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El drama de miles de niños centroamericanos que migran hacia los Estados Unidos, expuestos a la violencia.
En la pantalla aparece una partitura musical y enseguida la imagen de dos niñas y una mujer con vestidos regionales, mientras se escucha una canción alegre. «Somos un país de gente buena que cosecha lo que siembra / y que vive con el corazón», dice la letra y segundos después el mensaje principal: «Quédate aquí en tu tierra / quédate en tu país / el tiempo está cambiando y trabajamos para ti».
El video forma parte de la campaña denominada «Quédate», que emprendió el gobierno de Guatemala, como parte de una estrategia para convencer a miles de niños y adolescentes que planean emigrar a Estados Unidos.
El mensaje se transmite por radio y televisión en tres municipios de los departamentos de Sololá y San Marcos, que registran la mayor salida de personas del país.
Hasta ahora no se sabe si la campaña ha inhibido el viaje de algún guatemalteco. Pero es una muestra de los esfuerzos de emergencia que los países del Triángulo Norte de Centroamérica –Honduras, Guatemala y El Salvador– han emprendido para combatir la reciente migración masiva de menores.
Un fenómenjo que el presidente estadounidense Barack Obama define como «crisis humanitaria», y del cual muchos en América Central creen que no tiene remedio… al menos en el corto plazo.
Advertencias políticas
Recientemente, Obama solicitó un presupuesto especial de US$2.000 millones para atender la crisis de los niños migrantes que han cruzado su frontera, y que calculan que pueden ser hasta 90.000 cuando concluya su actual año fiscal, en octubre próximo.
Pero además de conseguir dinero, la Casa Blanca también envió varias señales a sus vecinos del sur. Primero el vicepresidente Joe Biden viajó a Centroamérica para advertir que sus niños no podrán quedarse en territorio estadounidense.
El segundo mensaje es la deportación de cientos de estos menores, enviados por avión a sus países de origen.
México también se suma a las advertencias. El presidente Enrique Peña Nieto estableció el Programa Frontera Sur que establece, por ejemplo, aumentar el número de visas de trabajo a ciudadanos de Guatemala y Belice, así como proteger los derechos humanos de quienes viajan desde el sur.
Pero, al mismo tiempo, el secretario de Gobernación (equivalente en México al ministro del Interior) Miguel Osorio Chong, aseguró que las autoridades pondrán orden en el recorrido del tren carguero conocido como La Bestia, que utilizan los migrantes.
«Es una decisión del Estado mexicano no seguir permitiendo que migrantes de Centroamérica y mexicanos incluso pongan en riesgo sus vidas en este tren, que es de carga y no de pasajeros», dijo en una entrevista.
Y advirtió: a los migrantes sin documentos no se les permitirá viajar a Estados Unidos. «Quienes no tengan la visa para adentrarse más en nuestro país serán devueltos», sin detallar lo que eso significa.
Niños que huyen
¿Una política migratoria más estricta puede frenar el éxodo de miles de niños y adolescentes de Centro-américa?
Especialistas y organizaciones civiles coinciden en que, antes que diseñar muros y obstáculos, es necesario entender que los menores no abandonan sus países por gusto, sino que son virtualmente expulsados de sus comunidades.
A diferencia de los adultos que emigraron por las crisis económicas o por causa de desastres naturales, ahora los niños centroamericanos huyen de la violencia.
El problema es particularmente grave en Honduras, que tiene la tasa de homicidios más alta del mundo: 79 crímenes por cada 100.000 habitantes, según estadísticas del Observatorio de la Violencia de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras.
Los menores hondureños resultan más afectados con el problema, pues, las mafias dedicadas al narcotráfico y a la trata de personas se han aprovechado de la situación estructural de pobreza, falta de empleo y otras condiciones, reclutando niños y jóvenes para sus oscuros propósitos.
Al inaugurar la Conferencia Internacional sobre Migración, Niñez y Familia, el presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández, dijo: «siete de cada nueve niños que emigran provienen de las zonas con más violencia, son niños que viven por donde hay mayor tránsito de droga en el país».
Un asunto familiar
Los padres permiten que sus hijos se embarquen en un viaje casi imposible gracias a las dificultades que luego tiene EE.UU. para poder devolver-los a sus países de origen. Y es que la ley federal obliga a procesar a los niños y a garantizarles cuidados y salud hasta que los familiares los reclamen o se presenten ante el juzgado de menores.
