Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él».
– Mateo 3:16.
El Señor escogió esta conocida avecita para simbolizar su glorioso Espíritu. Es la paloma que descendió sobre el Señor Jesús en su bautismo, y que nos habla de ternura, delicadeza, sencillez e inocencia.
Una paloma es tímida; fácilmente se asusta y huye. ¿Cómo es que el Espíritu de Dios, siendo tan fuerte –omnipotente– quiso representarse así? Es un misterio no del todo aclarado. Con todo, hemos de ser celosos para no ofender esta Paloma, ni espantarla. Seamos delicados, tiernos y cuidadosos. No pequemos, no elevemos demasiado la voz, no le hagamos violencia.
«Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención» (Ef. 4:30). Una vez que ha sido afectada su santidad, puede permanecer muchos días triste, en un rincón de nuestro corazón, sin levantar el vuelo. El Señor Jesús estaba lleno del Espíritu Santo, porque no había pecado en él, y porque su carácter era dulce y apacible. No contendía ni alzaba su voz. «Nadie oirá en las calles su voz», dijo de él el profeta.
En Israel, la paloma era la ofrenda de los pobres. Cuando un israelita no tenía dinero para ofrecer un macho cabrío o un becerro, podía ofrecer una paloma. «Y si no tuviere lo suficiente para un cordero, traerá a Jehová en expiación por su pecado que cometió, dos tórtolas o dos palominos, el uno para expiación, y el otro para holocausto» (Lv. 5:7). Esta fue, precisamente la ofrenda de José y María cuando presentaron al niño Jesús.
El Espíritu Santo es la tercera persona de la Trinidad, lo cual demuestra su humildad. Él nunca llama la atención sobre sí, sino sobre el Señor Jesucristo. Sin embargo, en su humillación, el Espíritu Santo es exaltado por el mismo Señor, cuando dijo: «Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres; mas la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada» (Mat. 12:31).
Una de las características más sorprendentes de la paloma es su capacidad para volver a su nido desde los lugares más remotos; por ello, el hombre la ha utilizado para enviar mensajes. Esta característica de la paloma nos sugiere la fidelidad y mansedumbre del Espíritu Santo, el cual retorna a vivificar el corazón de quien lo ha despreciado y alejado. No importa cuánto lo hayamos contristado, él volverá a alegrar el corazón si éste se vuelve a Dios.
La paloma de Dios emite su arrullo en nuestro corazón, y nos hace sentir su presencia. Que el Señor nos socorra para no pecar contra el Espíritu Santo, ni impedir que él pueda hacer su obra en nosotros y a través de nosotros.
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