Las obras, los caminos y el propósito de Dios.
Lectura: Éxodo 33:11-14.
Moisés está sobre el monte, aprendiendo a interceder. Lo más importante para nosotros en estos días de avivamiento es tener una visión del Señor. El ministerio más importante que podemos asumir en estos días es interceder a favor de los intereses del Señor.
Como sabemos, Moisés se encontraba en esa montaña en ese día a favor del pueblo que había pecado con el becerro de oro. Ahí estaba Moisés de pie, diciendo: «Señor, perdónanos, por amor de tu nombre. ¿Qué dirán las naciones si tú eliminas a tu pueblo? Ellos van a decir que Jehová no fue capaz de introducir a su pueblo en la tierra de Canaán». Y Moisés, entonces, puso su vida. Moisés dijo: «Señor si he hallado gracia ante tus ojos, muéstrame tus caminos».
Nuestro Dios habló con Moisés cara a cara en el monte. Cómo necesitamos este tipo de personas en este día. Porque los hijos de Israel habían cometido un gran pecado contra Dios, y ustedes saben lo que el Señor dijo. Él dijo: «Yo te prometí que te enviaría a la tierra prometida, pero yo te enviaré con mi ángel, pero yo no puedo ir con ustedes».
Para las personas que se conforman con las obras de Dios, el ángel es suficiente. Pero Moisés dice: «Si tu presencia no va con nosotros, yo no quiero ir. Yo no quiero simplemente tus bendiciones; yo quiero tu presencia». Así hablaba él con su Dios en el monte. Y él dice: «Muéstrame tus caminos».
Ayer hablábamos sobre esos tres niveles diferentes de conocimiento del Señor. Vemos cómo hay un contraste muy grande entre los hijos de Israel y Moisés. En los Salmos se nos dice que los hijos de Israel vieron los hechos de Dios, sus grandes milagros. Gracias a Dios, él opera milagros. Él es un Dios que actúa, un Dios vivo. Y es de esa manera que nosotros lo vemos, a través de sus obras. Especialmente la obra de Jesús muriendo en la cruz por nosotros.
Pero cuando nosotros venimos al Señor, después de ver sus hechos, el Señor está buscando algo en nuestros corazones, una respuesta que diga: «Muéstrame tus caminos». No sólo: «Muéstrame tus hechos». Ustedes recuerdan cómo la gente en Galilea estaba siguiendo a Jesús simplemente para ver los milagros o personas siendo sanadas. Y Jesús les dijo: «Ustedes vieron el milagro del pan, pero lo que no vieron es quién está detrás del pan, el propio pan de vida».
Cada obra que Dios hace es una señal que quiere mostrarnos a su Hijo Jesús. El amor de Dios es grande y él hace muchas obras, pero ninguna de sus obras es en vano; todas ellas apuntan a Jesús. Entonces, cuando somos curados, nosotros tenemos que ser como aquel único leproso que se volvió para agradecerle a Jesús.
Algunas personas se satisfacen con la sanidad. Bueno, Dios hace sanidad, pero eso debe apuntar a aquél que cura. Jesús es nuestra sanidad. Entonces, cuando nosotros oramos: «Señor, muéstrame tus caminos», estamos pidiendo algo mayor que: «Muéstrame tus obras». Queremos saber más de él, queremos conocer el corazón de Dios.
Eso es lo que Moisés oraba: «Oh, Señor, no quiero nada más, sino a ti. Yo veo todo el problema que está ocurriendo en el valle; pero veo tu gloria. Quiero conocerte a ti en tus caminos». Porque después que conocemos sus caminos, conocemos al Señor. Es lo que podemos ver aquí. Moisés hablaba con el Señor cara a cara. Necesitamos en estos días ese tipo de intercesores.
Ayer descubríamos cómo el camino del Señor es el camino de la cruz. Antes de morir en la cruz, Jesús les dijo a sus discípulos: «Yo soy el camino, y la verdad y la vida». ¿Pero habrán entendido ellos lo que él quería decir? ¿Qué significa: «Yo soy el camino»? O aun cuando Jesús dijo: «Yo soy el camino que lleva al Padre», ellos no podían entender.
