Una meditación sobre la naturaleza y la unidad de la iglesia como cuerpo.
Si el Señor nos permite, vamos a meditar sobre el cuerpo de Cristo.
Cuando deseamos tener una mayor revelación de este ‘misterio’, instintivamente regresamos a la epístola a los Efesios. En esta carta observamos, primeramente, el hecho preliminar de que la iglesia es llamada «el cuerpo de Cristo», es «la iglesia que es su cuerpo». Eso distingue, en esta carta, la iglesia de otras designaciones que encontramos en otros lugares, como el templo, la casa de Dios y otras, pero en esta carta es particularmente el cuerpo de Cristo.
Ahora, la palabra que parece predominar en esta carta con respecto a esa designación es la palabra «juntos». Es impresionante observar con cuánta frecuencia aparece esa palabra. Aquí se nos dice: «sois juntamente» en Él. Eso no sólo significa que nuestra reunión fue individualmente con el Señor Jesús en su resurrección, sino que fuimos puestos corporativamente en él; no sólo con él, sino puestos en élcorporativamente.
La eterna unidad del Cuerpo
En la resurrección del Señor Jesús toda la iglesia fue incluida junta. Y entonces en el mismo verso, 2:6, fuimos «resucitados juntos» con él. Además, en el mismo lugar, se dice que nosotros fuimos «sentados juntos» con él. Volviendo un paso, en 1:10, fuimos «reunidos en uno» y entonces otra vez en 2:21, «coordinados juntos». En el verso 22 somos «juntamente edificados». Esta palabra «juntos» trae a la visión, de una manera muy simple, el hecho de la naturaleza corporativa de la iglesia, el cuerpo de Cristo.
Deseamos captar la fuerza completa de eso tanto como sea posible, porque esta carta acentúa el hecho de que la iglesia es un Cuerpo corporativo; no que lo será un día cuando el trabajo de la gracia termine; ni que esté meramente en la voluntad e intención de Dios; sino que lo es; eso, a pesar de lo que vemos hoy en la tierra; a pesar del número cada vez mayor de divisiones y cismas en la comunión del pueblo de Dios en la tierra; a pesar de todo ello, la iglesia sigue siendo aún un todo corporativo.
Es así, no en cuanto a las personas en la tierra, sino en cuanto a la naturaleza esencial de la iglesia, el cuerpo de Cristo. Ningún cisma –que es fortuito en las relaciones del pueblo cristiano en la tierra– puede alterar ese hecho. Las diferencias que existen en relación a diversas mentalidades, opciones y preferencias, gustos y aversiones, aceptaciones o rechazos intelectuales – todas esas diferencias no tocan el hecho último de que hay un ámbito en el cual existe una totalidad, una unicidad, una corporatividad que no se ve afectada por cosa alguna del hombre en sí mismo, religiosa o teológicamente.
Por supuesto, existe un ámbito en el cual puede haber una brecha en la comunión, que entra en el reino del espíritu y donde se afecta el espíritu. Allí se puede definitivamente asestar un golpe al cuerpo de Cristo, pero este cuerpo es en última instancia uno; lo cual, por supuesto, indica claramente que éste es algo más que una cosa terrenal y que es un cuerpo divino, inafectado e intocado por la tierra.
Nosotros estamos inclinados a aceptar lo que vemos, a ser afectados por las divisiones que están presentes, y casi nos desesperamos a causa de lo que vemos. Cuanto más pronto ponemos todo eso a un lado, tanto mejor, y aunque haya cincuenta mil facciones terrenales del pueblo cristiano, el cuerpo de Cristo continúa siendo uno. Es un cuerpo que no puede ser dividido; sigue siendo uno. Ese es el hecho básico al cual debemos volvernos, pues es donde comenzamos.
Esta carta, en la cual hay la revelación del misterio de Cristo y de sus miembros, la iglesia, declara enfáticamente el hecho de la naturaleza corporativa del Cuerpo. No argumenta sobre ello ni lo discute; lo da por sentado. Por supuesto, hay grados de disfrute y de fructificación de ello, pero no hay grados en el hecho mismo. El hecho permanece sólido y estable. Nuestro asunto es entrar en el hecho asentado y en su significado; pero el hecho de no entrar en el significado completo de él no significa que no existe.
