Testimonio de Thomas A. Dorsey, “el padre de la música gospel”.
«Precioso Señor, toma mi mano»
En 1932, yo tenía 32 años y estaba recién casado. Mi esposa, Nettie, y yo estábamos viviendo en un pequeño apartamento en el área sur de Chicago. Una cálida tarde de agosto, yo tenía que ir a St. Louis, donde iba a ser el solista principal en una gran reunión de reavivamiento. Yo no quería ir.
Nettie estaba en el último mes de embarazo de nuestro primer hijo. Pero muchas personas me esperaban en St. Louis. Me despedí de ella con un beso, tomé nuestro auto y, en la fresca brisa del lago Michigan, salí de Chicago. Sin embargo, fuera de la ciudad, descubrí que en mi ansiedad por salir, había olvidado mi caja de música.
Di la vuelta y regresé. Encontré a Nettie durmiendo apaciblemente. Yo dudé junto a su cama; algo me decía fuertemente que me quedara. Pero ávido por seguir mi camino, y no queriendo perturbar a Nettie, deseché aquel sentimiento y calladamente me escurrí fuera del cuarto.
La noche siguiente, en el húmedo calor de St. Louis, la muchedumbre me llamaba a cantar una y otra vez. Cuando finalmente me senté, un mensajero corrió a mí con un telegrama. Rasgué y abrí el sobre. Pegadas en la hoja amarilla estaban las palabras: «Tu esposa ha muerto». La gente cantaba y aplaudía alegremente alrededor de mí, pero yo apenas podía evitar llorar. Corrí hacia un teléfono y llamé a casa. Todo lo que pude oír en el otro extremo fue: «Nettie ha muerto».
Cuando regresé, supe que Nettie había dado a luz a un niño. Yo giraba entre el pesar y la alegría. Pero esa noche, el bebé murió. Enterré a Nettie y a nuestro hijito juntos. Entonces me deshice. Durante días me encerré en mí mismo. Sentía que Dios me había hecho una injusticia. No quise servirle más ni escribir música gospel. Sólo quería volver al mundo del jazz que una vez había conocido tan bien.
Pero entonces, mientras estaba solo en ese oscuro apartamento, esos primeros días tristes, recordé la tarde en que fui a St. Louis. Algo me había dicho que permaneciera con Nettie. ¿Era eso algo de Dios? ¡Oh, si yo le hubiese prestado más atención a él ese día, me habría quedado y estado con Nettie cuando ella murió! Desde ese momento, me prometí escucharlo más estrechamente a él. Pero todavía yo estaba sumido en la aflicción.
Todos eran muy amables conmigo, sobre todo un amigo, el profesor Fry, que parecía saber lo que yo necesitaba. En la tarde del sábado siguiente, él me llevó a una escuela de música del barrio. Todo estaba en silencio; el sol de la tarde se arrastraba a través de las ventanas encortinadas. Yo me senté al piano, y mis manos empezaron a jugar sobre las teclas. Algo me pasó entonces. Me sentí en paz.
Sentí como si yo pudiera extender la mano y tocar a Dios. Me encontré tocando una melodía, desde mi interior – todo parecía entrar en su lugar:
¡Precioso Señor, toma mi mano,
guíame, ayúdame a pararme!
Estoy cansado, estoy débil,
estoy fatigado,
a través de la tormenta,
a través de la noche;
guíame a la luz, toma mi mano,
precioso Señor, llévame a casa.
Cuando mi camino se vuelve penoso,
precioso Señor, permanece cerca;
cuando mi luz casi se ha ido
oye mi llanto, oye mi llamada,
sostén mi mano antes que caiga;
toma mi mano, precioso Señor,
llévame a casa.
Cuando la oscuridad se asoma
y la noche está cercana
y el día es pasado y se va,
en el río yo resisto,
guía mis pies, sostén mi mano;
toma mi mano, precioso Señor,
llévame a casa.
Precioso Señor, toma mi mano,
llévame adelante,
ayúdame a pararme.
Estoy cansado, estoy débil,
estoy solo;
a través de la tormenta,
a través de la noche,
llévame hacia la luz; toma mi mano,
precioso Señor, llévame a casa.
Cuando el Señor me dio estas palabras y la melodía, él también sanó mi espíritu. Aprendí que cuando estamos en nuestro pesar más profundo, cuando nos sentimos más lejos de Dios, es cuando él está más cerca, y cuando estamos más abiertos a su poder restaurador. Y así sigo viviendo para Dios de buena gana y alegremente, hasta que llegue ese día cuando él me tomará y suavemente me llevará a casa.
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«Take My Hand, Precious Lord», es uno de los temas más conocidos de la música gospel. Thomas A. Dorsey (1899-1993) la escribió en 1932 después de la devastadora experiencia personal que relata en su testimonio. La melodía, aunque atribuida a él, fue tomada de un himno americano escrito en 1844. Dorsey es considerado ‘el padre de la música gospel’, que combina la alabanza cristiana con los ritmos del jazz y del blues. Las composiciones de Dorsey se caracterizan por su sencillez y su rica profundidad emocional.
La canción ha sido grabada por diversos artistas, como Mahalia Jackson, Dale Evans y Elvis Presley, y era el tema favorito del Dr. Martin Luther King, quien solicitó que se cantase en la reunión que él dirigió la noche anterior a su asesinato.