Como ustedes recuerdan, al final de su vida, él dijo a los discípulos que él estaba yendo a la cruz. Pero cuando él compartía que él estaba yendo a Jerusalén para morir, ellos no podían entenderlo. Pero después que Jesús murió en la cruz y resucitó, entonces los discípulos entendieron: «Ah, éste es el camino de Dios», y ellos empezaron a caminar en ese camino. Y los hijos de Dios, en esos días, eran llamados ‘el pueblo del camino’. Todos ellos vieron muchos milagros y obras de Dios, pero también sufrieron mucho, llevando la cruz. Y como resultado, ellos caminaron un camino nuevo y vivo.
Muchas personas alrededor del mundo están siendo reunidas al reino por el evangelio; pero no son muchos los cristianos que caminan por el camino vivo. ¿Pueden ver la diferencia? ¿No es maravilloso ver a un cristiano que vive en el camino vivo? Ellos tienen la vida celestial dentro de ellos, y aun cuando pasan por dificultades, es como si rebotasen, con más vida todavía. Ellos están caminando en Sus caminos.
En esta ocasión, quisiera describir estos caminos, y utilizando otra ilustración del Antiguo Testamento.
Todos nosotros conocemos la historia de Abraham, Isaac, Jacob y José. Todos ellos tuvieron vidas muy diferentes; pero tenían una cosa en común, además de su único Dios: Dios los había enviado a una peregrinación. En el Antiguo Testamento hay una palabra especial: peregrino. Es diferente a un simple viajero. Muchas personas viajan de un lugar a otro, pero cuando Dios pone a alguien en una peregrinación, es para revelarle Sus caminos, y un peregrino siempre vive de acuerdo a un propósito.
Muchos cristianos son nacidos de nuevo, pero debido a la confusión en la cristiandad es como si ellos estuvieran errantes, sin ninguna dirección. Pero hay aquellos que están en una peregrinación. Vamos a mirar esta palabra en algunos pasajes.
Primero queremos mirar cuál fue el testimonio de Jacob al final de su vida. En el capítulo 47 de Génesis, Jacob estaba hablando de su vida, y él estaba hablando con Faraón. ¿Y cómo él le describe a Faraón su propia vida? Versículo 9: «Jacob respondió a Faraón: los días de mi peregrinación son ciento treinta años, pocos y malos han sido los días de los años de mi vida, y no he llegado a los días de los años de la vida de mis padres en los días de su peregrinación». Jacob aquí se refiere al hecho de que Abraham e Isaac también habían sido peregrinos antes de él.
Dios ama tanto a sus hijos; él quiere revelarse a sus hijos, y él desea llevar a sus hijos a la filiación, para que no seamos simplemente niños pequeños, sino hijos maduros y responsables. ¿Y cuál es la manera de llevarnos a la filiación? A través de la peregrinación. La peregrinación es una ilustración del camino de la cruz.
Tú puedes ser un cristiano por un rato, pero un día serás un peregrino, y Dios empezará a obrar en tu vida de acuerdo con su propósito. Dios se da a conocer a nosotros por la revelación. Pero este conocimiento del Señor del cual Moisés nos habla es más que una revelación que él está teniendo en el monte. Este tipo de conocimiento del Señor no te viene simplemente por sentarte a leer la Biblia y pensar acerca del Señor.
¿Cómo es que realmente nosotros conocemos al Señor? Nosotros tenemos que caminar con él en la peregrinación. Entonces, cuando yo escucho a un hermano o hermana que ora: «Oh, Señor, muéstrame tus caminos», yo sé que el Señor lo va a llevar a una peregrinación. Nosotros conocemos la historia, y por eso podemos decir que Abraham, Isaac, Jacob y José, al término de su peregrinación, conocían al Señor. Y así el Señor nos lleva a cada uno de nosotros en una peregrinación.
Ahora, me gustaría describir siete características de esta peregrinación.
El Señor quiere reunirnos en una forma corporativa. Él tiene que hacer un trabajo en tu vida individual. El Señor te va a llevar a una peregrinación. ¿Qué significa esta palabra? Es más que un simple viaje. La primera cosa que aprendemos sobre la peregrinación es la siguiente: Tú estás viviendo en un lugar que no es tu hogar.
En el libro de Hebreos, se dice de Abraham que él fue llamado por Dios y por fe él salió y peregrinó en tiendas. Nosotros tenemos que vivir sobre la tierra, pero vivimos en tiendas. Vivimos en una propiedad que no es nuestro hogar. Esto es lo primero que aprendemos sobre la peregrinación – Vivimos en el mundo, pero este no es nuestro hogar.
