Una de las mayores necesidades en medio de las iglesias hoy es fortalecer la vida familiar. ¿Cómo fueron los hogares de los grandes hombres y mujeres de Dios del pasado?
D. Kenaston
Mientras uno se sumerge en la vida de Andrés Murray leyendo sus biografías, se da cuenta inmediatamente que está en un lugar valioso. Vemos una fuente de gracia tan bella y diversa fluyendo sobre este vaso.
El nombre de Andrés Murray es tan conocido que muchos hogares cristianos en el mundo ya lo conocen. Su influencia no se puede medir antes que venga la eternidad. Fue un marido fiel, y un padre piadoso de ocho hijos. Misionero, pastor, administrador, predicador y autor, fueron algunas de sus ocupaciones en el servicio al Señor y a su pueblo durante sus 88 años. Por medio de sus escritos (240 libros y folletos), Andrés sigue vivo hasta ahora.
Este hombre santo no fue el primero de una herencia piadosa, como otros. Más bien, al ponernos en la realidad de su época, podemos mirar al pasado y al futuro y visualizar una herencia piadosa, rebosante de hombres y mujeres que creyeron a Dios en cuanto al bienestar de sus familias.
Los antepasados de Andrés Murray fueron de Escocia. Su nombre, Andrés, fue puesto a cuatro generaciones del linaje, y aun parece que hasta hoy hay un Andrés en cada generación de los Murray. Su bisabuelo, abuelo, y padre llevaron el nombre Andrés. Todos fueron hombres piadosos que pusieron sus corazones en amar y servir al Dios vivo. Cada uno escogió una mujer piadosa para casarse y formar una familia.
Así que, en este escrito, llamamos a Andrés (el conocido autor) como Andrés IV, y a su padre como Andrés III.
Andrés Murray III
Este hombre precioso y su esposa Susana son los héroes poco conocidos de los Murray. A causa de que a Andrés IV le fue dada una posición prominente entre el pueblo de Dios, hemos perdido la influencia escondida de Andrés III y Susana. Al día del juicio, la justicia de esta pareja «resplandecerá como el sol en el reino de su padre». Queremos extraer oro de este hogar piadoso.
Andrés III sufrió la muerte de su piadoso padre cuando tenía dos años. Su padre se fue a la eternidad clamando fervientemente a Dios por el bienestar espiritual de sus hijos. Los cuatro niños y su mamá, Isabel, estaban en la pobreza, confiando en el Dios vivo por sus necesidades. Pero Dios escuchó el corazón gimiente del moribundo, y bendijo a su familia después.
Los dos hijos, Juan y Andrés III, llegaron a ser predicadores del evangelio, y una de sus hijas se casó con un ministro. Animémonos y esperemos en Dios por nuestras situaciones presentes. Aquí vemos una madre dejada a solas para criar a una familia sin el soporte de un hombre. Los parientes les ayudaban, y el hijo mayor, Juan, ayudaba a guiar al menor, Andrés III; y por supuesto, el Dios vivo del cielo vino a su lado y edificó un hogar de hijos piadosos.
El joven Andrés III tenía un deseo en su corazón: predicar el evangelio a los perdidos en tierras lejanas. Tenía 26 años, cuando se extendió una invitación para ir a Sudáfrica; y su corazón se ofreció al desafío. Pastoreaba una Iglesia Reformada de Holanda, y evangelizaba a los incrédulos en las regiones de alrededor. Así, este joven misionero y colonizador se fue de Escocia, lleno de ganas y visiones de servir al Dios de sus padres en una tierra lejana. Se fue en el año de 1822 y de hecho, Sudáfrica en ese tiempo era un territorio poco desarrollado. El viaje fue duro; duró diez días a caballo y en carruaje hasta llegar al pueblo donde viviría hasta su muerte. Después de dos años encontró a Susana Stegmann, con quien se casó, y juntos empezaron a criar una familia, para la gloria de Dios.
Queremos echar unos vistazos santos a este hogar, porque su influencia levantó a muchos siervos en el reino de Dios. Estos resultados no se obtienen por accidente, ni sólo por la providencia de Dios. Hay principios específicos que se usaron en el temor de Dios, y Dios dio abundante prosperidad espiritual.
