El Señor escogió cuidadosamente el tiempo y el lugar en que sus discípulos habrían de recibir la más grande revelación.
Lectura: Mateo 16:13,16-18,21,24,28.
De los 28 capítulos de Mateo, el capítulo 16 es uno de los más importantes, porque en él podemos recibir la completa revelación de Cristo. Aquí encontramos cuatro de las más grandes verdades de toda la Biblia.
Pero antes de que el Señor quisiera revelar su verdad a sus discípulos, el Señor les guió a un determinado lugar: Cesarea de Filipo. Sin embargo, no sólo el lugar debería ser el apropiado, también el tiempo debería ser el preciso.
El tiempo preciso
Hasta este momento los discípulos habían estado con el Señor alrededor de tres años. Seis meses más tarde nuestro Señor estaría en la cruz.
Ellos aprendieron muchas cosas a los pies de Cristo. Sin embargo, en lo más profundo del corazón, nuestro Señor tenía un secreto que quería revelarles. Estaba esperando que ellos pudieran madurar, que pudieran crecer y estar en condiciones de recibir esta revelación. Él sabía muy bien que cuando eran muy jóvenes estaban muy centrados en ellos mismos.
Es lo mismo que ocurre con nosotros. Cuando somos niños en Cristo, entonces descubrimos que el Señor derrama bendición tras bendición. Verdaderamente esto es maravilloso. Es una etapa por la cual todos debemos pasar. Es el comienzo de nuestro caminar con el Señor.
Sin embargo, en lo más profundo, el Señor esperaba abrir su corazón para que sus discípulos conocieran el eterno propósito de Dios. Por muchos años, él tuvo este secreto guardado en su corazón. En muchas ocasiones, cuando él estaba a punto de revelarlo, descubría que ellos no estaban preparados para recibirlo. Pero en este momento quedaban sólo seis meses de permanencia del Señor en la tierra. Él estaba listo para tomar el camino de la cruz, donde moriría por nosotros.
Pero antes él quería abrir su corazón para revelarles el secreto que tuvo guardado desde la fundación del mundo. En el comienzo, los llamó para que lo siguiesen. Pero en realidad, el propósito principal de su llamado era que un día sus discípulos estuvieran capacitados para compartir su secreto. Para ese momento el Señor preparó un lugar muy importante: Cesarea de Filipo.
El lugar preciso
¿Y dónde se encuentra Cesarea de Filipo? Si ustedes conocen geografía bíblica, sabrán que en la parte norte de Israel hay un monte muy alto llamado Hermón. Todos pueden ver este monte desde la tierra de Canaán. Cuando la Biblia se refiere a él siempre se refiere a una vida ascendente, a la vida en un plano superior. Y siempre se asocia con los lugares celestiales. El distrito de Cesarea de Filipo se encuentra a los pies del monte. Es un área preciosa. Allí había muchos ciervos. El salmo 42 fue escrito en este lugar: “Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?”. Esos ciervos deseaban aguas vivas, ¿dónde podían encontrarlas?
Esta área está muy cerca del Mar de Galilea, hacia el norte. En Isaías 9:1 leemos: “Mas no habrá siempre oscuridad para la que está ahora en angustia, tal como la aflicción que le vino en el tiempo que livianamente tocaron la primera vez a la tierra de Zabulón y a la tierra de Neftalí; pues al fin llenará de gloria el camino del mar, de aquel lado del Jordán, en Galilea de los gentiles.”
Esta es una profecía maravillosa. Un día, el Mesías vendría, y él haría de este lugar –el mar de Galilea– el centro de su obra. “El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos.” ¿Por qué dice “tierra de sombra”? Porque esa era una zona de volcanes. Toda la tierra en ese lugar es de un color oscuro, y por eso es muy absorbente de la luz solar. Por esa razón también el trigo crece muy rápidamente, porque recibe mucha energía desde el sol. Por eso cuando los sacerdotes ofrecían las primicias en el templo, ellos tenían muy claro que los primeros frutos venían de la tierra de Galilea. Si usted mira desde la distancia todas las casas están construidas con roca oscura. Cuando el Señor estaba en Caper-naum, o en el mar de Galilea, al mirar desde la distancia veía una tierra oscura. Es “la tierra de sombras”.
