros de Cristo con un llamado celestial que enseñan de una forma divina lo que ellos ya han experimentado en su Señor tras años de un caminar personal.