Reflexiones acerca de la visión espiritual.
Lectura: 2ª Corintios 3: 7-18; 4:1-6.
Hemos estado tratando el asunto de la vista espiritual. Aquí en el pasaje de la Escritura que acabamos de leer encontramos otra porción relacionada con este mismo asunto de la ceguera y la visión.
En primer lugar, tenemos el hecho de la ceguera: «El dios de este siglo cegó»; luego vemos la causa: «El dios de este siglo». Y después encontramos la razón o propósito, es decir: «…para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios». Vamos a considerar los temas en este orden.
El hecho de la ceguera
Habrás notado que en este pasaje se traza un paralelo entre el Israel de los días de Moisés y los incrédulos de los días de Pablo. En ambos casos se dice que hay un velo sobre sus corazones, sobre sus mentes, un velo que cierra, que excluye, y que es cegador en su naturaleza. Mas aun, hay un elemento de juicio y condenación en la forma en que el apóstol habla de él. Nos dice en relación a Israel cuando se reunió en la puerta del tabernáculo, para oír a Moisés leyendo la ley, que ciertamente Moisés hubo de ponerse un velo porque el pueblo no podía fijar la vista en la gloria de su rostro. Pero esto no era porque la gloria no pudiera en verdad ser contemplada, sino por causa del estado de su mente, de su corazón. Si su estado interior hubiera sido distinto, el velo hubiera sido innecesario; hubieran podido contemplar la gloria y vivir en la luz. Sin embargo, el velo era una representación externa de una condición interior que escondía la gloria de Dios. Nunca fue el deseo del Señor el esconder Su gloria, sino el manifestarla, y que el hombre viviera en ella, la disfrutara; que no hubiera ningún velo en absoluto entre Dios y el hombre. Los velos se han interpuesto entre Dios y los hombres por causa de una condición que Dios preferiría que no existiera.
El poder cegador de la incredulidad
De este modo ha de ser situada esta oscuridad, esta ceguera, este cerrar y esconder la gloria de Dios y esta condición interior de Israel en el tiempo de Moisés y de quienes estaban en la misma condición en días de Pablo y en el día de hoy, como algo bajo juicio y condenación. Esta condición interior que actúa como un velo es incorregible incredulidad como sabemos bien por todo lo que se dice de Israel. Fue la incorregible incredulidad de Israel lo que le cegó, pero decir esto no es en absoluto de ayuda. Es sencillamente la declaración de un hecho, un hecho muy opresivo. Conocemos nuestros corazones lo suficientemente bien como para saber que en todos nosotros hay una incorregible incredulidad, y hemos de entender porque se encuentra ahí esta incredulidad, y cual es su naturaleza de modo que descubramos cómo puede el velo ser quitado. Es decir, cómo hemos de tratar con la incredulidad para que podamos contemplar la gloria de Dios y vivir en la luz eterna.
Luz en terreno de resurrección
Consideremos de nuevo, para ver lo que Dios deseó siempre hacer, el caso de Israel. Lo podemos expresar de este modo: Dios siempre quiso conseguir que ocuparan territorio de resurrección en corazón, espíritu y vida. Esto se hace evidente en primer lugar en la Pascua, en Egipto, cuando el primogénito de cada hogar egipcio fue muerto en aquella noche terrible en que la muerte estaba por todas partes. Pero Israel no estaba exento, como se supone en modo demasiado superficial. La idea despreocupada y superficial es que sólo los primogénitos egipcios fueron muertos y no los primogénitos de Israel, pero no es así, también los primogénitos israelitas fueron muertos. La diferencia fue que los primogénitos en Egipto fueron muertos de manera efectiva mientras que los israelitas lo fueron de manera sustitutiva. Cuando aquel cordero fue sacrificado en cada hogar de Israel, cada hogar, representado por el cordero, pasó bajo el mismo juicio que los primogénitos egipcios y en aquel cordero, todo Israel pasó de muerte a vida de manera representativa. En aquel cordero Israel fue llevado virtualmente a través de la muerte a un terreno de resurrección; para Israel lo fue. Esta es la diferencia. Sin embargo todos murieron, los unos en realidad, los otros representativamente.
