Al estudiar la historia de la iglesia podemos observar las huellas de Dios. Su caminar ha sido incesante, su propósito ha avanzado, y constantemente está escogiendo personas con quienes avanzar en ese propósito.
Si nos remontamos a los movimientos de Dios a lo largo de la historia del hombre, podemos ver el fluir de la actividad divina transmitiéndose de generación en generación; y podemos verlo en esta generación — todavía ininterrumpido, todavía regularmente progresivo.
Tiempo atrás, quedé profundamente impresionado meditando sobre unos escritos de Wesley. Dios hizo cosas tan poderosas por su intermedio que se duda si los efectos de su obra podrían ser igualados hoy; pero el hecho es que Dios ha seguido avanzando desde los días de Wesley. El fluir del Espíritu va siempre adelante. La corriente del Espíritu es siempre más profunda.
Aquí hay un principio digno de ser notado. Si usted en su día y su generación responde totalmente a los requerimientos de Dios, usted encontrará que es llevado hacia adelante en la corriente de Su propósito. En cambio, si usted se aferra al pasado, queriendo que Dios haga como Él hizo antes; deseando que Él repita algo que en su estimación es de alto valor espiritual, usted se encontrará fuera de la corriente de sus movimientos. Ser un Lutero en el siglo XVI era una cosa buena, pero ser un Lutero en el siglo XX no supliría la necesidad. Ser un Wesley era de gran valor para el Señor en el siglo XVIII, pero ello sería inadecuado en el siglo XX. Cada instrumento que Dios levanta tiene una función específica, y su contribución a la Iglesia suple la necesidad de cada hora; pero no serviría para edificarla en una etapa posterior de su desarrollo.
Lamentablemente, muchas personas no logran reconocer el fluir progresivo de la corriente viva a lo largo de la historia de la Iglesia. Nosotros que estamos sobre la tierra hoy día hemos heredado la enorme riqueza de los santos que ya han hecho su contribución. Nosotros no podemos sobrestimar la grandeza de nuestra herencia, y tampoco podemos ser suficientemente agradecidos a Dios por ello. Pero si hoy usted intenta ser un Lutero o un Wesley, usted será un fracaso total. Usted quedará corto en el propósito de Dios para esta generación, porque estará volviendo hacia atrás, mientras la corriente del Espíritu fluye regularmente hacia adelante. La tendencia entera de la Biblia, de Génesis a Apocalipsis, es una tendencia a ir hacia adelante. De principio a fin, el registro bíblico es un desdoblamiento progresivo de los movimientos de Dios.
De Hechos a Hebreos
Una vez un hermano me preguntó sobre el significado de la epístola a los Hebreos. Le pregunté si él había notado alguna diferencia significativa entre aquel libro y el libro de los Hechos. Aun en el libro de los Hechos se advierte claramente la naturaleza progresiva de la actividad divina; pero la revelación a través de la epístola a los Hebreos muestra un mayor avance todavía en el desdoblamiento del propósito de Dios. El avance espiritual en Hechos es evidente, según el programa mostrado claramente en el primer capítulo: «En Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.» De Judea la corriente fluyó hasta Samaria; pero habiendo alcanzado Samaria ella no se detuvo allí; sino que fluyó hasta Roma, y tuvo como destino lo último de la tierra.
Aunque nosotros podamos mirar el avance regular del propósito divino a lo largo del libro de Hechos, todavía hacia el final del libro encontramos que el concepto “cristiano” no ha sido completamente clarificado. Sin embargo, cuando leemos la epístola a los Hebreos vemos que el cristiano ya ha salido de una etapa de transición y su personalidad ha llegado a ser totalmente definida. En los Hechos, él es tanto judío como cristiano. Él tiene comunión con otros cristianos fuera del templo; sin embargo, todavía visita el templo. Pero cuando venimos al libro de Hebreos encontramos que él no es más judío y cristiano; es simplemente cristiano. Y él nunca más se encuentra con sus amigos cristianos a veces dentro del templo, y a veces fuera del templo. Lo que él podía hacer cuando el Espíritu recién había sido derramado en Jerusalén, no lo puede hacer ahora que la corriente del Espíritu está yendo hacia adelante a los finales de la tierra. En Hebreos encontramos que el cristiano ha abandonado el templo por «el verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre», y ha abandonado los muchos sacrificios por la “única ofrenda» por la cual el creyente es hecho “perfecto para siempre.»
