Los peligros que amenazan la humanidad y el planeta.
En 1962, la bióloga norteamericana Rachel Carson, queriendo llamar la atención ante la grave crisis ambiental que ya empezaba a notarse en EE. UU. con el advenimiento de la producción industrial masificada, publicó un libro denominado «Primavera silenciosa». Denunciaba allí que el águila de cabeza blanca (mal llamada calva), símbolo clásico de ese país, y otras especies de aves, ya no entonarían sus cánticos en primavera; ésta se estaba quedando silente porque las aves estaban muriendo, aún antes de nacer, debido a que su debilitado cascarón se rompía.1
La causa, un pesticida (el DDT), que había resultado muy potente para eliminar plagas de insectos que afectaban a cultivos masivos, estaba cobrando en forma violenta su uso indiscriminado, dado que se compone de sustancias tóxicas no degradables y por tanto acumulables en los tejidos del animal, los cuales se van traspasando de un nivel trófico a otro, concentrándose mayormente en los niveles más altos de la cadena alimentaria.
Este fue tal vez un importante punto de inflexión en la relación ser humano y ambiente, y el inicio de una inestabilidad y daño progresivo a la naturaleza y sus recursos, que en menos de cinco décadas después vemos potenciado y magnificado a escala planetaria.
Rachel Carson mostró que los daños ambientales a los ecosistemas eran ya de tal magnitud que no sólo afectaban a la zona inmediata donde se producía el daño, sino que estos tenían connotación global. Se encontró registros de DDT en animales que viven en los polos, a miles de kilómetros de distancia de donde era utilizado originalmente el pesticida. Luego se irían añadiendo otras muchas sustancias tóxicas contaminantes ya no sólo las utilizadas en la agricultura sino también en la minería y en otros múltiples procesos de producción.
El daño ecológico y ambiental se agravó además por sobre explotación de recursos naturales producto de la fuerte demanda de economías emergentes con altísimas densidades poblacionales. Cada año desaparecen unos 73.000 km2 de bosques, según datos de la FAO. La continua destrucción de las selvas produce además una extinción masiva de especies. Un 25% de los recursos pesqueros del mundo continúan hoy sobreexplotados o agotados y el 52% son explotados al máximo, según el último informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación. Esto significa que las tres cuartas partes de los recursos pesqueros mundiales están amenazados.
La recuperación o reemplazo de estos recursos no será fácil, considerando que más del 40% de los océanos del mundo están fuertemente afectados por las actividades humanas. «Los resultados indican que cuando se suman todos los impactos, la imagen que se nos ofrece es mucho peor de lo que la mayoría de la gente esperaba».2 Los impactos humanos se sobreponen en el espacio y el tiempo y lamentablemente, en un alto número de casos, la magnitud de estos es alarmantemente alta. Algunos de ellos ya tienen a la Tierra con fiebre. La temperatura media global en enero de 2007 fue la más calurosa en la historia del planeta, desde que se tiene registro.
Otro vital recurso que empieza a escasear y para el cual no hay sustituto, es el agua. La desalinización de los mares es altamente costosa y necesita altas cantidades de energía para operar, lo cual genera un círculo vicioso difícil de romper. Se ha señalado como responsable principal de esta crisis al cambio climático, el cual ya está generando escasez de agua en diversas regiones del mundo, haciendo tambalear las estructuras de poder, lo que provoca enfrentamientos entre regiones y países, hasta incluso provocar conflictos militares.
La situación es muy grave en África, y la ONU advierte que la próxima guerra en Egipto no será política sino por las aguas del río Nilo. Esto ya se observa entre Somalia y Costa de Marfil. El secretario general de la ONU, Ban Ki Mun, advirtió en enero de este año, en el foro económico de Davos, que el mundo se enfrenta a una crisis por la falta de recursos hídricos, agregando que en pocas décadas, sobre el 75% de la población mundial se verá afectada por la falta de agua.
En la actualidad, nos encontramos inmersos en un enjambre de crisis globales que se entrecruzan y retroalimentan: crisis medioambientales, crisis energéticas, crisis económicas, crisis humanitarias y sociales. La especulación con las materias primas y su creciente demanda debido al incremento del nivel de vida de enormes economías emergentes como China e India, potencia estas crisis en una suerte de círculo vicioso, donde al final todos vamos perdiendo un poco más de calidad de vida cada vez, en una peligrosa espiral que empieza a poner en peligro la subsistencia de la humanidad a mediano plazo.