De este modo Dios, en la misma fundación de la vida nacional de Israel, procuró establecerlos sobre terreno de resurrección, lo cual significa que ha tenido lugar una muerte, algo ha terminado. Un completo orden de cosas ha sido destruido y otro completamente distinto ha sido introducido. El gran esfuerzo de Dios en la Pascua y su significado era que Israel tomara su posición en este nuevo terreno, en este nuevo orden. La celebración de la Pascua año tras año como una ordenanza establecida por todas sus generaciones y su historia, era la manera de Dios de mostrar a los israelitas que pertenecían a otro orden, el orden de la resurrección. Mientras que en todos los hogares egipcios y por todo su territorio había oscuridad, los hijos de Israel tenían luz en sus viviendas; porque la luz está siempre en el terreno de resurrección, pero sólo en el terreno de resurrección.
Después, en el Mar Rojo se repitió el mismo gran principio, atravesándolo y saliendo de él hacia terreno de resurrección. De nuevo, Egipto fue tragado por el mar mientras Israel fue salvo. Todos entraron en el mismo mar, pero para Israel, al otro lado hay una columna de fuego para que sea su luz en terreno de resurrección – el espíritu de luz y vida. Mientras continuaban adelante año tras año, guardaron la Pascua para preservar el testimonio en cuanto al terreno sobre el que estaban como nación.
Después vino el Jordán; y no fue más que una reiteración en principio de lo mismo, ahora se hace necesaria, no por su condición necesitada sino por su reconocimiento de ella. Es dudoso que tanto en la Pascua como en el Mar Rojo Israel tuviera un entendimiento subjetivo de lo que Dios estaba haciendo en la Pascua o en el Mar Rojo, pero ahora han llegado a darse cuenta de manera subjetiva de que es una necesidad. Durante cuarenta años han estado descubriendo cosas, y al final se ponen de acuerdo. Se ponen de acuerdo con Dios en que necesitan un terreno completamente distinto si han de permanecer en la luz. De manera persistente y por todos los medios, Dios procuró que Israel ocupara y permaneciera en el terreno de resurrección, del cual había sido cortado por completo el terreno de lo natural. Su incredulidad incorregible tenía como componente básico la inclinación al terreno de lo natural, de la no-resurrección.
La consecuencia de vivir en el terreno de lo natural
¿Qué es el terreno de lo natural? Mira a Israel y lo verás con claridad. El terreno de lo natural es un atraer las cosas a uno mismo, una perspectiva de todas las cosas a la luz de uno mismo; el criterio predominante es cómo me afectan las cosas a mí. En el comienzo de nuestra vida cristiana era así. Por supuesto, la liberación que experimentamos en un comienzo obró en nosotros positivamente, de modo que estábamos muy contentos. La poderosa liberación del Mar Rojo, nos es algo agradable, de modo que hoy estamos llenos de gozo. Siempre es así cuando las cosas van bien. Sin embargo ¿qué ocurre cuando estamos siendo probados? Si mañana se nos lleva a este lugar y situación donde no está tan claro que todo sea para nuestro provecho, la canción cesa, el gozo se va y entra la murmuración. «Murmuraron». ¡Cuán a menudo se dice que Israel murmuró! ¿Por qué? Porque estaban sobre un terreno carnal, natural, que en pocas palabras significa: «¿Cómo me afecta a mí?» Este es el terreno de lo natural y en este terreno siempre brotará la incredulidad.
