Atentos a las señales de nuestros días, debemos mirar hacia ese gran “día”. Los días de Noé en el pasado tienen mucho que ver con el día del retorno del Señor.
Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino sólo mi Padre. Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre».
– Mat. 24:36.
La carga que el Señor ha traído a su pueblo en este tiempo ha sido un despertar acerca del sentir que debemos tener acerca del momento que estamos viviendo, en relación al retorno del Señor.
Un piadoso hermano del pasado tenía tanto anhelo por la venida del Señor, que, en los últimos días de su vida, cada mañana, abría la ventana, miraba hacia afuera y decía: «Señor, ha llegado un día más, y no has regresado». Él vivía en una expectativa constante por el regreso de nuestro Señor.
Corazón expectante
Esto nos recuerda al propio Juan: «Hijitos, ya es el último tiempo» (1ª Juan 2:18). Corremos el riesgo de querer interpretar este texto y no conocer el corazón de este siervo de Dios. Juan tenía una ardiente expectativa por el regreso del Amado. Para él, era la última hora. Pero nosotros, aquí, miramos hacia atrás, y vemos que ya han pasado dos mil años. Para Juan era siempre un «último tiempo», porque él esperaba al Señor en cualquier momento.
Este es el tipo de corazón que el Espíritu Santo desea encontrar en nosotros para glorificar a Cristo; él espera de nosotros un corazón lleno de expectativa. Y, mirando a la iglesia en general, pareciera que la iglesia perdió esa expectativa. De manera sutil, el enemigo ha introducido muchas cosas en nuestra vida particular y en la vida de iglesia, que, en el sentido personal y corporativo, hemos perdido el anhelo por el retorno de nuestro Señor.
Mira cómo estás viviendo, mira tu trabajo, cómo estás edificando tu casa, cómo estás hablando, enseñando, orando por tus hijos; ve el estilo de vida que estás viviendo, y ve si esto no prueba, de manera clara, que tú no tienes un corazón lleno de expectativa por el retorno del Señor. Mi deseo delante del Señor hoy, es que el Espíritu Santo pueda constreñirnos a reflexionar acerca de cómo está nuestro corazón respecto del retorno del Señor, cuál ha sido nuestro sentir de santidad y consagración, cuál ha sido nuestra búsqueda de una vida de santidad en todos los sentidos.
Desgaste
Hay una palabra que aparece en la Biblia sólo una sola vez, en Daniel 7:25, cuando dice –en referencia al anticristo– que él «quebrantará» a los santos. Es una traducción inapropiada, porque el sentido no es herir, sino desgastar. Que el Señor envíe luz a nuestro corazón sobre esta palabra y veamos cómo el enemigo, por el gobierno de este mundo, ha desgastado y ha aprisionado a los cristianos.
El slogan de hoy es: «El cristiano es también un ciudadano». Y ustedes, en sana conciencia, ¿creen que este mundo mejorará? Necio es quien piensa así. Este mundo no va a mejorar, sino a empeorar. Hermano, no se involucre en esto. He oído a muchos cristianos convocando a otros cristianos para salir a las calles a manifestarse. Eso es ridículo para alguien que dice ser salvo y lleno del Espíritu Santo; es una contradicción interior, está en una guerra que el Señor no convocó, está renegando su vocación celestial.
Desgastar, es lo que el enemigo ha hecho. Hoy vemos a los cristianos cansados, desanimados, frustrados y hasta deprimidos. ¿Qué está pasando? Estemos atentos. El Señor pidió primero que vigiláramos y oráramos. Tenemos que discernir el territorio; no tenemos derecho a ser ignorantes. El Espíritu Santo está convocando a la novia de Cristo, la está atrayendo hacia él, la está reivindicando. Entonces, rindámonos; no nos opongamos a él.
«El día» y «los días»
Quiero llamar su atención a dos palabras. Mateo 24:36 dice: «Pero del día y la hora nadie sabe». Y el versículo 37: «Mas como en los días de Noé…». La conjunción «Mas» es la clave para comprender la relación entre ese «día» y esos «días».
