Y le hicieron allí una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban sentados a la mesa con él. Entonces María tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del perfume».

– Juan 12:2-3.

Betania era una aldea situada a unos 3 kilómetros de Jerusalén, donde vivían Marta, su hermana María y su hermano Lázaro. A pesar de ser Jerusalén la ciudad del Señor, donde estaba el templo que en todo hablaba de él, era en Betania donde Jesús encontraba sus amigos. El nombre Betania quiere decir «Casa de higos». En Jerusalén, figurada por la higuera (Mat. 21.19), el Señor no halló fruto, pero en Betania sí lo encontró.

Betania nos muestra claramente también el crecimiento de la iglesia del Señor. La primera vez que Jesús fue recibido en casa de Marta, María y Lázaro, él encontró allí a sus amigos, pero aún con varias necesidades y muy inmaduros (Luc. 10:38-42).

Jesús les amaba, por eso les enseñó. Primeramente a Marta. Ella era muy servicial, pero en su inmadurez quería que Jesús y los que estaban con él, le reconociesen su trabajo. Necesitamos de aquéllos que sirven en la iglesia, pero al principio somos muy infantiles, y queremos atención y reconocimiento por nuestro trabajo.

En Lucas 10, Lázaro no es mencionado. ¿Por qué? En la iglesia del Señor, solo es contado aquel que tiene la vida de resurrección. En Juan 11, vemos como Jesús dejó que su amigo muriese, para después resucitarlo. Nosotros también tenemos que pasar por la muerte. Sin muerte no hay vida en la iglesia: «Necio, lo que tú siembras no se vivifica, si no muere antes» (1ª Cor. 15:36); «Escribe al ángel de la iglesia en Sardis: El que tiene los siete espíritus de Dios, y las siete estrellas, dice esto: Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto» (Apoc. 3:1).

El tercer personaje es María. María estaba sentada a los pies de Jesús oyendo su palabra. Es verdad que la posición de Maria era mejor que la de sus dos hermanos, pero el Señor nos enseña algo muy importante aquí también. Él nos enseña aquí que no podemos estar en la iglesia solamente sentados a sus pies oyendo su palabra. Es necesario también practicarla. Muchos oyen y oyen, pero no la ponen por obra: «Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos» (Stgo. 1:22).

En Lucas 10 tenemos la iglesia del Señor inmadura, pero en Juan 12 podemos verla madura. Marta continuaba sirviendo, pero ahora haciéndolo de corazón para el Señor. Lázaro estaba ahora sentado con él a la mesa, y María no solamente oía su palabra, sino que derramó su vida a los pies de Jesús. Que el Señor nos haga crecer en la gracia y en el conocimiento de él, para que él encuentre en nosotros una Betania madura.

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