Lo que da fuerza a la incredulidad son estas cosas: intereses y consideraciones naturales, personales; mirar las cosas desde la óptica de lo que nos es o no ventajoso. Permite que estas cosas entren, aunque sea sólo por un momento, y no tardarás en encontrarte dudando y cuestionando, en incredulidad, porque la esencia de la fe es exactamente lo contrario de esto. Cuando las cosas van en contra de ti y de tus intereses, cuando estás perdiendo tu vida y lo que tienes, y sin embargo estás creyendo a Dios, confiando en él, esto ciertamente es fe, esto es la esencia de la fe. Sin embargo, nuestra fe no es verdadera cuando solamente creemos en Dios mientras brilla el sol y todo va bien. Israel se mantuvo tan persistentemente en el terreno de lo natural, que actuó mucho más en incredulidad que en fe. Fue eso lo que les cegó. De modo que, cuando lo analizamos, vemos que la incredulidad ciega no es otra cosa que movernos en un terreno distinto del terreno de resurrección. Esto significa que estamos ocupando un terreno que Dios ha puesto bajo maldición, que Dios ha prohibido, sobre el que Dios ha inscrito la advertencia para los creyentes: «No pasar» Si tan solo pudiéramos ver en nuestro corazón estas notas diseminadas por todo el territorio del propio interés, las consideraciones mundanas etc., seríamos librados de mucha de la miseria que viene a nuestras vidas.
Toda la vida natural es algo ciego, y la medida de nuestra ceguera será proporcional a la medida en que seamos gobernados por lo natural. «El hombre natural», dice el Espíritu de Dios, «no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios … y no las puede entender porque se han de discernir espiritualmente» o «han de ser discernidas por el espiritual» (1ª Corintios 2:14). Toda la vida natural es algo ciego. La medida en que ocupemos el terreno de lo natural determinará la medida de nuestra ceguera. Dios se proponía sacar a Israel de este terreno y establecerlos en terreno de resurrección, es decir que fueran gobernados no por lo natural, sino por el Espíritu; y ser gobernados por el Espíritu significa andar en la luz, tener luz, significa ver.
Vida en el Espíritu
«Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad» (2ª Corintios 3: 17) ¿Libertad de qué? Libertad del velo. «Pero cuando se conviertan al Señor el velo se quitará»: La esclavitud, la limitación es quitada. Y «el Señor es el Espíritu». Estar en el terreno del Espíritu, que es terreno de resurrección, con la vida natural puesta a un lado, es ser librado de la esclavitud y estar en la luz. ¡Vida en el Espíritu! El ejemplo de Israel declara categórica y permanentemente que religión no es necesariamente iluminación, y que incluso el tener las Escrituras no es forzosamente iluminación. «Cuando se lee a Moisés el velo está puesto sobre el corazón de ellos».
«Cuando se lee a Moisés…». Pablo dijo algo muy fuerte sobre las Escrituras y los profetas que leían cada día; no entendían lo que significaban, no percibían su sentido, aún estaban en ceguera, en oscuridad. No, incluso el tener las Escrituras no significa necesariamente iluminación.
Este mensaje de 2ª Corintios es tanto para cristianos como para no creyentes. Quizás incluso todo este mensaje sobre el velo, sobre ser cegado, sobre ver, se aplique más a los creyentes. ¿Dónde esta el cristiano completa y finalmente librado de la vida natural? Después de todo, la iluminación es sólo algo comparativo. Es decir es un asunto de «más o menos». De ahí que existan tantas exhortaciones a los creyentes para andar en luz, vivir en el Espíritu, porque sólo de este modo puede desarrollarse y progresar este asunto de la visión y entendimiento espiritual. Vida en el Espíritu es sólo otra manera de decir: vida en terreno de resurrección.
Lo que hemos dicho hasta aquí, es que la ceguera que se extiende por la totalidad de la vida natural opera y tiene su fuerza en aquellos que eligen y aceptan esta vida. No es necesario que esto ocurra; no es la voluntad de Dios. El deseo de Dios es que vivamos en la luz, que veamos su gloria, que no haya ningún velo en absoluto. Este es su deseo, que el velo sea quitado. Sin embargo hay una gran cosa que sí es necesaria, y es que vengamos a aquella Pascua, a aquella muerte que es muerte a la vida natural y que produce una vida completamente nueva, vida del Espíritu, en la cual es creada una nueva facultad, un nuevo poder, una nueva capacidad para ver. Esto es algo muy importante, vital para nosotros como pueblo de Dios.
