Analizando algunos de los signos que están llevando al planeta a una situación de crisis alimentaria.
El mundo se encuentra hoy en un estado de inseguridad alimentaria y a las puertas de una potencial crisis en términos de disponibilidad y adquisición de alimentos. En cierta medida la crisis global de alimentos empezó a hacerse presente con la fuerte recesión mundial de 2007-2008, la cual generó bruscas subidas de precios en la mayor parte de los ítem alimentarios, lo que ha continuado hasta hoy, aunque con menor intensidad, pero con alta volatilidad en los precios. Estos costos más altos de los alimentos básicos de la población humana mundial como son los cereales (trigo, arroz, soja y maíz), generaron las condiciones para que a muchas más personas les alcanzase el flagelo del hambre. Desde 2008 algunos países desarrollados, el Banco Mundial, las Naciones Unidas y otros organismos no gubernamentales han intentado dar la batalla contra el hambre. No obstante, por diversas razones, los resultados no han sido del todo satisfactorios. El desafío al que se enfrenta el mundo hoy es producir y proporcionar alimentos suficientes, inocuos, nutritivos, a precios accesibles y de forma sostenible para una población mundial, que según datos de Naciones Unidas, será de 9.000 millones o nueve billones de personas en 2050 (hoy ya superamos los siete billones).
Muchos gobiernos han respondido al alza del costo de alimentos subvencionando la producción de alimentos, pero generalmente terminan agotando sus recursos, lo que les lleva a una deuda pública creciente o a una prestación inadecuada de los servicios gubernamentales. Esto trae como consecuencia un aumento del descontento de la población, disturbios sociales e inestabilidad política.
Ante la pregunta de si habrá a corto plazo una crisis alimentaria global, expertos del Banco Mundial responden que si bien hay evidencias de ello como la abrupta subida de los precios de los alimentos en el segundo semestre de 2012, causada por una sequía sin precedentes en Estados Unidos y la falta de lluvias en Europa oriental, no es posible determinarlo con seguridad, y que la mayor incertidumbre estaría en los factores climáticos (sequías, inundaciones, etc). Adicionalmente, el boletín de alerta sobre precios de los alimentos, emitido por este mismo organismo, señala que los precios se mantendrán altos e inestables en el largo plazo debido a una creciente incertidumbre en torno a la oferta, a una mayor demanda de una población que va en aumento y a una baja capacidad de respuesta del sistema alimentario.
En una conferencia sobre seguridad alimentaria mundial realizada por el Instituto McGill en octubre de 2012 en Canadá fueron analizadas las principales variables que influyen en el alza de precios de los alimentos. Los especialistas en general coincidieron con los expertos del Banco mundial, concluyendo que las variables claves en el alza de alimentos son la mayor demanda debido al crecimiento de la población, los altos precios del petróleo, el reducido nivel de stocks, el mayor uso de biocombustibles hechos a partir de cultivos que debieran usarse como alimentos, el cambio climático y la creciente escasez de agua para la agricultura. Todo indica por tanto que el tema de las alzas en los alimentos será una constante por mucho tiempo.
Comer adecuadamente ya no será barato
Uno de los indeseados efectos de la escasez de alimentos es la fuerte alza que estos experimentan, siendo muy extremos en algunos casos. Un ejemplo de ello ocurrió en enero recién pasado en una subasta de atún en Japón. Un solo pez de atún aleta azul, de 222 kilogramos de peso, fue subastado en 1,3 millones de euros. Un kilo de este pescado se vendió al increíble precio de 7.600 dólares americanos, mismo valor con el que se puede adquirir un automóvil menor nuevo en Chile. Este atún de aleta azul está siendo cada vez más escaso, con riesgo de extinguirse debido a la sobrepesca. En este sentido, múltiples estudios científicos, así como informes de FAO coinciden en señalar que las capturas globales de las pesquerías marinas muestran una clara tendencia a la baja en la relación volúmenes de captura versus tiempo, en donde el 75% de los principales recursos marinos se encuentran ya agotados, sobre explotados o están siendo pescados en su límite biológico. Algunos de estos estudios han extrapolado a mediano plazo la tendencia actual de capturas, llegando a la conclusión que todas las especies marinas comerciales colapsarían en las cercanías del año 2050. Por ello es que los científicos especialistas en estás temáticas están advirtiendo con insistencia que se requieren cambios importantes en el actual proceder humano respecto a estos recursos para evitar su extinción. Esta sobreexplotación está generando cambios sociales y económicos que amenazan no sólo a los ecosistemas marinos, sino también a la seguridad alimentaria y a los medios de subsistencia de múltiples comunidades en el mundo que se han estructurado por siglos en torno a los recursos pesqueros.