De los once hijos de Andrés III con Susana, nueve entraron en el ministerio. Cinco fueron predicadores ordenados, y cuatro hijas se casaron con predicadores. Ahora miremos a los nietos, porque ellos son la prueba del hogar de un hombre. De los nietos, 32 trabajaron en el ministerio. 17 de los nietos fueron ministros, 12 de las nietas se casaron con ministros, y tres más fueron misioneros en nuevos lugares. La genealogía piadosa suma y sigue. En esta familia hubo muchos siervos de Cristo en las siguientes generaciones y hoy en día sus descendientes son unos cuantos miles en sólo ocho generaciones. Acuérdese también de las dos generaciones antes de Andrés III. Todos suman diez generaciones. ¿Estás prestando atención? Miremos ahora algunos de sus áreas de influencia poderosa.
El ejemplo del padre
Andrés III fue un hombre piadoso. Lo cual es muy fácil de comprobarse al ver su hogar. También fue un predicador, un siervo celoso de Dios. «Cual el cuervo, tal su huevo», es un principio que se cumplió en los Murray.
Su padre fue lleno del celo y amor por su Dios, y un hombre lleno de energía del Espíritu de Dios. Predicaba varias veces en una sola semana. Se abocó ardientemente a la fundación de iglesias, y en su labor durante cuarenta años fundó ocho iglesias. Fue un hombre sin descanso en los rebaños que reunió. Los hijos miraban su celo por el Señor, y todos dijeron «Soy del Señor». Vieron a su papá sirviendo al Señor con gozo, y sin duda que esto les guió en las decisiones de entrar en la obra. Cuando el padre y la madre aman al Señor, y aman al pueblo del Señor, esto se constituye en un imán poderoso y continuo para cautivar a los hijos al servicio de Dios.
La reverencia
Si sólo hubiera una palabrita que describiera el espíritu prevaleciente en el hogar de los Murray, la palabrita sería «reverencia». Esta reverencia fue del tipo antiguo, no la de hoy. Un diccionario de esa época dice así: «Temor mezclado con respeto, estima, y afectos bondadosos.»
Una de las hijas mayores de Andrés III escribió cariñosamente en un librito titulado «Unto Children’s Children» (A los Niños de los Niños): «Reverencia por el nombre de Dios, reverencia por el día de Dios, y reverencia por la Palabra de Dios se sintieron en el hogar. La esposa reverenciaba a su marido, los niños a sus padres, y todos reverenciaban a su Dios». ¡Qué ambiente tan bello creó esta reverencia en el hogar! «Los niños fueron enseñados a obedecer de tal manera que fue natural y normal hacerlo. La palabra del papá fue ley: de su decisión piadosa no había apelación. Su sabiduría nunca fue puesta en duda». Este ambiente bello fue obtenido por medio de tres maneras.
1. Por el espíritu del padre y la madre.
2. Por un movimiento cariñoso de amor entre los padres y los hijos.
3. Por el uso correcto de la vara cuando había necesidad de corregir a un niño para las bendiciones futuras. Esta actitud respetuosa y sumisa se vio muchas veces, aun después de que los hijos se fueron del hogar y formaron los propios.
Misioneros
Aquí hay un secreto escondido del hogar de los Murray, que fácilmente se puede pasar por alto. El hogar de ellos estaba a 800 kilómetros en el interior de África. Estaba ubicado junto al camino que entraba más allá del monte y la selva. Muchos misioneros pasaron por la casa, y fueron invitados por Andrés III a pasar la noche. Pasaron ingleses, franceses, escoceses, y alemanes, y todos dieron muchas interesantes oportunidades para aprender otros idiomas.
Estos viajeros vinieron en sus carros tirados por caballos y otros animales, y traían además varios ayudantes; lo cual resultaba muy oneroso a Andrés III. Pero este sacrificio de su parte no le importaba mucho, porque amaba a los misioneros, y amaba las misiones a tierras lejanas. Toda la familia se mostraba hospitalaria hacia los misioneros cansados. La casa era grande, con patios, y huertos con frutales. Había campo para relajarse, y las frutas les encantaban a los niños de los misioneros.
¿Dónde está la bendición en todo esto, aun más allá de las oportunidades que tuvieron los niños de servir a otros? La bendición está en la influencia que los misioneros tuvieron sobre todos en el hogar. Los misioneros son gente dedicada, su amor a Dios es un ejemplo extraordinario. Las historias que narran de su fe en Dios son muy inspiradoras.
