¿Cómo fueron los hogares de los grandes hombres y mujeres de Dios del pasado?
D. Kenaston
Arthur T. Pierson nació en el año 1837, y vivió en la época del gran avivamiento en Norteamérica. Sus contemporáneos fueron hombres como Charles Finney, D. L. Moody, Ira Sankey y Charles Spurgeon. Aunque no es tan conocido como estos, sus contribuciones a la iglesia de Jesucristo fueron grandes.
Era uno de los pastores más exitosos de su época, edificando sus congregaciones sobre predicaciones bíblicas y un personal cuidado pastoral. Fue también un pastor misionero.
Pierson fue un reconocido maestro de las Escrituras y escritor. Entre sus libros, destaca The New Acts of The Apostles (Los Nuevos Hechos de los Apóstoles), y Keys to the Word (Claves para el estudio de la Palabra).
Su herencia
Mirando la herencia de este hombre piadoso, otra vez me maravillé de cuán largo es su linaje pío. Nosotros casi no podemos comprender una herencia que durara por doscientos años, unas ocho generaciones antes de nuestro biografiado.
Sus padres
El linaje de Arturo, de ambos padres, se puede trazar en el pasado de los poblados fundados por el patriarca de la familia, Abraham. Este era un pequeño pueblo que hoy se llama Newark, Nueva Jersey. Esteban y Sally, padres de Arthur, vivían en la ciudad de Nueva York y asistían a una de las iglesias pastoreadas por Carlos Finney. Por esto, los dos estaban bien arraigados en los avivamientos que ocurrían en aquellos días. También, en esa época las denominaciones de la Reforma Protestante estaban abriendo los ojos ante los desatendidos de los campos lejanos, que anteriormente ni se les hacía caso. Las cuestiones sobre el avivamiento se discutían en ese entonces, y las misiones igualmente. Los asuntos de la anti-esclavitud hacían un frente, que amenazaba dividir a la nación a través de una guerra civil. En medio de todo esto nació Arthur, el noveno de diez hijos de la familia Pierson.
Su padre, Esteban, era un comerciante, firme y muy respetado en su época. Un hombre de principios sólidos, trabajó honestamente la contabilidad durante cuarenta años en Nueva York. Era un hombre quieto, de pocas palabras, pero las que usó eran conocidas como palabras sabias. Arthur se recordaba de muchas de las amonestaciones de su padre, aun en su propia vejez. Ese hombre fue anciano de la Iglesia Presbiteriana, la que fundó Carlos Finney, su fe fue absorbida por todos sus hijos.
Sally, la madre, nació en un hogar de catorce hijos. Esto le afectó a ella en buena manera. No hay lugar para la mezquindad en un hogar de tal tamaño. No se sabe mucho acerca de su vida antes de casarse, pero conoceremos su vida como esposa y madre. «Consideraba los caminos de su casa» (Proverbios 31:27) y estaba muy ocupada con sus diez hijos. Llena de celo en medio del avivamiento, siempre hospedaba a muchos. Fue una madre enérgica y siempre hizo tiempo para las obras de caridad. Arthur tenía la misma personalidad, alegre y fulgente, como su madre; además, tenía otros dones de ella, aunque se desarrollaron más en él que en ella.
Su entrenamiento en el hogar
Esteban y Sally creyeron y visualizaron tener un hogar cristiano con un ‘propósito’. No era un accidente, ni una palabra añadida para parecer impresionante. Criaron a sus 10 hijos para que amaran al Señor y le sirvieran. El fuego del altar ardía mañana y tarde en el hogar de los Pierson. ¿Está Dios tratando de enseñarnos algo? Parece ser que las personas que hemos estudiado en esta sección se criaban en hogares donde tenían cultos familiares dos veces al día. Quizás pueden compararse a los sacrificios hechos en las mañanas y tardes, de los días de la antigua ley levítica. En el hogar Pierson, este privilegio siempre se realizaba. Otras cosas, sí, se perdían en este hogar atareado, pero no los cultos familiares. El padre les enseñó a los niños el catecismo y siempre se memorizaban versos de las Escrituras. Tales actividades trajeron indecibles bendiciones en la vida del joven Arthur.