Pero el problema actual con los recursos pesqueros va más allá del sólo comportamiento humano, el que efectivamente ha sido poco responsable con su manejo. Este problema se ve agravado por los efectos del cambio climático sobre el planeta, los que están siendo en algunos casos mayores y más intensos a lo previsto, como se verá más adelante.
El resurgimiento de Malthus
En 1798 el economista inglés Thomas Malthus, publicaba su célebre obra «Ensayos sobre el principio de la población». La idea principal de su trabajo era sencilla pero muy potente. Si el crecimiento de la población continuaba creciendo exponencialmente, de manera geométrica (1, 2, 4, 8, 16), se produciría finalmente un colapso porque los alimentos no se generan en la misma relación, dado que su crecimiento es aritmético (1, 2, 3, 4, 5). Sin embargo, desde que este economista pusiera en primer plano esta poderosa alerta, el mundo ha multiplicado su población más de 6 veces, llegando en octubre de 2011 a los 7.000 millones de habitantes. Con estos datos se puede llegar a concluir rápidamente que Malthus habría estado equivocado, dado que este enorme crecimiento poblacional no sobrepasó a la oferta de alimentos.
A partir de lo anterior suele argumentarse que Malthus no habría acertado porque el desarrollo tecnológico y la industrialización elevaron la producción de alimentos en los países desarrollados, los cuales a su vez disminuyeron la tasa de fertilidad. Sin embargo al mirar este tema hoy, con una perspectiva temporal mayor, no parece tan fácil anular la propuesta del economista inglés. En primer lugar se podría abogar en su favor que él mismo agregó un par de factores moderadores en su propuesta, los que jugarían en contra del crecimiento geométrico de la población; estos son la miseria y el vicio, expresados como hambrunas, epidemias, alcoholismo, guerras, entre otros.
En segundo lugar, si bien la producción de alimentos aumentó notablemente en la última mitad del siglo pasado, debido a un aumento en las superficies cultivables y a una mayor eficiencia en el rendimiento por hectárea, las curvas de producción de alimento mundial crecieron sólo de forma aritmética, en progresión lineal, tal y como lo predijo Malthus. Implícito en la propuesta malthusiana estaba el que no es posible un crecimiento poblacional indefinido porque los recursos alimentarios son finitos y los ecosistemas que los sustentan también. Sin embargo lo que Malthus no pudo sospechar (porque aún no contaba con indicio alguno), es el grado de daño a escala planetaria que el ser humano sería capaz de hacer, lo que implicaría no sólo el fuerte deterioro de los ecosistemas que generan los recursos alimentarios, sino además la alteración de la biosfera completa, al ser éste el responsable último del calentamiento global.
El cambio climático y el daño ecológico frenan la producción
Un informe FAO 2012, refiriéndose al estado de la inseguridad alimentaria en el mundo concluye que el crecimiento económico es necesario pero no suficiente para acelerar la reducción del hambre y la subnutrición. Este organismo de las Naciones Unidas señala que el crecimiento debe apuntar más bien hacia el sector agrícola, especialmente en los países de bajos ingresos, donde la contribución de la agricultura a la reducción de la pobreza es mayor. Pero cabe preguntarse si es factible y sustentable el aumento de la productividad agrícola en nuestro planeta hoy para alimentar adecuadamente a 6000 millones de personas y sacar de la subnutrición a los otros 1000 millones, considerando el grave deterioro de los ecosistemas del mundo y del potente freno que está poniendo el cambio climático a las actividades de producción agrícola.
