Reflexionando sobre la iglesia como el lugar donde los cielos y la tierra se encuentran.
Esto te escribo, aunque tengo la esperanza de ir pronto a verte, para que si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad».
– 1ª Tim. 3:14-15.
La primera epístola a Timoteo es una gran exhortación. Son las recomendaciones finales de Pablo, un verdadero extracto de todo su ministerio y enseñanza, todo lo que él había enseñado concerniente a la vida práctica de la iglesia como cuerpo de Cristo, como un cuerpo orgánico.
El Espíritu Santo reveló a Pablo de una manera especial la realidad de la iglesia según el corazón de Dios. Por tanto, al leer estas epístolas que él escribió a Timoteo, necesitamos prestar atención a los detalles, para ver que existe una realidad mucho mayor por detrás de las palabras.
En realidad, esta no es solo una carta de Pablo, sino un mensaje del Espíritu Santo a nosotros. «Toda la Escritura es inspirada por Dios» (2ª Timoteo 3:16). La palabra inspirada viene de un término que significa soplada. Dios sopló su Palabra; entonces, al leer la Biblia, tenemos que salir de lo natural e ir a lo espiritual.
Lo primero que debemos buscar en la Escritura es la revelación de Dios. Luego, interpretar esta revelación según la interpretación de Dios, y entonces tendremos la aplicación. Revelación, interpretación y aplicación son principios básicos si queremos estudiar la palabra divinamente soplada por Dios.
«…para que si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios…». Esta frase nos habla del vivir digno en la casa de Dios. «… que es la iglesia del Dios viviente…».
La iglesia es la casa de Dios, el lugar donde los cielos y la tierra se encuentran. Este es el gran mensaje de la Biblia, la gran realidad de la iglesia en el corazón de Dios. Cuando Dios propuso la iglesia, este fue siempre su modelo.
Columna y baluarte
«…columna y baluarte de la verdad». Una columna sirve para sostener. Por detrás de estas figuras simples, hay una verdad grandiosa. Mateo 18:18 dice: «De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo». La figura de la columna nos muestra la profunda intimidad celestial entre los cielos y la tierra, que convergen en la iglesia.
El gran trabajo del enemigo ha sido siempre minimizar el carácter y la naturaleza de la iglesia. Él ha trabajado con un propósito muy definido: arrancar la esencia de la vida de la iglesia, su realidad orgánica, para transformarla en una organización, una institución secularizada, antropocéntrica. Pero la iglesia es una realidad mayor, una realidad viva, algo especial en el corazón de Dios.
En Génesis vemos la creación del hombre y la mujer. Pero en Efesios descubrimos que, cuando Dios creó al hombre, él estaba pensando en Cristo y cuando él creó a la mujer, estaba pensando en la iglesia; y vemos esta singularidad de Cristo y la iglesia, la corona del eterno propósito de Dios.
La figura de la columna nos muestra esta realidad; pero Pablo no dice solo columna, sino baluarte. Un baluarte habla de una fortaleza inquebrantable. La iglesia como columna es aquella realidad espiritual donde los cielos y la tierra se encuentran, y esta realidad espiritual es indestructible. El Señor Jesús dice que las puertas del infierno no prevalecerán contra su iglesia.
Necesitamos meditar sobre este maravilloso asunto. ¿Qué es lo que nuestro Dios tiene que hablarnos sobre esta realidad? Veamos un punto muy importante, que pondrá un marco sobre esta gran declaración.
El sueño de Jacob
«Y soñó: y he aquí una escalera que estaba apoyada en tierra, y su extremo tocaba en el cielo; y he aquí ángeles de Dios que subían y descendían por ella … Y despertó Jacob de su sueño, y dijo: Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía. Y tuvo miedo, y dijo: ¡Cuán terrible es este lugar! No es otra cosa que casa de Dios, y puerta del cielo.» (Gén. 28:12-13; 16-17).