Ahora entendemos por qué “el pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz”, y “los que moraban en sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos”. Esta profecía en particular se cumplió cuando el Señor estuvo en el mundo. La Palabra se hizo carne. Por un año y medio él caminó en ese lugar de la tierra. Este es el trasfondo que hay en el pasaje de Cesarea de Filipo. Cuando ustedes van a esa región, van a una zona de volcanes, lo cual les habla de que una tragedia ocurrió hace muchos, muchos años. Muchas vidas fueron destruidas. Sin embargo, lo que quedó de eso fue una buena tierra. Y es por eso que ellos podían tener las primicias allí. La mejor tierra es la que está en aquel lugar.
Pero más que eso: en Cesarea de Filipo encontramos el nacimiento del río Jordán. Todos saben que ese río fluye de norte a sur. Por el lado oriental, fluye desde el monte hacia el Mar de Galilea, y después continúa avanzando hasta el Mar Muerto.
Cuando llega al mar, cerca de Jericó, el río está en su parte más baja. Por cuanto el río Jordán es un río de curvas, carga mucho sedimento. Cuando usted está cerca del Mar Muerto, ya no es cristalino; se pone oscuro pues lleva mucho barro.
Recuerdo que la primera vez que fui a Jericó, cruzamos el Jordán. Lo hicimos de la misma forma que lo hizo Israel en la antigüedad. Íbamos con muchas expectativas porque esperábamos que el Jordán fuese como el río Amazonas, ancho y torrentoso. Especialmente cuando estudiamos la Biblia, pensamos que el Jordán debería ser un maravilloso río. Pero para nuestra sorpresa, cuando el guía nos dijo que estábamos llegando y que lo íbamos a cruzar, resultó que es muy, muy angosto. Probablemente es como un tercio del río Mapocho, que cruza la ciudad de Santiago. Imagínense lo desilusionados que estábamos.
En realidad, la razón de esto es muy simple. En tiempos de la Biblia era un río maravilloso. Pero debido a que Israel se rebeló contra Dios ellos cayeron bajo juicio, entonces la tierra fue desolada. Sabemos que la historia de Israel está conectada con ese pedazo de tierra. Entonces no debería sorprendernos que nos desilusionemos con el río Jordán. Pero si vamos a la fuente del río, a la zona de Cesarea de Filipo, veremos algo muy distinto. Allí no hay barro, incluso podemos ver el fondo, y los peces nadando en sus aguas. Allí en el comienzo, nuestra visión se torna muy clara. Todo es tan puro. Cuando seguimos el curso del Jordán hacia abajo, hasta el Mar Muerto, entonces no encontramos ningún tipo de vida. Todo es oscuro, barroso. No vemos nada en absoluto.
Amados hermanos y hermanas, esto es así también en la historia de la Iglesia. En el día de Pentecostés la Palabra de Dios era tan pura, tan clara, pero ahora que llegamos al siglo XXI, este río ha transcurrido por más o menos 2.000 años. Cuando llegamos a la parte más baja del río, todo se vuelve oscuro. Ahora entendemos por qué el Señor llevó a sus discípulos a la fuente del río, a Cesarea de Filipo. Porque ahí era donde el Señor quería revelarse a sí mismo. Era algo que estaba en el corazón de Cristo, y también en el corazón de su Padre celestial.
Solamente en la fuente del río se tiene una visión clara. Nada es opaco allí; todo se ve claramente; pero si seguimos por el río hacia abajo, si seguimos el camino, incluso el mundo cristiano es confuso y poco claro.
Cuatro grandes verdades
Si nosotros leemos todo este capítulo veremos que el Señor está a punto de revelarse a sí mismo. ¿Qué quiso revelar el Señor?
De las principales verdades de la Biblia, estas cuatro son las fundamentales de la vida cristiana, de la vida de iglesia. Sin esta revelación, entonces nos vamos a dispersar. ¿Por qué hoy vemos la ruina del testimonio de Dios? Porque cuando perdemos la visión somos dispersados. Solamente la visión puede hacer que estemos juntos nuevamente. Ahora entendemos por qué el Señor los tenía que llevar a la región de Cesarea de Filipo.
