…lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz
de nuestro Señor Jesucristo…» (Gálatas 6:14).
Se levanta inevitable
el madero de la cruz,
donde Cristo estuvo muerto,
cuando el sol perdió su luz.
Sea también nuestro destino,
como Cuerpo del Señor,
para estar, como él, divino,
en su misma humillación.
En la cruz se ha difundido
su probada negación;
tosco lecho endurecido
de su aspérrimo dolor.
Asumirla es nuestra gloria;
ignorarla es perdición;
despojarse de sí mismo
eso es vida; y eso es cruz…
Atraída fuertemente
a la vida de Jesús,
va la Iglesia, trashumante,
por la vía de la cruz.
¡Cuando el alma se resista
y cedió a la tentación,
sea la cruz la que persista
hasta el día del Señor!