El sueño de Jacob fue una gran revelación. El versículo 17 dice: «¡Cuán terrible es este lugar!». El sentido aquí es de asombro. Cuando él miró aquella escalera, vio a Dios en lo alto de ella, y dijo: «Dios está en este lugar». Él quedó asombrado. Luego dijo: «Este lugar es la casa de Dios». Y luego Jacob añade algo más. Pablo dice que la iglesia es la casa de Dios; y Jacob dice que la casa de Dios es «puerta del cielo».
Esto es muy impresionante, porque nosotros tenemos que ver la iglesia según la Biblia, no podemos ver la iglesia según nuestra cultura, porque de acuerdo con la cultura moderna la iglesia es una institución, o un lugar donde las personas se reúnen. Pero, según el pensamiento de Dios, la iglesia es la casa de Dios, es la puerta de los cielos en la tierra, una puerta abierta.
Nuestro reunir es un cielo abierto
Hermanos, nuestro reunir es un verdadero cielo abierto; no es algo común. No es porque nos reunimos siempre que tenemos que acostumbrarnos con eso. Debemos tener conciencia de esta gran realidad: cuando nos reunimos, los cielos se abren. No podemos actuar natural ni emocionalmente; más allá de esto, tenemos que reunirnos con fe, porque cuando nos reunimos, los cielos están abiertos en la tierra.
Esta es la realidad de la casa de Dios. Aquí hay un ambiente maravilloso de Dios, un ambiente propicio para liberación, para que lo secreto de nuestro corazón se manifieste, para que grandes milagros y cosas extraordinarias ocurran. ¿Por qué? Porque los cielos están abiertos en este lugar. Esta es una realidad viva, una realidad espiritual.
La oposición del enemigo
Si usted piensa lo contrario, usted está en oposición al pensamiento de Dios. Usted debe pensar como Dios piensa, debe ver como Dios ve. La iglesia es la casa de Dios, es la puerta del cielo. Esta es una gran realidad. Es en contra de esta realidad que el enemigo trabaja y levanta todo su imperio satánico, porque él no quiere que tengamos esta conciencia.
Si nosotros pensamos en la iglesia de una manera minimizada, el enemigo tendrá ventaja y logrará muchas cosas terribles. Pero, al mirar en la palabra de Dios y ver la iglesia como Dios la ve, quedaremos profundamente asombrados, así como ocurrió con Jacob, porque la iglesia tiene esta realidad espiritual.
A menudo, las personas dicen: «No me gusta esta forma de reunirnos», o tienen su propia opinión sobre la iglesia. «La iglesia podría ser de esta o de aquella manera, podría hacer esto o hacer aquello». Sin embargo, nosotros no tenemos derecho a opinar acerca de la iglesia; pues ella no existe para satisfacer nuestros deseos, sino para satisfacer a aquel que es su dueño, aquel que mora en ella. El Señor ya definió lo que él quiere de la iglesia. Nosotros somos la iglesia; el Señor puso sus afectos en ella. La iglesia no es nuestra, la iglesia es de él, es para él. ¡A él sea gloria en Su casa!
Vamos a captar esta revelación de Jacob. La iglesia es casa de Dios y puerta del cielo. ¡Qué visión gloriosa! Esta verdad tiene que quebrantar nuestro corazón. Si ella no te impresiona, entonces estás caminando en la periferia de los asuntos espirituales. La invitación del Señor hoy es a entrar, a profundizar en este asunto. Lo que el Señor quiere hacer hoy es abrir nuestros ojos acerca de la iglesia.
La iglesia es algo tan vivo, tan real. Para que los cielos se manifiesten en ella, no necesitamos de muchas cosas o de muchos hermanos. El Señor dice: «…todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo» (Mat. 18:18). Y el versículo 20: «Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos». ¡Aleluya!
Testimonio y comunión
La iglesia está aquí para dar un testimonio de esta realidad celestial, para expresar la verdadera vida de comunidad que es la realidad trinitaria entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. La iglesia debe tener esta realidad. Nuestra comunión no es algo que se produce a partir de nosotros. La verdad de la comunión es una realidad mucho mayor.
