La expresión «fe no fingida» aparece dos veces en las epístolas de Pablo a Timoteo. La primera vez está referida a Pablo, la segunda a Timoteo y su familia. La expresión puede entenderse como «fe genuina» en contraste con la «fe aparente».
¿Cómo podemos diferenciar la fe genuina de la fe fingida? La fe fingida:
a) Se evidencia en la manera de relacionarnos con Dios. Todavía vemos a Dios lejano, tenemos temor de él, no podemos decirle «Padre». Podemos creer en él, y aun defender su existencia en las discusiones con los incrédulos; pero no podemos decir que somos «hijos» de Dios, y que él es nuestro «Padre». Un creyente genuino ha recibido el Espíritu Santo, para la filiación, y por medio de él clama «Abba, Padre». Se goza en el hecho de ser un hijo de Dios, y puede reconocer al Espíritu dentro de él, guiándole, consolándole, enseñándole.
b) Desconoce a Jesucristo. Habla de Dios, pero no de Jesucristo. Muchos hablan de Dios, en sentido general, pero no de Cristo como Dios encarnado. El Señor dijo: «Nadie viene el Padre sino por mí», «Yo soy el camino». Muchos creen en Dios, oran a Dios (a «Diosito»), pero no conocen la relación con Jesucristo. Un creyente genuino sabe que por medio de Jesucristo ha conocido a Dios, valora su muerte en la cruz, y su sangre derramada para el perdón de sus pecados.
c) Se basa en la herencia, no en la conversión. Es una herencia cultural, es la religión de los padres, no una experiencia individual. Ahora, la fe genuina no está ajena a los antepasados, a la familia, pero procede de una experiencia personal, individual. La fe genuina no es heredable biológicamente, pero sí se puede dar testimonio de ella por medio de la predicación y del ejemplo de los mayores. La fe no fingida de Eunice, Loida y Pablo tuvo mucho que ver en la fe real de Timoteo.
d) Es mental, no espiritual. Si es mental está en el plano del alma, cambiante, insegura; solo si es espiritual tiene la firmeza del cielo.
e) Es proclive a las disputas doctrinales y a la palabrería (1 Tim. 1:3-7). La fe fingida es tan débil que necesita reafirmarse ante sí misma. Y entonces pelea y discute, normalmente acerca de cuestiones externas, de la ley, de los mandamientos, de las doctrinas. Un creyente genuino no necesita demostrar nada para creer, porque su fe le ha sido dada de arriba y está más allá de las opiniones humanas.
f) No produce ningún cambio real en la manera de vivir. La fe fingida hace promesas, intentos, pero ningún cambio de vida real. Como no hay nuevo nacimiento, se trata del mismo hombre viejo que trata de enmendarse. El creyente genuino, en cambio, puede comprobar en sí mismo una nueva manera de ver la vida, de ver el mundo. Se da cuenta que el mundo está caminando en el sentido equivocado, él sabe que no pertenece al mundo.
¿Cuál es la fe que usted tiene? Si tiene una fe fingida, ella no sirve ni servirá para nada en el futuro. Es como un fundamento de arena movediza. Ahora es el tiempo de pedir a Dios y asegurarse de tener una fe genuina.
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