Desde hace un tiempo se utilizan en el mundo prácticas ecológicas que intentan paliar en parte la crisis medioambiental y de paso resolver en alguna medida el problema de empleo a una parte de la población con menor preparación. Estas prácticas se resumen con tres R: reducir reutilizar y reciclar. Algunos ambientalistas medio en broma medio en serio, señalan que habría que agregar una cuarta R, rezar, insinuando con ello la incertidumbre que existe respecto de lo que le espera a las generaciones venideras en estas materias.
¿Puede salvarse la humanidad?
Esta es la pregunta que se hace Koichiro Matsuura, Director general de la UNESCO, en un libro titulado «Firmemos la paz con la Tierra», editado con la colaboración de quince connotados científicos. Matsuura responde a esta pregunta de manera afirmativa. Señala que se puede armonizar el crecimiento económico y el desarrollo sostenible. Para ello se requeriría según él «más ciencia, más sobriedad en el consumo, menos materia (reducir el consumo de recursos naturales y materias primas), más acciones concretas, y más ética». Recalca este último punto afirmando que la mayor transformación de nuestras sociedades ha de consistir en modificar nuestras actitudes, nuestros valores; en el fondo, dejar de ser materialistas.
Resulta interesante la optimista visión del Director de la UNESCO, pero no queda claro si es lo que él desea que ocurra, lo cual debiéramos probablemente suscribir la mayoría, o realmente confía en que así ocurrirá. No se trata de ser catastrofistas, pero la historia humana reciente o más antigua no da respaldo a la tesis de que cambios valóricos en sociedades decadentes terminen cambiando un destino nefasto a uno promisorio. El problema es que a diferencia de civilizaciones e imperios antiguos que terminaron destruyéndose, la civilización globalizada actual tiene comprometida en su decadencia y destrucción no sólo a la sociedad global sino también está condenando a la destrucción al ambiente que la alberga, en definitiva al planeta mismo.
Lamentablemente, el optimismo de Koichiro Matsuura tampoco se condice con la generalidad que hoy se percibe en una parte importante de la sociedad, sino más bien se corresponde con aquella que había a comienzos del siglo pasado. Los seres humanos de inicios del siglo XX, no contaban con el desarrollo científico y tecnológico que tenemos hoy, aunque ya lo intuían, pero paradójicamente su visión de futuro, de seguro no estaba cargada con el pesimismo que hoy siente parte de la sociedad actual, sobre todo aquella más joven, respecto a lo que viene para el mundo.
Los países más poderosos de la Tierra se reúnen en distintos grupos para proponer soluciones a las distintas crisis, pero los resultados concretos no aparecen y la sensación del ciudadano común es que la disfunción entre los problemas globales continuará, así como también la incapacidad y en alguna medida el desinterés de los estados desarrollados para gestionarlos adecuadamente. Ello a pesar de los duros informes que entregan organismos altamente calificados. El Foro Económico Mundial alertó el año pasado en un informe que, de los 23 riesgos globales que afectan al planeta y a su economía, dos tercios han empeorado su nivel. Dos de ellos son considerados como los más relevantes e íntimamente vinculados: aquél relacionado con el medio ambiente y el vinculado al tema económico, que entre sus problemas más graves tiene al aumento de millones de personas que caen bajo la línea de pobreza, trayendo con ello hambre y muerte.
Más soluciones humanas de salvación
La historia muestra que siempre ha habido ideas y proyectos que apuntan a intentar resolver los problemas graves de la humanidad. Las soluciones han venido de múltiples disciplinas, desde la sociología, la política, la medicina, etc.
Por ejemplo, en el primer tercio del siglo XX, el progreso científico ya mostraba un futuro que se asomaba como promisorio. La electricidad permitía aplicaciones en múltiples aparatos que facilitaban la vida, mientras que la industrialización permitía la multiplicación de bienes de todo tipo. No obstante, la propia industrialización estableció desde sus inicios una marcada separación entre obreros y capitalistas, haciendo la vida escasa y precaria para la mayoría, en tanto la hacía fastuosa y rica para unos pocos. Algunos pensaban que estados democráticos con bases humanitarias irían superando poco a poco estas carencias del sistema, en tanto otros más impetuosos consideraban que los trabajadores deberían asumir democráticamente el poder, e imponer regímenes que asegurasen una distribución más equitativa de los bienes. Así entonces, eliminadas las diferencias sociales, se produciría el surgimiento del hombre nuevo, el cual traería la solución a los problemas. Estas ideas fueron la base de importantes movimientos políticos; socialismo, comunismo, democracia liberal. Todos ellos, aunque con algunas diferencias entre sí, coincidían en prometer un futuro mejor en poco tiempo.
