Lecciones básicas sobre la vida cristiana práctica.
Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá”.
– Mat. 7:7.
El aprender a orar sigue al estudio de la Biblia. La oración es el más profundo y el más simple de todos los ejercicios cristianos. Una persona recién salvada puede orar. Sin embargo, muchos hijos de Dios –incluso en su lecho de muerte– confiesan que aún no han dominado el arte de la oración.
La oración contestada es uno de los privilegios o derechos básicos de un cristiano. Dios da al creyente el derecho a que sus oraciones sean oídas. Si alguien ha sido un cristiano durante tres a cinco años y no ha tenido una oración contestada, su vida cristiana es absolutamente cuestionable. Para un hijo de Dios, no tener respuesta a sus oraciones es incorrecto. Las oraciones de un cristiano deberían ser contestadas.
«Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido» (Juan 16:24). Aquel que ora frecuentemente, y ha recibido respuesta a sus oraciones, a menudo será un cristiano feliz. Esta es una experiencia fundamental que debe tener todo creyente. Se puede ser descuidado en otros asuntos espirituales, pero en esta materia de la oración contestada un cristiano no puede permitirse engañarse a sí mismo. Es sí o no. Él debe procurar que sus oraciones sean respondidas.
Condiciones para la oración contestada
En la Biblia podemos hallar un sinnúmero de condiciones para la oración contestada, pero seleccionaremos algunas que creemos son absolutamente suficientes para los principiantes. Estas pocas pueden cubrir casi la mitad de los requisitos aprendidos por los cristianos más antiguos.
1. Pedir
Al orar, uno realmente debe pedir. «No tenéis lo que deseáis, porque no pedís» (Stgo. 4:2). «Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá» (Luc. 11:9-10).
Cuando recién fui salvo, yo confesaba que oraba diariamente. Un día, una hermana en el Señor me preguntó: «¿Tus oraciones han sido contestadas por Dios?». Quedé sorprendido, porque para mí la oración era simplemente pedir, y nada más. Yo oraba, pero nunca pensaba si era oído o no. Sin embargo, desde ese día, he orado para ser oído.
Después de aquella pregunta, examiné mis oraciones para ver cuántas habían sido contestadas por Dios, y descubrí que no había hecho muchas oraciones del tipo que requiere respuestas. Mis oraciones eran sobre todo generales, así que las respuestas realmente no importaban demasiado. Era como pedir a Dios que el sol se levante por la mañana. ¡Claro, eso ocurriría si tú orases o no! Después de haber sido un cristiano durante un año entero, yo no podía recordar un solo caso de oración contestada. Sí, me había arrodillado delante de Dios y había pronunciado muchas palabras, pero en realidad no había pedido cosa alguna.
2. No pedir en forma inadecuada
Los hombres deben pedir a Dios. Sin embargo, la Escritura pone una segunda condición: no pedir en forma inadecuada. «Pedís, y no recibís, porque pedís mal» (Stgo. 4:3a). Tú puedes pedir a Dios por tus necesidades, pero se supone que no debes pedir en forma irrazonable o fuera de medida. Requiere algunos años de aprendizaje antes de que alguien pueda hacer «grandes oraciones» delante de Dios.
En los días tempranos de nuestra vida espiritual, es algo difícil que distingamos entre las grandes oraciones y la petición inoportuna. Es mejor para nosotros al principio no pedir según nuestros deseos o placeres ni pedir codiciosamente aquello que no necesitamos (Stgo. 4:3b). Dios cubrirá nuestra necesidad y nos dará solo lo que es necesario. Muchas veces, sin embargo, Dios nos da de manera sobreabundante todo lo que pedimos. Pero si los jóvenes piden en forma incorrecta, ellos no serán oídos.
¿Qué significa pedir en forma incorrecta? Es pedir más allá de tu medida, más allá de tu real necesidad. Por ejemplo, si yo tengo cierta necesidad y pido que Dios la provea, lo haré según el monto de mi necesidad. Si pido más allá de lo necesario, estaré orando inoportunamente. Si mi necesidad es grande, puedo orar a Dios por esa gran necesidad, pero no debería pedir más, porque Dios no se agrada en oír una oración impertinente. La oración debe ser medida por la necesidad; no debe ser presentada de manera imprudente.