Muchos cristianos distraídamente se dejan llevar por susurros, a veces imperceptibles, del maligno, sobre su falta de diligencia y comprensión de la Palabra. Necesitamos ser cuidadosos: en cuanto al día y la hora, nosotros no sabemos, y gracias a Dios por esto. ¿A quién no le gusta la sorpresa? Pero el Señor nos da una clave muy importante: «Mas como en los días de Noé…».
El versículo 37 nos muestra todos los contornos que involucran ese gran día. Las palabras días y día aquí son muy importantes, porque una complementa a la otra. Piensen bien como fueron los días de Noé, porque ellos no fueron puestos acá solo para recordarnos la historia, para evocar el pasado, sino para que miremos hacia adelante. Atentos a las señales de nuestros días, ahora debemos mirar hacia ese gran «día». Los días de Noé en el pasado tienen mucho que ver con el día del retorno del Señor.
Otro texto: «Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón» (1ª Tes. 5:4). Las tinieblas hablan de ignorancia, oscuridad espiritual, falta de revelación. En este texto, Pablo está hablando de la misma cosa, así que hay elementos suficientes para saber que el tiempo de Su venida no será un tiempo oscuro para nosotros. Nosotros no estaremos viviendo distraídamente cuando de pronto todo se cumpla. No. A medida que el tiempo se aproxime, tendremos plena conciencia, por medio de su Espíritu, de estar muy cerca del encuentro con nuestro Señor.
¿Peregrinos o mundanos?
«…como en los días de Noé». ¿Cuál es el significado de mirar hacia atrás con los ojos enfocados en ese gran día que está adelante? El Espíritu Santo nos da material suficiente para meditar en estas cosas. Para muchos, esto puede ser una gran novedad. Muchos cristianos han perdido su condición de peregrinos, y están luchando por los valores de este mundo, con sus corazones endurecidos para la voz del Espíritu Santo, pues se han llenado de una visión mundana que no proviene de Cristo y que no glorifica a Cristo.
Cuántos de nosotros nos hemos permitido tener una vida condicionada al curso de este mundo, sea en el trabajo, en las finanzas, en el hogar. No es malo tener un buen trabajo, un gran sueldo o una posición en esta sociedad; no es malo tener dinero, pero es malo cuando éste te tiene a ti, cuando el dinero es tu señor y tu vida gira en torno a él, cuando lo ves como un privilegio y no como una responsabilidad. Ahí entramos en el curso de este mundo, nos tornamos vulnerables a que Satanás nos aprisione según los patrones del mundo.
¿Cómo alguien que fue salvo por la obra eterna y redentora de Cristo Jesús, que recibió el Espíritu Santo para morar en él y realizar una obra y despertar a una vocación celestial, se permite ser minimizado de acuerdo con los patrones del mundo? El mundo está bajo el maligno, y según la Biblia, es una entidad espiritual que se opone a Dios, a su obra, a su gloria y a su voluntad.
Por eso, el Señor nos habla tan claramente con respecto a su venida. Para algunas personas, son palabras oscuras, porque sus oídos, sus corazones y su mente están ocupados en las cosas del mundo. Así se tornan semejantes a aquello que aman.
Tierra corrompida
Veamos otro detalle. Dice el Señor en Mateo 24:38: «Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca». Esto quiere decir, simplemente, que ellos estaban viviendo la vida según su curso natural. ¿Cómo estamos viviendo nosotros hoy? Ellos no se dieron cuenta, hasta que repentinamente vino el diluvio.
Pero, ¿acaso el Señor no les dio aviso? Claro que sí. Noé fue el predicador de la justicia. Aquella arca era el testimonio de Dios para el pueblo. Todos los días que Noé estaba trabajando en el arca, era un testimonio de la gracia y la misericordia de Dios. Mas, aquella generación pervertida lo ignoró. Para entender eso, necesitamos ver algunos textos. De manera cronológica, veremos algunos detalles del libro de Génesis, a fin de comprender cuánto el Señor nos dice en referencia a los días de Noé.
Génesis 6:10: «Y engendró Noé tres hijos: Sem, Cam y Jafet». Ahora Génesis 6:11: «Y se corrompió la tierra…». El Espíritu Santo no puso esta palabra aquí al azar. Ella tiene tres significados en su original en hebreo: perversión, corrupción y destrucción. Si tuviésemos que sintetizar nuestra sociedad hoy, describiéndola en su aspecto moral, social, político, educacional, espiritual, etc., veremos que estas tres palabras explican el carácter de nuestra sociedad: perversión, corrupción y destrucción.