Si leemos todo el capítulo, vamos a ver que el Señor va a entregar cuatro revelaciones principales. ¿Cuáles son? Permítanme resumirlas: Primero, Cristo; segundo, la Iglesia; tercero, la Cruz, y cuarto, el Reino. Si leemos este capítulo, encontramos que esto es algo que siempre está en el corazón de nuestro Señor. Si estudiamos toda la Biblia, encontramos que toda la Biblia apunta a estas cuatro verdades principales.
¿Ustedes saben acerca de Cristo? Sí; sabemos acerca de Cristo como nuestro Salvador. Pero ¿saben que Cristo es su Maestro? ¿Ustedes saben que Cristo es la Cabeza del cuerpo que es la Iglesia? Hoy día muchos cristianos conocen algo acerca de Cristo, pero ¿han visto a Cristo en el espíritu? ¿Está revelado Cristo en su espíritu? Hoy día la gente sabe algo acerca de Cristo, pero la visión no es clara, es poco transparente.
Ahora bien, ¿qué pasa con la Iglesia? ¿Qué tanto sabemos acerca de la Iglesia? Muchos piensan que la Iglesia es un edificio. Por eso suele decirse: “Dejé mi paraguas en la iglesia”. Pero si la Iglesia es el cuerpo de Cristo, ¿cómo es posible que podamos dejar el libro o el paraguas en la iglesia? Ahora entienden cómo en el día de hoy estamos en la parte más baja del río. En veinte siglos muchas manos se han introducido en la Palabra de Dios. Entonces el río es oscuro. Así que, no debe impresionarnos que hoy día, si seguimos el curso del agua, no sepamos nada acerca de la Iglesia.
¿Cuánto sabemos acerca de la cruz? Muchos conocen acerca de la cruz porque cargan con una cruz de madera como un adorno. Ustedes saben que el camino de la cruz es el camino hacia la cosecha. El camino de la cruz siempre nos lleva hacia la gloria. ¿Cómo podemos ser transformados a la gloria de Cristo? ¿Cómo podemos estar juntos en unidad? El secreto es la cruz. ¿Qué tanto es lo que sabemos acerca del camino de la cruz? ¿Estamos listos para tomar la cruz y seguir a nuestro Maestro? ¿Estamos listos para negarnos completamente todo el tiempo? Hoy día, cuando hablamos acerca de la cruz, también es algo muy vago. Tocamos algunos puntos, pero nunca estamos claros. Lo mismo acerca del Reino. ¿Qué tanto sabemos acerca del Reino? Cuando llegamos al siglo XXI, llegamos a la parte más baja del río Jordán.
¿Cómo podemos estar claros de la voluntad de Dios? Por esa razón el Señor llevó a sus discípulos a la región de Cesarea de Filipo. Hermanos y hermanas, el camino para que podamos continuar es siempre volver a la Biblia, al comienzo, a la fuente del río. Solamente en la región de Cesarea de Filipo recibiremos una revelación de nuestro Dios. Siento que esto es muy, muy importante.
Un día algunos preguntaron a nuestro Señor, ¿por qué Moisés permitió que hubieran cartas de divorcio? ¿Ustedes saben qué contestó nuestro Señor? Que esto era solamente la voluntad permisiva de Dios, pero no el eterno propósito de Dios. ¿Cuál es el eterno propósito de Dios? El Señor dijo: “No era así al principio”. Sus corazones estaban endurecidos, por eso el Señor les permitió hacer eso. Pero si somos hijos obedientes, no estaremos satisfechos sólo con la voluntad permisiva de Dios: debemos buscar la eterna voluntad de Dios. ¿Cuál es la eterna voluntad de Dios, la voluntad desde el comienzo? Por eso es que el Señor llevó a sus discípulos a la región de Cesarea de Filipo.