¿Cuándo el pueblo de Dios, que tiene las Escrituras y las conoce tan bien en la letra, cuándo vendrán a darse cuenta y a reconocer que si en verdad han sido crucificados con Cristo, si han muerto con él y juntamente con El han sido resucitados y han recibido el Espíritu, tienen luz en ellos? «La unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas…» (1ª Juan 2:27). ¿Cuándo se darán cuenta los creyentes, los cristianos de esto? ¿Por qué los creyentes, que conocen las Escrituras en la letra, están corriendo de acá para allá buscando consejos de otros sobre cuestiones que afectan su conocimiento espiritual? No quiero decir que sea malo pedir consejo, que sea malo saber lo que otros hijos de Dios con experiencia piensan o sienten sobre un determinado asunto.
Sin embargo estamos en gran peligro si vamos a construir nuestras posiciones basándonos en sus conclusiones. La autoridad final y al árbitro en todas las cuestiones es el Espíritu de Dios, el Espíritu de la unción. Podemos ayudarnos el uno al otro, pero es mi esperanza que no vayas a construir tu posición sobre lo que estoy diciendo ahora por el hecho de que yo lo digo. No hagas esto. No quiero que lo hagas. No te pido que lo hagas. Lo que te estoy diciendo es, escucha, toma nota, y después vete a la autoridad final que esta en ti, si eres hijo de Dios, y pídele que te confirme su verdad o que te muestre cualquier otra cosa. Este es tu derecho, tu derecho de nacimiento, el derecho de nacimiento de todo hijo de Dios: estar bajo la luz del Espíritu de luz que lo habita, el Espíritu de Dios.
Me pregunto dónde estaría Pablo si hubiera tomado el curso contrario del que tomó. «Cuando agradó a Dios, que me apartó desde el viento de mi madre… para revelar a su Hijo en mí… no consulté en seguida con carne y sangre, ni subí a Jerusalén a los que eran apóstoles antes que yo; sino que fui a Arabia» (Gál. 1: 15-17). Me pregunto, ¿qué hubiera ocurrido si hubiera subido a Jerusalén y hubiera puesto el asunto ante aquellos que eran apóstoles antes que él? Sabemos por acontecimientos que ocurrieron después que algo que le hubieran dicho hubiera sido: «¡Ten cuidado Pablo! Nos estás diciendo que en el camino de Damasco se supone que Jesús te dijo que fueras a los gentiles, ¡Ten cuidado!». Hubieran intentado persuadirlo en contra de este asunto de los gentiles. Ya sabes lo que sucedió mas tarde. Ya sabes que en este punto, incluso Pedro cayó en simulación años más tarde. Ya sabes que aquellos apóstoles que fueron antes que él en Jerusalén siempre fueron muy recelosos sobre el tema de los gentiles, y si Pablo hubiera capitulado ante ellos nunca hubiéramos tenido en él al gran apóstol de los gentiles, el gran apóstol del Cuerpo de Cristo, con su revelación del misterio de la unidad de judíos y gentiles en Cristo.
Pablo no sometió esto ni siquiera a los que fueron apóstoles antes que él para preguntarles si era correcto o no, si era sano o no. ¡Oh, no! En Damasco recibió la unción; Ananías puso sus manos sobre él y recibió al Espíritu, y desde este día, aunque Pablo estaba por completo dispuesto y gozoso de tener comunión con sus hermanos, aunque nunca tomó una posición independiente o superior, aunque estaba siempre abierto para el diálogo, fue sin embargo un hombre gobernado por el Espíritu.
Has de tener cuidado de cómo tomas lo que estoy diciendo. Sólo será seguro para ti en la medida en que no te veas a ti mismo junto con el Espíritu Santo como una parte independiente, sino que te mantengas en perfecta comunión, sumisión, humildad, con un corazón abierto y dispuesto a escuchar y obedecer lo que pueda venir como testimonio del Espíritu a la verdad a través de otros. Pero todo esto depende de tu condición interior, de si estás en terreno natural o espiritual, en el terreno de la antigua creación o en el de resurrección. Pero si estás en terreno de resurrección donde no es la vida de lo natural la que gobierna sino el Espíritu, entonces amado, tienes el derecho el privilegio y la bendición de conocer el testimonio del Espíritu en tu corazón y la unción enseñándote todas las cosas, en cuanto a si un asunto determinado es correcto o incorrecto. ¿Cuándo conocerá el pueblo de Dios esto? ¿Cuando lo reconocerá?