También dice en Génesis 6:11: «Y se corrompió la tierra delante de Dios, y estaba la tierra llena de violencia». Esta palabra habla de maldad, violencia e iniquidad. La corrupción, la perversión y la destrucción provocan, a su vez, violencia, iniquidad y maldad. Violencia y corrupción son dos palabras que necesitan ser estudiadas juntas, para entender estos textos. Versículo 12: «Y miró Dios…». Ahí nuevamente tenemos la otra palabra. «Y miró Dios la tierra, y he aquí que estaba corrompida», perdida, depravada. El Señor está diciendo que esto constituye una gran señal dentro de «estos días» que anteceden a «aquel día».
Santidad y consagración
Hermanos, nosotros no tenemos el derecho de ser ignorantes. Nosotros no estamos en tinieblas. El Espíritu Santo nos habita, y él nos está dando revelación. Entonces, ¿cómo tú vas a decir: «Yo no sabía, no me preparé, no me alisté»? Ese alistarse envuelve dos palabras: santidad y consagración. ¡Cuántas cosas están bajo esta palabra santidad, y cuántas cosas involucra la palabra consagración!
Nuestro problema con la consagración es, consecuentemente, nuestro problema con la santidad. Nuestra santidad está unida a nuestra vida íntima con Dios, a nuestra relación con Dios. La vida de consagración está íntimamente ligada a nuestro servicio al Señor. Una es totalmente interior, la otra es totalmente exterior.
Por eso, necesitas reflexionar delante del Señor. Mire a nuestra sociedad, vea cómo este mundo ha cambiado desde hace pocos años hasta ahora, cómo la violencia y la iniquidad han prosperado por doquier. No hay nada que impida eso, porque vivimos en una tierra caída, perdida, gobernada por hombres caídos.
El Señor nos está diciendo: «Miren a los días de Noé y sabrán sobre ese gran día tan importante». No sirve sacar cuentas; el Señor no quiere que sumemos y restemos años; él quiere que seamos serios y leamos su palabra, porque él nos dejó todo de manera clara. Lo primero que él quiere que tú veas es la corrupción, la iniquidad y la perversión del mundo en nuestros días, esta es una gran prueba, de que ya estamos entrando en los días que anteceden a aquel gran día del retorno del Señor.
Placer en Dios y placer sin Él
Si volvemos a Génesis capítulo 1 y 2, veremos algo muy especial en el trato de Dios con el hombre. La vida del hombre podría ser resumida en tres partes: provisión, protección y placer. La vida de Adán y Eva en Edén se resumía a esto, porque el placer, la protección y la provisión de ellos estaba en Dios mismo y en todo aquello que Dios les daba.
Esa era la vida en Edén, porque aquel era el huerto de Dios. Aquella tierra reflejaba la gloria del cielo, y el cielo era como un espejo para esa tierra. En el huerto de Dios, había una profunda e íntima proximidad espiritual entre los cielos y la tierra. Pero, desde que el hombre cayó, él perdió esa protección, esa provisión y ese placer en Dios.
Luego vemos que la descendencia de Caín fue la generación que edificó una ciudad (Gén. 4:17-22). Aquí hay una figura del mundo, en su sentido espiritual. Y los tres hijos de Lamec –el Espíritu Santo coloca eso ahí con mucho cuidado para nosotros–, los hijos de Ada y Zila, nos muestran algo muy serio.
Observen: «Jabal, el cual fue padre de los que habitan en tiendas y crían ganados» (4:20). Eso habla de provisión. «Y el nombre de su hermano fue Jubal, el cual fue padre de todos los que tocan arpa y flauta» (v. 21). Placer, alegría. «Y Zila también dio a luz a Tubal-caín, artífice de toda obra de bronce y de hierro» (v. 22). ¿Para qué? Para protección.
