El Señor Jesús es la piedra que desecharon los edificadores, la cual Dios convirtió en la principal piedra del ángulo de su edificación (Mat. 21:42). Una piedra angular es la piedra que sostiene un edificio, la que le da consistencia y firmeza.
Cuando Israel caminaba en el desierto, y tuvo sed, Dios les dio de beber de una roca. Contra toda lógica, la provisión del vital líquido no provino de una fuente de un oasis, sino de una roca, de una roca que los seguía (1ª Cor. 10:4). Esta roca fue herida por Moisés con la vara, para significar de esa manera que el Hijo de Dios también sería herido (Ex. 17:6). Dios estaba anunciando así que daría de beber al mundo por medio de su Hijo herido en la cruz.
Pero no solo allí. El Señor Jesús fue herido desde el primer día que habitó en el mundo, pues el mundo no le recibió.
Tempranamente, Herodes quiso destruirlo; y así durante toda su vida fue hostilizado, hasta que finalmente, en la cruz del Calvario, su cuerpo fue herido en multitud de partes, para que de ella manara la bendita agua de vida. El acto de Moisés al golpear la roca fue así una profecía perfectamente cumplida en Cristo.
Sin embargo, no solo la piedra angular del edificio de Dios es una piedra herida; también lo son los hombres y mujeres que son puestos sobre ella. «El que cayere sobre ella será quebrantado…», dijo el Señor (Mat. 21:44). Tal como es Cristo, así también los que son de Cristo. La edificación de Dios la conforman una piedra herida en su base, y muchas piedras heridas en su superestructura.
Estas son las piedras vivas de las que habla el apóstol Pedro. Si estamos vivos para Dios, si hemos de ser contados para la edificación de Dios, tenemos que recibir los mismos tratos que recibió nuestro Señor – aunque en un grado infinitamente menor que él. Hombres y mujeres quebrantados, como aquel “varón de dolores, experimentado en quebranto” (Is. 53:3). Hombres y mujeres parecidos a aquel precioso Varón en el cual Dios tiene perfecto contentamiento.
Una Piedra herida. ¡Qué maravilloso contraste! ¡Qué preciosa paradoja! La firmeza de una roca y la fragilidad de la herida. La solidez de una piedra angular convertida en fuente de agua de vida. Esa asombrosa mezcla ha asombrado al mundo, y no solo a ellos – también a los que por estos días son quebrantados para ser como él.
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