El problema es que nosotros no entramos en lo que ha establecido Dios desde el principio; es decir, tenemos que saber qué es lo que hace al cuerpo uno, y ese es nuestro asunto. La unidad existe; nuestra tarea es captarla, no hacerla. Notemos que la carta a los Efesios aún está vigente, aún es aplicable, sigue siendo verdad hoy. Después de todos estos siglos, cuando vemos las facciones y las divisiones del pueblo cristiano, la carta de Efesios sigue siendo lo que fue al principio, y representa el cuerpo como un todo sólido, una unidad corporativa.
Es solo al elevarnos en los lugares celestiales, lejos de los terrenales, que comenzamos a entrar en ese hecho y a comprender lo que éste significa para Dios, para los lugares celestiales, para el infierno, y para este mundo. Así pues, para que entremos en el hecho con todo lo que implica en cuanto a la vocación y a la vida eficaces, tenemos que valorar completamente el asunto a causa de nuestra posición en Cristo en los lugares celestiales, y ver exactamente dónde hemos sido puestos espiritualmente; porque, hasta que no lleguemos a reconocer eso y entrar en nuestra posición divina en Cristo, no podremos ver, apreciar o entrar en el significado de esta realidad divina de la iglesia, que es su Cuerpo. No podemos ver la iglesia desde el plano terrenal; sólo podemos verla desde los lugares celestiales.
No deseo pasar por esto como simplemente declarando algo. Deseo que obtengamos el beneficio de ello. Tú y yo podemos tener un desacuerdo, pero eso no hace diferencia en nuestra relación en el Señor Jesús. El hecho de que podamos discrepar no nos separa como miembros del cuerpo de Cristo. No, esa es nuestra pérdida, es nuestra vergüenza, es algo incidental en nuestra vida cristiana, es una interrupción en alguna parte de la gracia en nosotros, pero nos recuperaremos de ello si nos rendimos al mover del Espíritu en nosotros, y nos volvemos para encontrar que no hemos sido meramente reincorporados en Cristo en su Cuerpo, sino que ese hecho permanece.
Ustedes ven que el principio de acción es este: hay mucha división entre los creyentes en esta tierra, pero no debemos aceptar eso como la última palabra. No tenemos que tomar eso como significado de que algunos están en Cristo y otros están fuera de Cristo, de que nosotros estamos en Cristo y otros no lo están, y de que todo el cuerpo ha colapsado y se ha desintegrado. La única esperanza de gozar del hecho es que repudiemos lo que parece otra cosa, y busquemos desde arriba lo que, siendo terrenal, provoca estas cosas, y descubramos que estamos en los lugares celestiales, y vivamos en comunión. Ese es un principio de acción y deberíamos reconocer que es el significado del hecho. Tenemos que aceptar el hecho, y tenemos que intentar vencer o negar las otras cosas que se oponen a ese hecho definitivo.
La naturaleza del cuerpo de Cristo
Ahora procedamos a considerar la naturaleza de la vida corporativa de la iglesia. Deseamos observar primeramente uno o dos hechos absolutamente elementales que, sin embargo, llevan siempre un nuevo significado a aquellos que están espiritualmente vivos al Señor. La primera verdad simple es ésta: que el término «el cuerpo de Cristo» es peculiar al apóstol Pablo. Otras designaciones de la iglesia se encuentran antes del día de Pablo y en otras partes de las Escrituras fuera de los escritos de Pablo, pero el título, «el cuerpo de Cristo,» «el cuerpo», «la iglesia, que es su cuerpo,» es peculiar a Pablo.
La idea de iglesia no era una nueva idea en su totalidad. El pueblo del Señor estaba al corriente de ese título. Jesús había hablado de su iglesia a los apóstoles. Pero cuando se habla de esa iglesia como el cuerpo de Cristo, es un nuevo concepto que trae consigo una nueva presentación de su naturaleza. Habla en forma muy enfática y clara que la iglesia, según la ve Dios, no es solo una comunidad ni una congregación, no es algo denominacional, interdenominacional, o aun adenominacional.