Ahora el hombre no tiene en Dios su placer, su protección, su provisión. ¿Dónde hallará eso? Entonces, el enemigo procuró sistematizar todas las necesidades del hombre, todos sus deseos, todo su placer, toda su seguridad, en un sistema mundano, sin Dios, porque aquí hay una generación sin Dios. ¿Por qué no son contados los años de la generación de Caín? Porque, delante de Dios, esa generación, que representa al mundo, está muerta. Eso es muy serio.
En el contexto de lo que estamos viviendo, para Dios, este mundo está perdido, muerto en sus delitos y pecados, y camina a pasos largos hacia el infierno. Es una triste realidad, un cuadro siniestro que debemos entender, que necesitamos contemplar. El mundo está muerto. Lo peor es cuando los cristianos no tienen esta conciencia de la perversidad, de la corrupción, de la destrucción, y de que el mundo siempre se encamina hacia esa nefasta realidad.
Aprendamos de la desgracia de Lot, él fue armando sus tiendas hasta Sodoma (Gén. 13:12), así, muchos cristianos comienzan a vivir una vida al estilo del mundo. ¿Cómo es posible que nosotros, que tenemos esta conciencia, que estamos bajo esta palabra del Señor, que nos llama y nos convoca a preparar el camino para el regreso de su Hijo, a ofrecernos como instrumentos de Dios, para ese momento tan importante de la historia que es el retorno del Hijo de Dios, estemos tan distraídos, estemos tan desviados, que nos dejemos corromper y nos dejemos seducir?
Estas tres palabras –provisión, protección y placer–, explican y resumen la compulsión del corazón del hombre en aquellos días, y ellas, a su vez, nos revelan la compulsión del corazón de los hombres en nuestros días. He aquí que el Señor quiere que miremos cómo fueron los días de Noé, pues así también será este tiempo contextual del regreso del Hijo de Dios.
Pies en la tierra, corazón en el cielo
Si miras ahora, tú entiendes lo que el Señor está hablando, entiendes su deseo. Los hombres buscarán de manera ávida protección, seguridad. Cada uno intentará mantener su territorio al máximo, guardarse a sí mismo. Las personas amontonarán todo para sí mismas, desde el dinero hasta el mantenimiento. Ellos no tendrán, en el sentido estricto, una vida espiritual. Y, ¿cómo es esa vida? Es una vida con los pies en la tierra, pero con el corazón en el cielo; pero ellos tendrán cuerpo, alma y espíritu anclados en esta tierra.
¿Cómo puedes, delante de Dios, ante la luz de su palabra, decir: «Yo nací de nuevo», si tu corazón está dividido, y tu cuerpo, alma y espíritu están aferrados a este mundo? Es claro que tenemos que trabajar, que debemos preocuparnos de nuestra provisión, nuestra protección y nuestro placer. Pero nuestra provisión, nuestra protección, nuestro placer, están en Dios. Pablo explica esto muy claro en Filipenses 4, diciendo que Cristo es su meta, su todo; que él ha aprendido a vivir contento en cualquier circunstancia.
El peligro de la prosperidad
Hermanos, ya he dicho esto en otra ocasión, pero lo repetiré una vez más. Es común creer que las tribulaciones, las pruebas o las luchas son cosas negativas, como las enfermedades, el desempleo, el hambre o las crisis matrimoniales. Sin embargo, si alguien dice: «Estoy viviendo una vida financiera abundante, tengo el empleo que soñaba, mi salario me da para vivir muy bien, y mi jubilación va a ser maravillosa», ¿quién osaría decir que esto es tribulación, o es prueba, o es lucha? Nadie. Porque incluso es común que todo el mundo corra tras estas cosas, porque eso se vuelve una meta.
¿Quien osaría decir que una vida abundante es una dura prueba o que una vida profesional exitosa es una terrible lucha? Nadie. Al contrario, las personas suelen decir: «Miren, quiero contarles que gané un concurso, mi salario ahora me da para vivir todo mi futuro sin preocupaciones». Y, ¿sabe?, ante eso, todos dirán: «¡Amén, este hermano fue bendecido!».
Probando tu amor
Entonces, ¿quién dirá que esto es una gran prueba? ¡El Señor! Porque él nos da estas cosas para probar nuestro amor por él. Piensa en esto. En estas cosas es que el Señor está probando tu amor, no tu fe. A veces, en las otras cosas negativas, el Señor prueba nuestra fe; pero aquí él está probando nuestro amor.