El Salmo 133 dice: «¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía!». Es lindo eso, pero pongamos atención en los pequeños detalles. «Es como el buen óleo». El óleo es figura del Espíritu Santo. Cuando la justicia de Dios fue satisfecha por aquel alto precio, entonces el Padre derramó el Espíritu Santo, el cual es parte de la bendición de la redención dada a nosotros. Como un óleo precioso, tal es el valor de nuestra comunión delante de Dios. Por eso, el Espíritu Santo es el Espíritu de la comunión del cuerpo de Cristo, porque la comunión de la iglesia es la propia expresión del Dios trino.
La maravillosa orquesta de Dios
En el libro de los Hechos, la palabra comunión es koinonia. En el Nuevo Testamento aparece mucho esta palabra. En Hechos es donde más aprendemos sobre la comunión de la iglesia; pero el término que Lucas usa allí en relación a la comunión es otro muy especial, que aparece once veces en este libro.
Al hacer un estudio detallado del libro de los Hechos, comprobamos que el énfasis no está en la palabra koinonia. El término que Lucas usa es homothumadon.
La palabra homothumadon habla de un único sonido producido por los instrumentos de una orquesta. ¿No es curioso que Lucas use once veces esa palabra en este libro? Y después, Pablo la usa una sola vez en Romanos 15, y este vocablo no vuelve a aparecer en el Nuevo Testamento.
El énfasis de esta realidad espiritual es justamente eso – la iglesia, esta gran orquesta de Dios, produciendo ese grandioso son espiritual que manifiesta la trinidad de la gloria de Dios. Dios no es soledad, sino comunión – comunión del Padre, del Hijo y del Espíritu. Y esta comunión trinitaria y celestial puede manifestarse en la tierra a través de la vida de la iglesia.
En los Hechos de los Apóstoles, a partir del versículo 1:14, hallamos la palabra homothumadon. La frase: «Todos éstos perseveraban unánimes», nos da una clave lingüística. Después, en Hechos 2:1, dice: «…estaban todos unánimes juntos». Es la misma palabra. En Hechos 2:46: «Y perseverando unánimes…». Y en Hechos 4:24: «…alzaron unánimes la voz».
Estoy usando este argumento para llevar su mente a Mateo 18:20: «Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos». Esta realidad de comunión en Hechos debe ser la realidad que nosotros vivimos hoy como iglesia.
Imaginen cómo el enemigo rechina sus dientes luchando para impedir el fluir de esta comunión. Cuando perdemos esta armonía de vida, perdemos la realidad de la presencia y del testimonio de Dios, y tenemos que pedir ayuda al Espíritu Santo, para que él batalle juntamente con nosotros, a fin de preservar la unidad. La realidad de esta unidad es el testimonio de que la iglesia es «casa de Dios y puerta del cielo».
En el Nuevo Testamento, vamos a dar un significativo paso más, para interpretar la visión de Jacob y añadir un argumento más sobre este asunto de la iglesia como casa de Dios y puerta del cielo.
Interpretando el sueño de Jacob
En el evangelio de Juan capítulo 1, a partir del versículo 43, tenemos el encuentro de Jesús con Natanael. El Señor Jesús quiso ir a Galilea, donde se encontró con Felipe, y después Felipe halló a Natanael y le dijo: «Hemos hallado a aquél de quien escribió Moisés en la ley, así como los profetas: a Jesús, el hijo de José, de Nazaret». Natanael dijo: «¿De Nazaret puede salir algo de bueno?». Felipe respondió: «Ven y ve».
Cuando Jesús vio a Natanael que se acercaba, testificó sobre él: «He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño». «He aquí un hombre sincero». Natanael dijo al Señor: «¿De dónde me conoces?». Jesús le dijo: «Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi». Así como Jacob estaba asombrado, también lo estuvo Natanael. Y Natanael respondió: «Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel».
«Respondió Jesús y le dijo: ¿Porque te dije: Te vi debajo de la higuera, crees? Cosas mayores que estas verás. Y le dijo: De cierto, de cierto os digo: De aquí adelante veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre» (v. 50-51). ¿Dónde, en la Biblia, encontramos los cielos abiertos? En Génesis 28. Aquí está la clave para interpretar Génesis 28.