Usted puede utilizar el término «iglesia» y tener una mentalidad acerca de ese término que conciba la iglesia como una comunidad de gente cristiana, una sociedad cristiana, una compañía de personas en la tierra con un interés mutuo en las cosas de Cristo. Pero esta designación, «cuerpo», lleva las cosas a un ámbito totalmente diferente. Es un cuerpo. No un cuerpo de personas, sino aquel que es representado e ilustrado por el cuerpo físico de un hombre. No significa que la iglesia es el cuerpo físico de Cristo, no lo malinterpreten, pero el cuerpo físico de un hombre es tomado como ilustración de lo que es la iglesia.
No hay tal cosa como un «Cuerpo» local
Ahora, otro factor en la verdad del cuerpo de Cristo es que no hay cosa tal como un cuerpo local. Hay iglesias locales, o asambleas locales, pero no hay cosa tal como un cuerpo local. Eso se hace claro en un pasaje, al menos cuando está traducido correctamente –1ª Corintios 12:27– donde la infortunada traducción de algunas de nuestras versiones es: «Nosotros somos el cuerpo de Cristo». En el griego no hay artículo; allí no dice: «Vosotros sois el cuerpo de Cristo», sino: «Vosotros sois cuerpo de Cristo». Eso da un cariz enteramente distinto a la asamblea local. Esta palabra dicha a una compañía local de creyentes en Corinto implica muy claramente que la parte es el todo en su repercusión, que el cuerpo local es el todo en representación, el cuerpo entero es representado por esa compañía local.
Usted no puede cortar muchos miembros de una estructura física y ponerlos en una esquina y llamar a eso el cuerpo. Dondequiera que los miembros de Cristo estén, en la implicación y la representación, allí está todo el cuerpo de Cristo, y el pensamiento del Señor es que cada compañía local sea una representación viviente del cuerpo entero, un microcosmos de todo el cuerpo de Cristo. Lo que es verdad del cuerpo entero tiene que ser verdad allí, porque no hay una compañía aislada, una asamblea separada; allí está implícitamente el cuerpo entero. Eso involucra –se perciba o no– todos los grandes elementos y factores del cuerpo de Cristo.
Esto dice en forma absolutamente clara que nada en el pensamiento del Dios es departamental, separado o independiente. En el pensamiento de Dios todo lo que tiene que ver con su iglesia es universal, relacionado e interdependiente; la iglesia es una. Significa que ustedes están tan vitalmente relacionados con otros creyentes, que ustedes son el cuerpo de Cristo en implicación, en efecto, en naturaleza. Esto declara lo más enfáticamente posible que la parte es el todo en el pensamiento del Dios, y que debe ser considerada como el todo.
Pongámoslo de esta manera. Aquí estamos nosotros, en este lugar, en esta parte de esta ciudad, una compañía del pueblo del Señor, y vitalmente relacionada a esta compañía aquí está el cuerpo entero de Cristo. No somos una compañía separada, una asamblea independiente, estamos en una unión espiritual viva y funcional con cualquier otro miembro del cuerpo de Cristo entero en este mundo dondequiera que pueda estar, Francia, Suiza, Alemania, Polonia, América, África, China, la India, etc., todos están aquí en la relación del cuerpo de Cristo, y todos implicados en nuestra reunión juntos.
Tenemos que ver esto pronto y más plenamente, pero una vez que ese principio espiritual es aprehendido, tenemos nuestros pies en el camino de nuestro ministerio universal. Siempre que nos reunimos juntos, aun siendo sólo dos o tres, el cuerpo entero se reúne con nosotros en los lugares celestiales y es afectado por nuestra reunión juntos. Es tremendo pensar que dos o tres de los hijos de Dios reunidos en un lugar, cualquiera sea, en contacto vivo con la Cabeza, están afectando y pueden afectar a todo el cuerpo de Cristo; cada miembro, aunque sean muchos millones, puede afectar al cuerpo de Cristo.
El Cuerpo, complemento de Cristo
Ahora, además, la iglesia como cuerpo es el complemento y la plenitud de Cristo, asociados a él como Cabeza sobre todas las cosas, complemento, conclusión y plenitud de Cristo. Estamos en Efesios, ustedes saben, y aquí la iglesia, el cuerpo es «la plenitud de aquel que todo lo llena en todos», la iglesia es considerada como la plenitud de él. Asociada con él como Cabeza sobre todas las cosas. Para ilustrarlo: aún cuando no estaba revelada, cuando era aún un misterio a través de las edades y de las generaciones, la verdad del cuerpo en principio está contenida en la Palabra desde el inicio.