El misterio de Dios: Cristo
En Mateo 16 vemos que primero nuestro Señor preguntó a los discípulos: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?”. Entonces Pedro respondió. Pedro era representativo de toda la Iglesia. Él hizo una gran confesión; la mayor confesión en toda la historia de la Humanidad. No es simplemente la confesión de Pedro. Es la confesión de ustedes y la mía también. Él dijo: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios Viviente”. ¿Y qué contestó nuestro Señor? “Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos”. ¿Cómo es que Pedro pudo llegar a saber que Jesús era el Cristo? No le fue dado por la carne y la sangre. Según nuestro Señor, fue el Padre celestial quien reveló Cristo a Pedro.
¿Qué significa eso? Que en el corazón de Dios había un secreto. Ese secreto había estado escondido desde antes de la fundación del mundo. Nuestro Dios lo había guardado por siglos. Piensen acerca de esto: ¡Qué privilegio tenía Pedro! Agradó al Padre revelarle a Cristo. Aquí tenemos la primera revelación. Cristo está conectado al corazón de Dios. No nos debe impresionar que Pablo haya dicho que Cristo es el misterio de Dios. Quiere decir que Dios tenía un secreto, y que un día él abrió el velo y esa revelación fue dada a Pedro, y también nos es revelada a todos nosotros en este día. Por eso el Señor le dijo a Pedro: “¡Bienaventurado eres!”, porque realmente es una bendición maravillosa. No es simplemente como tener un bonito auto o una casa; aquí se nos dice que si nosotros recibimos esta revelación, somos bienaventurados. Nuestro Señor dijo a Pedro: “Es mi Padre celestial quien te ha revelado este secreto a ti”. Este es el comienzo de la revelación.
Recuerda: si realmente vemos algo de la Biblia; si realmente recibimos una revelación (la primera revelación), somos capaces de tocar el corazón de Dios. Ahora nos ha abierto su corazón a nosotros, y vemos el secreto que hay en el corazón de Dios. Este es el llamado misterio de Dios: Cristo. Pero eso es sólo el comienzo.
El misterio de Cristo: la Iglesia
¿Qué dice el Señor en el versículo 18? “Y yo también te digo …”. Si el Padre te reveló a su Hijo, eso es una revelación maravillosa, pero eso no es suficiente. El Señor nos dice: “No sólo mi Padre tiene un secreto; también yo tengo un secreto para ti. Dios te reveló este secreto a ti, ahora yo te voy a revelar mi secreto a ti.” Por eso el Señor dijo: “Y yo también te digo…”. Por un lado tenemos el secreto del Padre, el misterio del Padre. Pero la revelación del Padre es sólo la mitad de la historia.
Este universo tiene un secreto, Cristo, pero gracias al Señor, él va a revelar la otra mitad: “Sobre esta roca yo edificaré mi iglesia”. ¿Ven eso? El secreto de Dios es Cristo; pero el secreto de Cristo es la Iglesia. Por eso es que Cristo dice: “Y yo también te digo, sobre esta roca edificaré mi iglesia”. Es muy interesante.
Cuando el Señor dijo esta frase, probablemente ellos estaban en un lugar alto de Cesarea, en la base del monte Hermón. Incluso hoy día descubrimos que allí hay una roca muy grande. Esa ciudad fue construida rodeando esa roca.
Cuando el Señor dijo a Pedro: “Sobre esta roca edificaré mi Iglesia”, por supuesto esta roca se refiere a él mismo. No hay duda acerca de eso. Pero el Señor también utiliza una ilustración, porque sus ojos ven una roca a los pies del monte Hermón. “Voy a edificar mi Iglesia sobre esta roca”. ¿Cómo Cristo edifica su Iglesia? Ahí descubrimos la forma en que Cristo edifica su Iglesia: Es a través del camino de la cruz. Por eso dijo: “Sobre esta roca”.
Los discípulos veían la corriente del Jordán, pero ¿cómo podía fluir? La nieve de la cumbre se derretía y el agua fluía hasta la base del monte. Los ciervos veían el agua y bramaban por ella, pero la gran roca se convertía en un paredón que impedía el curso del agua. Entonces ¿cómo era posible que los discípulos viesen la fuente de este río?
La Roca herida
Muchos años atrás, Dios hizo temblar el mundo, entonces el volcán hizo erupción, y esa roca que estaba allí desde hacía muchos años … (Según los geólogos, esta roca es la más antigua de la tierra de Canaán) … esa roca se abrió, y entonces el agua pudo pasar. Ahí comenzó el río Jordán. De esta forma, la sed de los ciervos podía ser satisfecha.