Es aquello que mencionábamos anteriormente, lo que está robando a muchos la luz que el Señor desea darles. El Señor les guiaría a una mayor plenitud en el conocimiento de su Hijo, a un crecimiento de su entendimiento espiritual, pero están descuidando el don que está en ellos. Están descuidando al Espíritu Santo como su iluminador, maestro, instructor, guía y arbitro, y van a éste o aquel, a esta o aquella autoridad diciendo: «¿Qué piensas sobre este asunto? ¡Si tú crees que está mal, entonces no lo haré!». El hacer esto es fatal para el conocimiento espiritual. Esto es permanecer en el terreno natural.
El Señor nos quiere fuera de este terreno. Este asunto de ocupar terreno de resurrección, de vivir una vida en el Espíritu, es esencial para poder llegar al pleno conocimiento del Hijo de Dios. ¡Cuánto más se podría decir sobre todo esto! Tengamos cuidado en cuanto a quiénes son nuestras autoridades. Muchos queridos hijos de Dios han llegado a estar, tanto individual como colectivamente, bajo una horrorosa y pesada esclavitud, limitación y confusión por volver una y otra vez a autoridades humanas, a este o a aquel gran líder, a este hombre que fue grandemente usado por Dios, a aquel que tuvo una gran cantidad de luz espiritual. «El Señor tiene todavía más luz y verdad que hacer brotar de su Palabra» de la que incluso poseyera aquel siervo suyo. ¿Entiendes lo que quiero decir?
Tenemos todo el beneficio de la luz dada a personas piadosas y procuramos aprovecharnos de luz verdadera, pero nunca deberíamos caer en esclavitud y decir: «¡Esta es la última palabra sobre el asunto!». Esto no debe ocurrir nunca. Hemos de mantenernos en terreno de resurrección. Y ¿quién puede agotarlo? En otras palabras, ¿quién puede agotar el significado del Cristo resucitado? Él es un almacén sin límites, la tierra de vastas distancias. Supongo que si ha habido alguien que tuviera este sentido más que cualquier otro, ese sería Pablo. Pero hasta el fin de su vida, desde la cárcel aún clama: «¡A fin de conocerle!»: «Lo tengo todo como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús mi Señor por amor del cual lo he perdido todo y lo tengo por basura» (Fil. 3:8).
Al final de una vida como la suya, la vida de un hombre que podía decir: «Conozco a un hombre en Cristo que hace catorce años fue arrebatado al tercer cielo… donde oyó palabras inefables que no le es dado al hombre expresar» (2ª Cor. 12:2, 3) esta todavía diciendo: «¡A fin de conocerle!». Creo que nadie, ni aun Pablo, ha hecho más que comenzar a conocer a Cristo resucitado. «Cosas que ojo no vio ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu» (1ª Cor. 2:9, 10). El Espíritu tiene las inescrutables riquezas para revelárnoslas. ¡Qué lamentable entonces la ceguera que viene por ocupar terreno natural, sea en la forma que sea!
Sólo unas palabras sobre la causa de la ceguera espiritual. «El dios de este siglo cegó…». Hay dos cosas en esta frase. Primero, esta ceguera no es, después de todo, algo tan sólo natural, es sobrenatural. Cuando decimos que el reino de lo natural es ciego, hemos de añadir algo más. Existe algo muchísimo más siniestro acerca de este tipo de ceguera. Es una ceguera sobrenatural, pero es una ceguera maléficamente sobrenatural. Es obra del diablo. Esta es la razón por la que impartir visión espiritual implica siempre un conflicto tan terrible.