Nunca había sido revelada o mencionada específicamente, pero está allí. Las verdades son eternas, y desde el comienzo tenemos un principio del cuerpo representado e ilustrado en el caso de Adán y Eva. La mujer fue tomada del hombre y después fue traída al hombre para completarlo, y eso es la iglesia, eso es el cuerpo de Cristo; tomado de Cristo y después traído a Cristo para completarlo. Su conclusión, su complemento a su plenitud asociado con él como Cabeza. «Pues el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia», asociada con él como Cabeza sobre todas las cosas. Tomaremos de nuevo eso ahora para su aplicación práctica.
Observemos aún más, la palabra del Señor revela la iglesia como completa en la mente del Dios en cualquier época dada. Esto nunca cambia con los tiempos en la palabra del Dios, es decir, pasado, presente y futuro. Está siempre completo en el presente, en la mente de Dios. El Señor nunca habla de la iglesia cuando será completa; el Señor nunca habla de una culminación de la iglesia en un tiempo futuro. Hay frases tales como éstas: «el cuerpo entero», que es una declaración ahora, como si en el día de Pablo, cuando él escribió esa frase, el cuerpo estaba completo; él está hablando AHORA sobre el cuerpo entero. «Todo el cuerpo, bien concertado», hablando en su propio día.
Usted tiene que decidir si sólo los santos en el día de Pablo componían el cuerpo de Cristo, o desechar eso y admitir a los creyentes después del día de Pablo, usted tiene que venir a esta conclusión que en el pensamiento del Dios, según lo expresado por el Espíritu Santo en estas palabras, el cuerpo está completo en cualquier tiempo dado. Eso lleva de nuevo a la palabra de Efesios, a «antes de las épocas eternas» cuando Dios completó el cuerpo en su propia mente, «a quienes antes conoció, los predestinó». Allí en la eternidad pasada, la cosa era completa, y eso completo en la mente de Dios existe en cualquier tiempo y en todo tiempo.
Entonces, notaremos que el cuerpo es para la visualización de Cristo. Así como un hombre se manifiesta a sí mismo a través de su cuerpo, así Cristo se expresa a través de su cuerpo, y la suprema y toda inclusiva función del Cuerpo es para la visualización de Cristo.
El Espíritu Santo, factor de unificación en el Cuerpo
En cuanto al gran factor de la unificación en el cuerpo de Cristo, éste no es la aceptación mutua de ciertas verdades presentadas. Eso no constituye el cuerpo de Cristo. No es que todos concordamos en creer ciertas doctrinas. El factor de unificación del cuerpo de Cristo es el Espíritu Santo. «Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo» (1ª Cor. 12:13). «Un cuerpo, y un Espíritu» (Ef. 4:4). Tenemos individualmente cada uno un espíritu, un espíritu separado. El cuerpo de Cristo tiene sólo un Espíritu y ese es el factor que hace al cuerpo uno.
Ahora, usted puede ver clara e inmediatamente cómo proceden, a partir de eso, muchos asuntos prácticos. La necesidad, por ejemplo, de recibir el Espíritu Santo. Eso es muy elemental, lo sé, pero es un hecho fundamental. Nuestro «talento como hombres de iglesia» se prueba en esa verdad. ¿Hemos recibido el Espíritu Santo? Pero entonces el hecho no es suficiente, la función es necesaria; y para el cuerpo funcione, es no sólo necesario que los miembros reciban el Espíritu Santo, sino que el Espíritu Santo debe tener su lugar pleno en cada miembro. ¡Su lugar completo!
Ahora, el orden de las cosas, no cronológico sino espiritual, está muy claro en el orden del Nuevo Testamento. Romanos precede a Corintios, y Corintios precede a Efesios, y así necesariamente. Romanos trae la cruz específicamente para poner a un lado al hombre natural. Corintios tiene como su objetivo, su énfasis, su nota, el lugar de Cristo en señorío absoluto. Todo el problema en Corinto era porque el Señor Jesús no estaba en su lugar como Cabeza soberana, como Señor; y la palabra del apóstol es: «Nosotros proclamamos a Cristo Jesús como Señor». Ellos hacían señores a los hombres – Pablo, Apolos, Pedro; ponían a hombres en el lugar del Señor Jesús.
