El capítulo 28 de Éxodo está absolutamente dedicado a describir las vestiduras de los sacerdotes. Para entenderlo espiritualmente debemos ver que Dios señala aquí aspectos importantes, referidos no solo al sacerdocio levítico, sino, fundamentalmente, al sacerdocio de Cristo –que es el Sumo Sacerdote «para siempre según el orden de Melquisedec»– y al de todos los creyentes.

En general, todas estas vestiduras eran de «obra primorosa» («para honra y hermosura»), y nos hablan de Cristo, porque él es precioso, y de él estamos revestidos (Gál. 3:27). Los oficios sacerdotales eran de alta significación, y debían tener una correspondencia en sus atuendos. Por eso, al igual que en otros materiales del tabernáculo, estaban hechos de oro, azul, púrpura, carmesí y lino torcido. Todo ello, aludiendo al carácter divino, real y humano del Señor Jesucristo.

Primeramente estaba el efod, con sus hombreras, con su cinto (tal como en Apocalipsis 1:13), y las dos piedras de ónice que llevan grabadas los nombres de los doce hijos de Israel, distribuidos de a seis. Estos mismos nombres también iban grabados en doce piedras diferentes sobre el pectoral. Así, el Señor Jesucristo (nuestro Sumo Sacerdote) lleva nuestros nombres grabados sobre sus hombros (efod), y en su corazón (pectoral, ver Cantares 8:6), y con ellos se presenta permanentemente delante del Padre para interceder por los creyentes (Heb. 7:22-25).

El hecho de llevar sobre los hombros los nombres de las doce tribus –y su correspondencia en el sacerdocio del Nuevo Testamento– significa la responsabilidad que los padres en Cristo (1 Cor. 4:15) tienen por las vidas de los más pequeños delante de Dios. Es tan grande, que hacía a Pablo exclamar: «¿Quién enferma y yo no enfermo? ¿A quién se le hace tropezar, y yo no me indigno?» (2 Cor. 11:29). El hecho de llevarlos sobre el corazón, por su parte, significa el amor que se da hasta la muerte por los demás; es la vida derramada en libación (Fil. 2:17).

Pero el pectoral es llamado también «pectoral del juicio», lo cual significa que la gracia y la misericordia de Dios están equilibrados por el juicio, por el cual el Señor trata con el pecado. El Señor Jesús se ofreció a sí mismo en la cruz para pagar por nuestros pecados (2 Cor. 12:20-21). En el pectoral iba el Urim y Tumim, que servían para discernir entre lo que era de Dios y lo que no lo era, entre lo santo y lo profano. En el Nuevo Testamento está el Espíritu de Dios en el corazón de cada creyente, para conducirle y para darle testimonio de las cosas, mediante la paz (1 Juan 2:27; Col. 3:15).

Todas las vestiduras iban cubiertas por un manto de azul (lo celestial), adornado con granadas (fecundidad) y campanillas (actividad sacerdotal) en sus bordes. El sacerdote llevaba también una mitra en su cabeza, y en ella la frase Santidad a Jehová, lo cual significa que los pensamientos del sacerdote debían ser puros.

Finalmente, los calzoncillos debían cubrían la desnudez, y debían ser de lino para que no produjeran sudor, que representa lo que procede de la carne en el servicio a Dios. Como vemos, todo esto tiene aplicación a los sacerdotes de todo tiempo.

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