Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte».
– Romanos 8:2.
El Espíritu que inspiró las Escrituras, sabiamente puso los versos del capítulo 7 de Romanos, entre los capítulos 6 y el 8. Es muy triste notar que muchos cristianos se quedan en Romanos 7 para justificarse de su vida de derrota en el pecado.
Romanos 6 y Romanos 8 no sostienen esto. Romanos 6 nos habla de la muerte al pecado; de la liberación de la esclavitud del pecado por la obra de Cristo en la cruz. «¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?» (Rom. 6:1-2).
Romanos 8 nos enseña la vida en el Espíritu, sin condenación alguna, a causa de la nueva vida recibida en la resurrección juntamente con Cristo (Ef. 2:5-6). «Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!» (Rom. 8:15).
Mucho se ha hablado sobre esos capítulos, pero como dice Pablo, es seguridad para nosotros hablar las mismas cosas (Flp. 3:1). El reino de los cielos, dijo Jesús, es como un padre de familia que saca de su tesoro cosas viejas y cosas nuevas (Mateo 13:52). Hay un tesoro grandioso en todo pasaje de la Escritura, y siempre el Espíritu sacará cosas viejas y cosas nuevas.
Romanos 7 está cercado por Romanos 6 y 8. Romanos 7 es la lucha del hombre, viendo su realidad, en medio de la obra gloriosa de Dios. ¡Qué precioso es el Espíritu revelando nuestra real situación! ¡Qué preciosa es la revelación del Espíritu de gracia en Jesus!: «Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia» (Rom. 6:14).
Creo que Pablo era el hombre más indicado para que el Señor hiciese pasar por aquella experiencia. Hombre irreprensible en cuanto al celo que había en la ley. Romanos 7 nos enseña que la primera caída de la nueva criatura es querer agradar a Dios por la obediencia a la ley. Quien vive para la ley, jamás podrá vivir para Dios. Para vivir para Dios es necesario morir a la ley: «Porque yo por la ley soy muerto para la ley, a fin de vivir para Dios» (Gál. 2:19).
Romanos 7 también nos enseña otra cosa muy importante para la nueva criatura: intentar vencer el pecado. Todo hijo de Dios que intenta vencer el pecado, siempre encontrará derrota. Pero, ¿por qué? Si pudiésemos guardar la ley y vencer el pecado, aun como nuevas criaturas, no necesitaríamos la gracia de Jesús; nos gloriaríamos personalmente de guardar la ley y vencer el pecado, y entre los hijos de Dios habría contiendas, preferencias y juicios como los fariseos.
Romanos 7 está lleno de Yo. Yo hago, yo quiero, yo no quiero. Romanos 6 y 8 están llenos de Cristo, del Espíritu de vida en Cristo. El Espíritu nos enseña en Romanos 6, 7 y 8 que estamos muertos para la ley y para el pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesus. La vida está en Él, no en guardar la ley o vencer el pecado. Jesús es el camino, y la verdad, y la vida.
Como nos enseña Romanos 8:2, la ley del Espíritu de vida, en Cristo Jesús, nos libró de la ley del pecado y de la muerte. Nuestra libertad está en la vida en Cristo: «Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley» (Gál. 5:22-23). Romanos 7 nos enseña que es necesario ver la derrota en nosotros mismos, para que gocemos de la victoria en Cristo.
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