Recuerden, el enemigo va a desgastar. Ahora, ¿cómo es que él desgasta? Nosotros estamos en este mundo, lidiando con la provisión, con la protección, con el placer. Nosotros buscamos esto, son cosas lícitas, naturales; pero es dentro de estas cosas naturales que existe un terrible combate espiritual. Es aquí donde ocurren las distracciones, es aquí donde muchos se pierden. Cuando Pablo dice: «Demas me ha desamparado, amando este mundo», él está hablando de esto. Aquí está la explicación del corazón de Demas. ¿Por qué él lo abandonó? ¿Por qué muchos han abandonado al Señor por muy poco?
En la primera generación de cristianos, la fuerte característica de ellos era «morir por el Señor»; pero entre nosotros, que estamos viviendo la última etapa de la obra del Señor, la gran característica es «vivir por el Señor». ¿Habremos comprendido esto?
Nuevo comienzo
Entonces, observen esto. Ahora aquí en Génesis 5:7: «…después que engendró a Enós». Volvamos al capítulo 4 versículo 26, y vemos: «Y a Set también le nació un hijo, y llamó su nombre Enós. Entonces los hombres comenzaron a invocar el nombre de Jehová». Algo nuevo comenzó en la generación de Set.
Esto es algo muy especial. El Señor nos está diciendo –a pesar de todo este escenario corrompido que es el mundo– que en este contexto de tinieblas, de ignorancia espiritual y de perversidad, el Señor tiene un testimonio. «Entonces los hombres comenzaron a invocar…».
La palabra invocar significa proclamar, exaltar, elevar, el nombre del Señor. En medio de este contexto corrosivo, hay una generación que sustenta el nombre del Señor. ¡Esa es una gran señal! Gracias al Señor, porque siempre hubo y habrá testimonio de Dios en la tierra.
Años robados
«Y vivió Set, después que engendró a Enós, ochocientos siete años, y engendró hijos e hijas» (Gén. 5:7). Aquí hubo años de vida que fueron contados, pero no fue así en la descendencia de Caín. Esto es muy serio.
Que el Señor nos ayude a ver esto de manera más profunda, más significativa, más práctica, porque los años de vida de la generación de Caín fueron años robados.
El Señor nos está mostrando que este mundo corrompido tiene una fuerte característica delante de Dios, aquello que registra Daniel 7:24. Satanás, el enemigo, está desgastando a las personas. Una fuerte característica de este espíritu del anticristo es desgastar a los santos, robar sus años de vida. Las personas están viviendo; pero, ¿viviendo para qué? El Salmo 90 dice: «Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría».
He aquí otro ejemplo. Recuerden el libro de Jueces. Allí hubo varios cautiverios, y si estudias el libro de Jueces verás que el cautiverio espiritual del libro de Jueces fue mucho peor que el cautiverio en Babilonia. El cautiverio en Babilonia duró 70 años. Pero, ¿saben cuántos años duró todo el cautiverio del pueblo de Dios en el libro de Jueces? 111 años. Atiendan a esto. Solo entendemos la vida y el ministerio de Sansón si entendemos esos 111 años robados. La embestida del enemigo contra el pueblo de Dios es robar su vigor espiritual, robar el propósito de Dios de sus vidas.
Por eso, la gran tragedia cristiana de nuestros días es que los cristianos están viviendo sin conocer el propósito eterno de Dios. Entonces, ¿qué vida es la que están viviendo? ¿Comprenden, hermanos? ¡Cómo es posible que alguien diga que es cristiano, una persona que nació de nuevo, que lee la Biblia todos los días, si no conoce el eterno propósito de Dios, no conoce la mente de Dios, no conoce el significado de su vida delante de Dios, no conoce la esfera elevada de su llamamiento celestial! ¡Qué vida es ésta! El enemigo está robando sus años de vida.
Para Dios, es como si Caín no hubiese existido. En Génesis 16 y 17, tenemos el mismo principio. Génesis 16:16: «Era Abram de edad de ochenta y seis años, cuando Agar dio a luz a Ismael». En el versículo siguiente, 17:1: «Era Abram de edad de noventa y nueve años, cuando le apareció Jehová y le dijo: Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto». De un versículo al otro, ¿cuantos años de la vida de Abram no fueron contados? Trece. ¿Por qué? Porque él mezcló la fe con la carne. Ese es el propósito del enemigo – robar nuestro vigor espiritual y nuestro tiempo espiritual.
