Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”.
– Lucas 22:42.
Existe un inmenso peligro, en la actualidad, de seguir la estela de otros, de hacer ciertas cosas porque otros las hacen, o de hacer las cosas como otros las hacen.
Todo esto debe ser cuidadosamente vigilado. Lo que realmente queremos es una voluntad quebrantada: el verdadero espíritu de un siervo que espera en el Maestro para conocer Su mente. El servicio no consiste en hacer esto o aquello, o correr de aquí para allá; consiste simplemente en hacer la voluntad del Maestro, sea cual sea.
Es más fácil estar ocupado que callado. Cuando Pedro era joven, iba adonde él quería; pero cuando se hizo mayor, iba adonde no quería. Qué contraste entre el Pedro joven, inquieto, ardiente, enérgico, y el Pedro viejo, maduro, sometido, experimentado.
Qué misericordia tener la voluntad quebrantada para poder decir desde el corazón: “Lo que tú quieras; como tú quieras; donde tú quieras; cuando tú quieras” – y lo más importante, simplemente: “No se haga mi voluntad, sino la tuya, Señor”.
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