Una de las mayores necesidades en medio de las iglesias hoy es fortalecer la vida familiar. ¿Cómo fueron los hogares de los grandes hombres y mujeres de Dios del pasado?
D. Kenaston
«Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños» (Hechos 2:17).
Hay tiempos cuando llega una gran tragedia, y tenemos que decir: «Dios es soberano». Todos nosotros conocemos estos tiempos, cuando no se entiende el porqué de las cosas que Dios permite pasar. También incluye esto los eventos milagrosos que igualmente no pueden entenderse. Dios es soberano y puede obrar como quiera. La vida de Charles Spurgeon es un ejemplo de estos milagros. Predicó su primer mensaje a la edad de 16 años, con unción y celo. Al llegar a sus 19 años, predicaba a grupos de cinco mil, conduciéndolos al Señor. Quizá te estás preguntando «¿Cómo puede ser esto?». Yo no sé; Dios es soberano. Parece que el versículo inicial permite que los de 16 años prediquen. Tengo que confesar, quiero que tengamos más hombres jóvenes que estén tan llenos del Espíritu Santo que no podrían «dejar de decir lo que han visto y oído» (Hechos 4:20)
Cuando Charles era todavía joven, vivió con sus abuelos durante casi seis años, quienes vivían consagrados al Señor. Su abuelo fue predicador del evangelio y pastor de una misma iglesia durante 54 años. Mientras vivía con sus abuelos, casi a sus diez años de edad, un evento muy extraño impresionó su corazón profundamente. Un evangelista piadoso se alojaba en la casa por algunos días y se interesó en el hambriento niño. Este predicador, Knill, conmovido por los intensos deseos de Charles por conocer la Biblia, brotó en una intercesora oración por el niño.
Terminó la oración en una profecía, diciendo que el niño amaría a Jesús y predicaría el evangelio en la capilla más grande del mundo. Estas palabras proféticas trazaron el rumbo de la vida de Charles H. Spurgeon. Empezó a soñar sueños y ver visiones desde entonces. Su corazón se unió a las palabras de Pablo, quien escribió ser apartado «desde el vientre de mi madre… para que yo le predicase entre los gentiles…» (Gálatas 1:15-16)
Antepasados piadosos
Dios puede hacer cualquier buena cosa para quien él quiera usar. Pero es digno de notar cuántas veces saca Dios a un siervo especial de la descendencia de un linaje piadoso. Spurgeon (como es llamado y conocido en inglés) es un ejemplo de eso. Había una historia de 200 años de piadoso linaje antes de que él naciera. En Holanda, 200 años antes, sus antepasados por la fe fueron encarcelados. Aquellos días fueron tiempos en los que se criaron varias generaciones piadosas, una tras otra, que seguían al Señor de todo corazón. Por fin, sus antepasados partieron de Holanda con deseos de encontrar un lugar donde vivir y adorar a Dios según sus conciencias y se fueron a Inglaterra, donde sí había libertad. En esta libertad, fueron manifiestas las sólidas convicciones cristianas y la dedicación a Dios que embellecían el testimonio de la familia hasta los días de su famoso hijo, Charles.
La casa del abuelo – una escuela especial
Si bien es fácil ver la aprobación divina de este vaso escogido desde los días de su niñez, también es cierto que había influencias humanas en su formación y moldeo. Carlos fue uno de los 16 hijos, nacido en un hogar pobre y humilde, igual que nuestro Señor Jesús. Quizá la pobreza fue la razón de su crianza en el hogar de sus abuelos durante seis años. Sus padres eran pobres y no podían satisfacer sus necesidades. Cualesquiera que fueran las razones humanas, Dios tuvo su propia razón para poner a Charles bajo el cuidado de este anciano y sabio predicador.
Aprendió la Biblia del abuelo, quien le enseñó a Charles fielmente cada mañana y cada tarde. Aprendió a orar de su abuela, quien se sentaba al lado del fuego, en su silla mecedora, orando varias horas diariamente.
