Así que, tanto si coméis como si bebéis o hacéis cualquier otra cosa, hacedlo todo para gloria de Dios”.
– 1 Corintios 10:31.
Habiendo rendido la vida entera al dominio del Señor, habiendo renunciado al orgullo de la carne, a todos los lujos y a la autogratificación, existe el peligro del ascetismo. Tal vez las ropas finas, o las joyas, o el exceso de indulgencia en la comida fueron algunas de las cosas que tuvieron que desaparecer cuando nos rendimos totalmente al Señor. Al encontrar nuestro nuevo gozo en Él, no en estas cosas, podemos ser llevados más allá de la voluntad de Dios a un ascetismo que lo deshonra.
Más de un cristiano totalmente rendido se ha vuelto erróneamente indiferente y descuidado acerca de su atuendo personal o apariencia, y en realidad se ha vuelto repelente a los demás debido a este error. O, habiendo sido liberados del pecado del lujo en la joyería, podemos ser llevados más allá de la voluntad de Dios a suponer que cada pedacito de oro o plata que tenemos ahora debe ser regalado o vendido y las ganancias dadas directamente al servicio del Señor. Las mujeres cristianas han llegado a vender sus anillos de boda bajo esta forma de ascetismo tristemente equivocada. El espíritu es encomiable, pero ni la guía ni los resultados son necesariamente de Dios.
Debemos mantener un justo medio entre los extremos del ascetismo y el lujo. Debemos cuidar nuestra apariencia personal, nuestra limpieza, nuestra vestimenta, para ser atractivos a nuestros semejantes; es un deber positivo ser cristianos atractivos, tanto en la vestimenta como en la apariencia, para que otros puedan ser ganados para nosotros a fin de que nosotros podamos ganarlos para nuestro Señor. Debemos hacer todo para la gloria de Dios.
Otra forma común de ascetismo entre los cristianos es asumir la idea equivocada de que cuando tenemos que elegir entre algo que es difícil y algo que es fácil, lo difícil es siempre la voluntad de Dios. Su voluntad puede ser justamente la contraria. No hay necesariamente ninguna virtud en la dificultad, y no hay necesariamente ningún pecado en la facilidad. La única pregunta es: ¿Cuál es la voluntad de Dios para nosotros en cada asunto que se nos presenta?
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