Su hogar era muy activo por la cantidad de hermanos y hermanas que había para jugar y aprender de ellos. Esta gran familia proveyó las oportunidades normales de abnegación, las cuales pueden moldear a un niño a ser una persona que considera a los otros. Arturo vivió sus primeros años en una época en que la nación estaba en escasez financiera. Esto le trajo pobreza y las disciplinas necesarias para pasar tales tiempos.
Las actividades de la iglesia le influyeron profundamente, teniendo recuerdos de ellas desde la edad de seis años. La familia Pierson se trasladó a los suburbios y Arturo fue inscrito en la escuela dominical. Había dos clases cada domingo a las que tenía que asistir, más el culto normal de la mañana; por esto las impresiones espirituales eran numerosas. Cuando fue un hombre viejo, recordaba tales tiempos. Y, por eso Arthur escribió acerca de los permanentes efectos de esos primeros años en la iglesia así:
«Atribuyo al Dr. Patton y a los pocos años en que asistí a la Iglesia de calle Spring, las convicciones que han quedado conmigo hasta esta misma hora».
También compartió de los avivamientos, en los que siempre había conversiones sólidas y se gozó de la dieta regular de sanas prédicas bíblicas, que se servían semana tras semana. Su primer interés en las misiones fue sembrado en su corazón por uno de los maestros que esperaba irse al campo de labor. Yo sé que muchos de nosotros, los padres, hemos tomado la responsabilidad de enseñar a nuestros hijos y esto es correcto; sin embargo, no olvidemos del poder de la iglesia local. Dios, en Su sabiduría ha puesto la familia y la iglesia para ganar a la siguiente generación para su gloria y honra.
Su entrenamiento en la escuela
Sé que la mayoría de los que van a leer este libro creen en el enseñar a sus hijos en el hogar [Así es en la Norteamérica actual; los cristianos conservadores ya enseñan a sus hijos en el hogar, no en las escuelas públicas]. Por esto, algunos pueden preguntar por qué recalco este punto. La sabiduría que veo en analizar las escuelas y a los maestros que influyeron en la vida de Arthur, se resume en: Padres que se preocupaban acerca de una educación cristiana y seleccionaban escuelas que hacían hincapié en Cristo y en el carácter cristiano. Los profesores de esas escuelas eran buenos. Esos maestros buscaban el potencial y los talentos de cada alumno y, en el proceso de enseñanza fomentaban esos puntos sobresalientes de los estudiantes. Todos nosotros somos profesores y queremos ser buenos en esto. Podemos aprender algo de los dedicados maestros que moldearon la vida y ministerio de A. T. Pierson. Fíjate en los métodos que usaban:
Estos maestros hicieron que sus alumnos leyeran el griego a la edad de doce años. Sabemos que esto no sucede sin mucha diligencia por parte del estudiante y del maestro. Arturo estudiaba este idioma y leía el texto bíblico en griego todos los días de su vida estudiantil, y después.
En aquellos días, la autoridad era en la vida de las personas un honrado principio. Los maestros guiaban a los muchachos hacia una vida feliz y próspera, bajo la autoridad. Para esto se hizo necesario el uso de la vara, a veces; pero, en aquella época tal disciplina se aconsejaba para forjar un buen orden. Arthur pronto encontró la bendición en esto y agradecía a otros, a fin de bendecir y someterse a sus profesores y al director de la escuela. Posteriormente, durante muchos años, esto les trajo grandes bendiciones a Arthur y a sus congregaciones. Él era una autoridad mansa y benigna, guiando a través del ejemplo en vez del dominar.
Los maestros ocupaban la técnica de memorizar y recitar para entrenar a los estudiantes en la pronunciación de un discurso. A cada estudiante se le dio una porción de las Escrituras o un poema para memorizar. Luego, tenían que recitarlo con claridad.