Habiendo ya pasado más de un siglo desde que se hiciera esta promesa, lo concreto es que no se ha cumplido. La ciencia y la técnica han progresado de manera vertiginosa, convirtiendo el mundo en un lugar de acceso rápido, ayudado por los espectaculares avances en las telecomunicaciones y en los medios de transportes. El resultado ha sido un intercambio extraordinario de actividad, produciéndose la globalización de la economía con desplazamientos masivos de población y desarrollo sin precedentes en los sistemas de producción; pero con ello las diferencias sociales y económicas en vez de disminuir han aumentado. Tal vez esta perspectiva histórica llevó al recientemente fallecido Alexander Solzhenitsyn a proclamar su dura frase: «Sin el hálito de Dios, tanto el capitalismo como el socialismo son repulsivos».3
Desde otro ámbito, la medicina ha aportado sin duda una cuota muy importante al bienestar humano desde que Luis Pasteur y Roberto Koch en el último tercio del siglo XIX sentaron las bases etiológicas de las enfermedades infectocontagiosas, y medio siglo después Alexander Fleming aportara lo propio con el descubrimiento del primer antibiótico. Pero habiendo pasado más de un siglo de estos notables descubrimientos, y teniendo la medicina humana un desarrollo exponencial, asistimos en la actualidad a un escenario que está lejos de ser controlado por esta importante disciplina científica.
Uno de los graves escollos es el rebrote de las enfermedades infecto-contagiosas y parasitarias. Un reciente estudio ha reportado para la población humana global la emergencia de 335 enfermedades infecciosas entre 1940 y 2004, existiendo un claro aumento con el paso del tiempo.4 Entre ellas se incluyen como agentes causales a microorganismos patógenos de reciente aparición como los virus de Ébola, el Sida y el síndrome respiratorio severo agudo, y otros micro-organismos que se han tornado resistentes a los antibióticos múltiples de última generación y a drogas que hasta hace poco eran exitosas. En este último caso están la tuberculosis y determinados tipos de malaria.
Se postulan múltiples causales explicatorias como la zoonosis por ejemplo, que es la enfermedad o infección que se da en los animales y que es transmisible al hombre en condiciones naturales, y también al aumento de la densidad en las poblaciones humanas. Por otro lado, la Organización Mundial de la Salud informa que las enfermedades mentales, con la depresión ocupando un puesto destacado, se están convirtiendo en otra de las epidemias del siglo que empieza. Si a estas problemáticas a que se ve enfrentada la medicina actual se le añade la componente económica en un alto número de países –en donde el acceso a sus beneficios está en función de los recursos con que se cuente– es indudable que todo su gran potencial de ayuda al bienestar humano se ve disminuido.
Los negocios importan más
A fines del siglo XIX y comienzos del XX, distintos países en el mundo establecieron tratados que apuntaban a poner término a la esclavitud. Un terrible flagelo que por largos siglos azotó a la humanidad. Se respiraba entonces en el mundo una muestra de mayor humanidad y por tanto aquellos seres humanos con una menor protección podrían estar tranquilos. Hoy ya en pleno primer tercio del siglo XXI, cuando se da una mirada a los tipos de negocios más lucrativos en el mundo se concluye inevitablemente que la esclavitud está de vuelta y tal vez más condenable que antes, al contar los «amos» de hoy con una supuesta formación cristiana y cultural mucho más completa que antaño.
De acuerdo a datos que ha recabado la ONU, el tráfico internacional de mujeres y niños y su explotación sexual, es el segundo negocio más lucrativo del mundo (el primero es el de venta de armas), con ganancias que oscilan entre los 7 y los 12 billones de dólares anuales. El sexo, hecho equivalente a muchas otras mercaderías que se transan en el mundo, ya forma parte del comercio global, manejado por intrincadas redes de crimen organizado. Al menos cuatro millones de mujeres serían vendidas cada año como un producto más para ejercer la prostitución a miles de kilómetros de su casa. Los estudios realizados por la ONU en los últimos años han permitido detectar a 127 países como lugares de origen, a otros 98 como territorios de tránsito y a 137 estados de destino.
