El deseo del Señor para su pueblo.
La gran característica de la dispensación en la cual vivimos es el sacar de las naciones a los miembros del Cuerpo de Cristo, para luego llevarlos a una medida tan plena de madurez como sea posible. No es sólo la salvación de las almas, y no sólo la reunión de los creyentes en un Cuerpo espiritual. Es lo que sigue –su llegada a la madurez– lo que representa el interés y la preocupación suprema del Señor en esta dispensación.
Pienso que eso está absolutamente claro como la gran característica de este tiempo: esa madurez –el crecimiento pleno– es el deseo del Señor para su pueblo. Ciertamente esto es inequívoco cuando leemos la palabra del Señor en ese sentido. Que la inmadurez está extendida también es inequívoco. Que el Señor se está moviendo en medio de su propio pueblo para traerlo a la plenitud tanto como pueda avanzar con Él en esa plenitud es, de nuevo, algo muy evidente.
Nosotros conocemos cuán extendida está la inmadurez; sabemos que hay multitudes de salvados –aquellos que son el pueblo del Señor, todavía viviendo en las sombras de la inmadurez– quienes no pagarán el precio de avanzar con el Señor; y nosotros podríamos ser tentados a decir de otros: «¿Qué hará este hombre?». Pero el Señor diría: «¿Y a ti qué?». En otras palabras: «No hagas de la inmadurez de otros tu norma; yo quiero ser quien gobierna tu propio pensamiento y te ocupa completamente».
Así pues, la integridad y la llenura son el propósito y la voluntad de Dios. Nosotros reconocemos el significado de todo lo que el Señor está haciendo. Si él está decidido a traer a los creyentes al crecimiento pleno, a la madurez espiritual, como uno de sus objetivos supremos en esta época, él no estimará ningún precio demasiado grande para alcanzar su fin; y ese hecho explica todo el misterio de sus caminos con sus hijos y todos los extraños acontecimientos que a veces parecen obrar contra los propios intereses de ellos.
A menudo, nos parece como si el Señor estuviera obrando contra nuestros intereses y estuviera haciendo todo absolutamente mal. Pero él está preparado para tomar riesgos (riesgos en las mentes de pobres personas finitas cuyo entendimiento es tan limitado), y para involucrarse a sí mismo en un trato de aparente error con tal de poder alcanzar su fin.
El creyente ha sido dotado de un juego completamente nuevo de facultades espirituales al punto que es una nueva entidad espiritual – un ser de una clase diferente, una criatura completamente distinta. Estas facultades espirituales, las únicas por las cuales pueden conocerse las cosas de Dios y ser incorporadas, tienen que ser desarrolladas, tienen que crecer. Tienen que llegar a un lugar de eficiencia espiritual, tal como en el niño natural las facultades que trae al nacer experimentan un desarrollo constante. El creyente nace de arriba, con un juego de facultades totalmente nuevo, diferentes de aquellas con las que entró en este mundo y que él tiene por naturaleza, y esas facultades y sentidos espirituales tienen que ser desarrollados para hacerlo maduro –espiritualmente eficiente– en el Señor.
Las razones de ejercitar los sentidos
El apóstol Pablo dice que éstos son «aquellos que tienen sus sentidos ejercitados»,1 para quienes el alimento sólido es el tipo correcto de provisión. Él deplora el hecho de que, después de años, los santos hebreos todavía sean incapaces de tomar alimento sólido, porque sus sentidos y facultades no se han desarrollado.
Los caminos del Señor son inescrutables, y nunca deben juzgarse según las normas humanas. El Señor permite que la catástrofe nos alcance… pero con un propósito a la vista – algo que, cuando viene, lo justificará plenamente. Verán entonces que eso que ustedes pensaban era la debilidad de Dios, ha demostrado ser Su fuerza; lo vil ha demostrado ser Su fuerza; la necedad de Dios ha demostrado ser Su sabiduría; así que Él será justificado al fin. En esta cuestión del crecimiento por el ejercicio, usted tiene este principio totalmente involucrado.
Si usted mira el pasaje que se refiere al «ejercicio», encontrará que este ejercicio viene hacia nosotros en experiencias que Dios produce: «Hijo mío, no desprecies la disciplina del Señor … Ningún castigo2 al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados».
¿De qué forma? Mediante el castigo (la palabra ‘castigo’, en inglés, es una palabra pobre; mejor es decir: ‘entrenamiento’ o ‘disciplina’) que Dios les aplica. Dios nos trata como a hijos si nosotros recibimos la disciplina. Él nos trae como hijos hacia la madurez. Es la manera en que el Señor nos maneja – ese es el «ejercicio».
