No podré olvidar lo que antes fui
lejos del redil del Buen Pastor,
cuando confundido, estaba perdido,
lejos del redil, a la intemperie.
Él vino a mi vida, vio mi condición,
me tomó en sus brazos y me rescató;
ahora yo le sigo, escucho su voz,
soy apacentado por su amor.
Tengo un canto nuevo: Cristo vive en mí;
Cristo es el Obispo de mi alma.
No me olvidaré de su llamado,
del Pastor y Obispo de mi alma.