Los Murray crecían escuchando a los soldados de Cristo contar de las batallas que pelearon. El señor Moffat y el doctor Livingstone se cuentan entre los que visitaban el hogar de Andrés III. Muchas veces se reunieron los niños para escuchar la lectura de una carta recibida de ellos. La mayoría de nosotros no vivimos en el camino por donde pasan misioneros, pero tenemos biografías y otras opciones. Lo importante es poner el ejemplo de las vidas de los santos, vivos y muertos, ante nuestras familias. Hagamos lo que tenemos que hacer para que ocurra esto.
Avivamiento
En el año 1860, una visitación del Espíritu Santo empezó en la iglesia de Andrés IV. Hubo un sonido del cielo como viento recio, que prevaleció sobre un grupo de jóvenes que estaban reunidos para orar. Dios visitó esta iglesia y muchas otras mientras el fuego del avivamiento se esparcía. Es algo muy hermoso que esto sucediera a un ministro joven, de 32 años, quien había orado por tal visitación por muchos años. En este punto de su vida, Andrés IV fue guiado a la hermosa vida llena del Espíritu, por la cual es tan conocido y amado hasta hoy. Pero, ¿dónde empezó esto?
Andrés III tenía un ejercicio santo al que se sometió cada viernes por la noche por casi 40 años. Todas las noches de los viernes entraba en su cuarto de estudio, e invertía horas leyendo historias de avivamientos pasados, y luego oraba por un avivamiento en su propia área. Muchas veces sus hijos recordaban a su papá llorando y gimiendo en oración por un avivamiento en la iglesia. Aquí se sembraron las semillas en los corazones de los hijos. Aquí sus apetitos se estimulaban con el deseo de que Dios viniera y obrara entre su pueblo otra vez.
Muchas veces salió el padre gozoso de su cuarto, a leer a la familia una historia de una visitación de Dios en alguna parte del mundo. Esta carga pasó a los hijos, y ellos empezaron a orar mientras crecían. Andrés III vio la respuesta a sus oraciones en sus últimos años, pues el Espíritu Santo se derramó en Sudáfrica al final de su vida.
Sus hijos y otros hombres llevaron su manto, y el fuego del avivamiento brilló muy lejos. ¿Entendemos por qué pasó esto? Hudson Taylor escuchaba a su papá orar con fervor por China, y Hudson plantó allí muchas iglesias. Juan Patton escuchaba a su padre gimiendo en su aposento por las gentes más allá, y Juan ganó multitudes. Y Andrés IV escuchaba los gemidos de su padre por avivamiento, y Dios le levantó para que continuara esta carga por el avivamiento en todas partes del mundo por 150 años. ¿Qué anhelamos nosotros? ¿Qué ven y sienten los hijos de parte de nosotros? Lo tomarán y llevarán más allá de lo que podemos imaginar.
La mamá de Andrés IV
Simplemente fue llamada «mamá». Fue un nombre de amor para los niños. Aunque había un padre muy activo, es claro que esta mujer amada se ocupaba mucho en moldear a la familia. Su marido fue un ministro muy ocupado, y había ocasiones cuando él no estaba en casa por unos días. ¿Se detuvo todo en el hogar cuando no estaba el papá? Sabemos que no era así.
Mamá tomó en el hogar la parte de su marido ausente. Los domingos por la tarde cuando no estaba él, siempre enseñó a los hijos el Catecismo Corto. El día del Señor fue guardado estrictamente, y sólo se permitió un paseo en la huerta con la familia. No había juegos, ni carreras, ni se permitía subir a los árboles en ese día; todos tuvieron que ir a la iglesia a escuchar la predicación de la Palabra de Dios. Una de las hijas escribió: «Ella nos enseñó a leer antes de estar en edad de entrar la escuela, y los himnos y versos de la Biblia que aprendimos en sus rodillas han quedado en la mente por el resto de nuestra vida».
En los primeros años cuando hallar una escuela era difícil, enseñó a los hijos en el hogar. ¡Oh, la hermosura de un hogar bien balanceado por los dos padres trabajando unidos en criar una simiente piadosa sobre la tierra! ¿Cómo se puede medir su influencia? Parece que Susana era una ayuda idónea a su esposo, y que él era la cabeza y guía en el hogar. ¡Señor, dale a la iglesia muchos más de este tipo de padres en los días venideros!
