«Si alguien tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí… de su interior brotarán ríos de agua viva» (Juan 7:37-38, RV 1995).
¿Quién hay que no tenga sed? ¿Quién no tiene sed intelectual, sed del alma, sed del corazón o sed del cuerpo? Pues no importa cuál sea, o si yo las tuviere todas. «Venga a mí y… ¿permanezca sediento? ¡Ah, no! «Venga a mí y beba».
¿Qué? ¿Puede Jesús satisfacer toda mi necesidad? Sí, y mucho más que eso. No importa cuán complicada mi vida, cuán difícil mi trabajo, cuán grave el dolor que me aflija, cuán distantes mis seres queridos; no importa lo débil que me sienta ni la intensidad de mis inquietudes – Jesús todo lo puede satisfacer, y más que satisfacer.
«Él me promete no tan sólo su reposo – ¡qué bendición si eso fuera todo, y cuánto encierra esa palabra todo! No tan sólo me promete bebida que apague mi sed. ¡No, mejor que eso! «El que cree en mí (que verdaderamente confía en mí, que cree en lo que yo he dicho) de su interior brotarán …»
¿Acaso sea posible? ¿Habrá refrigerio para lo árido y sediento – humedecidas las tierras quemadas, refrescados los lugares áridos – pero más todavía, que sea tan saturada la tierra que broten las fuentes y fluyan los ríos? Sí, ¡así será! Y no meros riachuelos, llenos mientras duren las lluvias, luego secos otra vez … sino «de su interior brotarán o fluirán ríos» – ríos como el potente Yangtzé, siempre llenos, siempre profundos. En tiempo de sequía pueden secarse los ríos, vaciarse los canales, ¡pero el Yangtzé jamás! ¡Es siempre un torrente vastísimo que fluye hondo e irresistiblemente!
«Venga a mí y beba». No dice que venga y tome un trago apresurado; ni tampoco que venga a saciar algo su sed, o por lo menos aplacarla por un tiempo. ¡No! «Beba», o sea, «continúe bebiendo», constantemente, habitualmente. Puede ser irremediable la causa de su sed. El llegar una vez y tomar una vez puede refrescar y aliviar; pero hemos de estar llegando todo el tiempo, bebiendo en todo momento. ¡No hay temor de agotar la fuente ni secar el río!