…pero nosotros ignoramos el mensaje.
En estos últimos días, la nación entera se ha estado preguntando, “Dónde está Dios en todo esto?”
Tenemos razón para hacer esta pregunta. Necesitamos entender dónde está Dios en esta calamidad. Y para ello, tenemos que confiar exclusivamente en su santa Palabra. Hemos oído centenares de opiniones de los expertos de los medios de comunicación y políticos. Pero toda su retórica suena igual. No hay una comprensión real del significado de esta súbita destrucción.
Una cosa puedo asegurarle: Dios no fue tomado por sorpresa. Él conoce los pensamientos de todos los seres humanos, incluso de cada gobernante, déspota y terrorista. El Señor supervisa los movimientos de cada persona en la masa entera de la humanidad. Él conoce nuestro sentarnos y nuestro levantarnos. Y puedo decirle, esta es una cosa segura: Dios tiene todo bajo control. Nada en la faz de la tierra tiene lugar sin su conocimiento, su consentimiento y, aun, su intervención oculta. (…) Ministros y teólogos están diciendo por todas partes: “Dios no tuvo nada que ver con estos desastres. Él no permitiría tales cosas horribles.” Nada podría estar más lejos de la verdad. Este tipo de pensamiento está causando que nuestra nación rápidamente deje pasar el mensaje que Dios quiere darnos a través de la tragedia.
Como muchos pastores, me he afligido y he llorado por esta calamidad horrible. He buscado al Señor en oración y a través de su Palabra. Y, quiero decirle, he experimentado un pesar que es aún más profundo que el luto por la gente inocente muerta. Es un pesar que dice que si ignoramos el mensaje de Dios, si hacemos oídos sordos a lo que él está proclamando ruidosamente, entonces mucho peor es lo que nos está reservado a nosotros.
Piense esto: cuando nuestras asambleas públicas requieren un momento de silencio, pensamos que es verdadero arrepentimiento. Cuando vemos a políticos que cantan “Dios bendiga a América,” pensamos que nuestra nación se ha vuelto a Dios. Cuando vemos en eventos deportivos observar un minuto de silencio al medio tiempo, pensamos que es una experiencia espiritual.
¿Pero es esto todo lo que va a salir de nuestro reciente desastre? ¿Guardarán las personas un minuto de silencio en los estadios, para luego pintar sus cuerpos en colores salvajes, beber cerveza tras cerveza, y gritar como locos por su equipo favorito?
Como la mayoría de los americanos, lloré cuando vi a Senadores y líderes del congreso de pie en las escalinatas del Capitolio, cantando, “Dios bendice a América… permanece con nosotros, y nos guía…” Mas, cuando yo estaba llorando, el Señor me recordó, “Muchos de los líderes que ves cantando han trabajado para dejarme fuera de la sociedad americana. Están determinados incluso a quitar mi nombre de los libros de la historia americana. Y han permitido el asesinato de millones de bebés a través del aborto.”
De repente, fui golpeado por la hipocresía absoluta de todos. Servimos a Dios de labios, pero continuamos deslizándonos en el fango de la inmoralidad. (…)
En toda América, las personas están celebrando reuniones para “oración y recuerdo.” Es correcto y loable (y totalmente escritural) recordar a quienes han muerto. Pero, ¿por qué estamos nosotros tan temerosos para llamar también a reuniones de “oración y arrepentimiento?” Ahora mismo, la mayoría de los americanos se concentra en el recuerdo y la venganza. Mas, ¿dónde está el llamado en América para volverse a Dios?
Si Dios no se compadeció de otras naciones que lo abandonaron, ¿por qué habría él de perdonar a América? Él nos juzgará así como juzgó a Sodoma, Roma, a Grecia y a cada cultura que lo desechó.
¿Cuál será el destino de nuestra nación si rechazamos el llamado de Dios para volvernos totalmente a él? ¿Qué pasará si los abortos continúan y se usan fetos para la investigación científica… si seguimos borrando el nombre de nuestro Salvador de la Historia americana… si reconstruimos todas las cosas más grandes y mejores, sólo para enriquecernos más… si confiamos más en nuestro poderío armado que en el Dios todopoderoso?
Los fuegos devoradores subirán a los cielos. La oscuridad cubrirá la tierra. La economía será golpeada y se tambaleará. Y habrá discordia en la nación, en las comunidades, los barrios, las familias. Las gentes mirarán sólo por sí mismas, en una lucha desesperada para sobrevivir. Y Dios te amparará si tú vienes a él. (…)
Me fue dado un mensaje profético hace nueve años, y yo lo entregué a la Iglesia de Times Square el 7 de septiembre de 1992. Permítame compartirlo ahora con usted:
“Esta advertencia no es para asustarle. Sólo significa para usted acercarse al Señor y orar. Esto es lo que creo que Dios me ha mostrado:
“Treinta días de castigo caerán sobre la ciudad de Nueva York como el mundo nunca ha visto. Dios va a derribar los muros. Habrá violencia inimaginable y saqueo. La violencia será tan feroz que conmoverá el mundo entero. Nuestras calles no serán vigiladas sólo con la Guardia Nacional, sino con el ejército.
“Mil fuegos arderán al mismo tiempo a lo largo de la ciudad. Los fuegos en Los Ángeles se confinaron a algunos sectores de esa ciudad, pero Nueva York estará ardiendo en todos sus distritos municipales. Times Square estará ardiendo, y las llamas ascenderán en el cielo y las verán por millas. Los carros de incendio no podrán controlarlos todos.
“Los trenes y autobuses se detendrán. Billones de dólares se perderán. Los espectáculos de Broadway se detendrán completamente. Los negocios huirán de la ciudad en una hemorragia imparable. Se esperan tales cosas en países tercermundistas, pero no en una nación civilizada como los Estados Unidos. Mas, poco tiempo después, la ciudad de Nueva York quebrará completamente. La Ciudad Reina se lanzará en la suciedad, volviéndose una ciudad de pobreza.
“Usted puede preguntar: ¿cuándo pasará todo esto? Todo cuanto puedo decir es que creo que yo estaré aquí cuando pase. Mas, cuando suceda, el pueblo de Dios no tendrá pánico ni temor.”
Han inundado nuestras oficinas las llamadas y mensajes, preguntando, “¿Era el ataque terrorista el 11 de septiembre la calamidad que usted estaba profetizando en 1992?” No es así. Lo que yo vi venir será mucho más severo. De hecho, si América rechaza la llamada de Dios para volverse a él, enfrentaremos los mismos juicios que Israel enfrentó. Y ellos no sólo golpearán Nueva York, sino cada región del país. Ni siquiera el corazón del país será perdonado. La economía de la nación se derrumbará, y emergerá la violencia. Fuego consumirá nuestras ciudades, y los tanques retumbarán a través de las calles.
Creo que nuestra oportunidad de responder al llamado de Dios es breve. Todos debemos orar para que nuestra nación se arrepienta y vuelva al Señor. Pero nuestras más intensas oraciones deben ser por nuestros propios corazones: “Señor, permíteme temer, no a los desastres, sino a tu Palabra. Quiero oír tu voz en todo esto. Muéveme a volverme totalmente a ti”.
Extractos de un mensaje predicado por D. Wilkerson el 16 de septiembre de 2001.