Si queremos entender la visión de Jacob, necesitamos entender este episodio. Sabemos que las palabras de nuestro Señor Jesús son las verdades más profundas de la Biblia. Debemos prestar atención a cada detalle de sus palabras y de sus hechos, porque todo esto constituye la parte más elevada de toda la revelación del pensamiento de Dios en su Palabra.
El Señor interpreta aquel sueño, diciendo: «De aquí en adelante veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre». Él está aquí estableciendo un principio que confirma la visión de Jacob. Hay un cielo abierto y este tiene un movimiento celestial. Él llamó a este movimiento celestial una escalera. Y nuestro Señor dirá que aquella escalera es él mismo.
Una realidad espiritual, hoy
¿Y dónde encontramos nosotros los cielos abiertos? Sobre la casa de Dios. Ahora las cosas empiezan a tener un significado práctico, doctrinal, para nosotros. Lo que teníamos en Génesis 28 era una figura, y lo que está descrito aquí es una realidad. Tenemos que ganar esto, no verlo solo como historia pasada.
Existe una verdad viva, real, un camino abierto entre nosotros y el cielo, entre nosotros y el trono de Dios. Si usted no ve esto, no ha visto la vida cristiana, no sabe lo que es la iglesia, no conoce la realidad espiritual, no conoce las verdades del corazón de Dios. ¿Qué cristianismo es éste que usted vive? El Señor Jesús está diciendo que sí existen los cielos abiertos, y que él es quien une estos cielos con la tierra.
Vamos a Hebreos 10. Ustedes saben que muchos capítulos de la Biblia están divididos en secciones. Cuando estudiamos la Biblia de una manera más didáctica, logramos percibir estas secciones dentro de los capítulos. El capítulo 10 de Hebreos está dividido en tres secciones o asuntos. Del versículo 1 al 18, tenemos una sección. Después, del versículo 19 al 25, otro asunto; y desde el 26 al 39, otro asunto.
Por ejemplo, en la primera sección, del versículo 1 al 18, el tema es el sacrificio de Cristo, el valor eterno y las características eternas de este sacrificio. Los detalles contenidos en estos textos convergen hacia el tema; ellos no pueden diferir. La Biblia no da margen para dos interpretaciones. Según el pensamiento doctrinal de cada asunto, hay coherencia para hacer varias aplicaciones, porque la revelación es una, pero las aplicaciones pueden ser infinitas.
Entrando en el Lugar Santísimo
Ahora, veamos Hebreos 10:19-20, de manera doctrinal. «Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne…». Nos está diciendo aquí que tenemos entera libertad. Esta frase, «completa libertad», en el original, encierra la idea de «osadía», una confianza sin temor, con valentía.
Debemos tener osadía. No debemos temer, no necesitamos vivir la vida cristiana con desconfianza. Tenemos total libertad para entrar en el Lugar Santísimo. Antes, en el Antiguo Testamento, el sumo sacerdote entraba una sola vez al año, y él no tenía total seguridad.
La tradición hebrea dice que los sacerdotes entraban al Lugar Santísimo con una cuerda atada a sus pies, porque si morían allí a causa de algún pecado oculto, nadie podía entrar a sacarlos. Tenían que ser arrastrados. Ellos no tenían confianza. Pero hoy, nosotros, no debemos tener inseguridad; no debemos tener barreras. El camino está libre; no estamos bajo culpa, porque nuestro Señor Jesús nos abrió ese camino a través de su sangre. Entonces, podemos entrar sin miedo de acusaciones.
Esta es la verdad central en esta sección de Hebreos 10 – nuestra libertad para entrar en el Lugar Santísimo. Es una palabra muy fuerte para nosotros. Ella tiene que ser un fundamento en nuestras vidas.
«…y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios» (v. 21). ¿Qué es la casa de Dios? Según el pensamiento de Dios, es «la iglesia del Dios vivo, columna y baluarte de la verdad», es «puerta del cielo». Somos tú y yo. Entonces, sobre nosotros, existe un gran sumo sacerdote, no según el orden de Aarón, sino según el orden de Melquisedec. Él entró como precursor, realizando el más perfecto sacrificio, y nosotros fuimos perdonados de una vez y para siempre.
