Observando cómo escogían los primeros asientos a la mesa, refirió a los convidados una parábola, diciéndoles: Cuando fueres convidado por alguno a bodas, no te sientes en el primer lugar, no sea que otro más distinguido que tú esté convidado por él, y viniendo el que te convidó a ti y a él, te diga: Da lugar a este; y entonces comiences con vergüenza a ocupar el último lugar. Mas cuando fueres convidado, ve y siéntate en el último lugar, para que cuando venga el que te convidó, te diga: Amigo, sube más arriba; entonces tendrás gloria delante de los que se sientan contigo a la mesa. Porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla, será enaltecido”.
– Lucas 14:7-11.
Alguien ha dicho: “Nunca fui verdaderamente feliz hasta que dejé de desear ser grande”. Ésta es una hermosa verdad moral. Cuando dejamos de desear ser algo, cuando nos contentamos con no ser nada, entonces es cuando saboreamos lo que realmente es la verdadera grandeza – la verdadera elevación – la verdadera felicidad – la verdadera paz. El inquieto deseo de ser algo o alguien es destructor de la tranquilidad del alma.
Para el corazón orgulloso y el espíritu ambicioso, ésta puede parecer una actitud pobre e improductiva, pero para aquellos de nosotros que hemos entrado en la escuela de Cristo y hemos comenzado a aprender de Aquel que fue manso y humilde de corazón, cuando hemos bebido, en alguna medida, del espíritu de Aquel que se hizo a sí mismo sin reputación, entonces vemos las cosas de manera muy diferente.
El camino para subir es bajar. Esta es la doctrina de Cristo, la doctrina que Jesús enseñó y modeló para nosotros. Recuerden: “Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos, y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Así que, cualquiera que se humille como este niño, ese es el mayor en el reino de los cielos” (Mat. 18:2-4).
Esta es la doctrina del cielo: la doctrina de la humildad. ¡Qué contraste al que estamos llamados los cristianos, cuando consideramos la escena mundana de interminable búsqueda y exaltación de uno mismo!
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