Además, aprendió las lecciones escolares de la «tía Anita», quien fielmente le enseñó durante los seis años de su permanencia con sus abuelos. El Señor diseñó una hermosa mezcla de piedad para Charles: la firmeza y el carácter de un defensor de la fe, el gracioso amor y el tierno cuidado de una abuela del tipo de la mencionada en Proverbios 31, y la ordenada disciplina de una tía inteligente. Esto se sumó a una escuela especial, para el niño que tenía un llamado santo en su vida. Miremos algunos puntos destacados en su educación.
La sala de estudio del abuelo. El Padre Celestial tenía buenos planes para esta sala. Charles invertía muchas horas allí, leyendo comentarios y libros teológicos. Esto trajo muchas preguntas a su mente inquisitiva, a las cuales el abuelo estaba listo para responder. Es de imaginar la instrucción espontánea que aconteció durante estos años de desarrollo del niño.
La Finca. Los quehaceres diarios del niño le formaron el carácter, el cual duró todos los días de su ministerio público. Tenía que ordeñar mañana y tarde, diariamente; además, había otras responsabilidades que demandaban que él renunciara a su propia voluntad continuamente. Esto fue una escuela muy apreciada, que no se puede comprar con dinero.
Los visitantes. Con los visitantes vinieron visiones al corazón del niño, mientras les escuchaba charlar. Predicadores, misioneros y jóvenes estudiantes del ministerio, le dieron mucho en que meditar. Como padres sabios, debemos proveer de tales oportunidades inspiradoras de intercambio espiritual a nuestros hijos. Si prodigamos la honra debida a los piadosos siervos de Dios, nuestros hijos van a escucharles con reverencia.
Leyendo la Biblia con el abuelo. Charles fue muy privilegiado al tener la responsabilidad de leer diariamente la Biblia en voz alta. Cada mañana y cada tarde, durante seis preciosos años, fue el responsable de esta tarea. Esto le enseñó a leer las sagradas páginas con vitalidad y reverencia. También tuvo la libertad de preguntar al abuelo sobre cualquier asunto del versículo del día. Al terminar, el abuelo exponía los versos leídos.
El refinado carácter de los ancianos. ¿Cuántos de nosotros, los padres de hoy, anhelamos dar a nuestros hijos un ejemplo más refinado y maduro? Spurgeon tuvo el amoroso cuidado, como el de un padre, junto con una piedad que vino del andar con Dios por largos años. Y el ejemplo de la abuela fue igualmente claro y recto. Esto me desafía en gran manera, al reflexionar sobre mis propios hijos. Tengo que dejarles un ejemplo maduro para seguir. «Cual el cuervo, tal su huevo»; así es en toda la creación de Dios. De la misma manera, la piedad pasa de una generación a otra a través de las palabras y ejemplos.
La chimenea. Una sana imaginación es una parte importante en el desarrollo y enseñanza de un niño. Dios ocupa varios canales y vías para estimular el pensar imaginativo y libre. De su estancia con sus abuelos, tres lugares especiales se plasmaron en la memoria de Spurgeon. El arroyuelo murmurante, el jardín de oración del abuelo y sobre todo, la chimenea, con todos reunidos a su alrededor en las noches frías. Seguramente las lenguas danzantes de las llamas provocaron la imaginación de Spurgeon noche tras noche. Se refirió con frecuencia a ese fuego durante los largos años de su ministerio.
La vida organizada de la tía Ana. Mucho de ella está escrito en las biografías acerca de la influencia del abuelo de Spurgeon sobre su nieto, y esto es justo. Indudablemente él fue un instrumento en las manos de Dios para moldear al «Príncipe de los Predicadores», como se le llama a Charles. Sin embargo, la tía Ana, según lo que parece, contribuyó tanto o más a una influencia positiva sobre Carlos, pues ella fue su guía en los pequeños asuntos cotidianos de su niñez. Una mente apta y una vida ordenada fueron sus características principales. El joven Charles aprovechó todo esto. Entremezclado con los tiempos de paseo en los campos y las meditaciones sobre la creación, tuvo una vida ordenada, guiada por la querida tía. La seguridad y la estabilidad de la vida ordenada resultan en una cosecha tan abundante en nuestros hijos, que es difícil medirse.