Ellos ponían cosas en el lugar del Señor Jesús, incluso en lo espiritual, no le daban su recto lugar como cabeza soberana absoluta, y la carta fue dada para ese propósito. Romanos, para poner a un lado al hombre natural, y Corintios, para traer a Cristo a su lugar como Señor; entonces puede venir Efesios y usted tiene, según lo construido sobre esos dos principios –el hombre natural puesto a un lado, y el Señor Jesús establecido como Señor – el cuerpo presentado y funcionando sobre esa base doble.
No se puede tener una expresión del cuerpo de Cristo hasta que se ha puesto a un lado al hombre natural. La sublevación del hombre natural en cualquier manera o medida viola el cuerpo entero de Cristo, y es un fuerte antagonismo a la soberanía del Espíritu Santo. La carne no puede tener un lugar en el cuerpo de Cristo si el cuerpo de Cristo ha de ser aquello que el Señor concibe que debe ser. Si ha de funcionar, el Señor Jesús debe ser absolutamente Señor en el caso de cada creyente.
De modo que ese es el orden, y entonces, el método del Espíritu es revelado otra vez en su sabiduría siguiendo por Colosenses. La epístola a a los Colosenses viene cronológicamente antes, pero espiritualmente después de Efesios. Colosenses es la herencia completa en Cristo, la plenitud de Dios concedida en Cristo, es la suma total de toda la plenitud divina. Colosenses es la contraparte del Nuevo Testamento del libro de Josué. Cristo es la herencia. Él es la tierra de la promesa que fluye leche y miel, la tierra de riquezas y abundancia. Él es todo eso, y usted entra en la plenitud de Cristo como el cuerpo en el terreno del reconocimiento de Su señorío, donde la carne, el hombre natural, es puesta a un lado.
Eso es el cuerpo de Cristo en su naturaleza. Aplique esas leyes hoy y usted conseguirá una expresión viva de aquello que está en Efesios. La razón por la cual carecemos o tenemos muy poco de la expresión de lo que hay en Efesios hoy – el cuerpo que funciona poderosamente en los lugares celestiales –, es porque el hombre natural no ha sido eliminado, porque Cristo no está en su lugar como Señor absoluto.
Por lo tanto, lo que es básico en primer lugar para la iglesia, el cuerpo de Cristo, y para la revelación del cuerpo de Cristo, es la operación práctica de la cruz. Nunca podremos ser guiados por el Señor para ver el cuerpo de Cristo hasta que seamos llevados a ver Romanos, especialmente Romanos 6, hasta que haya habido una revelación de la cruz para nosotros. No hablo de una presentación del principio de la cruz, sino de una revelación de la cruz.
Hablando a título personal, alguien predicó Romanos 6 por años, predicó el mensaje de la cruz por años, como verdad escritural, y usted podría no hallar ningún defecto en tal doctrina. Pero la aplicación práctica de ella aún no había tenido lugar, y vino el tiempo cuando el Señor lo confrontó con las implicaciones de Romanos 6, y fue como si no supiese nada de Romanos 6, porque la cosa fue tan drástica que lo conmovió hasta lo profundo. Tal diferencia hay entre la doctrina de la cruz y su aplicación.
Cuando eso operó en nosotros, vimos que el Señor nos había incluido en la muerte de Cristo, no solo como pecadores, sino como hombres con cada partícula de nuestro equipamiento natural, nuestra habilidad natural, incluso para predicar el evangelio (una facilidad natural para predicar), y todas aquellas cosas que fueron empleadas en el servicio cristiano como nuestros recursos, lo intelectual y cualquier otra área.
El Señor nos lleva a ver que todo fue incluido en la muerte de Cristo y que todas las cosas tienen que salir de él mismo en la nueva creación (que es la ley del siervo del Señor, como el Señor Jesús mismo dijo: «Yo no hago nada por mí mismo», Juan 5:19, todo ahora viene de Dios, de una vida de total dependencia de él en todo). Cuando eso fue aplicado de una manera práctica, significó una enorme conmoción y por un tiempo fue la muerte a todo, fue el final.
Por años, habíamos predicado de la iglesia que es su cuerpo, habíamos estado en un espíritu y una estructura interdenominacional en la mente, habíamos miramos a todos los creyentes como miembros de la única iglesia, la única gran comunidad espiritual, habíamos estudiado Efesios lo más a fondo posible. Pero cuando la cosa comenzó a irrumpir como una revelación del cielo, fue como si no supiéramos nada sobre eso en absoluto, y la operación práctica fue tremenda, causando otra revolución, porque la enseñanza que nunca antes planteó cuestiones prácticas en ciertos ámbitos, ahora comenzó a plantearlas.