En Hechos leemos que Pablo entró en el templo para hacer un voto. No concluyamos tan rápidamente que él estuvo equivocado. No nos atrevemos a aplicar el último estándar de Dios para sus santos en cada época, porque el movimiento de Dios hacia su última meta es progresivo. Lo que se requiere de usted y de mí hoy no es que logremos ese último estándar, sino que nuestra medida corresponda a la etapa alcanzada en el desarrollo del propósito divino en el tiempo presente. Usted y yo debemos ser hallados en el punto en que la corriente del Espíritu ha llegado en el día de hoy –no la etapa alcanzada en alguna fecha del pasado, ni la etapa que alcanzará en alguna fecha futura. Estuvo bien para Pablo purificarse en el templo conforme al Antiguo Pacto; pero lo que estuvo bien en ese tiempo habría estado errado más tarde. Por lo tanto, el escritor de Hebreos explica que la realización del propósito de Dios en establecer el Nuevo Pacto consistió en la abolición completa del antiguo orden, al cual los creyentes judíos se aferraron tan tenazmente. Una vez que el Antiguo Pacto hubo servido al propósito de Dios tuvo que ceder su lugar al Nuevo.
El libro de los Hechos es progresivo de principio a fin, y cuando el registro se cierra con el capítulo 28, el movimiento del Espíritu no cesa; la corriente sigue fluyendo a través de las generaciones venideras, y todo el tiempo Dios continúa levantando instrumentos que harán la contribución específica necesaria en la etapa específica que el Espíritu ha alcanzado en Su poderoso movimiento hacia adelante.
Dios persigue un propósito
En el Antiguo Testamento vemos que en cualquier lugar donde la bondad de Dios se posó allí no hubo esterilidad. Dios tuvo el propósito de tener una «simiente»; para que en ninguna generación él sufriera la ruptura de la línea genealó-gica, porque para asegurar Su propósito necesitó la perpetuación de aquella simiente. Por esta razón dependemos de nuestros antepasados espirituales. Pero no sólo tenemos que aceptar la herencia que nos viene de ellos; tenemos la solemne responsabilidad de pasarla a otros. La pregunta hoy no es: ¿Fluirá la corriente del Espíritu en nuestra generación?, sino: ¿Estaremos usted y yo en esa corriente? Si no logramos cumplir los requerimientos del propósito de Dios para este tiempo presente, Él encontrará otros que suplan Su necesidad. ¿Dónde está el sello del Espíritu hoy? ¿Dónde está la autoridad espiritual hoy? ¿Está con nosotros o no? Sólo si tenemos la autoridad del Espíritu seremos hallados en esa corriente que avanza hacia adelante.
Explorando la historia mundial y la historia de la Iglesia vemos los caminos de Dios mientras Él persigue Su propósito. Él levantó un Lutero cuando necesitó un Lutero, y aunque Lutero tuviera sus debilidades, él era el instrumento adecuado a la necesidad divina de esa época. Usted y yo debemos mucho a Dios por Martín Lutero, ya que somos el fruto de sus labores. Él en su día ofreció un camino libre a la corriente del Espíritu para que siguiera su curso; y nosotros, que hemos sido alcanzados por la misma corriente, tenemos el privilegio de ofrecernos a Dios para que Él pueda avanzar un poco más allá en Su curso. Si Él puede abrirse paso a través de estas vidas, eso será nuestra mayor gloria. Si no, Él dará la vuelta en otra dirección; pero eso significará una pérdida trágica para nosotros. La corriente espiritual puede estar corriendo por este curso actualmente, pero dónde fluirá en diez años más, no podemos saber. Debemos aceptar que sea así. Cada día el Espíritu evita a uno y usa a otro. Si le resistimos hoy, Él tendrá que abrirse paso en otro lugar. ¡Qué solemne pensamiento!
Desafiados por nuestra herencia
Desde los siglos de oscurantismo, cuando la luz que alumbró la iglesia temprana había sido en gran parte apagada, el Espíritu Santo ha estado activo recuperando verdades perdidas por medio de un instrumento u otro, para que ahora el cuerpo entero de verdad esté recuperado en la Iglesia. Hace más de un siglo la necesidad de un ministerio corporativo llamó la atención de los santos, y más recientemente, esta verdad ha sido enormemente acentuada; pero ha habido una carencia triste en la realización práctica de lo que sabemos. La recuperación de la doctrina acerca del ministerio corporativo es una cosa; la realidad del ministerio corporativo expresado a través de la vida de la iglesia es otra cosa muy diferente. Como es nuestro privilegio el ser los herederos de la riqueza enorme que ha sido recuperada a lo largo de los últimos siglos, nosotros que vivimos en este siglo XX debemos asumir la responsabilidad a la que nos desafía una herencia tan rica. Toda esta riqueza ha sido puesta a nuestra disposición no simplemente para nuestro enriquecimiento, sino para el adelanto del evangelio. Nuestra herencia del cuerpo entero de verdad nos desafía a un ministerio corporativo que abrazará cada aspecto de la verdad.
Cuando un amplio ministerio corporativo haya sido asegurado, creemos que proporcionará una condición para la Venida del Señor. No es sólo la proclamación de la verdad entera que se necesita hoy; es la liberación de la realidad espiritual que la verdad expresa, y que sólo puede ser realizado cuando aceptamos ser llevados adelante por la corriente poderosa del Espíritu.
Traducido de “Twelve Baskets Full”.