Los efectos del calentamiento global ya son visibles en gran parte del mundo, y es cierto que en algunas zonas, el alza moderada de las temperaturas puede mejorar levemente el rendimiento de los cultivos. Pero esto es un resultado menor, porque en lo general, las consecuencias negativas están siendo mucho mayores que las positivas. Las inundaciones y sequías ya son cada vez más frecuentes y graves, lo que probablemente se irá repitiendo, afectando con ello seriamente a la productividad agrícola no solo menor sino también a gran escala. Con ello aumenta también el riesgo de conflictos por la tierra y el agua. Además, el cambio climático favorece la propagación de plagas y especies invasoras, debido a que por una parte genera nuevas condiciones ambientales y por otra, porque aumenta el rango de distribución geográfica de organismos patógenos que antiguamente estaban confinados a zonas tropicales o subtropicales.
Es cierto que hace medio siglo los rendimientos agrícolas eran menores, pero no es menos cierto que la producción estaba asegurada, por cuanto al sembrarse más de un cultivo o variedad, se evitaba el surgimiento de plagas y enfermedades y el empobrecimiento de las tierras. Para enriquecer con nitrógeno los suelos se realizaban rotaciones en los cultivos utilizando legumbres. Era un tipo ideal de cultivo agrícola, pensado más en la ecología y la sustentabilidad (aunque ambos conceptos no fueran aún bien conocidos) que en producciones competitivas y rentables. Con el avance del siglo XX los sistemas agrícolas se modernizaron, y se optimizó la producción pasando por alto principios ecológicos vitales, favoreciendo así el empobrecimiento de tierras al no hacer rotación de cultivos, centrándose más bien en monocultivos, dejando los suelos agrícolas altamente dependientes de insumos químicos y a la especie de cultivo expuesta a enfermedades y plagas.
Pero tal vez uno de los mayores daños de la agricultura moderna ha sido la creciente pérdida de diversidad genética de las especies de cultivo. Cada especie a lo largo de su vida ha ido desarrollando distintas variedades producto de la interacción de su acervo genético con el medio ambiente en que se encontraba. Así por ejemplo se podían encontrar decenas de variedades de maíz, con granos más o menos grandes, más o menos amarillos, más o menos resistentes al frío, con mayor o menor tolerancia a periodos de sequía, a enfermedades, etc. El aislamiento geográfico y económico entre regiones o países hacía que estas variedades se mantuviesen. Hoy ya no es así. Si una determinada variedad resulta ventajosa sobre las otras, es utilizada para cultivo a gran escala (continental o mundial), porque de este modo es económicamente más rentable y competitiva. El resultado es biológicamente fatal porque al dejarse de cultivar las demás variedades de esa especie se terminan perdiendo, y junto con ello, la especie pierde una gran diversidad biológica, quedando de paso más expuesta a extinguirse frente a una condición ambiental adversa que no la pueda sortear. Es como poner todos los huevos en una sola canasta. La biotecnología por medio de técnicas transgénicas intenta resolver en parte este problema, pero aún hay más preguntas que respuestas respecto a su eficacia.
Acidificación de los océanos – El daño desconocido
Si el rendimiento y productividad agrícola en tierra firme enfrenta problemas complejos, la productividad biológica marina tiene un drama equivalente producto de un fenómeno denominado acidificación, el que recientemente empieza a estudiarse en profundidad. La quema intensiva de combustibles fósiles y la deforestación en los últimos dos siglos han aumentado el CO2 atmosférico en casi un 40% por encima de los valores que existían, antes de la revolución industrial. Este gas junto a otros, son los responsables directos del calentamiento global de la tierra. Hasta hace pocos años existía cierto alivio en la comunidad científica al saber que alrededor del 25% del CO2 emitido a la atmósfera por actividad humana era absorbido por los océanos del mundo. Pero este respiro duró muy poco porque recientes estudios empezaron a revelar las adversas consecuencias que estos cambios de la química del agua marina están teniendo para muchos de los organismos que allí habitan. Cuando el CO2 se disuelve en el agua del mar, se forma ácido carbónico, generando un fenómeno denominado acidificación del océano. Dentro de los cambios químicos generados, están la disminución del pH y la reducción en la concentración de iones carbonato. Ello afecta a los grandes ecosistemas de coral del mundo, a los moluscos, crustáceos, equino-dermos, y a otros muchos animales marinos que necesitan iones carbonato para la formación del carbonato de Calcio necesario para la construcción de los esqueletos y conchas. Uno de los primeros impactos directos para la especie humana será la disminución en las capturas de especies utilizadas para consumo alimentario directo. Estudios realizados en 2012 concluyen que el costo económico global en los próximos años por pérdida de cosecha y captura de moluscos debido a la acidificación de los océanos, podría oscilar entre los 6 y 100 billones de dólares anuales, bajo el supuesto de una demanda constante de estos recursos.
