Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es”.

– Juan 3:6.

Con demasiada frecuencia, los creyentes tenemos un concepto erróneo grave: imaginar que si bien la salvación nos llega gratuitamente, la victoria depende de nosotros mismos. Sabemos que no podemos sumar ningún mérito u obra nuestra para obtener la salvación. Simplemente debemos venir a la cruz y aceptar al Señor Jesús como nuestro Salvador. ¡Este es el evangelio!

Nosotros nos damos cuenta de que no podemos ser salvos por obras, pero razonamos que, después de ser salvos, debemos hacer buenas obras para la santificación. Esto quiere decir que, aunque no puedes ser salvo por obras, necesitas depender de ellas para la victoria.

Déjame decirte que, así como no eres salvo por las obras, tampoco puedes ser vencedor por medio de ellas. Dios ha declarado que eres incapaz de hacer el bien. Cristo ha muerto por ti en la cruz, y ahora vive por ti en tu interior. Lo que es de la carne, carne es, y Dios rechaza todo lo que procede de ella.

No obstante, solemos suponer que, si bien la salvación depende de la muerte sustitutiva de Cristo en la cruz, necesitamos pensar en hacer el bien, debemos hacer el bien y esperar hacer el bien para obtener la victoria en nuestras vidas. Sin embargo, comprendamos que no podemos hacer nada bueno. ¡La victoria ya nos ha sido dada gratuitamente por Dios!

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