Dios tomó todos nuestros pecados y los lanzó al mar del olvido. Él dijo que nunca más se acordaría de nuestros pecados. ¿Cómo un Dios omnipotente olvidará algo así? Hermanos, no es que Dios se olvide de nuestros pecados; es que él no nos cobrará una deuda que ya pagó. ¡Aleluya!
«…acerquémonos con corazón sincero» (v. 22). Tú puedes entrar; no te quedes en la periferia de la vida cristiana. La vida cristiana tiene que ser vivida en los cielos más altos; nuestros pies pueden estar aquí en la tierra, pero nuestro corazón tiene que estar en los cielos.
Nuestra vida es celestial. Existe una profunda y grandiosa realidad espiritual entre nosotros, en nosotros. «Acerquémonos». No debes tener miedo; necesitas vivir la vida cristiana con osadía. Los cobardes no heredarán el reino de los cielos. Nosotros tenemos que vivir la vida cristiana con plena certeza de fe. Podemos acercarnos con libertad, con confianza, al trono de la gracia.
Nuestra reunión con el Señor
Ahora quiero mostrarles lo que está en el versículo 25. «…no dejando de congregarnos». Esta palabra, congregarnos, es muy especial. Muchos han usado este texto de una manera secundaria, diciendo: «Hermanos, miren lo que dice la Biblia; no dejen de congregarse, no dejen de reunirse». Pero esta es una afirmación secundaria, porque el texto no es la base para esto.
La palabra congregar solo aparece dos veces en la Biblia, en el Nuevo Testamento. El original de esta palabra es epsynagogue. La interpretación está en 2ª Tesalonicenses 2:1. Vea qué hermosa interpretación. «Pero con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo, y a nuestra reunión con él…». Esta frase, «reunión con él», nos da una clave lingüística.
Entonces, Hebreos 10:25, con la expresión «no dejando de congregarnos», está hablando de nuestra reunión con el Señor. Es por causa de nuestra comunión con el Señor que existen los cielos abiertos sobre nosotros, y existe un camino abierto ante nosotros.
Es por causa de esta reunión nuestra con el Señor, que tenemos la alegría de vivir la vida cristiana en el punto más elevado.
Este texto de Hebreos permite fijar en nuestras mentes aquello que el Señor Jesús dijo a Natanael. «Cosas mayores que estas verás». Esto es muy precioso. Natanael quedó muy impresionado al ver al Señor en su omnisciencia. Pero luego el Señor dice que existen cosas mucho mayores para que él vea, y le muestra la verdadera esencia de lo que el Señor quiere que él vea.
La verdadera esencia de la obra del Señor es lo que está escrito en estos versículos 19 al 25 de Hebreos 10. Él no murió solo para perdonar nuestros pecados. No fue porque estábamos en deuda con Dios. El propósito máximo de su obra redentora no era meramente rescatarnos del infierno. Mucho más que eso, era transformarnos en la casa de Dios, para dar al Padre un santuario eterno como Su habitación.
Mientras este santuario esté aquí en la tierra, los cielos están abiertos sobre él. Jacob vio una escalera; mas el propio Señor Jesús dice. «Yo soy el camino». Él es ese camino vivo, abierto entre nosotros y el trono de Dios. Y ahora tú y yo podemos entrar, podemos subir y descender, porque los cielos están abiertos sobre nosotros. ¡Gracias a Dios por eso!
Que el Señor abra nuestra mente y nuestro corazón, y nos revele su Palabra. Este asunto de la casa de Dios es vital para nuestra vida cristiana práctica, algo muy especial, para sacarnos de la periferia, de la superficialidad, y mostrarnos la grandeza de lo que es vivir esta vida. Aun bajo tantas limitaciones, tantas presiones, tanta oposición, es posible vivir en un plano más alto. Que el Señor nos ayude.
Síntesis de un mensaje oral impartido en Rucacura (Chile) en enero de 2014.