El tercer negocio que más beneficios lucrativos deja en la actualidad es también otra forma de esclavitud aunque más indirecta, las drogas ilícitas. La Organización de las Naciones Unidas calcula que el tráfico ilegal de drogas tiene un valor estimado de 400 mil millones de dólares anuales, dinero superior al que ingresan los estados de la mayoría de los países del mundo como producto interno bruto. Disputándose el tercer lugar como negocio más lucrativo del mundo se encuentra el tráfico y venta de animales exóticos. Se cuentan por miles las especies que se extinguirán por este «comercio», con el consecuente deterioro ecosistémico.
Los valores a que apunta el Director de la UNESCO no se encuentran en ninguno de los principales negocios de mayor rentabilidad mundial. Tampoco se observa que haya habido aprendizaje respecto al desmedido uso de combustibles fósiles que tienen al borde del colapso a la biosfera. El materialismo que debiera abandonarse para procurar un respiro planetario no da tregua.
Falta quemar el petróleo del Ártico
Si algún historiador en el futuro lograse describir los acontecimientos desencadenantes de la tragedia planetaria en el siglo XXI, probablemente debiera referirse a la demencia materialista que guió al ser humano de entonces.
Hoy, mientras la capa de hielo del Ártico desaparece a gran velocidad por el calentamiento global, y mientras muchos esperan que se pase ya de la era del petróleo a otra de combustibles más limpios, las más grandes multinacionales petroleras se preparan para explotar nuevas reservas de petróleo y gas natural. Según las últimas investigaciones del Departamento de Inspección Geológica de Estados Unidos (USGS), el 13% de las reservas no explotadas de petróleo del mundo y el 30% de las de gas natural estarían bajo el Ártico.
Geólogos de este departamento científico norteamericano afirman que aproximadamente ya hemos consumido un billón de barriles de petróleo (desde inicios del siglo XIX), pero aún quedarían alrededor de 1,4 billones en reservas comprobadas y unos 2,4 billones como reservas no comprobados en lugares como el Ártico. Si bien estas cifras pueden ser discutibles, y existen opiniones de geólogos que las ponen en duda, lo real es que varias empresas multinacionales (la estadounidense Exxon Mobil, la británica BP y la francesa Total S. A.) ya han invertido varios miles de millones de dólares para quedarse con los derechos de explotación. En respuesta a este nuevo escenario, los países que circundan geográficamente el polo Ártico, desde Canadá hasta Rusia, están aumentando estratégicamente su presencia militar en la región para asegurar la cuota que debiera corresponderles.
Si alguien piensa que aún queda mucho para que esto ocurra, pensando que la capa de hielo ártico aún dará pelea, debe revisar sus impresiones a la baja. De acuerdo a las predicciones del Centro de estudios de hielo y nieve en Colorado, EE. UU. (National Snow Ice Data Center), las probabilidades matemáticas que el Polo Norte quede completamente sin hielo o con un mínimo histórico al finalizar este verano de 2008, están por sobre el 50%.5 La fecha pronosticada hasta ahora, marcaba el deshielo total para el año 2030. Se estaría adelantando en 20 años.
No son alentadoras las noticias respecto al futuro mediato del ser humano y su hogar planetario, como tampoco son esperanzadoras las eventuales soluciones que éste propone a las múltiples y complejas problemáticas que le aquejan, teniendo como referente a la historia y a los valores que predominantemente han subyacido en la conducta humana.
En definitiva, todo parece indicar que las buenas noticias para la salvación de la humanidad no procederán del hombre, como sugirió el Director general de la UNESCO. Necesariamente hemos de buscarlas en una esfera mucho más arriba de éste.
1 Nebel, B & R. Wright. 1999. Ciencias Ambientales, Ecología y Desarrollo Sostenible.2 Halpern B. et al. 2008. A Global Map of Human Impact on Marine Ecosystems. Science 319, 948.
3 Pearce J, 2008. Entrevista a Solzhenitsyn. Suplemento Artes y Letras de El Mercurio de Santiago de Chile, 10/08/2008.
4 Jones K., et al. 2008. Global trends in emerging infectious diseases. NATURE, Vol. 451, 21.
5 Borenstein S. 2008. Historic first: North Pole’s ice on track to melt away. Associated Press. Published on: 06/30/08.