Estos datos corresponden solo a moluscos, pero varios otros estudios apuntan también a otros grupos de especies marinas comercialmente importantes que ya se están viendo afectadas por la acidificación de los mares como son los equinodermos (erizos y pepinos de mar), los crustáceos, ciertas especies de macroalgas, además de aquellas especies de peces que regresan a desovar a su lugar de origen y que verán alterado este comportamiento de regreso debido a que su discriminación olfativa perturbada por la acidificación del océano no les permitirá encontrar las señales químicas correctas que le posibilitan el retorno. Estos cambios están ocurriendo tan rápido, que los eventuales ajustes adaptativos de las especies no se ven factibles de ocurrir.
La nueva arca de Noé
«Ninguna civilización ha sobrevivido a la destrucción de su medio ambiente y nuestra civilización muestra ya múltiples signos de que está pronta a colapsar». Esta fue una de las conclusiones presentadas en una conferencia internacional realizada recientemente en Brasil sobre medio ambiente y sustentabilidad. Algunos de los signos que están llevando al planeta a una situación de crisis alimentaria ya se han presentado en este escrito, y otros se han publicado en esta misma Revista, como lo es la importante desaparición a nivel mundial de las abejas polinizadoras.
Todo esto parece demasiado catastrofista, pero ya son miles los científicos en el mundo los que señalan que las predicciones hechas por múltiples estudios sobre el daño planetario que generaría el calentamiento global se están quedando cortas, en donde la crisis de los alimentos sería solo la punta del iceberg. Se calcula que ya son alrededor de dos tercios las plantas del mundo que se encuentran con fuerte amenaza de extinción. Por ello es que ya son más de 1.500 los bancos de semillas que existen en distintas partes del mundo, destinados a preservar la diversidad genética que se está perdiendo en la actualidad, también para salvar las especies que se están extinguiendo, y para contar con semillas de cereales, legumbres, y otros vegetales, cuando se tenga que volver a empezar después de alguna eventual catástrofe global y así disponer de alimento de nuevo para el mundo. A este intento de salvar especies (vegetales en este caso) se le suele llamar la nueva arca de Noé. El banco de semillas más famoso se encuentra en Noruega, en las cercanías del Ártico, en una isla del archipiélago de Svalbard. Construida en las profundidades de una montaña, esta bóveda cuenta con instalaciones para preservar millones de semillas de los desastres naturales o provocados por el hombre, como por ejemplo un desastre nuclear de escala global. Sería una especie de póliza de seguro para la humanidad, capaz de resistir siglos en el hielo ártico, incluso si se interrumpe el suministro eléctrico, el hielo natural del polo norte las preservaría. El objetivo del banco de semillas de Svalbard es almacenar respaldos de la mayor parte de semillas que se utilizan para cultivos de alimentos en el mundo. Todas las posibles especies, con sus distintas variedades, han ido desfilando a la nueva arca de Noé en forma de semillas, viajando de variadas latitudes geográficas (América del Sur, Asia, Oceanía, Europa).
¿Son seguros los bancos de semillas?
Lamentablemente los nobles propósitos de almacenaje de semillas se han topado con la mala intención de algunos saqueadores, o con el descuido de aquellos que tienen que velar por la mantención de las semillas, habiéndose reportado la muerte de miles de ellas en algunos bancos, o con la acción destructiva de fenómenos climá-ticos. En el poco tiempo que éstos llevan, ya se cuenta con variados ejemplos de destrucción de bancos de semillas. Los bancos genéticos en Irak y Afganistán fueron destruidos por la guerra y luego saqueados; en Filipinas un tifón destruyó parcialmente otro banco de semillas; en Egipto hubo una ola de saqueos donde no se libraron los bancos de semillas pertenecientes a valiosas plantas frutales y medicinales de ambiente desértico. ¿Dónde establecer entonces un banco de semillas que otorgue mayor seguridad? La respuesta fue en el Polo Norte, alejado de grupos humanos, de terremotos y otras catástrofes naturales.