Nunca nadie llega realmente a ver y entender por el Espíritu sin conflicto, sin pagar un precio, sin una terrible cantidad de sufrimiento. Cada porción de verdadera iluminación espiritual es algo muy costoso. En lo que a este asunto se refiere Pablo tenía que ponerse mucho de rodillas en favor de los santos. «Doblo mis rodillas –oro– para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de Él» (Ef. 1:17). Es algo por lo que hay que orar, y no es intrascendente el hecho de que en la epístola a los Efesios, la oración aparece en tan alto grado relacionada con lo que se nos revela en el capítulo seis.
«Nuestra lucha… es contra principados y potestades contra los gobernadores de las tinieblas, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Por tanto tomad toda la armadura de Dios» –esto y aquello, etc.– «…orando siempre en el Espíritu con toda oración y súplica» (Ef. 6:12-18). «Orando siempre … para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo.. . os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de Él». ¿Se dan cuenta?, es todo una pieza. Pero ¿por qué todo esto? La explicación está aquí: «El dios de este siglo». Estamos contra algo sobrenatural en esta ceguera espiritual. Estamos contra todas las fuerzas cósmicas de maldad; son inteligencias espirituales obrando para mantener a las personas en su ceguera.
No es poca cosa el tener verdadera vista espiritual. Representa una poderosa victoria. Tal realidad no va a venir a ti sentándote pasivamente y esperando a que llegue. En cuanto a este asunto, ha de haber ejercicio. Cuando de verdad te dispones para recibir entendimiento espiritual, te colocas en contra de las fuerzas del dios de este siglo. Es una batalla sobrenatural, de modo que cada pequeña etapa de ministerio que vaya a ser en verdad un ministerio de revelación estará rodeada de conflicto. Habrá conflicto antes del tiempo del ministerio, el conflicto continuará durante el tiempo del ministerio, y probablemente seguirá después. Es así.
Aquí está pues la necesidad de que te ejercites en cuanto a la luz, que mientras estés escuchando no des por sentado que habiéndolo oído, ya lo tienes; asegúrate de que después de oír, tratas lo que has oído de modo práctico con el Señor, para que en verdad se realicen los avances que él desea en tu vida y que no te engañes a ti mismo asumiendo que ya lo sabes simplemente porque lo has oído. Puede que todavía no lo sepas. Puede ser todavía necesario librar una batalla al respecto.
Si en verdad lo supiéramos, una gran cantidad de los conflictos que experimentamos en nuestras vidas son porque Dios desea llevarnos un poco más adelante en el camino, abrir nuestros ojos para que le veamos a él, introducirnos en la luz de su Hijo. Dios desea ensanchar nuestro horizonte espiritual, y el enemigo está en contra. No va a permitirlo si puede. Se produce conflicto. Quizás no lo entendamos, pero muy, muy a menudo, más de lo que pensamos, ocurre sencillamente que el Señor está tras algo en nuestras vidas y Satanás dice: «No van a ver esto si puedo evitarlo». De modo que se levanta una tremenda batalla. Esta ceguera es sobrenatural, igual que lo es también la iluminación.
«El dios de este siglo». Esta expresión para designar a Satanás puede significar más que una simple porción en el tiempo. Puede significar todo el tiempo ya que Satanás ganó su señorío sobre el hombre en el mismo principio. Esto es lo que perseguía, usurpar el lugar de Dios y conseguir la adoración del hombre; ser dios, ser adorado; lo cual significa sencillamente tomar para sí lo que del hombre tiene valor. Dios hizo al hombre para que éste fuera el vehículo que le trajera algo para su gloria y disfrute, algo digno de Sí, que Dios pudiera encontrar en el hombre un vehículo digno1 de Él.
Satanás dijo: ‘Yo voy a poseer este vehículo digno. Dios ha invertido algo en esta creación, algo que él quiere para sí, pero yo voy a poseerlo’. Así que lo que vemos en Edén es la manera en que Satanás suplantó a Dios en el corazón y mente del hombre, y el modo cómo consiguió que el hombre le diera lo que era sólo el derecho de Dios: la adoración. De este modo, por el consentimiento y caída del hombre, Satanás ganó el título de «dios de este siglo», y lo mantiene desde entonces. «Este siglo» significa el curso de este mundo. ¡Es «el dios de este siglo»!
