Ayer en el imperio romano se acusó a los cristianos de grandes males como el incendiar ciudades. Hoy se les acusa de destruir el medio ambiente.
Desde hace algunas décadas, en reiteradas ocasiones, se ha señalado a los fundamentos del cristianismo como los promotores básicos del progresivo deterioro, tanto del medio ambiente como de la pérdida de la diversidad biológica (desaparición progresiva de especies).
La voz de la comunidad científica
De entre los famosos trabajos, en que una parte de la comunidad científica relacionada con el medio ambiente responsabiliza a la visión judeocristiana del mundo como responsable del deterioro ambiental, está el escrito por Lynn White (1969), publicado en la revista Science. White afirmaba en forma categórica que «las raíces históricas de la crisis ecológica están en la tradición judeocristiana, la cual tiene a los seres humanos como los soberanos sobre la tierra».
Uno de los recientes artículos que mantiene esta misma tesis, ha sido escrito por un conocido científico ambientalista, Sir Crispin Tickell, autor de numerosos libros y publicaciones sobre problemas del medio ambiente. Dicho artículo titulado «From Gaia to Noah»: human responsibilities in nature» (De Gaia a Noé: responsabilidad humana en la naturaleza). Fue publicado en la prestigiosa revista científica «Journal Zoological London (Tickell, 1997). En uno de sus párrafos, este artículo señala: «Pero la mayoría de los pensadores han visto a los seres humanos como entidades separadas del resto de la naturaleza, la cual ellos han creído que estaba para ser saqueada o para darles placer. Muchos siguen aún actuando de esta manera».
Mayordomía responsable
Sin embargo, quien incursione en el trasfondo valórico de los antiguos escritos hebreos podrá encontrar allí que el dominio del ser humano sobre la naturaleza nunca se presenta en la Biblia como un acto opresivo (Génesis 1:26, 28). Estos señalan más bien que el ser humano ha de ejercer una mayordomía responsable sobre la tierra en que ha sido puesto: «Entonces el Señor Dios tomó al hombre y lo puso en el huerto del Edén, para que lo cultivara y lo cuidara (Génesis 2:15). Destaco la palabra «cuidar», porque ésta habla de una mayordomía responsable y no de una explotación irracional.
Una de las causas principales del desarrollo de numerosas sectas religiosas en la actualidad, es el haber separado párrafos bíblicos de su contexto, dándoles una interpretación aislada. Esta acusación a los fundamentos cristianos, como causal valórica de la actitud destructiva hacia el medio ambiente, cae en el mismo error.
En una primera lectura de Génesis 1, y no tomando en consideración otros párrafos del Antiguo Testamento, pareciera como si la naturaleza debiera su existencia exclusivamente para servir al ser humano, sin un mayor valor intrínseco que le dé peso por sí misma. Sin embargo, son numerosos los pasajes bíblicos en que se resalta el valor propio de la naturaleza y se enfatiza el cuidado que se ha de tener de ella, como por ejemplo aquél que encontramos en el Salmo 104. En este Salmo, Dios se nos muestra como soberano sobre la creación, tanto en la tierra como también fuera de ella, designando a la luna y al sol, éste último para regular las estaciones del año y el ciclo del día y la noche (104:19-23), por el cual se rigen desde los seres humanos hasta organismos microscópicos como las bacterias. El Salmo 104 presenta un análisis equilibrado de toda la obra creadora de Dios y lo maravillosos del mundo natural que Él ha formado, no centrándose sólo en la humanidad. En el versículo 24 leemos: «¡Cuán innumerables son tus obras Jehová! Hiciste todas ellas con sabiduría; ¡la tierra está llena de tus beneficios!». Y entre los versículos 27 y 30 entendemos que el Señor sustenta toda la vida en la tierra por su Espíritu, tanto los humanos como los animales: «Todos ellos esperan en ti, para que les des la comida a su tiempo…Envías tu Espíritu, son creados y renuevas la faz de la tierra».
