Romanos 10:14-15 nos traza el recorrido que sigue la obra de Dios desde que sale del corazón de Dios hasta que llega su mensaje al hombre y lo cree. Este recorrido se traza mediante cuatro preguntas muy aclaradoras, que siguen la ruta inversa del mensaje evangélico. Es decir, desde el hombre hasta Dios. Desde el destinatario hasta el Destinador, esto es, invocación para salvación, fe para invocar, predicación del evangelio por parte del predicador, comisión para predicar.
Para efectos meramente didácticos, nos conviene seguir la ruta en el sentido original: Dios envía, el enviado predica, la predicación produce fe, y por la fe el nombre de Dios es invocado para salvación. En el comienzo de este proceso, en el origen de esta obra, está Dios. La última pregunta que hace Pablo, nos lo aclara: «¿Y cómo predicarán si no fueren enviados?».
Alguien podría decir: «¿Es que acaso el Señor ya no había enviado a todos sus discípulos en Mateo 28:18?». Pablo no desconocía aquello, pero aún así atribuye el origen del ministerio de la predicación a Dios, quien envía. Es preciso que Dios envíe de nuevo cada vez.
Las palabras del Señor en Mateo 9:37-38: «A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies», surgen de la visión de las multitudes desamparadas y dispersas. Ante ellas, el Señor se llenó de compasión. Sin embargo, no son las multitudes las que motivan el movimiento de los obreros. El Señor enseña que es preciso rogar a Dios para que él envíe obreros a su mies.
La compasión que pueden generar las multitudes en el corazón del obrero es loable, sin embargo, no es suficiente. La visión de las multitudes necesitadas debiera, más bien, despertar en su corazón una oración insistente a favor de ellas, para que Dios atienda esas necesidades. Tal vez Dios le envíe luego a él mismo; sin embargo, la motivación no serán las multitudes, sino Dios; no la obra, sino el Señor de la obra.
Cuando Dios envía, él capacita y respalda. Cuando Dios envía, el obrero se sabe encomendado, y su fe se sostendrá firme en medio de la adversidad, porque podrá remitir todas sus dificultades a Aquel que le envió. De ese modo, podrá sentir el peso y el valor de las palabras del Señor en Juan 13:20: «De cierto, de cierto os digo: El que recibe al que yo enviare, me recibe a mí; el que me recibe a mí, recibe al que me envió».
Hechos capítulo 13 nos muestra cómo hace Dios para iniciar una obra. Primero atrae a un grupo de hombres para que ministren delante de él. Luego que éstos han reconocido que el único Iniciador es Dios, y han pedido ser utilizados, Dios los señala y los envía. Si atendemos al modelo de Dios, sabremos por dónde comenzar, cómo seguir, y qué medios usar, para hacer la preciosa obra de Dios.
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