Como no podía ser de otra manera, muchísimas veces estos niños que entran solos no terminan abandonando Estados Unidos, sino que al contrario consiguen quedarse en el país junto con sus padres, abriendo los pequeños la puerta de entrada para sus progenitores.
En otras ocasiones son adoptados por familias estadounidenses. La excepción de estos países centroamericanos es México, que como tiene frontera directa, lleva un procedimiento más rápido que sí permite la deportación casi inmediata.
Desgraciadamente la situación está en un momento crítico y las vidas de estos niños, que deberían estar en la escuela aprendiendo, están en suspenso por un viaje suicida que muchas veces no acaba bien.
Funcionaria sorprendida
Recientemente, Guadalupe González, responsable de un albergue de mi-grantes en Irapuato, estado de Gua-najuato, en México, quedó sorprendida cuando llegaron decenas de niños de la etnia hondureña garífuna acompañados por seis mujeres que decían ser sus madres.
Pero el asombro fue mayor al saber la forma como viajaban los menores hondureños: sin documentos migra-torios, en un autobús que cruzó medio México (Guanajuato se encuentra en el centro del país) y que se detuvo en varias ciudades para reabastecerse de combustible y alimentos.
Lo peculiar del asunto es que a partir de la frontera con Guatemala el gobierno mexicano mantiene decenas de puestos de revisión migratoria en las carreteras, que supervisan especialmente a los autobuses de pasajeros.
Miles de migrantes de Centroamérica y otros países han sido detenidos en estas revisiones. Pero el vehículo con los niños garífunas hizo su ruta sin problemas hasta Irapuato, y tras un par de días de descanso reinició el camino a Ciudad Juárez, en la frontera norte.
Niños migrantes
«Los niños decían que los mandaron llamar sus familias en Estados Unidos porque el gobierno les iba a dar visa para quedarse. Se me hizo muy raro», explica un corresponsal de BBC Mundo. La activista nunca supo cómo llegaron realmente los menores a su albergue.
La anécdota de los pequeños garífunas es un ejemplo de la forma como miles de niños centroamericanos cruzan por México cada año, de manera irregular y expuestos a secuestros, golpes, accidentes y al acecho de bandas de esclavitud sexual.
No se conoce el número exacto de menores que cruzan el país, pero organizaciones civiles creen que muchos consiguen su objetivo: de acuerdo con el secretario de Gobernación, Miguel Osorio Chong, entre enero y mediados de julio de 2014 el Instituto Nacional de Migración (INM) detuvo a unos 7,600 niños migrantes no acompañados.
Pero para esa misma fecha el gobierno de Estados Unidos había reportado que la Patrulla Fronteriza capturó a más de 57.000 menores. La mayoría, cerca de 44.000, eran originarios de Honduras o El Salvador, y el resto mexicanos o de otras nacionalidades. Prácticamente todos cruzaron por México.
Menores «invisibles»
¿Cómo pueden viajar miles de niños centroamericanos por todo un país sin ser detectados?
Una de las respuestas es la corrupción de los responsables de la vigilancia migratoria del país, es lo que «hace invisibles» a estos menores», explica a un corresponsal el sacerdote Alejandro Solalinde, fundador del albergue Hermanos en el Camino de Ixtepec, Oaxaca.
«No los ven porque sus ojos están en los bolsillos. Hay niños que sí pagan, hay mucha corrupción en esto. Pero a lo mejor es que los agentes de migración y de corporaciones policíacas nunca pensaron que fueran a generar un problema internacional y los dejaron pasar».
Otra explicación es la forma como realizan el viaje: la mayoría ingresa por los llamados «puntos ciegos», lugares sin vigilancia en la frontera con Guatemala.
Algunos se encuentran en zonas alejadas, incluso en áreas selváticas, pero otros se ubican a unos metros de las garitas migratorias, como ocurre en el cruce entre Ciudad Hidalgo, México, y Tecún Umán, Guatemala.