Un dibujo santo. Había un dibujo especial colgado en la chimenea de la casa de los abuelos. Y éste tocó a Chrales profundamente todos los días de su vida. «Un dibujo vale mil palabras» se dice, y así este dibujo de David y Goliat influyó en Spurgeon abundantemente. En sus meditaciones cada tarde, a cuántos gigantes mató; y después, en su vida ministerial, muchos más gigantes espirituales cayeron a sus pies, vencidos por la fe. ¡Ten cuidado de los dibujos y cuadros que pongas a la vista de tus hijos! Ellos se alimentan de su mensaje. Spurgeon se refirió a ese dibujo frecuentemente en sus sermones, durante cuarenta años. ¿Es un dibujo, un dibujo nada más? ¡No! Porque un dibujo pregona un mensaje y nuestros hijos lo escuchan a menudo.
La soledad sagrada. ¿Has estado en la presencia de un hombre piadoso mientras medita intensamente? Hay un sagrado silencio allí, que es poderoso. La presencia plena de Dios se siente mientras el hombre piadoso medita u ora. Charles se gozó de esto muchas veces. Al principio, fue un chico bullicioso que no se daba cuenta de lo que pasaba. Pero con el paso del tiempo, se rindió al silencio, y llegó a ser un recipiente de sus glorias. Así pasó muchas veces, cuando el abuelo tuvo que cuidar a su nieto, mientras las mujeres habían salido de casa. ¡Dios nos ayude a los padres para proveer de tal silencio venerable en nuestros hijitos!
La vida en el hogar de los padres
Aunque fue impresionante la enseñanza en la casa del abuelo, Charles luego pasó a otra enseñanza igualmente influyente. Se mudó de un hogar quieto y meditabundo a uno muy activo, lleno de hermanos y hermanas. ¡Oh, la multiforme sabiduría de Dios! (Gálatas 3:10) ¡Cuán bellamente dirige la vida de sus hijos! En la casa de los padres, Spurgeon encontró la pobreza otra vez, y la realidad de la vida diaria. Y también, buenas oportunidades para compartir, porque entre los necesitados es necesario compartir. La mezcla de los dos hogares fue perfecta en prepararle para su futuro ministerio.
Dos cosas hicieron que Spurgeon fuera uno de los más influyentes hombres de su época. Primero, amaba a Dios con todo su corazón (aprendido en la vida quieta y meditativa del abuelo), y segundo, vivía para el bien de otros con toda su capacidad (aprendido en la vida activa y dadivosa del hogar de sus padres). Los días de su provechoso ministerio fueron una mezcla hermosa de los dos primeros mandamientos: «Ama a Dios y ama a tu prójimo». Podemos ver a Dios adiestrando a su siervo en los dos, muy diferentes, hogares piadosos. Como padres, podemos cosechar de los dos ejemplos. A veces, podemos pensar que el tener muchos hijos es una molestia en el entrenamiento de ellos. Debemos resistir la tentación de pensar así, y considerar las experiencias diarias como oportunidades para enseñarles. Si nuestros hijos llegan a ser poderosos en la tierra, como se promete en el Salmo 112:2, es por la razón de que han aprendido a vivir para el bien de otros.
Unos pocos libros poderosos
Al estudiar los hogares de los hombres piadosos, siempre veo la influencia de los libros. El leer no es una cosa insignificante en el entrenamiento de la siguiente generación. «Los que leen, guían» se dice; pero ¿qué clase de lectores y guías tendremos? Si permitimos a nuestros hijos leer cualquier clase de libros vanidosos, ¿qué tipo de líderes vamos a producir? No faltan libros hoy. Sin embargo, sí faltan libros sanos y edificantes que guíen bien las mentes de nuestros jóvenes. El padre de Charles proveyó los mejores libros a sus hijos. A pesar de que fue un hombre pobre, puso mucha prioridad en los buenos libros para sus hijos.
«El Progreso del Peregrino», de Juan Bunyan, fue un constante compañero de Charles durante toda su vida, y cada año lo leyó completamente. Su padre compró libros acerca de los mártires y publicaciones sencillas sobre evangelismo. Está escrito de Charles que se sentó con los ancianos, discutiendo sobre teología, a la edad de 12 años, igual que Jesús, quien sorprendió a los maestros de su era con su conocimiento sobre las cosas espirituales. Los padres de los dos, los de Jesús y los de Charles, guardaron del mal a las preciosas mentes puras de sus hijos.