Respecto al cuidado del medio ambiente y de los recursos naturales, un importante principio que hoy forma parte de una ecológica y moderna estrategia productiva, al cual se ha denominado «Desarrollo Sustentable» (o sostenible), ya se encontraba presente en los escritos hebreos de hace unos 3.500 años. En síntesis, la estrategia mencionada significa explotar un recurso renovable sin llegar a agotarlo, sino permitirle a éste que se recupere y sostenga en el tiempo, proveyendo así para las generaciones futuras. Sin embargo este principio no tiene nada de moderno, puesto que ya lo estipulaba la Biblia en aquella ordenanza que señala el hacer descansar la tierra un año entero después de haberla cultivado seis años. «Seis años sembrarás tu tierra y recogerás su producto; pero al séptimo año la dejarás descansar, sin cultivar, para que coman los pobres de tu pueblo; y de lo que ellos dejen, coman las bestias del campo; así harás con tu viña y con tu olivar» (Éxodo 23, Biblia de las Américas). Es en este equilibrio, considerando el contexto global de los escritos bíblicos, en que se ha de entender el dominio y mayordomía del ser humano en la naturaleza.
El consumismo: la verdadera causa
Todos los organismos vivos, al interactuar con el medio ambiente, le producen a éste cambios o modificaciones en mayor o menor grado. Estos cambios pueden ser desde muy positivos, hasta en algunos casos perjudiciales, dependiendo de múltiples factores que no vienen al caso analizar en este artículo. La especie humana como tal no escapa a esta dinámica de interacción con el medio, produciéndole también modificaciones. Es claro que esta capacidad de alterar el entorno se ve potenciada en el hombre por su inteligencia. Sin embargo, los efectos de su actividad fueron relativamente locales, hasta antes que se iniciara la era de la revolución industrial. Esta era industrial trajo, por un lado, un alto crecimiento de la población humana, y por otro, un acelerado incremento en el consumo de recursos naturales. Como consecuencia, se generó una alta producción de desechos de todo tipo, incluyendo los altamente peligrosos desechos nucleares, que hasta antes de esta época eran desconocidos para los diferentes ecosistemas de nuestro planeta.
El acelerado incremento en el consumo de los recursos naturales nos permite visualizar claramente un sistema valórico subyacente, que ha tenido en el bienestar material y prosperidad económica su fin último. Esto ha sido así, porque la especie humana, a diferencia de las demás, no sólo provee para sus necesidades, sino que sus integrantes compiten entre sí por acumular más y más recursos, o transformar éstos en algún tipo de valores acordes con los estándares actuales de nuestra sociedad. Muchas veces lo acumulado supera cientos y hasta miles de veces a la cantidad que sería la adecuada para satisfacer sus necesidades, y además, permitirle una vida económicamente holgada.
Al parecer, es muy propio de nuestra especie la ambición casi ilimitada que ha generado, entre otras cosas, el modelo económico basado en conseguir cada vez más altos estándares de vida, y por consiguiente, poseer una alta capacidad de consumo. Con ello se provocan más desechos, más contaminación, y la destrucción de los ecosistemas con otras formas de vida además de la nuestra.
De acuerdo al breve análisis previo, es posible concluir que, a la hora de buscar culpables por el deterioro y destrucción del medio ambiente, sería más honesto indagar en nuestra propia naturaleza como especie para intentar alcanzar las causas últimas que han ido generando la problemática ambiental hasta nuestros días, y no utilizar chivos expiatorios como lo es el culpar a los fundamentos bíblicos como los responsables de algunos negativos aspectos del proceder de algunos seres humanos, que aún no han llegado al conocimiento de nuestro Señor.
Con todo, los que tenemos nuestra esperanza puesta en nuestro Salvador Jesucristo, sabemos que llegará el momento en que los actuales cielos y tierra contaminados pasarán, pero para los que hemos creído en su promesa y su Palabra, habrá cielos nuevos y nueva tierra. Dios nos ayude a ser fieles para verlo y disfrutarlo junto a nuestro amado Salvador.
Citas bibliográficas:
Tickell, Crispin Sir. 1977. From Gaia to Noah: Human responsibilities in nature. Journal Zoological, London. 241, 1-12.
White, Lynn. 1969. The historical roots of our ecological crisis. Science 155, 1203.