Lecciones básicas sobre la vida cristiana práctica.
“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”.
– Gál. 2:20.
Muchas personas malinterpretan Colosenses 3:4, Filipenses 1:21 y Gálatas 2:20, especialmente los últimos dos. En Filipenses 1, Pablo nos dice: «Para mí el vivir es Cristo». Para él, esto es un hecho.
Sin embargo, entre los hijos de Dios hoy en día, hay un gran malentendido. Piensan que esta declaración es una meta a alcanzar. Ellos deben intentar vivir así para poder llegar a la meta. Es un estándar a alcanzar; es su expectativa.
Recordemos, sin embargo, que Pablo no nos está diciendo que «para mí el vivir es Cristo» sea su objetivo. No está diciendo que se requiere ir a través de muchos años, pruebas y tratos de Dios antes de poder alcanzar la meta. Lo que él dice es que la razón por la cual él vive es Cristo. Sin Cristo, él no puede vivir en ningún modo. Esto describe su actual condición, no su objetivo. Este es el secreto de su vida, no su esperanza. Su vida es Cristo; él vive porque Cristo vive en él.
Gálatas 2:20 es otro versículo familiar entre los cristianos. El error que muchos tienen con este versículo es aún más grave que con Filipenses 1. Una vez más, ellos toman este versículo como su objetivo, como su estándar. Ellos oran y esperan llegar a un punto donde puedan declarar: «Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí».
¿Pero es Gálatas 2:20 una esperanza? ¿Es una meta? ¿Es una norma por alcanzar? Muchos actúan así. Esperan que un día llegarán al lugar donde ellos ya no vivan, sino que Cristo viva en ellos. Este es su blanco. Ellos no perciben es que este es el camino de la victoria de Dios, no una meta o un estándar. No dice qué debería hacer yo para vivir, ni tampoco lo que yo puedo hacer para vivir. Simplemente dice que Cristo vive en mí.
Gálatas 2:20 no es un estándar o un objetivo. No es algo que esté muy por encima del hombre, para él pueda alcanzarlo ejerciendo todas sus fuerzas. Por el contrario, es el secreto de la vida.
- Victoria a través de una vida sustitutiva
¿Cuál es el secreto de la vida? Significa que el camino de la victoria no es una meta sino un proceso. No se debe confundir el proceso con el objetivo. Se trata de una maravillosa gracia que Dios nos ha dado. Es una forma en que los derrotados pueden vencer, los inmundos puede ser limpiados, lo común puede llegar a ser santo, lo terrenal puede ser celestial y el carnal puede llegar a ser espiritual. Es un camino, no una meta. El camino se encuentra a través de una vida sustitutiva. Así como Cristo es nuestro sustituto en la muerte, así él es nuestro sustituto en la vida.
Al principio de nuestra vida cristiana, hemos visto cómo el Señor Jesús llevó nuestros pecados en la Cruz, para que por su muerte nosotros fuésemos librados de la muerte, nuestros pecados fuesen perdonados, y ya no fuésemos condenados. Hoy, Pablo me dice que, porque Cristo vive en mí, yo soy liberado de la vida. El significado aquí es simple: puesto que él vive en mí, yo no necesito vivir. Así como él murió en la Cruz por mí, así ahora él vive en mí, en mi lugar.
Este es el secreto de la victoria. Este es el secreto de Pablo. Él no dice: «Yo espero no necesitar vivir», o «Espero poder dejarlo vivir a él». Él solo dice: «Ya no vivo yo, porque le he dejado vivir a él. Ahora ya no soy yo quien vive, sino Cristo quien vive en mí».
Pidamos a Dios que nos ilumine, a fin de ver que el hombre no tiene necesidad de vivir por sí mismo, porque Cristo puede vivir en él. El día en que tú oíste que no necesitas morir, sentiste que este era un gran Evangelio. Ahora, en otro día, estás oyendo que tú no necesitas vivir. Este también es un gran Evangelio.
La muerte es dolorosa, pero, para nosotros, tratar de vivir delante de Dios también es doloroso. La gente como nosotros, que no sabe nada sobre la santidad de Dios, el amor, el Espíritu Santo o la Cruz, ¿cómo puede vivir en la presencia de Dios? Una carga tan pesada es insoportable. Cuanto más vivimos, más suspiramos. Cuanto más vivimos, más frustrados estamos. El evangelio que hoy se te entrega es que tú no necesitas vivir, Dios te ha eximido de la vida. Sin duda, este es un gran Evangelio.
No yo, sino Cristo
Así como es una buena noticia que no necesitamos morir, también es una buena nueva que no necesitamos vivir. Para alguien que se esfuerza en vivir como cristiano, ésta es realmente una tarea agotadora, imposible.
Pedir a una persona impaciente, de mal genio, orgullosa, que viva humildemente, pronto la agotará; ella se desgastará intentando ser humilde. ¡No es de extrañar que el hombre de Romanos 7 estuviese cansado!
«Porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo» (v. 18). Querer hacer el bien a diario, pero a diario ser incapaz de hacerlo – cuán terriblemente agotador es esto. Entonces, un día se te predica el Evangelio, diciéndote que el Señor no espera que tú hagas el bien. ¡Oh, éste es un gran Evangelio! El Señor no demanda que hagas el bien, ni él quiere que tú quieras hacer el bien. Él quiere venir y vivir en ti. La cuestión no es si hay algún bien, sino quién hace el bien.