Amados y hermanas: Esta es la historia de la cruz. Ustedes recuerdan cuando el Señor dijo: “Dios, mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”. Jesús tomó tu posición y mi posición. Todos nuestros pecados estaban sobre él. ¿Usted conoce el color del pecado? Cuando el Padre celestial, el Padre santo, vio a su Hijo en la cruz tomando tu pecado y mi pecado sobre sí mismo, la vara de la ira de Dios cayó sobre nuestro Señor Jesús. Esa vara debía caer sobre nosotros, porque nosotros somos los pecadores, no Jesucristo. Pero debido a que te ama a ti y me ama a mí, y debido a que todos nuestros pecados estaban sobre nuestro Señor Jesús, y porque Dios es un Dios de justicia, debido a eso, la vara de la ira de Dios cayó sobre nuestro Señor.
Entonces, Cristo, la Roca de los siglos, en ese momento fue partida. En el costado del Señor Jesús apareció sangre y agua. Tal como Adán cuando estaba dormido, Dios sacó algo de su costado, y Eva fue edificada. Es la misma historia. Cuando nuestro Señor Jesús murió por nosotros en la cruz, la iglesia fue tomada de su costado. Si realmente vemos la Iglesia, nunca podremos separar a Cristo de la cruz. Pedro dijo al Señor: “No lo hagas”. ¿Qué quería Pedro? Pedro quería a Cristo, pero sin la cruz. Él confesó a Jesús como el Cristo. Su mentalidad era una mentalidad judía. Cristo debería estar en la gloria; pero no ir a la cruz. Lo que él quería era Cristo, pero sin la cruz. Eso es imposible. El Señor dijo: “Sobre esta roca edificaré mi iglesia”. ¿Entienden ahora? Cristo siempre está con la cruz. Siempre es a través de la cruz. De ahí nace la iglesia, y es edificada. No solamente Cristo, también la Iglesia y la cruz.
La cruz y el reino
Por esa razón, no sólo podemos predicar a Cristo. No sólo podemos hablar de la Iglesia de Cristo. ¿Cómo es que Dios va a cumplir su propósito? El secreto, el camino, es la cruz. Si no hay cruz, no hay cosecha. Si no hay cruz, no hay edificación de la Iglesia. Hoy podemos tener una congregación de diez mil personas, pero la realidad de la iglesia no está ahí. ¿Qué es la iglesia de Cristo? No simplemente Cristo en ti; no solamente la bendición de Cristo. No solamente eso: es el trabajo de la cruz. No es solamente Cristo en ti y Cristo en mí, sino que también la cruz va a tocarte a ti y a mí. Eso es Cristo.
Algunos solamente conocen las adiciones, pero no conocen las sustracciones. Esto es lo que hoy día hace la cruz. Si realmente somos celosos por el Señor, si la Iglesia va a ser edificada de esta forma, descubriremos el trabajo de la cruz. Trabajará muy profundamente en cada uno de nosotros. Finalmente descubriremos que la Iglesia está siendo edificada.
Debido al trabajo de la cruz, tú ya no estás en el trono. Algunas veces tenemos la tendencia, cuando la Iglesia se reúne, de sentarnos nosotros en el trono, en vez de dejar a Cristo allí. El trabajo de la cruz siempre nos destrona, con un propósito: que Cristo esté en el trono. Cuando vemos que Cristo está en su trono, ese el reino de los cielos que está mencionado en este capítulo. Si realmente vivimos la vida de Iglesia de acuerdo al propósito de Dios, todos nosotros, incluso los líderes, todos deben ser destronados, para que solamente Cristo quede en el trono. Entonces vemos el reino de Dios.
Ahora vemos la conexión de estas cuatro verdades: Cristo, la Iglesia, la Cruz, y el Reino. Finalmente, el propósito de Dios va a poder llevarse a cabo. Hoy día debemos ser llevados a la fuente de su revelación. Regresemos al comienzo, a la fuente del río. Entonces veremos que la revelación es muy clara para nosotros. No solamente Cristo, también la Iglesia, la Cruz y el Reino.