Métodos poco ortodoxos
El misionero Charles T. Studd a veces echaba mano a recursos poco ortodoxos para enseñar verdades espirituales. Cierta vez que condujo a un joven a recibir el Espíritu Santo por fe, le dijo que tenía que dejar que el Espíritu Santo obrara en él y a través de él. El joven parecía comprender un poco, pero su rostro todavía estaba sombrío. Entonces le dijo: “Si un hombre tiene un perro, ¿lo guarda todo el tiempo y ladra él mismo?”. Entonces el joven se rió, su rostro cambió en un instante, y prorrumpió en alabanzas a Dios. “Oh, lo veo todo ahora, lo veo todo ahora”. Y se reía y alababa y oraba, todo al mismo tiempo.”
En «C.T. Studd, deportista y misionero», por Norman P. Grubb
Sólo cuatro
Margaret E. Barber fue una misionera inglesa de comienzos del siglo XX que sirvió muchos años en China impartiendo enseñanzas a jóvenes. Ella poseía un conocimiento muy profundo del Señor y era también muy rigurosa. Su instrucción no sólo abarcaba la enseñanza bíblica, sino sobre todo consejos acerca de cómo caminar con el Señor. En un tiempo, más de sesenta jóvenes iban a ella para recibir sus instrucciones.
D. M. Panton, quien la conocía bastante, dijo que sería un gran éxito si, después de diez años, siquiera seis de aquellos jóvenes todavía permaneciesen. El erudito bíblico estaba en lo cierto, porque finalmente de los más de sesenta quedaron sólo cuatro. Y de los cuatro, sólo uno estuvo siempre dispuesto a ponerse delante de ella para ser reprendido vez tras vez. Ese fue Watchman Nee, quien recordaría siempre con mucha gratitud esas reprensiones que habían representado para él una ayuda invaluable.
Un mensaje escrutador
Se dice que Juan Wesley en cierta ocasión predicó una de sus escudriñadores mensajes a un auditorio culto compuesto de gente aristocrática, y una de las señoras le dijo al final: “Señor Wesley, este sermón habría venido muy bien a los reos en la cárcel de Newgate”. “Oh, no, señora”, respondió el evangelista, “si hubiera estado predicando en Newgate, yo habría predicado del texto: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”.
A.B. Simpson, «Mateo»
Dos hermanos
Había dos hijos en la familia Taylor en Inglaterra. El mayor dijo que debía hacer un nombre para la familia y volvió su rostro para el Parlamento y la honra. Hudson Taylor, el más joven, decidió sin embargo dedicar su vida al servicio de Cristo, y así volvió su rostro para la China. Hudson Taylor, el misionero, murió amado y conocido en todos los continentes. “Mas – dice alguien – cuando busqué en la enciclopedia para ver lo que el otro hijo había hecho, encontré las palabras: ‘El hermano de Hudson Taylor’”.
À Maturidade, Nº 12, 1982