Por ejemplo, con la enseñanza sin revelación, la cuestión denominacional nunca fue planteada en su totalidad; pero cuando vino la revelación, se halló imposible ser un denominacionalista. No que hubiera una mera actitud mental, sino que habíamos entrado en una posición espiritual donde uno estaba fuera de la cosa entera y era una contradicción entrar en esa cosa cuando uno estaba fuera de ella. Yo estoy ilustrando, no estoy aplicando esto a ustedes como enseñando y diciendo que la enseñanza del cuerpo de Cristo exige que ustedes dejen una denominación.
La revelación puede ponerles en otra posición, pero no los mueve por la mera doctrina, o debido a lo que digo. Permanezcan donde están hasta que tengan una revelación que les haga imposible permanecer. La revelación plantea situaciones prácticas, mientras que la doctrina no puede hacerlo de la misma forma. Necesitamos más que la aprehensión de la verdad bíblica con nuestras mentes naturales, porque muchas mentes tienen muy diversas aprehensiones.
Decíamos que es fundamental al cuerpo de Cristo una revelación y una aplicación de la cruz, porque cuando el hombre natural de la carne es puesto a un lado, golpeado violentamente, entonces vemos que la vía está expedita para la aprehensión espiritual verdadera del cuerpo de Cristo, porque el cuerpo de Cristo no puede existir y funcionar con ningún hombre natural. Ésa es la naturaleza del cuerpo de Cristo. El hombre natural es puesto afuera en conjunto. Permítanme otra vez insistir en que la revelación del cuerpo se basa en una revelación y una aplicación de la cruz. Entonces el cuerpo se convierte en la esfera de la actividad del Espíritu Santo. La pequeña frase de 1ª Corintios 12, «como él quiso», significa que él designa, él da los dones, él equipa, como él quiere, implicando la libertad completa, la libertad sin restricción del Espíritu Santo.
Si el Espíritu Santo es restringido, en esa medida el cuerpo está limitado en su realización del divino llamamiento y el cumplimiento del propósito divino de su existencia. Sólo la libertad sin restricción del Espíritu Santo puede producir una representación recta y un recto funcionamiento y actividad del cuerpo porque el cuerpo es la esfera de la actividad del Espíritu Santo.
Hemos visto que Cristo es la cabeza del cuerpo, y que el Espíritu Santo tiene su esfera de actividad en el cuerpo. Ahora tomando la ilustración familiar del cuerpo físico, sabemos que cada miembro y cada facultad de este cuerpo físico está relacionada vitalmente con la cabeza, y funciona en relación con la cabeza, si el cuerpo, por supuesto, está en correcto orden. A través del conjunto de este complejo sistema físico, hay una red de nervios; un sistema enormemente complejo, ligando con la cabeza cada punto de nuestra estructura física a las extremidades más lejanas, de modo que usted registra aun el dolor de un dedo de su pie en su cabeza.
¡Corte su cabeza y usted puede herir los dedos de su pie como guste y no lo sentirá! Todo tiene su localización en la cabeza, todas las sensibilidades de los miembros están registradas en ella. Es posible tomar una aguja y, si se conoce el sistema del cerebro, pinchar en cualquier parte dada del cerebro y poner en acción cualquier miembro del cuerpo y dejar a los otros insensibles. Comprendiendo ese sistema, una aguja puede ser aplicada a un punto en el cerebro y poner la mano o el pie fuera de operación y dejar los otros miembros funcionando, esta totalidad está reunida maravillosamente arriba en la cabeza.
Cristo es la cabeza del cuerpo, todos los miembros se asocian a ella, todos ellos están conscientemente registrados en la cabeza, tienen su sentido por causa de su relación con la cabeza, su conciencia espiritual, lo que Pablo significa cuando él dice: «Nosotros tenemos la mente de Cristo» (1ª Cor. 2:16 b).