Si bien los estudios de viabilidad para la construcción de la bóveda de semillas en Noruega indicaban que «Svalbard resultaría ser una zona ideal y segura por la falta de actividad tectónica y por su Permafrost (capa de hielo congelada de forma permanente), ya desde el principio los contratiempos no se hicieron esperar. El banco de semillas fue abierto oficialmente el 26 de febrero de 2008, pero fatalmente, el 21 de febrero, a 5 días de su inauguración, la región de Svalbard fue el epicentro del mayor terremoto en la historia de Noruega (Magnitud 6,2 Richter), según un investigador del centro nacional de monitoreo sísmico de Noruega. Sólo 4 años más tarde, el 30 de agosto de 2012, nuevamente se produjo un fuerte sismo de magnitud 6.6 Richter, cuyo epicentro se ubicó a 93 kilómetros N.O. de Svalbard. Este fue considerado como el segundo terremoto más grande en la historia de Noruega. No está nada claro por tanto que la tierra ártica estará libre de catástrofes sísmicas. Pero aún queda el refrigerador natural. ¿Cuán seguro será el hielo del Ártico para la preservación de semillas? Las noticias tampoco son alentadoras porque la capa de hielo ártico tiene fecha de término antes de lo previsto (2015 – 2016), de acuerdo a los últimos estudios científicos. Esta fuerte actividad sísmica reciente, como nunca la hubo en Noruega, unido al inminente deshielo del Ártico, parecen recordarnos que no será el ser humano el que construya esta segunda arca de Noé, como se le ha llamado a las bóvedas que guardan estos bancos de semillas.
El engañoso corazón humano
Sin embargo no son tanto las variables tectónicas y climáticas las que tienen en alerta y preocupados a muchas personas en el mundo por este banco de semillas en Svalbard. Son más bien las intrigas humanas que están detrás de esta aparentemente noble causa de depósitos de semillas las que generan mayor preocupación. Es sabido que la mayor parte de las semillas y sus variedades han sido entregadas a los bancos por distintos campesinos del planeta, los cuales no saben que para tener acceso de nuevo a ellas deben estar integrados a un marco institucional que desconocen. Por ello se dice que esta idea de bancos de semillas responde más bien a necesidades de científicos y de conglomerados económicos poderosos que tendrán dentro de un tiempo el control total de esta invaluable riqueza genética del mundo. Es cierto que el gobierno de Noruega ha firmado los acuerdos como depositaria de la bóveda, pero al mismo tiempo ha dicho que es sólo por 10 años porque sus políticas podrían cambiar. Adicionalmente el gobierno noruego no puede tomar decisiones en forma autónoma, sino que debe hacerlo en conjunto con la entidad privada que asume los costos económicos del banco de semillas (Global Crop Diversity Fund, Fundación para la Diversidad de los Cultivos Globales). Esta fundación se define como una ONG, pero funciona con un fuerte financiamiento de empresas, habiendo recibido recientemente unos 30 millones de dólares de la Fundación de Bill Gates. Bancos de semillas o bancos genéticos con millones de variedades de especies vegetales podrían tener más valor que todas las reservas monetarias del mundo ante la disyuntiva de tener que volver a empezar. ¿De qué sirve todo el dinero si no se dispone de alimentos?
La historia humana registra otras crisis alimentarias, siendo una de las más trascendentales, por su resultado final, aquella que relata el Antiguo Testamento en la Biblia, con el israelita José salvando al imperio egipcio de morir por inanición, al hacer éste grandes reservas de cereales en tiempos de abundancia y dosificar luego su uso en tiempos de escasez. La gran diferencia con la crisis alimentaria que se cierne sobre el mundo hoy, es que la sabia y eficaz decisión tomada por José en el tiempo antiguo no tuvo su origen en el accionar humano, sino que fue guiada directamente por Dios, salvando también de morir de hambre a la incipiente nación judía. Así mismo, la antigua arca de Noé pudo realmente salvar la diversidad biológica de entonces, amenazada por la hecatombe ambiental que se venía sobre la tierra, no precisamente porque Noé lo hubiese planeado así, sino porque Dios tuvo en todo momento el control de aquella compleja situación, siendo Él mismo quien cerró la puerta del arca, justo antes que sobreviniese el diluvio destructor.
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