En su primera epístola, Pedro les habla a los hermanos y hermanas. Sabemos que él era primeramente un apóstol para los judíos. Y cuando él les escribió en 1ª Pedro, él los llama peregrinos. Ellos entendieron que no vivían en su hogar. Estamos de paso en un lugar que no es nuestro hogar.
Permítanme mostrarles algunos ejemplos. En Génesis 17:8 podemos considerar a Abraham. Dios le prometió a Abraham: «Y te daré a ti, y a tu descendencia después de ti, la tierra en que moras –en la versión inglesa, «la tierra de tus peregrinaciones»–, toda la tierra de Canaán en heredad perpetua; y seré el Dios de ellos». El hogar original de Abraham era Ur de los caldeos, pero cuando él encontró a Dios, Babilonia no podía ser más su hogar. Y Dios le dice: «Ahora quiero que seas peregrino en Canaán».
Entonces, en el capítulo 26, podemos ver la peregrinación de Isaac. Versículos 2-3: «Y se le apareció Jehová, y le dijo: No desciendas a Egipto; habita en la tierra que yo te diré. Habita como forastero en esta tierra –en la versión en inglés, «habita como un peregrino en esta tierra»– y estaré contigo, y te bendeciré; porque a ti y a tu descendencia daré todas estas tierras, y confirmaré el juramento que hice a Abraham tu padre».
En el idioma original se utiliza una palabra especial: «peregrino». Entonces, para Abraham, su peregrinación fue en Canaán; pero para Isaac, su peregrinación fue en Filistea. Porque hubo hambre en la tierra y él fue enviado a la tierra de los filisteos, y Dios le dio esta promesa. No tenemos tiempo para ver cada pasaje, pero sabemos que Jacob peregrinó en Padam-Aram.
A Jacob le gustaba estar en casa, con su madre. Él aprendió a cocinar de su madre, pero ustedes saben que él tuvo que huir de su hermano, y eso dio inicio a su peregrinación espiritual, que tenía un propósito. Y descubrimos en el caso de José que su peregrinación ocurrió en la tierra de Egipto.
Ellos fueron llamados y enviados por diferentes razones. Abraham, a través de una revelación; con Isaac, la circunstancia fue el hambre; Jacob tuvo que huir, y José fue traicionado por sus hermanos. Circunstancias muy diferentes; pero nuestro Dios es un Dios soberano, y él toma las circunstancias de nuestra vida.
Cuando somos jóvenes, tenemos muchas opciones, pero este camino de peregrinación es como un embudo, que se hace más y más estrecho hacia su extremo. Entonces, soberanamente, Dios nos envía a esta peregrinación.
Hay tiempos en la vida cristiana en que hay necesidad de salir del hogar. Es tan grato quedarse en casa. Todo es seguro, familiar, pero no podemos crecer. Entonces, es como si el Señor nos empujara afuera. No importa cuáles sean las circunstancias, pero es Dios quien está detrás de las circunstancias. Como aquellos polluelos de águila que están en su nido, y el águila los empuja para afuera del nido. Así ocurre con nosotros, y no nos sentimos en nuestro hogar.
Muchos jóvenes se acostumbran con sus hogares y creen que eso es para siempre. Pero un día van a la universidad y vuelven, y algo ha cambiado. Sí, es el hogar, pero no es exactamente su hogar. ¿Dónde están todos los amigos’ Las cosas han cambiado, y empiezas a vivir una vida en que no estás en tu hogar.
Esta cuestión del hogar no es algo geográfico. Algunas personas nunca salen de su hogar, pero Dios les cambia su hogar. Súbitamente, estás viviendo en un lugar que no es tu hogar.
Todo aquel que viene a Cristo como un bebé, en el principio piensa: ‘Bueno, este mundo es mi hogar’. Pero nuestro Dios soberano produce circunstancias en nuestra vida que nos muestran que esto no es nuestro hogar. ¿El Señor ya te sacó de ese hogar? Tal vez una tragedia de una persona que tú amabas, tal vez la pérdida de un trabajo, o circunstancias de salud, o un problema. A veces, una aventura; pero de pronto sientes que ya no estás más en tu hogar.