¿Pero cuál es ese sistema nervioso? Es el Espíritu Santo. Él es el sistema nervioso espiritual del cuerpo entero, ligando todos a la cabeza, él es la conciencia del cuerpo, él es quien trae de la cabeza esas reacciones de los juicios y las decisiones de la cabeza. Él es quien lleva a la cabeza todo lo referente a cada miembro, y hace del cuerpo y la cabeza un todo completo. El Espíritu Santo es ese sistema nervioso a través del cuerpo entero. Ahora, si el Espíritu Santo es detenido, restringido, dañado en cualquiera de los miembros, el funcionamiento del cuerpo es a la vez impedido, obstaculizado.
Por eso dije al principio que cualquier compañía local es el conjunto, que si aquí, por ejemplo, restringimos al Espíritu Santo, o lo detenemos, o si aquí este miembro es herido en lo referente al Espíritu Santo, el cuerpo entero es afectado por ello. Si el Espíritu Santo es frenado aquí, por ejemplo, en materia de oración, todo el cuerpo sufre por eso; no sólo la compañía local, el cuerpo entero. Si el Espíritu Santo, por otra parte, tiene vía libre aquí, el cuerpo entero será favorecido.
Este Cuerpo es una cosa universal y su universalidad se centra en cualquier compañía local; el todo está allí. ¡Como en nuestros propios cuerpos, cuando están en orden apropiado, un miembro afecta al resto! ¡Tienes dolor de muelas y cada parte de tu cuerpo sufre con ello, en poco tiempo el absceso en el diente te tiene complicado entero!
Cuán verdadera es esta presentación del cuerpo en la palabra de Dios. «Si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él» (1ª Cor. 12:26). Pero eso no es en la tierra. En cuanto a la vida natural, yo puedo pasar por una experiencia dolorosa muy grande sin que usted sepa cosa alguna sobre ello, ni sea afectado por esto, pero hay un ámbito en el cual si un miembro espiritual sufre el cuerpo entero está implicado en ese sufrimiento, lo cual demuestra que este Cuerpo es un ente divino y sus relaciones no son naturales, sino espirituales, y que el factor de unificación del Espíritu Santo opera aparte de la conciencia natural.
¿Usted ha visto eso? Si descuidamos nuestra oración privada, el Señor está perdiendo algo en su cuerpo lejano – nuestro comportamiento afecta a sus hijos en el otro lado del mundo. Para el sentido natural no es así, pero el Espíritu Santo lo sabe.
Pero, ¿por qué siempre se toma el lado negativo? ¿Por qué no el positivo, que el mantenimiento de una vida verdadera del Espíritu Santo es siempre, seamos o no conscientes de ello, para el bien de la totalidad del cuerpo de Cristo? Nosotros no vivimos para nosotros mismos, ni morimos para nosotros mismos (Rom. 14:7), pero el sostener un testimonio verdadero aun donde otros creyentes no saben nada del conflicto, en el hogar o en el lugar de trabajo, donde estamos físicamente fuera de contacto con el resto de los creyentes, con todo, el sostener el testimonio allí en fidelidad es en ese ámbito un servicio al Cuerpo entero.
Por eso, el enemigo querría, si él pudiera, destruir aquel testimonio, porque, debido a la universalidad, él puede golpear a la Cabeza misma, y nosotros debemos ver en ello que el testimonio no es algo que solo se da en las reuniones públicas, él está implicado en nuestra vida doméstica y en nuestra vida laboral.
La libertad del Espíritu
Debe haber libertad del Espíritu en nosotros para comprender el Cuerpo y su ministerio. Estoy descendiendo a las cuestiones prácticas. Debe haber absoluta libertad de la organización humana, del gobierno eclesiástico, del control del hombre, si es que va a haber una función completa del Espíritu Santo. Entrar en un sistema religioso con grandes limitaciones, un control eclesiástico, una organización humana de la iglesia en donde usted tiene que predicar tan a menudo como tenga algo que decir o no porque le pagan para hacerlo, está absolutamente contra el Espíritu Santo. Ese no es el principio del Espíritu Santo, y debemos ser absolutamente libres de todas tales cosas si el Espíritu va a funcionar libremente y nosotros vamos a tener un servicio en el Espíritu.
Ese es el principio del Espíritu. Por eso los judíos, los dirigentes judíos, estaban en contra en el caso del apóstol Pablo. Él dijo: «…entraban para espiar nuestra libertad» (Gál. 2:4). ¿Qué era eso? Que él se había sacudido del yugo de la ley y del sistema judío y ahora él se estaba ejercitando en el ámbito universal del cuerpo de Cristo, gentiles y judíos, en la libertad en Cristo.