Tiempo redimido
Hermanos, el nuestro tiene que ser un tiempo contado, un tiempo redimido, un tiempo vivido delante del Señor; porque ese tiempo no es tuyo. Yo y tú no vinimos a esta tierra para vivir nuestros sueños, para vivir nuestra voluntad; nosotros estamos aquí por causa de la gloria del propósito eterno de Dios.
La mayor tragedia de la vida no es la muerte, sino vivir sin conocer el propósito de Dios, ser un cristiano y no conocer el propósito de Dios en tu vida. Hermanos, casarse y darse en casamiento son cosas lícitas en nuestra vida natural. Tu trabajo es una cosa lícita, todo lo que has adquirido son cosas lícitas. Pero, ¿logras ver el propósito de Dios detrás de todo eso? ¿Entiendes la mente de Dios en todo eso?
Pidamos al Señor que abra nuestros ojos, que él nos dé discernimiento espiritual, para que no seamos engañados ni nos volvamos una presa vulnerable en las manos del enemigo, porque no estamos aquí para cooperar con el enemigo; estamos aquí para cooperar con el Espíritu Santo, para amar y apresurar la venida de nuestro Señor Jesucristo.
Un hijo, una profecía
Un detalle más. En Génesis 5:21-24 tenemos dos personajes muy importantes dentro de este contexto: «Vivió Enoc sesenta y cinco años y engendró a Matusalén, y caminó Enoc con Dios después que engendró a Matusalén, trescientos años». Cuando tenía 65 años engendró a Matusalén. El nombre Matusalén es muy significativo. Existe una clave lingüística que los eruditos tradujeron del hebreo al griego. Su raíz es incierta; pero ellos estudiaron mucho y entendieron el significado. ¿Sabe cuál es? «Cuando este niño muera, vendrá el juicio». Muy interesante, porque Dios no solo dio un hijo a Enoc, sino que le dio una profecía.
Al hacer un estudio cuidadoso, vemos que, al final de los años de vida de Matusalén, comienza el proceso del diluvio. Es curioso esto, porque cuando el Señor dio a Matusalén a Enoc, entonces Enoc comenzó a andar con Dios, pues, en ese niño, él vio la profecía del juicio de Dios sobre la tierra. «Y fueron todos los días de Enoc trescientos y sesenta y cinco años. Caminó pues Enoc con Dios y desapareció» (v. 33).
Observen que, en pocos textos, el Señor nos describe los días que anteceden el diluvio. Y nosotros, mucho más que en los días de Enoc, tenemos al Espíritu Santo abriéndonos su Palabra todos los días, y mostrándonos detalles clarísimos en relación a la venida del Señor.
Nuestro privilegio
Hemos visto una línea paradojal. Por una parte, la generación de Caín, que representa al mundo en todas sus instancias; pero también vemos, por otro lado, una generación piadosa, que proclama el nombre del Señor, que anda con el Señor, una generación engendrada por el poder de la vida de resurrección. Esta es la generación del pueblo de Dios en la tierra, la generación del testimonio de Dios.
Hermanos, tenemos que regocijarnos. ¡Qué privilegio tenemos de vivir este día, que alegría es poder examinar las profecías! Cuando tomamos este «Apocalipsis sinóptico», que está en los evangelios, en Mateo 24, Marcos 13 y Lucas 21, podemos oír a nuestro Señor, hablándonos con tanto amor, con tanta claridad, no podemos ignorarlo. Hay mucho que el Señor quiere mostrarnos sobre los días de Noé, los días que estamos viviendo hoy.
¡Cómo no andar con el Señor! Pero esto no es por causa de lo que acontecerá con este mundo, ni aun por causa de Su venida, sino por causa del Señor mismo, porque no queremos perder su rostro, no queremos perderlo a él. Es por eso que proseguimos a la meta, al premio de nuestro supremo llamamiento en Cristo Jesús.
Que su Espíritu Santo nos ayude.