Y hasta que una persona no sienta eso, ella no aprehende al Señor. Jacob, en cierto punto, asió al Señor, y el Señor lo agarró cuando él estaba huyendo. Y a ti y a mí, el Señor nos trae a algunos lugares en que estamos desesperados, para agarrarnos al Señor.
¿Sabes?, cuando tú vas a un lugar que es nuevo para ti, con el cual no estás familiarizado, tú oras mucho. Tienes tu devocional matinal todos los días. Pero cuando estás en tu casa, no hay tanta necesidad. ‘Hoy voy a dormir un poquito más’. Entonces, el Señor tiene que empujarnos hacia fuera. ¿Y qué es lo que él está queriendo hacer? Él quiere mostrarte la verdad más importante que debes conocer en tu vida: Que él es tu hogar.
Cuando Jesús dijo que él iría a prepararnos moradas en la casa del Padre, él no estaba hablando de un palacio. Él estaba hablando del cuerpo de Cristo. Yo espero que tú hayas encontrado tu hogar. Cuando tú llamas a Dios tu hogar, fue eso lo que Jacob vio cuando estaba en esa noche estrellada. ‘Esto es Bet-el, la casa de Dios. Yo estoy solo en el desierto, pero Dios es mi hogar’. Yo espero que tú sepas que Dios es tu hogar. Este es el primer paso en nuestra peregrinación.
Pero, ¿por qué Dios nos empuja y nos envía a un camino que no conocíamos? Claro, es el segundo punto. No importa cómo empiezas tu peregrinación; por su misericordia, Dios te va a encontrar en la encrucijada. Sea que empezaste porque estabas huyendo de algo, o porque te estabas mudando a un lugar nuevo, o simplemente porque las cosas cambiaron y ya no eran lo mismo, Dios está removiendo tu seguridad, para que puedas encontrar al Dios viviente. Y esa es la mayor bendición de nuestra vida, pero él aguarda hasta que tú te encuentres en ese camino de peregrinación.
G. Campbell Morgan dijo que la vida de los patriarcas era Dios revelándose a ellos en cuanto eran peregrinos. Si lees en tu Biblia, puedes ver que Dios se reveló a Abraham siete veces, y a Isaac se reveló seis veces. A Jacob se reveló cinco veces. De José no tenemos registro de que Dios se le reveló, excepto por sueños. Pero nosotros sabemos que José vivía en comunión con Dios.
Oh, qué maravilloso descubrimiento: Dios quiere encontrarte. Pero él no se encuentra contigo en teoría; él te encuentra cuando estás en el camino. Entonces, Abraham salió, y cuando llegó a Siquem, Dios se le reveló, y allí él construyó un altar. Y cuando llegó a Bet-el edificó otro altar. Y a medida que iba de un lugar a otro, él encontró a Jehová-Jireh y encontró a El-Shadday y a El-Olam. A medida que caminaba, él descubría a Dios.
Es un descubrir a Dios a medida que estás peregrinando; es así como nosotros conocemos a Dios. Cuando Jacob estaba huyendo, de acuerdo con nuestro hermano Christian Chen –como él es un matemático, yo confío en él–, él dice que Jacob no huyó de casa antes de los setenta años de edad. ¿O tú piensas que él era un delincuente juvenil huyendo? Oh, aun las personas viejas están huyendo. Y por todos esos años, él ya había escuchado del Dios de Abraham y de Isaac; sin embargo, Jacob nunca lo encontró, así que él empezó a caminar por el camino, y Dios en su misericordia se le apareció a Jacob en aquella escala que subía hasta los cielos. Entonces él empezó a descubrir cómo era Dios realmente.
Nosotros tenemos tantas canciones que nos hablan de cómo es Dios, pero cada una de esas palabras tienen que hacerse reales en tu vida. Y eso sólo ocurre a través de una peregrinación. ¿Tú ya descubriste eso en tu vida, cuando el Señor te puso en esta peregrinación?
Nosotros decimos que la peregrinación es el camino de la cruz. Quiero explicarte lo que eso quiere decir. No quiere decir que siempre estamos sintiendo muerte; quiere decir que empezamos a caminar por un camino que nosotros no elegimos. Quiere decir que el camino por el cual Dios nos guía es de acuerdo con Su propósito. Y en ese camino de la cruz nosotros descubrimos mucha vida.