Traficantes de personas
De allí emprenden camino al norte. Algunos siguen por la región montañosa del centro de Chiapas hacia la capital, Tuxtla Gutiérrez, donde abordan autobuses de líneas comerciales que los llevan a Ciudad de México. La mayoría de quienes siguen esta ruta viajan acompañados por traficantes de personas.
Otros -los menos– se mueven a pie o en transporte urbano desde la frontera hasta Arriaga, en la zona costera de Chiapas, donde suben a los ferrocarriles cargueros.
Los niños que van con sus familias o escoltados por traficantes de personas utilizan autobuses para moverse por el país. Los adolescentes, que casi siempre viajan solos, recurren más al tren.
A pesar de que son cientos los que cruzan la frontera cada día, los niños centroamericanos se mueven en grupos pequeños que suelen realizar trayectos cortos cada vez: llegan a una ciudad y permanecen unos días antes de reanudar el viaje, que puede durar semanas o varios meses hasta alcanzar la frontera norte. Por eso resultó inusual el arribo de menores garífunas al albergue de Irapuato.
Sin respuestas
Pero en todos los casos el común denominador es que los menores siempre buscan pasar inadvertidos. «No viajaron juntos los 60.000 que están en Estados Unidos, van poco a poquito; uno por aquí, otro por acá», explica el sacerdote Solalinde.
«Los que van solos aprenden a sortear todo tipo de peligros, pero otras veces tal vez alguien los llevaba y los abandona a la hora oportuna, o puede ser que sus padres los acompañaron y estando en la frontera los dejan ir solos. La verdad es que nadie tiene la respuesta exacta».
Cuando son devueltos emprenden de inmediato el viaje de regreso. Es otro de los problemas con estos menores, pues el gobierno mexicano no toma en cuenta las razones de la migración. Muchos de estos niños tienen derecho a solicitar refugio, pero las autoridades no lo conceden. En 2013, por ejemplo, de los 9.893 menores que fueron detenidos por el INM, sólo a 50 se les concedió asilo.
Así, para la mayoría de estos menores su única alternativa es viajar al norte; por eso buscan superar los obstáculos en su camino. El flujo no se detiene. «Son casi 60 mil niños que ya están en Estados Unidos, nadie los vio. Pero, los que siguen pasando, ¿dónde están?», protesta el sacerdote Solalinde.
Prohibido subirse a La Bestia
El gobierno mexicano, en el marco de su Programa Frontera Sur, pretende ordenar el flujo migratorio en la región, especialmente el que proviene de Centroamérica.
La estrategia contempla, entre otros elementos, otorgar permisos de internamiento temporal a ciudadanos de Guatemala y Belice, que servirán para transitar sin problemas dentro de los estados de Oaxaca, Chiapas, Tabasco y Quintana Roo.
De acuerdo con el secretario de Gobernación, Miguel Osorio Chong, quienes salgan de este territorio sin visa serán devueltos a sus países de origen. Pero dentro de esta nueva política el gobierno mexicano también impedirá que el tren carguero, conocido como «La Bestia», se utilice por migrantes para moverse hacia el norte.
Especialistas advierten que esta decisión sólo dispersará el flujo migratorio, pues como ha ocurrido en el pasado, los centroamericanos buscarán caminos alternos donde son más vulnerables a la violencia.
El secretario de Gobernación, sin embargo, afirma que la nueva estrategia busca proteger a los migrantes especialmente a los niños y adolescentes que viajan solos.
¿Soluciones?
Se plantea la necesidad de luchar por erradicar la violencia proveniente del flagelo del narcotráfico, pero los gobiernos acumulan años de frustración en esa delicada materia.
También se habla de invertir en el desarrollo de los países de origen, con el fin de retener a los jóvenes, pero, finalmente, nadie está hoy dispuesto a poner en riesgo su capital en zonas inseguras, y se sabe todas las medidas de parche terminan en un nuevo círculo vicioso.
Nuestro modelo de sociedad, y esto involucra al mundo entero, exige prosperidad y comodidad aquí y ahora. El asunto es más profundo, pero pocos parecen darse cuenta, es el corazón del hombre que perdió de vista a su Creador, y, como consecuencia, solo buscamos placer y satisfacción en lo que este mundo pueda darnos, y si no lo encontramos ya, vagaremos incansables, sin saber exactamente lo que buscamos.
Fuentes: BBC Mundo. ABC News.