Él estaba libre de todos los yugos de la tradición, del sistema y de la organización religiosa sobre la tierra, para cumplir su ministerio de revelación, pues el Espíritu Santo lo conducía. Eso es esencial para el cuerpo de Cristo. Por lo cual quiero decir que intentar organizar al cuerpo de Cristo, la iglesia, y tratar de fijar un programa para él y darlo al Espíritu Santo, diciendo: «Usted tomará su lugar y cumplirá nuestro programa» (eso puede parecer irreverentes, lo sé, pero no significa que sea así) es absolutamente contrario al principio aquí revelado.
El Cuerpo de Cristo es una cosa emancipada de los sistemas terrenales; debe ser funcional. No se trata de abandonar el sistema terrenal porque hemos asido ciertas verdades, sino porque hemos sido emancipados. Hay un lugar adecuado para el gobierno y la sujeción espiritual en la iglesia, y el principio de la «liberalidad» es tan malo como el oficialismo.
Pero debo terminar. Vamos a concluir en este punto. Nosotros no podemos tomar la membresía de la iglesia, y no podemos tomar la obra de la iglesia en el cuerpo de Cristo. Hemos oído personas que dicen que ellos van a asumir el trabajo de la iglesia. Esas ideas son completamente extrañas a la verdad del cuerpo de Cristo. Nosotros no podemos unirnos al cuerpo de Cristo. ¡Tome la ilustración física otra vez, y vea cuán absurdo es para una mano o brazo decir que está viniendo a unirse a mi cuerpo! Es absurdo. Esta es una iglesia en la cual no podemos entrar horizontalmente, nosotros tenemos que entrar desde el cielo, tenemos que ingresar por nacimiento, no por adherir o sumarnos.
Esa es la ley del crecimiento del Cuerpo. Es por nacimiento, desde los lugares celestiales, y aquello que es verdad acerca de la membresía del cuerpo de Cristo, es verdad en cuanto al ministerio, a la obra. Nosotros no podemos tomar el trabajo o el ministerio en el cuerpo de Cristo. Tenemos que entrar en la revelación que está allí por el Espíritu Santo y entrar en eso sobre una base experimental. Usted no puede invitar a predicadores que vengan y prediquen. El compañerismo en ese ministerio es el compañerismo de la revelación: que usted ha entrado sobre el mismo terreno, por la misma vía, usted ha nacido de arriba, la única base del ministerio del Cuerpo.
¡La iglesia organizada puede hacer cualquier cosa que le parezca, pero en el cuerpo de Cristo, no! En su ministerio la cosa viene esencialmente desde arriba y no está estructurada desde el exterior. No podemos ensamblar la iglesia en el sentido del Nuevo Testamento, no podemos tomar el trabajo de la iglesia en el sentido del Nuevo Testamento, tenemos que ser una parte orgánica de ella, y la revelación de la verdad del cuerpo no tiene ningún lugar para ese sistema que designe a oficiales y a obreros en una clase de fórmula mecánica, oficial. Usted no puede asir de un hermano y hacerlo un funcionario en el cuerpo de Cristo; puede hacerlo en un sistema terrenal, pero no aquí. Estos deben crecer a través de un proceso espiritual, y el ministerio se expresa desde la vida interior; no es oficial, es orgánico.
Eso abre todo un mundo de verdad que sería provechoso, pero nos detendremos allí ahora mismo, y pedimos al Señor nos dé revelación, si no la tenemos, porque por mucho que podamos decir al respecto, todo ello se convertirá para nosotros sólo en enseñanza, verdad, doctrina, a menos que el Señor lo haga vida, nos dé revelación. Pero, oh, hay una enorme diferencia entre lo que es llamado Iglesia aquí, su sistema, sus métodos, sus relaciones, y esta verdad de que el Cuerpo de Cristo es una cosa espiritual; ¡es una gran diferencia! Esta cosa divina es universal en su rango y en su ministerio aun cuando pueda estar sólo representada por un puñado de personas en una localidad; es un ministerio universal, algo que no pertenece al tiempo o al espacio; es esencialmente espiritual y es divino, ilimitado.