El altar familiar
En el hogar de los Murray tenían como práctica hacer un culto familiar. Parece que lo hicieron igual que los puritanos primitivos. Es decir, mañana y tarde, cada día. Había en los cultos familiares largos tiempos de alabanza, donde cantaba la familia con himnarios en idioma holandés e inglés.
El padre fue un hombre de la Palabra, e invertía mucho tiempo enseñando y amonestando a la familia con la Biblia. Esto se hacía al amanecer, mientras estaban sentados en casa, mientras iban en el camino, y también al acostarse por la noche.
Los hijos bien podían recordar a su papá andando de aquí para allá en el comedor después de cenar, explicando y diciendo un verso de las Escrituras con unción y aplicación. Por esta práctica, muchos versos fueron puestos en los corazones de los niños. Decía los versos vez tras vez con fervor e intensidad, su cara expresaba emociones muy profundas. ¡Que Dios levante en nosotros padres llenos de celo y convicción!
Memorias preciosas
Al estudiar más de las familias cristianas del pasado, queda claro que tuvieron tiempos de diversión familiar. El perfil de un hogar que siempre es muy serio, donde nunca hay sonrisas, no es un perfil piadoso. El gozo del Señor es una potencia en el hogar (Neh. 8:10), y un corazón alegre constituye buen remedio (Prov. 17:22). El hogar de Andrés Murray era así. La familia tuvo muchos buenos tiempos como una familia unida. Sí, vivieron lejos de la civilización, pero no se necesitan las mejores cosas materiales para tener un hogar alegre y feliz. Los niños tuvieron memorias de paseos en el carruaje, cuando su padre les hablaba y compartía algo interesante de la naturaleza o la geografía. Hay mucha sabiduría en tener estos tiempos complacientes con la familia, cuando fluye la buena charla. Jugaban los niños al escondite en la parte más baja de la casa, y se escuchaba entre sus paredes los gritos de placer de los niños.
Cada cinco años, toda la familia Murray hacía en carruaje un viaje de diez días a la ciudad de El Cabo. Se le pueden llamar «las vacaciones familiares». Este viaje se esperaba desde muchas semanas antes, y el gozo entre los niños casi no podía contenerse. ¿Parece igual a hoy, no? La excitación de los niños antes del viaje era casi igual a la del viaje mismo. Cuando el gran día llegaba, todos se sentaban, sonaba el azote, se movían las ruedas, y gritaban los niños de gozo. Ellos tuvieron muchas memorias preciosas de estos viajes por el resto de sus vidas. Cantaban y charlaban como familia durante estos viajes, pero nunca se perdieron los tiempos del culto familiar.
¡Oh, el sencillo gozo de estar juntos como familia! ¿Por qué son tan preciosos estos tiempos? No existían los parques de recreo, ni las motos, ni los televisores, ni las radios. Nosotros hemos perdido lo más importante, y nos hemos conformado a algo inferior en nuestras diversiones familiares. Los tiempos andando juntos, charlando, compartiendo nuestros corazones, y recordando lo pasado; estos son los tiempos en los que se hacen buenas memorias. No es mirando el televisor, ni yendo a los parques de recreo, ni gastando mucho dinero en cosas lujosas. Tenemos que escoger con sabiduría nuestros tiempos familiares. Y, luego preguntémonos, ¿me dará esto una oportunidad para acercarme a los corazones de mis hijos? Redimamos el tiempo, y ocupémoslo con sabiduría, porque los días son malos.
Conclusión
Este es el tipo de hogar que ha producido a muchos siervos del Señor Jesucristo. Andrés III y Susana pusieron el cimiento de muchas generaciones piadosas. Nosotros no sabemos quién está en nuestros hogares. ¿Hay otro Andrés Murray, o Hudson Taylor, o Juan Wesley en nuestros hogares actualmente? No nos es dado saberlo. Nuestra responsabilidad es ser fieles y poner en práctica los principios bíblicos como los que hemos estudiado, y otros más. Dios no hace acepción de personas. Sí, lo sabemos en nuestras mentes, pero no en nuestros corazones. ¿Qué pasaría si una generación entera de padres y madres se levantaran en fe y confianza, obedeciendo al Señor y siguiendo sus caminos? Quizás te parezca un sueño a ti, o un ideal. Pero no podemos dejar de pensar que eso es el anhelo de Dios.
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