El escritor brasileño Augusto Cury, en su libro «El Maestro de los maestros», plantea que los sufrimientos humanos son una oportunidad dada por Dios para que podamos invertir en sabiduría.
Cury plantea que Cristo procuraba que sus discípulos se hiciesen grandes inversionistas en sabiduría, por lo cual aprovechaba cada oportunidad para enseñarles a crecer en medio de las limitaciones y las fragilidades humanas. Procuraba abrirles el horizonte intelectual para que pudiesen ver los sufrimientos bajo otra perspectiva.
Para Cristo, los dolores de la existencia debían ser usados para pulir las aristas de la personalidad. El ser humano aprende fácilmente a luchar con sus éxitos y ganancias, pero tiene gran dificultad de aprender a luchar con sus fracasos y pérdidas. Vivimos en sociedades que niegan los dolores de la existencia y sobredimensionan la búsqueda del éxito. Cualquier persona aprende a luchar bien con las primaveras de la vida, pero solo los sabios aprenden a vivir con dignidad en los inviernos existenciales.
«Todos elogian la primavera y esperan ansiosamente por ella –afirma Cury–, pues piensan que las flores surgen en esa época del año. En realidad, las flores surgen en invierno, aunque todavía clandestinamente, y se manifiestan en primavera. La escasez hídrica, el frío y la baja luminosidad del invierno castigan a las plantas, llevándolas a producir metabólicamente las flores que se abrirán en primavera … El caos del invierno es responsable por las flores de la primavera».
«A todos nosotros nos gusta vivir las primaveras de la vida, vivir una vida con placer, con sentido, sin tedio, sin turbulencias, en que los sueños se tornen realidad y el éxito toque a nuestra puerta. Sin embargo, no hay un solo ser humano que no atraviese inviernos existenciales … Las personas que pasan por dolores existenciales y los superan con dignidad quedan más hermosas e interesantes interiormente. Quien pasó por el caos de la depresión, del síndrome de pánico o de otras enfermedades psíquicas, y las superó, se torna más rico, hermoso y sabio. La sabiduría vuelve a las personas más atractivas aunque el tiempo surque la piel e imprima las marcas de la vejez».
«Los discípulos de Cristo aprendieron, poco a poco, a luchar con madurez con sus sentimientos de culpa, sus errores, sus dificultades; a transitar con dignidad por sus inviernos existenciales. Comprendieron que su Maestro no exigía que fuesen súper-hombres, que no fracasasen, no atravesasen dificultades ni tuviesen momentos de duda, sino que aprendiesen a ser fieles a su propia conciencia, que se pusiesen como aprendices ante la vida y se transformasen paulatinamente».
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