Es doloroso para ti tratar de vivir delante de Dios, porque nunca podrás satisfacer sus demandas. Tienes que confesar: «Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste» (Mat. 25:24). Eres totalmente incapaz de responder a las exigencias de Dios.
Por lo tanto, el camino de Dios y su secreto para mí no es pedirme que imite al Señor Jesús, ni entregarme a mí el poder, en respuesta a mi petición de ser como Cristo. El camino de Dios para mí es lo que Pablo expresa: «Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí».
¿Notas la diferencia? No es una vida imitando a Cristo ni una vida de poder dada; por el contrario, es una vida sustitutiva. Ya no eres tú, porque Dios no te permitirá vivir delante de él. Es Cristo quien vive en ti y permanece ante la presencia de Dios. Por lo tanto, no es imitando a Cristo, ni recibiendo el poder de Cristo, sino dejando que Cristo viva en mí.
Tienes que llegar a este punto: «No yo, mas Cristo». Esta es la vida del creyente. Antes, vivía yo, pero no Cristo; ahora, no vivo yo, pero sí Cristo. Si alguien no puede decir: «No yo, mas Cristo», no sabe lo que es la fe o la vida cristiana. Es evidente que él está simplemente esperando vivir así, para que sea Cristo y no él. Pero Pablo nos dice que esta no es la vía: la forma es dejar que Cristo viva.
Crucificado con Cristo
En este punto, es muy probable que te preguntes: ¿Cómo puedo salir del camino para que Cristo pueda vivir? Este es un gran problema. ¿Cómo puede ser: «Ya no yo»? La respuesta se encuentra en la primera parte de Gálatas 2:20: «Con Cristo estoy juntamente crucificado». A menos que esté crucificado, yo no puedo ser removido; a menos que esté crucificado, todavía soy yo. Ya no puedo ser yo, solo si estoy crucificado con Cristo.
Por favor, recuerda: el problema de tu pecado fue resuelto en la Cruz, y en la misma Cruz tú mismo también terminaste. Debemos recordar lo que dice Romanos 6: «Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él» (v. 6). No es que mi viejo hombre quiera ser crucificado con él, sino que éste ya fue crucificado con él. No es deseando o esperando. La palabra en griego, muy enfática, es «fue», indicando claramente que fui, de una vez y para siempre, de manera absoluta e inmutable, crucificado con él. Puesto que Dios me puso en Cristo, yo morí cuando él murió en la Cruz.
Esto es algo que debes creer. Así como una vez tus ojos fueron abiertos para ver tus pecados puestos en Cristo, así también deben ser abiertos para ver que tu persona fue escondida en Cristo. Tus pecados fueron cargados, tu persona fue crucificada. Este no es tu problema, sino el de Cristo, porque él lo ha hecho por ti. No mires dentro de ti mismo. Tus pecados ya no están en ti, sino en la Cruz. Así que tu persona ya no está aquí, sino allí en la Cruz.
Aquellos que son derrotados, siempre miran dentro de sí mismos; aquellos que creen, miran a la Cruz. Nuestros pecados están allí, en la Cruz, no aquí; lo interior está también allí, no aquí. Debemos ver que el hombre está en la Cruz, no aquí en nosotros. Esto es lo que ha hecho el Señor. «Consumado es». Dios nos puso en Cristo y nos hizo morir con él. Cristo ha muerto, nosotros también hemos muerto.
La vida victoriosa
Ahora declaro que soy una persona crucificada. Si voy a vivir hoy, ya no soy yo quien vive, sino Cristo vive en mí. Yo estoy anulado, pero Cristo ha venido. Este es el camino de la victoria. Esto es lo que Pablo nos ha mostrado. Así es cómo él vive la vida cristiana. ¿Qué es la vida cristiana? Solo esto: que ya no soy yo quien vive, sino que dejo a Cristo vivir por mí.
He estado errado todos estos años: pecador, débil, orgulloso, arruinado, irritable. Pero ahora vengo a la presencia del Señor, diciendo: «Señor, estoy deshecho. A partir de hoy, lavo mis manos de mis propios esfuerzos. Por favor, hazte cargo». Esto es lo que significa: «Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí». «He vivido lo suficiente; estoy harto de la vida. Ahora, Señor, ¿puedes intentarlo tú, por favor?».
Déjame decirte, es tan simple como eso. La vida victoriosa no es otra que ésta: tú no necesitas vivir. No necesitas agotarte en vivir; solo debes mirar a lo alto y decir: «A partir de ahora, no hago nada más. ¡Vive y manifiéstate tú, Señor!». Y así será hecho.
De aquí en adelante, tú tomas un curso positivo. Puedes orar diciendo: «Señor, acepto que tú seas mi vida. Desde ahora, reconozco a tu Hijo como mi vida. Confieso que para mí el vivir es Cristo». Esta llegará a ser tu vida diaria delante de Dios, confiando en el Señor. «Señor, este es tu negocio, no el mío». Tu tentación no es pecar, sino más bien, es actuar por tu cuenta.
«Y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios». ¿Qué significa Cristo viviendo en mí? Simplemente significa que, en adelante, yo vivo en la fe del Hijo de Dios. Todos los días, yo creo que el hijo de Dios vive en mí. «Señor, yo creo que tú vives por mí. Señor, yo creo que tú eres mi vida, y creo que tú vives en mí».
Traducido de Spiritual Exercise, Chapter 27
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