Mas el príncipe del reino de Persia se me opuso durante veintiún días…».

– Dan. 10:13.

Dios no oye a los pecadores, pero tiene placer en la oración de los santos. «El sacrificio de los impíos es abominación a Jehová; mas la oración de los rectos es su gozo» (Prov. 15:8). Dios tiene placer en la oración del justo, porque ella es hecha por el Espíritu que habita en nosotros (Rom. 8:26-27).

Toda oración del justo es oída por Dios. Sin embargo, lo que necesitamos entender desde el principio es que Dios tiene su tiempo determinado para responderla (Ecl. 3:1). En segundo lugar, existe muchas veces resistencia por parte del enemigo de nuestras almas para que no recibamos la respuesta.

En el texto con que iniciamos esta meditación, Daniel tenía una oración delante de Dios y la respuesta vino después de veintiún días porque hubo esa resistencia. «Entonces me dijo: Daniel, no temas; porque desde el primer día que dispusiste tu corazón a entender y a humillarte en la presencia de tu Dios, fueron oídas tus palabras; y a causa de tus palabras yo he venido. Mas el príncipe del reino de Persia se me opuso durante veintiún días; pero he aquí Miguel, uno de los principales príncipes, vino para ayudarme, y quedé allí con los reyes de Persia» (Dan. 10:12-13).

Jesús nos enseña acerca de la necesidad de orar siempre y no desmayar. «También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar, diciendo: Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre. Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo: Hazme justicia de mi adversario. Y él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia. Y dijo el Señor: Oíd lo que dijo el juez injusto. ¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles? Os digo que pronto les hará justicia» (Luc. 18:1-8).

La oración eficaz es aquella que se hace según la voluntad de Dios, en el nombre de Jesús. «Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo» (Jn. 14:13). Toda voluntad de Dios no es subjetiva. No será algo nuevo que Dios nos va a hablar, sino lo que está expresado en su Palabra.

Todo lo que pedimos según la voluntad de Dios, tengamos la certeza de que lo vamos a recibir, aunque eso demore algún tiempo, o aunque haya resistencia temporal por parte del enemigo. «Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho» (1 Jn. 5:14-15).

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