El Señor puede conseguirle actividades y luego puede acallarlo hasta la inactividad. Usted pasa por un tiempo horrible y dice que el Señor lo ha desamparado, que todo ha salido mal. ¿Qué es eso realmente? ¡Son los dolores del crecimiento! A la larga, no estaba todo mal… todo estaba bien. Usted vino a conocer al Señor, considerando que antes su vida entera estaba ocupada con cosas. Usted ha sido acallado, pero ahora ha venido a conocer al Señor interiormente, ha venido a un estado de eficiencia espiritual que es tanto mayor que antes, y usted puede enfrentarse ahora con la situación externa. Dios fue mal entendido, pero Él estaba trabajando con miras a su eficiencia – ejercitándole para la eficiencia. Estos dolores de crecimiento son terribles, pero usted no puede ayudar a nadie que está padeciendo los dolores del crecimiento; usted sólo debe estar de pie a su lado y ver cómo pasa a través de eso.
Así, a través de las numerosas y varias direcciones, este crecimiento tiene lugar por el ejercicio doloroso que se produce de la manera en que el Señor está tratando con nosotros. Nosotros aprendemos a través del sufrimiento. Incluso el Señor Jesús fue hecho «maduro», perfeccionado, en este sentido a través del sufrimiento. Nosotros seguimos el mismo camino hacia el crecimiento pleno. Es el entrenamiento del hijo, la disciplina – aprendida por la vía de la experiencia. Eso es la disciplina – transformándonos de niños a hijos, de infantes a hombres maduros.
Percibo que necesitamos tener más fe en los tratos de Dios con nosotros a través de esta vía. Es doloroso, a veces agonizante. ¿Qué está haciendo el Señor? ¿Por qué hay un espacio tan breve entre una cosa y otra? Parece que el Señor está presionando para conseguir rápidamente que maduremos – para llevarnos al lugar donde nosotros aprendamos algo.
La actitud correcta a tomar hacia cada trato que el Señor permite que nos venga –cada cosa nueva y difícil– es preguntarnos: ¿Qué es lo que el Señor quiere lograr en nosotros por esta experiencia? No destruir, sino construir; no quitar, sino aumentar; no restringir, sino ampliar. En lo profundo hay algún tesoro del Señor que espera ser descubierto. Algunos de nosotros podemos decir: «Sí, hemos encontrado algo como eso». Hemos entrado en lugares profundos, hemos hallado plenitud allí, y hemos venido a conocer al Señor.
¿Ve usted la única cosa que está a la vista en este pasaje sobre el «ejercicio»? Es «discernir»; es la inteligencia espiritual lo que el Señor tiene en vista. Hemos sido escogidos para hacernos individualmente los depósitos de Su propia inteligencia espiritual – para que él pueda ser conocido por nosotros. Él quiere que Sus hijos sean individualmente los centros de Su propio conocimiento espiritual. Entonces, reuniéndonos en un Espíritu para trabajar en la única obra y pensar la única cosa, Él logrará para sí mismo un instrumento para gobernar las naciones en las edades venideras – un instrumento inteligente que haya venido a conocer el corazón del Señor a través de la experiencia.
Esta facultad de inteligencia espiritual, el conocimiento espiritual –la esencia de todo– tiene que ser desarrollado para que conozcamos al Señor íntimamente. Cada experiencia más profunda que la anterior significa que nosotros estamos fuera de nuestra profundidad – no tenemos en nosotros mismos el recurso para resolver la situación. Por tanto, en la experiencia profunda venimos –por la pura necesidad de la situación– a asirnos de algo más que está en Cristo para nosotros; y, por haber recibido ese ‘algo más’, hemos crecido en esa medida.
Podemos tomar una de dos actitudes hacia los caminos de Dios con nosotros: podemos ponernos amargos, agrios, duros; o podemos ser incrementados por el ejercicio –desarrollados por el ejercicio – para aumentar la capacidad y para traernos a un lugar mayor, para que podamos ser Su instrumento para gobernar inteligentemente bajo Su señorío en las edades venideras.
No siempre podemos entender las cosas que entran en nuestra historia; pero la explicación que podemos dar es que, en cualquier cosa que parezca tener una causa secundaria, el Señor es soberano, y Él a veces piensa que vale la pena permitir que nos toque momentáneamente aquello que para el mundo aparece como una cosa terrible.
Mientras parecería que Su Nombre e intereses son perjudicados con estas cosas, Él conduce a su pueblo a través de ellas a un lugar de madurez; así, ellos consiguen conocer al Señor por sí mismos. A través de estas cosas terribles nosotros nos damos cuenta que el Señor produce algo que es muchísimo más digno de Él en la vida de Sus hijos. Ésa es Su justificación – Su vindicación; si él pudiera hacerlo de otra manera, lo haría. A la larga, él consigue la madurez espiritual entre Su pueblo; los lleva al lugar donde ellos lo conocen.
Él quiere tenernos en un lugar donde nosotros le conozcamos, donde tengamos nuestros sentidos ejercitados para saber. El Señor nos dé gracia para aceptar sus tratos con nosotros a la luz de su gran propósito.