3. El pecado debe ser tratado
Es posible que alguien haya pedido en forma correcta y, a pesar de ello, todavía no ser oído. ¿Por qué? Quizás porque hay un obstáculo básico – el pecado interpuesto entre Dios y el hombre.
«Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado» (Sal. 66:18). Si alguien sabe que tiene un pecado oculto en su corazón, pero se aferra a él, no será escuchado. ¿Qué significa mirar a la iniquidad en el corazón? Significa simplemente que en tu corazón hay un pecado que tú no desechas. Aunque una persona pueda tener grandes debilidades, Dios las perdonará; pero si tienes un pecado del cual estás consciente, y aún le das lugar en tu corazón, entonces es más que una debilidad en la conducta exterior; estás mirando la iniquidad en tu corazón.
«El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia» (Prov. 28:13). El pecado debe ser confesado. Después de ser confesado, el Señor perdonará y olvidará. Deberías ir al Señor diciendo: «Aquí hay un pecado que mi corazón conoce y encuentra difícil renunciar, pero ahora pido tu perdón. Estoy dispuesto a abandonarlo. Te ruego que me libres de él, para que no permanezca en mí. Yo no lo quiero, y lo resisto». El Señor pasará por sobre tu pecado si tú lo confiesas en su presencia. Entonces tu oración será oída. Esta es una cuestión que no debe ser mirada en menos.
4. Creer
Sin embargo, hay una condición positiva que debe cumplirse, y esta es que tú debes creer. De lo contrario, la oración no será eficaz. El incidente en Marcos 11:12-24 nos muestra claramente la necesidad de la fe en la oración. El Señor salía con sus discípulos desde Betania. En el camino, él tuvo hambre. Viendo de lejos una higuera, él se acercó esperando hallar algún fruto en ella, pero no encontró nada sino hojas. Entonces, él maldijo al árbol, diciendo: «Nunca jamás coma nadie fruto de ti».
A la mañana siguiente, ellos pasaron cerca y vieron que la higuera se había secado desde sus raíces. Los discípulos quedaron asombrados. Y el Señor contestó: «Tened fe en Dios. Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho. Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá» (Mar. 11:22-24).
Tú debes creer cuando estás orando, porque si crees, entonces recibirás. ¿Qué es la fe? La fe es creer que ya recibiste lo pedido.
5. Perseverar en la oración
Hay otra cara de la oración que puede parecer contradictoria a lo que acabamos de decir, pero que es igualmente real; esta es, que los hombres deben «orar siempre, y no desmayar» (Luc. 18:1). El Señor nos muestra que algunas oraciones requieren perseverancia. Debemos seguir orando hasta que el Señor esté agotado, por decir así, con nuestro continuo venir. Esta no es una señal de incredulidad, sino más bien otro tipo de fe: «Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?», dice el Señor (Luc. 18:8b). Esta es la clase de fe que cree que, al orar con insistencia, Dios finalmente responderá, con o sin una promesa anterior.
La oración tiene dos extremos
La oración tiene dos extremos: en un extremo está la persona que pide y en el otro lado está el objeto o la persona por la cual se ora. A menudo el primer extremo necesita experimentar una transformación antes de que la otra parte pueda ser cambiada. Es inútil esperar que solo el otro extremo cambie. Debemos aprender a orar: «Oh, Señor, ¿en qué cosa necesito un cambio? ¿Hay todavía un pecado que no ha sido tratado? ¿Hay un deseo egoísta que requiere ser purificado? ¿Hay alguna lección práctica de la fe que debo aprender? ¿O hay alguna cosa que necesito abandonar?». Si hay una necesidad de cambio de tu parte, entonces deberá ocurrir primero ese cambio. Muchos hijos de Dios esperan que la oración sea cumplida en el otro extremo, mientras ellos mismos rechazan ser transformados.
Si los hermanos y las hermanas jóvenes aprenden la lección de la oración desde el principio, así como han aprendido la lección de estudiar la Biblia, la iglesia será grandemente fortalecida. Dios nos concederá un futuro glorioso que sobrepasará con creces nuestro pasado.
Traducido de Spiritual Exercise, (Christian Fellowship Publishers, 2007).