El camino de un peregrino es el camino de alguien que se niega a sí mismo. Y cuando encontramos a Dios, él nos llama a dar un paso más. ¿Ya encontraste tú al Dios vivo en tu peregrinación? No sólo el Dios de tus padres. ¿Encontraste tú a Dios? Es así como conoces a Dios.
Una tercera cosa maravillosa que aprendemos de esta peregrinación de la cruz: En la vida de cada uno de estos patriarcas, Dios puso su fe a prueba. ¿Qué significa poner la fe a prueba? Bueno, ¿recuerdas como Dios le dijo a Abraham: «Abraham, ofrece a tu hijo, a tu único hijo, sobre el altar»? ¿Acaso Dios ignoraba si Abraham tenía fe o no? Claro que Dios sabía. Pero Abraham no sabía. Jacob no sabía que él tenía fe; él era un fugitivo. Pero Dios le mostró que él tenía fe. Isaac no sabía que tenía fe. Todo le había sido dado, pero aprendió lo que era la fe a medida que cavaba los pozos. Entonces, cada uno de esos hombres desarrolló una fe tangible en sus vidas.
Nosotros decimos: ‘Yo creo en esto, yo creo en aquello’. Es muy fácil decirlo. Pero Dios va a probar la fe que tenemos en nuestras vidas. Entonces en la vida de Abraham vemos la obediencia a la fe. En la vida de Isaac vemos la fe que habita, que permanece. Y en la vida de Jacob vemos la fe que está en lucha. ¿Tú ya luchaste con Dios? Ah, eres como Jacob. Fue en ese momento de su vida que Jacob descubrió su fe, luchando con Dios. A medida que luchaba, él descubrió cuánto necesitaba a Dios, y él se asió de Dios. Él aprendió lo que era la fe.
José aprendió la fe que vence. Él esperó por años y años en la prisión. De alguna manera, él sabía que los sueños que Dios le había dado se realizarían. Y así aprendemos a caminar por fe. Tal vez al principio caminemos por vista, pero Dios nos empieza a dar ojos para ver al Señor a medida que caminamos.
Otro aspecto de este camino de la peregrinación es que es el camino de la bendición. Pero hay una diferencia: Si todo lo que recibimos son bendiciones, nosotros nos volvemos orgullosos. Pero si estamos en el camino del peregrino, aprendemos lo que es la verdadera bendición. A medida que Abraham vivía en ese camino, él fue adquiriendo más y más ovejas y vacas, a tal punto que los reyes a su alrededor estaban asustados de él, porque Abraham estaba caminando en esa peregrinación con Dios. Y aunque Abraham tuviera millones de ovejas, al mismo tiempo de la peregrinación, él descubrió la verdadera bendición.
¿Cuál era la verdadera bendición? Tú dirías: ‘Cuando nació su hijo’. Sí, esa fue una gran bendición; pero él descubrió una bendición aún mayor: la presencia de su Dios. Y cuantas más bendiciones recibía, más hambre él tenía, y buscaba la ciudad de Dios. Él amaba mucho a Dios, y quería encontrar Su ciudad.
Dios quiere personas que sean capaces de manejar las bendiciones. Abraham era un millonario, pero él estaba centrado en Dios. Entonces sus bendiciones se volvieron bendiciones para otros. Y aun cuando a él se le presentó esa opción: ‘¿Yo voy a preservar a mi hijo, o voy a ofrecer a mi hijo y perder a mi Dios?’. Y él dijo: ‘Yo amo a Dios por sobre todo, aún más que a este hijo precioso’.
Isaac tuvo tantas bendiciones. Abraham le dio todo a Isaac. A Ismael le dio algunos miles de ovejas; pero Isaac recibió todo, empezó ya como un joven millonario. ¿Qué le ocurrió cuando vivía en tierra de los filisteos? Hubo una gran hambruna y nadie tenía comida, excepto en el lugar donde Isaac estaba. Él tuvo una cosecha a ciento por uno. Y todos se preguntaban qué ocurría en ese lugar.
Isaac era tan bendecido. Pero él no fue bendecido, porque al mismo tiempo todos lo perseguían. Él tenía millones, pero tenía miedo de que todas las cosas le fueran robadas. Entonces, siempre que él estaba cavando un pozo nuevo, el enemigo llegaba y decía: ‘Este es mi pozo’, y él tenía que huir. Él tenía millones de ovejas y no podía llevarlas a beber. Y él diría: ‘Ay, mis ovejas van a morir’. Y se movía a otro lugar, cavaba otro pozo. Y el enemigo pateaba la tierra adentro del pozo.