El gran peligro para que Satanás pueda mantener su papel de ‘dios’ es la iluminación espiritual. No va a poder conservar mucho tiempo este terreno cuando tus ojos sean abiertos. ¡Oh, cuando un corazón es iluminado, el poder de Satanás es quebrantado! Por eso el Señor dijo a Pablo en Damasco: «…a quienes ahora te envío para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios» (Hch. 26: 17-18) Las dos cosas van juntas: de las tinieblas a la luz; del poder de Satanás a Dios. Repito: la mayor amenaza y peligro para Satanás y su posición es la iluminación espiritual; por lo cual él ha de encontrar un terreno sobre el cual perpetuar y mantener su posición, su papel como «dios de este siglo». Y ¿qué terreno le será satisfactorio para este propósito? El terreno de lo natural. Si nos colocamos en el terreno de lo natural le estamos dando a Satanás derecho de posesión. Cada vez que lo hacemos se fortalece el agarre de Satanás.
El propósito de la obra cegadora de Satanás
¿Cuál es la razón u objeto de esta obra cegadora de Satanás? Que «…no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios» (2 Cor. 4:4). La gloria de Cristo, el evangelio de la gloria de Cristo; la luz del evangelio de la gloria de Cristo, que es la imagen de Dios, estas cosas no han de resplandecerles y por eso, el dios de este siglo les ha cegado.
Entonces ¿cuál es el propósito? Remontémonos atrás a un periodo incierto en el tiempo, cuando en los consejos de Dios, el Hijo fue señalado como heredero de todas las cosas. Cuando esto se supo en el cielo se halló iniquidad en el corazón de uno de entre las huestes angélicas. Esta iniquidad fue el orgullo de desear igualdad y aspirar a la posesión de aquella herencia. Su corazón se exaltó y dijo: «Pondré mi trono por sobre las estrellas de Dios… Seré semejante al Altísimo» (Is. 14:12-14; Ez. 28:11-19). Al decir esto se descubrieron sus celos hacia el Hijo de Dios; y por esta iniquidad de su corazón, por este orgullo y celos, perdió su posición allí y ha descendido para que, si él puede impedirlo, los hombres no vean al Hijo del Hombre. Les ha oscurecido y cegado para que la luz del evangelio de la gloria de Cristo no les resplandezca. Su propósito es excluir al Hijo.
De seguro esto ha de significar algo inmenso, si Satanás con toda su inteligencia y entendimiento reconoce que si los hombres ven al Hijo esto es lo mas grande que puede ocurrir. Todo lo que tiene que ver con la intención de Dios, se relaciona con esto. La totalidad del gran propósito de Dios en la creación de este mundo y este universo depende de esto. Todo está conferido al Hijo, y si los hombres ven al Hijo entonces Dios alcanza sus fines y cumple sus propósitos. Satanás dice: «¡Esto no debe ocurrir; no han de ver al Hijo!». El dios de este siglo ha cegado sus mentes para que no les resplandezca la luz de la gloria de Cristo, que es la imagen de Dios.
¡Qué importante es entonces ver al Hijo! No podemos ahora extendernos en este tema tan inmenso, pero terminemos con esta nota: ¡Qué tremenda expresión de júbilo llenará el universo cuando al fin le veamos cara a cara, cuando ya no haya más velos oscurecedores, en ningún grado. Dios cumplirá entonces sus propósitos. El Hijo aparecerá, será contemplado. Cuando le veamos «seremos como él porque le veremos como él es» (1ª Juan 3:2). Este es el propósito para el que Dios nos hizo: «Ordenados de antemano para que fuéramos hechos conforme a la imagen de su Hijo» (Romanos 8:29). Pero es necesario verle ahora y seguir viéndole hasta el día perfecto, porque es contemplándolo como somos cambiados a su imagen.
¿Cual será la oración de nuestros labios y de nuestros corazones al terminar esta consideración? Que no sea mero sentimentalismo. Que sea un clamor y una búsqueda persistente: ‘¡Queremos ver a Jesús!’. En la visión de él converge todo el propósito de Dios en este universo.
Capítulo 5 del libro «Visión espiritual».