En los tiempos en que Siria tenía guerra contra Israel, el profeta Eliseo estaba en una ciudad llamada Dotán. Entonces, el rey de Siria envió hacia allá un gran ejército, el cual vino de noche y sitió la ciudad. Por la mañana, salió el siervo del profeta y vio los ejércitos que sitiaban la ciudad. Entonces le dijo a Eliseo: «¡Ah, señor mío, ¿qué haremos?». El profeta le contestó: «No tengas miedo, porque más son los que están con nosotros que los que están con ellos». Y oró el profeta y dijo: «Te ruego, oh Señor, que abras sus ojos para que vea». Y el Señor abrió los ojos del criado y vio que el monte estaba lleno de gente de a caballo y de carros de fuego alrededor de la ciudad (2 Reyes 6:8-23).
En este episodio se advierte algo tremendamente importante: Más allá de la realidad visible, hay otra realidad, invisible, pero igualmente real; uno es el plano del espíritu, y el otro, de la carne y la sangre. La Biblia dice que, consecuentemente con ello, existen dos maneras de vivir: por fe o por vista. ¡Tal como un hombre ve, así es como vive! Los hombres solo pueden ver con sus ojos físicos, a menos que Dios les haya abierto el entendimiento para que vean por medio de la fe.
La fe es un don de Dios. Cuando Dios toca los ojos de un hombre, entonces éste puede ver, y no solo sus ojos ven, sino que su corazón es tocado también, y se produce un milagro en todo su ser. Esto es lo que la Biblia denomina «nacer de nuevo» (Juan 3:3-8).
Los que han nacido de nuevo tienen la vida de Dios, y han nacido del agua y del espíritu. Ellos andan por fe. Pablo dice: «No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas» (2 Cor. 4:18).
Los que tienen abiertos los ojos del entendimiento, como Eliseo, ven los carros de fuego que Dios ha enviado para defenderlos. Si tú pones tu confianza en el Señor Jesucristo hoy, puedes comenzar a ver así la vida; experimentarás un nuevo nacimiento, la experiencia más dichosa que hayas tenido jamás. Si puedes llegar a ver las cosas por la fe, será la señal de que el Señor ha hecho una obra en tu vida.
Esto es imposible de ser hecho por el hombre. Ningún invento humano podrá jamás producir un milagro así. Todo lo que el hombre puede hacer es transformar la materia, pero nunca podrá transformar la ceguera del alma en luz, ni la muerte en vida.
Si puedes ver los carros de fuego que hay alrededor de ti, y los ángeles que guardan tu morada, entonces nada podrá infundirte temor, porque Dios está a favor tuyo. Si puedes ver estas cosas, entonces eres uno que camina por fe.
Hay muchos que piensan como Tomás, aquel discípulo que decía: «Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré». A éste, el Señor le dijo:«No seas incrédulo, sino creyente. Porque has visto, Tomás, por eso has creído. Pero bienaventurados los que no vieron y creyeron» (Juan 20:24-29).
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