Debemos notar que hay una grave necesidad de purificar los libreros en muchos hogares cristianos de hoy día.
El padre y la madre
Fácilmente se nota cómo Dios usó el hogar ideal del abuelo para entrenar y moldear a su siervo Charles. Pero también Dios usa los hogares un poco menos ideales. Estoy agradecido por esto, ya que la mayoría de nuestros hogares no son tan ideales.
El papá de Charles trabajaba todo el día y servía como ministro por las noches y los fines de semana. Algunos de nosotros estamos en la misma situación y sabemos que esto no es fácil de hacer. No tenía suficiente tiempo para la familia (¡Gloria a Dios por su fiel esposa, que lo comprendía bien!). A pesar de que John Spurgeon estaba muy ocupado proveyendo para su gran familia, siempre realizaba los cultos familiares, mañana y tarde, cada día. Fue amado y reverenciado por todos sus hijos. Siempre anhelaban su regreso del trabajo, reuniéndose con anticipación para escuchar los sucesos del día y de su ministerio.
La madre fue un modelo santo en el hogar de los Spurgeon. Llevaba en oración a sus hijos ante el Señor, continuamente. A causa de la vida muy ocupada que tenía su marido, ella tuvo que llevar la carga de la crianza de los hijos más de lo normal. Estoy seguro de que hubo la tentación de responder con amargura, y pensar que su esposo debiera estar más en la casa. Pero las venció, sabiendo que rendirse a tales tentaciones traería el desastre al hogar. En lugar de esto, se puso a sí misma esa tarea, y en recompensa recibió la alabanza y el respeto de todos sus hijos. El ejemplo de la vida de esta mujer piadosa guió a la familia hacia el camino de la santidad. Se sentaron a sus pies, miraron su ejemplo, y luego se levantaron para seguir en pos de ella.
Entrenamiento para el ministerio en el hogar
Este último punto es un golpe para muchos de los predicadores de hoy en día, quienes estudiaron en un seminario para ejercer el ministerio. Spurgeon no asistió a un Colegio Bíblico para prepararse para la obra de predicar el evangelio. Pero, mirando el pasado de su vida, es obvio que se preparó bien para esto. No obstante, su preparación no fue la común. Fue preparado en el hogar. Su padre, su abuelo y el Padre Celestial colaboraron en esto. ¿Es una buena mezcla, verdad? Dios, en su providencia, no permitió que Charles Spurgeon asistiera a un seminario.
Al reconocer el llamado de Dios en su vida, había algunos que le aconsejaron que buscara entrenamiento formal. Pero, al orar sobre esto, Charles no se sentía en paz y empezó a dudar de que fuera realmente el llamado de Dios que él entrara al ministerio. Luego, buscó a Dios más intensamente y una vez que iba orando y meditando mientras caminaba, Dios le reveló claramente algo. Spurgeon dijo después: «Fue como que si Dios me hubiera hablado en voz alta: «No entres en el Colegio Bíblico, confía en mí». Esto era lo que necesitaba. Lo recibió y nunca miró hacia atrás. Comenzó, entonces, uno de los ministerios de más envergadura de esa época sin preparación en un seminario. Spurgeon tenía al Espíritu Santo y la Santa Palabra en su corazón. Parece que no necesitaba más.
Vivimos en una época cuando puede ser peligroso entrar a algunos seminarios. Hay muchas cosas bonitas en muchos de ellos, pero también hay algunos que tienen influencias para «desaprender» después. Me gusta más el tipo de enseñanza que Spurgeon recibió. Hay que recordar que la iglesia primitiva no tenía seminarios teológicos. Ellos tuvieron a Cristo dentro de sí y no necesitaban más que esto. No hemos alcanzado a la eficacia de ellos en 2000 años. ¡Señor, guíanos a «las sendas antiguas, cuál sea el buen camino» (Jeremías 6:16).
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