Usted y yo no podemos vivir ni un instante en el presente; si no avanzamos, retrocedemos. Nuestras alternativas son esperanzas o recuerdos, Canaán o Egipto, la tierra de la promesa o la tierra en retrospectiva. El lugar intermediario es siempre un desierto – un desierto estéril. El pensamiento no puede habitar allí, ni nunca procura habitarlo. Él debe tener las alas para mañana o las alas para ayer; él debe “volar” si desea descansar.
¡Sean mías, entonces, las alas para mañana, oh mi Dios! Si primero yo consiguiere las alas para mañana, entonces podré también volver. El recuerdo no puede traer esperanza, pero la esperanza puede adornar el recuerdo – aun los recuerdos oscuros. Egipto, visto desde las montañas de Canaán, puede parecer muy lindo; sus fatigas pueden ser glorificadas, sus dolores justificados. Si tú me estás preparando para un cielo de amor sacrificial, estas luchas y estos dolores, ya están justificados.
Si mi Canaán fuese un mero lugar de placer, cada lágrima derramada en Egipto sería un desperdicio de tiempo. Pero cuando, como Caleb, veo a través de las barras de cristal de Tu ciudad y veo que la cruz es la corona de ella, puedo entenderlo todo.
Yo comprendo por qué tus rosas han sido rojas, no blancas. Entiendo por qué las gotas de sangre salpicaron el jardín de la vida; comprendo por qué mi voluntad ha sido tan frecuentemente frustrada, por qué mis planes fueron malogrados tantas veces, por qué mi camino ha sido tan interrumpido.
Es porque Tu tierra de Canaán es una tierra de sacrificio y yo me estoy preparando para este sacrificio. Es porque la rosa de Tu cielo es la flor de la pasión del Calvario. Es porque el centro de Tu trono contiene un Cordero que fue inmolado. Es porque los mensajeros de Tu voluntad son espíritus ministradores. Es porque Tu vida de resurrección mantiene las marcas de los clavos. Es porque los más humildes son los mayores en el reino de Tu gloria. La esclavitud de Egipto será un recuerdo de oro cuando yo acepte la visión de Tu tierra de Canaán.
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