Jacob no podía disfrutar de su peregrinación; era un millonario miserable. Hasta que moviéndose y moviéndose y moviéndose, un día, él regresó a Canaán, a Beerseba. Y cavó un pozo, y salió agua dulce. Dios le habló, y en la presencia de Dios él pudo disfrutar las bendiciones. ¿De qué te sirve tener un millón de dólares, si no estás en la presencia de Dios?
A los jóvenes, les advierto: tengan cuidado con la voluntad de Dios en este asunto de dedicarse a los negocios. Yo conozco a muchas personas que corren tras el dinero, pero no tienen ninguna comunión, y a pesar de tener muchas bendiciones materiales, no las disfrutan, porque el enemigo los oprime día y noche.
Jacob también aprendió la lección de la bendición. ¿Tú entiendes que el camino de la cruz es un camino de bendición? Pero tenemos que aprender a manejar las bendiciones. ¿Qué le pasó a Jacob? ¿Qué significa el nombre de Jacob? Es alguien que agarra cosas; él se agarra a sus bendiciones. Yo quiero esta bendición, yo quiero aquella bendición. ¡Él tomó cuatro esposas! Y tuvo doce hijos, y millones de ovejas, lo que sea. Pero él no era alguien que agarraba algo y estaba feliz.
Jacob tuvo que aprender lo que era la verdadera bendición, y tú recuerdas cuando él aprendió lo que es la bendición. Es cuando él agarró a Dios. Él abandonó todas sus bendiciones, pero se asió de Dios, y entonces descubrió la razón por la cual él fue creado. Yo espero que tú agarres a Dios. Porque lo que Jacob descubrió es que él tenía todas las bendiciones, y a pesar de eso Esaú no lo mató.
Y José. José tuvo tantas bendiciones. Él llegó a ser el segundo después de Faraón. A él le fue dada sabiduría y gran autoridad. Pero José vio; cuando sus hermanos vinieron, sus ojos se abrieron. ‘¿Por qué Dios me bendijo de esta manera? Por causa de mis hermanos y hermanas’.
¿Por qué Dios te ha bendecido como él lo ha hecho? Sé que alguien va a discutir conmigo y va a decir que Dios no le ha bendecido; pero tú tienes muchas bendiciones. Pero Dios no nos bendice simplemente para nosotros mismos. Si guardamos las bendiciones sólo para nosotros, serán como el maná, que se pudre; pero cuando usamos nuestras bendiciones a favor de otros, entonces aprendemos el secreto de la peregrinación.
Pero, a pesar de todo eso, el quinto punto es que el camino de la peregrinación es el camino de la cruz. Eso significa que llegamos al final de nosotros mismos. A Abraham se le dijo que él tendría un hijo, y él pensó que él tendría un hijo, pero luego descubrió que sólo pudo tener un hijo cuando él estaba como muerto. Dios, en su voluntad soberana, nos lleva a un punto en que descubrimos que no podemos hacer nada sin él.
La vida de Isaac empezó sobre el altar. ¿Cuál fue la primera revelación que Isaac tuvo de Dios? La primera revelación que él tuvo de Dios fue Jehová-Jireh. Cuando su padre estaba sobre él con el cuchillo y Dios le habló, Isaac también escuchó esa voz. Y vio cómo Dios había provisto un carnero. Entonces, la vida de Isaac empieza en la cruz, y el resto de su vida él no la vivió para sí mismo.
Algunos de ustedes no son casados todavía, y tal vez tú quieres elegir un marido o una esposa. Isaac no tuvo elección. Su padre envió a un siervo que le consiguió una esposa. ‘No mi voluntad, sino la tuya, Señor’. Claro, él terminó con la esposa perfecta. Si Dios te elige una esposa, tendrás una excelente esposa. Con todo eso, nosotros aprendemos que tenemos que llegar al final de nosotros mismos.
¿Te acuerdas de lo que leímos sobre Jacob en Génesis 47? Faraón le hace esas preguntas sobre su vida, y Jacob es muy honesto. Él dice: «Mi peregrinación ha sido de 130 años, pero ella ha sido amarga». ¿Por qué? Porque él tenía una voluntad propia muy fuerte, porque él siempre estaba haciendo sus planes, sus cosas, y fue sólo cuando él tenía casi cien años de edad que Dios pudo derrotarlo. Y Jacob llegó al final de sí mismo.
