Introducción
Las Sagradas Escrituras poseen características muy singulares que las hacen ser el libro de los libros:
1) Escrita por muchas y diversas personas. Aproximadamente cuarenta y cinco escritores, venidos de los más variados estratos sociales y culturales.
2) Escrita en diferentes estilos y géneros literarios: Leyes, crónicas, poesías, profecías, biografías y cartas.
3) Escrita en varias lenguas: Hebreo, arameo y griego.
4) Escrita durante más de mil años. Entre el 1.500 a.C. aproximadamente y el año 100 d.C. Más o menos, dieciséis siglos.
5) Escrita en diferentes lugares: Desierto de Sinaí, el palacio de Babilonia, la cárcel de Roma, la isla de Patmos, etc.
Principio Nº 1
El tema de las Escrituras: Cristo
No obstante lo anterior (¡y esto es lo maravilloso!) las Sagradas Escrituras tienen un solo autor: Dios (2 Tm. 3:16). Y por cuanto la Biblia tiene un solo autor, podemos decir también que tiene un solo tema. Las Escrituras son la Palabra de Dios por cuanto están inspiradas por Dios. Pero ¿cuál es el mensaje que Dios comunica con las palabras de las Escrituras? O, en otras palabras ¿de qué o de quién las Escrituras son la revelación de Dios?
Veamos: “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí” (Jn. 5:39).
El que dijo estas palabras fue el Señor Jesucristo. Las Escrituras dan, por tanto, testimonio de él. Las Escrituras, aquí, son todo el Antiguo Testamento.
Ahora bien, las Escrituras hebreas del Antiguo Testamento estaban divididas en tres partes: La ley de Moisés (el Pentateuco), Los profetas (que empezaba con el libro de Samuel) y los Escritos (que empezaba con el libro de Salmos). Y es precioso que no sólo de las Escrituras en general se diga que dan testimonio de Cristo, sino de cada parte de ellas también.
(Continuará)