Se corregía al estudiante mientras recitaba, hasta que lo pronunciaba bien, con palabras claras y firmes. El joven estudiante también se ejercitó a través de oportunidades de hablar públicamente. Sabemos cuales fueron los resultados de todo esto, ¿no? Se desarrollaban así a los alumnos en estas áreas. Arthur era un maestro muy eficaz a la temprana edad de trece años. Pongamos a nuestros jóvenes oportunidades para hablar públicamente y en el futuro no tendrán temor de hacerlo.
A los alumnos se les enseñaba a expresarse, escribiendo. Leyendo la historia de las diferentes escuelas a las que asistía Arthur, se nota que cada una hizo hincapié en esto. Arthur escribía poemas, escritos para el diario de la escuela y breves sermones a sus 9 ó 10 años. Claro, les faltaba profundidad, pero lo importante es que se desarrollaban sus dones. Muchas escuelas en el hogar faltan en desarrollar tales dones. A causa de nuestra propia inseguridad, hacemos poco por desarrollar los dones de nuestros hijos.
Su carácter
Una sencilla definición de carácter es ‘fuerza moral o ética’. Tal definición describe bien a Arthur, porque tenía un firme cimiento de principios morales en su vida. Sé que mucho de esto provino del cuidado que recibió en el hogar. No hay mucho escrito acerca de este buen cuidado hogareño, pero es claro que se dio, evidenciado por los frutos de su juventud. Arthur mostraba muchas señales morales fijadas a sus 8 ó 9 años. Proverbios correctamente dice: «Aun el muchacho es conocido por sus hechos, si su conducta fuere limpia y recta.» (Proverbios 20:11) ¿Qué podemos aprender de su carácter?
Como un niño pequeño, uno de sus pasatiempos favoritos era predicar en un cuarto con sillas vacías o a sus hermanas.
A la edad de siete años, se hizo miembro de la Asamblea Misionera de Menores. Él era muy activo en buscar fondos y en hablar en las reuniones.
Desarrolló buenos hábitos de estudio, los cuales se quedaron con él todos los días de su ministerio. Es claro este punto, al saber del hecho que podía leer griego a sus doce años.
A la edad de trece años, se fue de su hogar para continuar su educación. ¿Puedo confiar en mi propio hijo, tanto que pueda salir del hogar para estar con otros jóvenes, a la edad de trece años? En esa escuela se convirtió a Cristo y así tuvo muchas oportunidades para mantenerse firme para el Señor. Sabemos cómo son los jóvenes en tales situaciones. Fue tentado a veces, pero nunca se volvió al mal.
Después de convertirse, pronto se hizo miembro de una Sociedad Metodista para crecer y tener responsabilidad. Esto proveyó ocasiones para compartir y ministrar.
Regularmente tenía tiempos de quietud cada mañana en la escuela. Él reforzaba su fe, leyendo la Biblia y orando. Y pronto aprendió cómo mantener una conciencia limpia.
Escogió buenos y sólidos libros para leer, de los que tenían buen alimento basados en la Palabra. Imagínate a tu hijo leyendo Persuasiones a la Temprana Piedad por Pike, o El Descanso de los Santos por Baxter, a la edad de catorce años.
Estos son unos pocos ejemplos del carácter de su juventud, el cual creció y maduró, y luego bendijo a la iglesia durante su ministerio. Llegó a ser conocido por su alta moralidad, su habilidad para escribir y su sinceridad en sus propósitos. ¿De dónde provinieron estas cualidades?
Como autor, él fue un ejemplo para muchos de nosotros, en la búsqueda y en el tener material original honesto. ¿Dónde empezó esto? Como predicador, fue elocuente y descriptivo en sus palabras. ¿De dónde provino esto? ¿Llegó todo a él sólo del Espíritu Santo? Se ve que fue preparado y desarrollado en su juventud. Dios, a través del Espíritu Santo, obró por muchos instrumentos humanos para formar esta vasija. Luego, Dios tomó la vasija, la llenó con su prevaleciente poder y la usó como una vasija de honra.
Necesitamos renovar nuestra visión continuamente. Es fácil hundirse en los quehaceres diarios, olvidando entrenar a nuestros hijos, perdiendo de vista el gran propósito. Animémonos con el ejemplo dado por A. T. Pierson en el rumbo hacia la meta.
(Adaptado y publicado con autorización)
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