Pero, a pesar de que estamos caminando en esta peregrinación, nosotros llegamos al final de nosotros mismos. Nosotros vemos que no somos nada. A veces, tú ves a un hermano parado aquí, hablando. Yo te puedo garantizar que ese hermano es un siervo de Dios, y él ha aprendido que él no es nada. Cuando tú sirves al Señor, muchas veces eres humillado, porque cometes muchos errores. Tú hieres a muchas ovejas de Dios.
Si tú caminas en esta peregrinación, llegarás al punto en que veas que no eres nada. Muchos siervos de Dios predican mensajes muy fuertes, pero ellos se sienten totalmente vacíos; entonces ellos se agarran a Dios para que él les dé todo. Entonces, el camino de peregrinación nos lleva al final de nosotros mismos, y finalmente nos lleva al verdadero conocimiento de Dios.
¿Cómo es que nosotros conocemos a Dios? Como El-Shadday, como Jehová-Jireh. Nosotros lo conocemos de varias formas, a medida que él se revela a nosotros. Pero todos aquellos que caminan en esta peregrinación con propósito, encuentran al mismo Dios. ¿Y qué es eso? El Dios de misericordia. Y Dios les mostró a cada uno de los patriarcas, después que ellos vieron sus propios fracasos, después que ellos vieron cuántas veces fueron infieles, Dios les mostró cómo él estaba usando aún los fracasos de sus vidas para cumplir Su voluntad.
Isaac era un fracaso. Él quería que Esaú recibiera la bendición, pero cuando Jacob recibió la bendición, Isaac vio cuán carnal era él mismo. Él bendijo a su hijo Jacob, y entonces él vio algo, descubrió cómo Dios usó su propia ceguera para enviar a su hijo Jacob. Y Jacob fue, y entonces vinieron los doce hijos de Israel.
Y ninguno de los patriarcas se sintió tan descalificado como Jacob. Él los había engañado a todos, él los hirió a todos, y aun así, Dios le había prometido su cuidado. Él se sentía que no era nada. ¿Pero qué descubrió Jacob al final de su vida? Él reconoció que no era nada, que su peregrinación había sido un viaje amargo. Pero Dios levantó a su familia, y lo hizo un príncipe de bendición.
Dios usa aun los fracasos de nuestra vida. Hay bendiciones, hay problemas, hay pruebas, hay tragedias. Pero todos están programados para llevarnos al Señor. Hermanos y hermanas, nosotros vivimos en un universo que tiene su centro en Cristo. Pero el Espíritu Santo todavía tiene que convencerte a ti que Cristo es el centro de tu vida.
Entonces tendremos muchas bendiciones, y también algunas tragedias. Tendremos fracasos, tendremos corazones rotos, tendremos algunas victorias; pero, a través de todo eso, cuando nosotros miramos hacia atrás, vemos que Dios revierte nuestros fracasos y los vuelve bendiciones. ¡Cuán grande es nuestro Dios! Sólo él puede tomar nuestros problemas y transformarlos en bendición. Dios tomó la vida de esos cuatro hombres y los ordenó de acuerdo con Su propósito.
Y a medida que Dios reúne personas en estos últimos días, él también te va a enviar a una peregrinación. Tal vez tú no empezaste la tuya todavía. Oh, pídele al Señor que te muestre sus caminos, para que le conozcas. Entonces empezarás a conocer el camino de la vida, y conocerás al Dios vivo. Y descubrirás una fe real, con la cual podrás contar, porque no es tu fe, es la fe de un Dios grande.
Llegamos al final de nosotros mismos, pero aun así, descubrimos a un Dios que revierte las cosas, que convierte las tragedias en victorias. ¿Tenemos ese gran Dios? ¿Es ese el Dios que conocemos?
Entonces, durante tu peregrinación, tú te agarras a ese Dios, tú luchas con Dios y descubres el camino vivo, y lo descubres a él en tu vida, hasta que Cristo sea hecho el centro de nuestra vida.
Segundo mensaje de una serie de cuatro que el autor impartió en la 3ª Conferencia Internacional de «Aguas Vivas» (Santiago de Chile, Sept. 2005).